Federación Argentina de Entidades Democráticas Anticomunistas

 

 

 

 

 

 

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VADE RETRO, HIPPIE!
En el momento de ahorcar al muñeco ("Soy Juan Carlos Coral, el rey de los hippies", proclamaba un cartelito adjunto) había 38 personas frente al número 377 de la calle Florida, en Buenos Aires. Entre ellos, 19 periodistas y reporteros gráficos, 3 policías y 8 miembros de la Federación Argentina de Entidades Democráticas Anticomunistas (faeda), organizadora del acto. O sea que el público propiamente dicho se reducía a 3 nenes, 4 señoras que no entendían bien qué pasaba y un jubilado. El show —a las 4 de la tarde del miércoles de la semana pasada— fue animado por el vociferante Luis Dragani (22), quien fustigó a los hippies y a su presunto jefe espiritual, el ex diputado socialista, y repartió una nutrida y costosa variedad de panfletos; uno de ellos recuerda a los católicos que el incumplimiento de los decretos del Santo Oficio "ha favorecido los últimos progresos del comunismo y del materialismo ateo."
Otro, impreso en México, muestra el perfil de Fidel Castro, al lado de esta pregunta: ¿Qué impele a este hombre a traicionar a sus amigos?
Uno de los acólitos de Dragani, Aníbal Tedesco (20, con un ojo emparchado) se esmeró en agravar su afonía, profiriendo vivas al general Mario Adolfo Fonseca, Jefe de la Policía Federal, y al general Onganía, y tratando de exacerbar el fervor anticomunista de los 3 nenes, las 4 señoras y el jubilado. Consiguió más eco el día anterior, cuando invitó a los representantes de la prensa a presenciar una manifestación anti-hippie, con el propósito de sumar adeptos a la teoría de que los hippies son guerrilleros en potencia, entregados al oro de Pekín. Hubo quorum de cámaras fotográficas y filmadoras, las que registraron la actitud complaciente de los 3 policías, destacados —en apariencia— para asegurarles protección y espantar a eventuales entrometidos.
Al cabo del espectáculo, y cuando el muñeco fue descolgado y ocupó un asiento en una camioneta de la Seccional 1ª (apostada a una cuadra), un curioso preguntó al oficial inspector que presidía la comisión policial si los faedistas no acababan de perpetrar un desorden público. "En cierto sentido, sí". "Y si son revoltosos, ¿por qué no los arresta?" El oficial, sonriente, asumió el papel de juez: "Bueno —contestó—, por los nobles propósitos que inspiran, a estos muchachos". Mientras tanto, Dragani encabezaba una columna de 7 adolescentes, en correcta fila india, quienes sembraron Florida de loas al "verdadero nacionalismo" (sic), al Cardenal Caggiano y al general Fonseca, de folletos e interrogantes: "¿Quiénes son los hippies?", quiso saber una anciana, se diría que asustada. "Extranjeros", le contestó el diariero, instalado frente a la Franco-Inglesa.
Alguien preguntó a Dragani por qué Coral había merecido el mote de 'rey de los hipbies', y el joven comandante de la Juventud de faeda respondió que "aunque exteriormente no lo era, en cambio los sostiene y auxilia económicamente". Horas después, ante Primera Plana, Coral desmentía esos cargos, "lanzados sin pruebas concretas", y prometía una inmediata aclaración pública.
Hasta el fin de semana, nadie sabía si esa aclaración restañaría la suma de módicos asombros que prodigan los diarios de Buenos Aires, desde que los hippies, los seudohippies y los vulgares melenudos han sido declarados plaga metropolitana. Hace 15 días, en efecto, las cincuenta comisarías de la Capital Federal fueron instruidas (mediante una circular) para reprimir el auge de las camisas floreadas y las luengas melenas. A partir de Los LSD, un cuarteto de musicantes yeyé (número 264), la razzia produjo un centenar de detenciones, entre ellas la de Enrique Eduardo Lanza (18), el hippie que interrumpió una conferencia de prensa de faeda y casi destruyó los argumentos de Dragani. Curiosamente, cuatro días después fue capturado en la plaza Rodríguez Peña y remitido a la cárcel de Villa Devoto en donde deberá permanecer un mes, acusado de vagancia.
Lo más pintoresco es que la guerra anti-hippie merezca primera prioridad —según estipula la mencionada circular—, cuando la mayoría de las comisarías carece de personal necesario para atender sus funciones más específicas. Por otra parte, y como nadie atina a definir a un hippie, se produjeron algunas detenciones antojadizas: un correcto agente del barrio Norte explicó que tenía orden de cumplir una determinada cuota de arrestos, de manera que "a veces completamos la cifra con melenudos cualunques, aunque vistan traje azul y corbata gris".


