Urbanismo
Historia de dos ciudades
(Buenos Aires - París)

 

 

 

 

 

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El pasado miércoles 14, mientras en Buenos Aires el Intendente Manuel Iricíbar buscaba, puntero en mano, convencer a Onganía de que es necesario ampliar la avenida 9 de Julio, en París, durante una gigantesca conferencia de prensa, M, Maurice Doublet, el Prefecto de la ciudad, exponía sus planes de reformas a la planta urbana: el tema favorito de los parisienses, quienes, desde 1962, ansían entrever el rostro que su capital ofrecerá en el año 2000. Hasta aquí las coincidencias, ya que, en lo fundamental ambos esquemas difieren: si el de Doublet preserva los valores históricos y edilicios del viejo París, la quimera de Iricíbar obligará a destruir gran parte de los tradicionales barrios de Monserrat y El Socorro. También afectará al de San Telmo: la Municipalidad se propone, accesoriamente, enganchar la calle Independencia, desde Entre Ríos hasta el Paseo Colón, y convertirla en una vía de tránsito rápido.
Nada de esto es nuevo, por cierto: los sueños de, realizar esas dos obras porteñas datan de 1911 y 1923, respectivamente; que ellas no hayan concluido aún obedeció a razones presupuestarias y humanas (entre estas últimas importaba la.falta de alojamientos para guarecer a los desplazados), pero tal vez contó, asimismo, su discutible utilidad y el escaso buen gusto que probarían, una vez terminadas.
En síntesis, Iricíbar ambiciona conectar, a través de la avenida 9 de Julio, la autopista costera que une a la Capital y el Tigre, con la rutas 1, 2 y 3, que enlazan a la metrópoli y el sudeste de la provincia de Buenos Aires. De ese modo, en el futuro, una porción del flujo periférico de vehículos se introducirá en el corazón de Buenos Aires, sumándose a los 600.000 automotores que ya se apretujan en la Capital.
París, en cambio, opta por la descentralización: la propuesta de Doublet —que analizará esta semana el Conseil de la Ville— consiste en fundar, al pie de las estaciones ferroviarias Norte-Este, St Lazare, Austerlitz y Montparnasse (ver plano en página 19), grandes complejos terciarios de oficinas para albergar a las firmas con más de 200 asalariados. En las afueras de la urbe —zona de la Defensa—, el Gobierno central se propone erigir un centro cívico de dimensiones fantásticas, con edificios al lado de los cuales la torre de Eiffel parecerá un juguete. Ya está terminado, por lo demás, un túnel para automotores que flanquea el Sena y permite recorrer todo el dédalo de la Cité bajo tierra.
Claro que, según Iricíbar, la extensión de la avenida 9 de Julio y la apertura de Independencia servirán para desagotar Buenos Aires; si la arteria principal llega hasta sus límites proyectados (Retiro y Constitución) "permitirá resolver la excesiva concentración de vehículos en las avenidas de Mayo, Corrientes y Belgrano ,— cuyos promedios diarios oscilan en 30.000 unidades— y, además las que se producen en Leandro N. Alem y Alvear, cercanas a los 40.000 coches por jornada". Se comprende que el faraónico camino suplante de manera parcial a estas últimas vías: tendrá la misma orientación, Norte-Sur; pero es difícil que el sistema desahogue a calles; como Corrientes, orientadas de Este a Oeste. Al contrario, facilitará en ellas el atascamiento del tránsito, por más que en la "avenida"—interpuesta perpendicularmente— se implante "un régimen adecuado de semáforos", según previo el general retirado Iricíbar en su reunión del miércoles 15 con los periodistas.
El esquema francés, en, cambio, intenta que la mayor cantidad de vehículos y peatones evite trasponer los cuatro nudos periféricos; a partir de ellos, hacia afuera de París se tenderán autopistas: finalizarán en sendas poblaciones secundarias donde han de vivir los empleados de cada concentración; allí se ubicarán ciertas fábricas. "En lo que concierne a los negocios —reza la minuta de Doublet, que consta de 163 páginas— es necesario limitar su proliferación en las zonas céntricas de París, cuyo porvenir se plantea en términos exclusivamente culturales." Así, el antiguo mercado de "Les Halles" se destinará, sin variar su fisonomía edilicia, "a ciertos combinados internacionales y nacionales de alto nivel político o científico".
