¿Por qué renunció Podestá?

 

 

 

 

 

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La drástica medida adoptada por el Vaticano con monseñor Jerónimo Podestá, obispo de Avellaneda, es interpretada por algunos círculos como el primer triunfo visible en la Argentina de las llamadas fuerzas preconciliares en la sorda lucha que se entabló en la Iglesia a partir del recordado Concilio Vaticano II convocado por el papa Juan XXIII.
Sin embargo, la información exclusiva recogida por SIETE DÍAS el viernes último, destaca que las 15 densas carillas enviadas a la Santa Sede por el Nuncio Apostólico, monseñor Humberto Mozzoni, acusan a Jerónimo Podestá de "incapacidad personal para gobernar la diócesis". Pese al estricto secreto que encierran las acusaciones, un grupo de sacerdotes muy allegados a monseñor Podestá coincidió en afirmar que las actividades personales del obispo ofrecían demasiados puntos débiles, en los cuales, precisamente, hicieron hincapié sus más acérrimos enemigos. Al parecer, fue monseñor Carlos Benelli, un dignatario eclesiástico poco conocido en la Argentina, quien logró de la Santa Sede esta medida, prácticamente sin antecedentes en la historia del clero. Otras informaciones señalan asimismo que se le habría pedido a monseñor Podestá la reducción al estado sacerdotal, caso insólito y nunca planteado a ninguna autoridad eclesiástica de su envergadura.
"A mí me traicionó Moni", confió sin embargo Jerónimo Podestá a un sacerdote de Buenos Aires. Se refería a su ex vicario en la diócesis de Avellaneda, monseñor Moni, quien pertenece al grupo preconciliar y habría sido el encargado de recoger firmas entre los sacerdotes allegados a la diócesis para exigir, masivamente, la renuncia del obispo. Según fuentes bien informadas, monseñor Moni recibió en su gestión el pleno apoyo del Nuncio Apostólico, que no veía con buenos ojos la actividad extra sacerdotal de Podestá, es decir, su actuación política y su acercamiento a determinados grupos sindicales. Así planteadas las cosas, una nueva versión destaca que monseñor Mozzoni escribió a la Santa Sede solicitando se frenara la acción de los curas obreros (contaban con el tímido apoyo de Podestá) por cuanto "aquí, en la Argentina, no hacen falta". Esta medida tendió, sin duda, a evitar que en el país se repitiera el caso brasileño, donde las manifestaciones de Helder Cámara, obispo de Recife, son consideradas extremistas.
LOS CAMBIOS DE MONS. PODESTÁ
Cuando el 28 de junio del año pasado se produjo la Revolución Argentina, pudo contarse entre uno de sus más decididos partidarios al propio monseñor Podestá. En esa oportunidad, en una conversación de dos horas con un cronista de SIETE DÍAS manifestó su pleno apoyo al gobierno de Onganía, y no vaciló en admirar la labor de los hombres de gobierno, refiriéndose especialmente al ex ministro de Economía Néstor Salimei. En ese momento fue posible identificar su posición con la de Helder Cámara, cabeza en Latinoamérica de un sector eclesiástico que quería darle a la Iglesia un papel primordial en la resolución de los conflictos sociales y económicos.
No pretendían expresarse políticamente —pues entendían que no les correspondía— pero aspiraban a una "vuelta al Evangelio mediante la justa distribución de la riqueza".
Pocos meses después ese apoyo al gobierno se diluye. Hacia fines de 1966 monseñor Podestá desaparece de Buenos Aires. Se afirma que está enfermo en Córdoba, pero una versión lo da en Recife, junto a Helder Cámara quien le habría pedido la firma para una pastoral de "Obispos del Tercer Mundo", virulento alegato social. Otras fuentes informativas señalan que se entrevistó hace sólo un mes, poco antes de partir para Roma, con el obispo Helder Cámara y que, sólo entonces, definió su posición ante los problemas mundiales expresándole pleno apoyo al obispo de Recife.
Las reacciones que provocó su actitud no se hicieron esperar. El 6 de mayo, a las 23 horas, 5 individuos arrojaron desde un automóvil tres bombas molotov contra la curia de Avellaneda. El incendio fue evitado pero la calle quedó inundada de volantes que decían: "Por una Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana. ¡Muerte a la integración judeo-cristiano-marxista. Paulo VI: traidor. Monseñor Podestá: comunista. Por la Patria".
Este, según versiones, fue el comienzo de la campaña que ahora culmina con su alejamiento definitivo, porque monseñor Jerónimo Podestá renunció hace exactamente 15 días a sus funciones como obispo de la diócesis de Avellaneda. Cuando se supo en Buenos Aires la exigencia de la Santa Sede —el jueves pasado—, Podestá ya había renunciado.
Este giro que dio Podestá a su situación confirma la presencia de cuestiones personales entre los motivos que desencadenaron su eclipse. Sin embargo, no lo aceptan así algunos partidarios del movimiento posconciliar en la Argentina. En una reunión de 10 curas obreros, realizada secretamente el viernes por la noche, se resolvió "pelear hasta el final para evitar el alejamiento de Podestá". Un manifiesto, no dado a conocer todavía, señalaba, entre otros, los siguientes puntos: 1) Se adoptarán medidas de fuerza para apoyar al obispo de Avellaneda. 2) Continuará, aunque sea ilegalmente, la actividad de los curas obreros. 3) Si Jerónimo Podestá se declarara en rebeldía, lograremos el apoyo masivo de la población de Avellaneda. Esto ahora empieza; no es el fin sino el comienzo de un proceso de lucha. 4) No defendemos a Jerónimo Podestá sino a lo que él representa: una Iglesia justa."
Importa quizá ahora saber qué será de monseñor Podestá. Parece difícil que se concrete la amenaza de reducirlo al estado sacerdotal. Pero es muy probable que no se le dé ningún destino, en cuyo caso, según el mismo Podestá confió a sacerdotes amigos, se dedicaría intensamente a la actividad en el campo social y obrero. Todo parece indicar que esta crisis culminará con una definitiva toma de posición de los sacerdotes y laicos cristianos en la, hasta hoy, silenciosa lucha. Mientras tanto, un problema se plantea a la jerarquía católica argentina: ¿Quién sucederá a monseñor Jerónimo Podestá en una diócesis clave, por lo popular, como es Avellaneda?
revista siete días ilustrados
05/09/1967

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una cena sindical, mons. Podestá fue siempre invitado de honor