Festival para delirantes (Nº 264)
Se hacían los desentendidos. En la tarde del miércoles pasado, en la elegante confitería La Fe, en pleno barrio Norte de Buenos Aires, era imposible que esos cuatro muchachos no repararan en tanta miradita insidiosa que caía sobre ellos. Vistiendo pantalones apretados, botas y chaquetas criptomilitares, se limitaban a sorber sendas limonadas y en prolijar, sin conseguirlo, sus luengas melenas. Tan enfrascados, tampoco advirtieron la presencia de un parroquiano francamente enfurecido, lanzado, entre las mesas, a la caza de una moneda de cinco pesos.
Cuando se la dio, por fin, uno de los mozos, el capitán (re) "Ángel Enrique Calcagno empuñó el auricular del teléfono público y marcó el 37-1111, el número del Comando Radioeléctrico de la Policía Federal. Al rato, el capitán Calcagno (quien ejerció la gerencia administrativa de Radio Argentina hasta que fue cesanteado, días atrás) acusaba al cuarteto de burla flagrante a la condición militar; el oficial de Policía aceptó el cargo y los hippies fueron llevados a la Seccional 17ª, y Calcagno se serenó.
En la comisaría, Enrique Kohen (22), Alejandro Zucker (19), Guillermo Ferraris (20) y Alejandro Roye (22) consiguieron explicar que constituían el conjunto Los LSD, adscripto a la música yeyé, y que el incidente los había privado de debutar en Radio Argentina, en el programa 'Una ventana al éxito', que patrocina Antonio Barros. Idéntica congoja mostró la actriz Miriam Sucre, madrina del equipo, para quien "los chicos son de buena familia, van en Mercedes Benz y en Peugeot a los ensayos, y me parece muy lindo que siendo de tan buena posición económica tengan la inquietud de dedicarse a la música". Ante Primera Plana, la Sucre se extrañó "por la rapidez con que se consumó todo; a la hora, el asunto estaba en manos del Juez". Siquiera en parte, los méritos de esa eficiencia cabe atribuirlos a Calcagno, Capitán Piluso para el personal de la emisora, "un pingazo y un gaucho, capaz de severidades extremas cuando le sale el milico", en opinión de don Elias, propietario de un quiosco aledaño a LR2, desde hace años.
Esas ínfulas deben haberle brotado cuando notó, en la confitería, que Enrique Kohen utilizaba insignias policiales para adornar su chaqueta; lo peor es que Kohen presta servicio militar en la Policía, y que en el momento de ser detenido portaba pistola y chapa reglamentarias. En tanto los encausados recuperaban su libertad, 24 horas después, sus abogados bocetaban los primeros planes defensivos: ninguna declaración periodística, nada de fotos, absoluta discreción; o sea, la misma actitud que adoptó el capitán Calcagno, y parecida a la de Antonio Barros: "¿Los LSD? Nunca los vi, ni siquiera en fotos. Miriam, eso sí, me pidió que los palanqueara. Si tienen talento, no hay problemas. El escándalo es cosa aparte", se desligó.
En cambio, la coyuntura (y un sorprendente funeral hippy celebrado en Mar del Plata, el miércoles fue aprovechada por un dirigente de la Federación Argentina de Entidades Democráticas Anticomunistas (faeda) para convocar a una conferencia de prensa. El jueves, Luis Ángel Dragani (22) señaló en ella que, merced a la astucia, de algunos jóvenes de faeda infiltrados en las filas hippies, ahora se sabe que sus líderes pretenden convertirlos en guerrilleros y servir a los intereses de Pekín. Aclaró que esos jóvenes de faeda habían aprobado cursos de detectives por correspondencia. "Los hippies se proponen anular la voluntad de la juventud, mediante el uso de drogas como la Dexamil Spansule 2, recetada por médicos a los que ellos, a su vez, proveen de menores para satisfacer sus vicios". El viernes, Dragani y Aníbal Tedesco, jefe del Comando Juvenil de faeda, ampliaron algunos detalles a Primera Plana:
• En la Argentina funcionan tres grupos de hippies (Tango, Sonia y Amor Sí, Guerra No). Los de Amor Sí, con sede en Salto, provincia de Buenos Aires, realizan prácticas militares y, según Tedesco, llevan adelante la teoría de que "lo mejor es amarse entre personas del mismo sexo". Acusó de venalidad a la Policía de Salto por no desbaratar estos campamentos.
• Los hippies no son comunistas, pero están auspiciados por ellos. El ex Diputado Juan Carlos Coral los ayudó a recuperar la libertad cuando cayeron detenidos en las Seccionales 17ª, 19ª y 25ª. La conexión entre hippies y marxistas —según Dragani— nació en el Bar Moderno, de Buenos Aires. "Se volverán guerrilleros comunistas —acota Tedesco— cuando se acostumbren a vivir al aire libre y a comer lo meros posible" (sic).
• Aunque no disponen de muchas pruebas (algunos tubos de alucinógenos, un corpiño encontrado en la plaza Rubén Darío), no trepidaron en ofrecer direcciones de escondrijos en donde se oficiarían misas psicodélicas, e inclusive los nombres y apellidos de los miembros de algunas familias notables, presuntamente habitúes.