Inversamente, el Plan Iricíbar —cuya primera etapa finalizará en 1970 y abarca 6 manzanas— obligará a demoler la mansión de la familia Solar Dorrego (Paraguay y Cerrito), el palacio Unzué (Cerrito entre Marcelo T. de Alvear y Paraguay), en la zona Norte, y la discutida "Jabonería de Vieytes", en el sector Sur (ver plano página 19). Además, los derribos en la calle Independencia perjudicarán al bicentenario convento del Divino Salvador, una muestra quizá única de la arquitectura colonial (entre Lima y Salta), a la Iglesia de la Concepción (en la esquina de Piedras) y al "Mirador de Ciríaco Cuitiño", un torreón que utilizaba el jefe mazorquero para avizorar todo el barrio desde Independencia y Chacabuco. Sin contar, por supuesto, la cuadra que va desde Defensa hasta Balcarce, acaso el último exponente de lo que fue Buenos Aires a fines del siglo pasado.
Con todo, "la piqueta no entrará en funcionamiento —cedió Iricíbar— mientras no esté resuelto el problema social": hablaba de la resistencia opuesta a los desalojos por el vecindario de Monserrat desde principios de diciembre, cuando el Intendente acometió su "pezzo di bravura". El costo de la demolición de las 6 manzanas iniciales será de 1.300 millones de pesos, a los que deben agregarse otros 750 millones que servirán luego para costear el pavimento amén de una cantidad similar destinada a construir, en Flores, cinco monobloques que habitarán los expulsados. El ensanche de Independencia, a su vez, significará gastos de 1.615 millones.
Tantos trabajos, ¿redituarán como lo pretende Iricíbar? Tal vez sólo sean una gota de agua, si se aplican —como él ha dispuesto ya— a perforar "el centro" para aligerar el tránsito; más rendirían, quizás, invertidos en el fomento de las áreas crecientes —Belgrano, Flores, Caballito, Liniers, Barracas—: allí es preciso radicar al gran comercio, la red de estacionamiento elevada, los "supermarkets". Es lo que hace París, aunque quizás, esas obras luzcan menos sobre el damero de Buenos Aires.
Algo está comprobado: la ineficacia de la avenida 9 de Julio como aglomeración comercial; si en 1937, cuando se inauguró el primer tramo, sus panegiristas la describieron como la futura vía de los negocios, la experiencia demostró lo contrario, pues —salvo ciertos monumentales edificios de oficinas— la zona dista mucho de ser un emporio. Es que la distancia entre ambas aceras torna ingrato y dificultoso el paseo de los compradores; aparentemente, ellos se orientan mejor en las calles estrechas o, al menos, en las que tienen una holgura prudencial. Por eso, si la avenida continúa hasta Constitución, es válido suponer que desaparecerán las tiendas de la calle Lima, un mercado persa, sin duda, pero también una de las vetas del dinero porteño.
Aunque es posible que la Municipalidad no logre, en un corto plazo, reunir los fondos para extender la arteria más allá de las 6 manzanas prometidas por Iricíbar: al sur de Independencia falta expropiar todavía el 60 por ciento de las viviendas, y el valor de cada cuadra se calcula en unos 1.000 millones. Si se tiene en cuenta que la Municipalidad ha disminuido en 2,66 puntos su participación en los impuestos federales, serán necesarias más economías que las exigidas por Iricíbar a sus agentes, el martes último, cuando les ordenó morigerar los gastos ordinarios. Los gastos, las economías, los derribos y la verbena de los desalojos, en fin, toda la bambolla montada en torno de la avenida 9 de Julio, tal vez no sean más que signos del excelente buen humor que acompaña al general Iricíbar. Ese humor fue exhibido el martes último por el edil al cirujano Christian Neethling Barnard, que lo visitaba: luego de señalarle, desde su balcón, el Cabildo, la Pirámide y la Catedral, el Intendente preguntó al científico: "¿Se ha divertido, usted durante está visita?" "Sinceramente, no —respondió Barnard—, porque no he tenido tiempo. Pero si usted viaja a Cape Town le mostraré una operación del corazón." "Espero no tener que ir para eso", concluyó Iricíbar.
revista primera plana
27 de febrero de 1968

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Alcaldes Iricíbar y Doublet


El mirador de Cuitiño - el "Divino Salvador" - Buenos Aires - París