REVISTA PRIMERA PLANA
1968


PARALIPOMENOS
OPERATIVO "HIPPIES"
Por Jordán de la Cazuela
El sargento Trebejo dedujo la orden del día "Detenga a todo «hippie», córtele la melena y entréguelo a los padres". Don Trebejo revisó el revólver y ordenó al agente Guedeja:
—Ya mismo se me hace recortar el cabello porque la ley con el ejemplo entra, y se está a la orden para salir de operativo.
Media hora más tarde ambos vigilaban la costa. Observaron con agudeza a varias jovencitas de pantalones que cantaban en los médanos.
—¡Lo único que faltaba, la autoridad de mirona!  —protestó una señora de batón.
—Para que esas muchachas vayan presas —explicó don Trebejo— sólo les falta ser varones. —Y siguió su ronda.
—Don Trebejo —lo chistó un señor de pijama—, ¿por qué en lugar de regodearse por la playa no me va a vigilar el campo? Anoche me cuatrerearon otra majada.
—Cuatreros hay todo el año, en cambio melenudos sólo para la temporada —explicó el sargento. Y marchó hacia la parada de ómnibus.
—¡Alto, muéstreme la papeleta! —ordenó don Guedeja a un pasajero.
—Si toca al niño —se interpuso feroz una señora—, le aplico un sombrerillazo. ¡Habráse visto, asustar a los chicos!
—Disculpe, doña —se ruborizó don Guedeja—, ocurre que aquí teníamos un enano que usaba melena.
—¡Eso pasa por no veranear en el Uruguay! —dijo la mujer.
—La próxima vez déjeme intervenir a mí —lo reprendió él sargento—. Ahora vamos a realizar un control de automotores, los melenudos más bien viajan a dedo. Cúbrame, nunca se sabe lo que esconde un melenudo debajo de la melena.
Y sin más detuvo a un coche:
—El registro —reclamó, mientras de reojo miraba el interior. Pronto se formó una larga cola de automóviles.
—¿Por qué no hacen esto en invierno? —gritó alguien.
Mortificado don Trebejo decidió buscar por otro lado.
—Pa' qué andar rastreando forasteros si aquí tenemos melenudos propios —sugirió don Guedeja. Entraron en el almacén de ramos generales.
—Don Venablo —dijo don Trebejo a un parroquiano de cabellera blanca—, debo detenerlo.
—De seguro andas necesitando alguno pa' el truco de. . .
—Es por su melena, se la tengo que cortar. ¿Es usted "hippie"?
—Y, sí; acordate lo que grito cuando domo: ¡hip, hip, hurra! —aseguró don Venablo.
—¿Dónde puedo avisarle a sus padres?
—Cuando pasó Roca —dijo triste el viejo—, se fueron a las tolderías y aún no han vuelto.
—Si le corta la melena —acudió un comedido—, ya no podrá ser el Domador Melenudo de los festivales.
—Está bien —dudó, humano, don Trebejo—, pero hasta que me aclaren más las órdenes, que se haga rodete.
Y seguido de su ayudante salió. Desde un circo les llegó el rugido de un león.
—Vigílemelo a ese con disimulo —ordenó a don Guedeja—, no vaya a ser un "lobizón-hippie", porque melena tiene.
Ya en el destacamento don Trebejo se sentó a escribir el parte. Mientras lo pensaba reparó en una descolorida lámina de Colón que adornaba la pared. Severamente le dijo:
—Gringo, ni se te ocurra venir a descubrir la América por estos lados. 
Copyright Primera Plana. 1968.

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