En la Argentina 1981 las maldiciones usuales (ojalá que te pise un camión, ojalá que te caiga un inspector impositivo, ojalá que se te instale tu suegra en tu casa) han sido totalmente superadas por la siguiente: ojalá tengas que endeudarte a la 1050 (se refiere a la circular R.F. 1050, emitida por el Banco Central del 1º de abril de 1980). Pues bien, agregaré un eslabón al ya numeroso conjunto de campañas solitarias porque —créase o no— me propongo defender a la 1050.
¿Qué tal si comenzamos por sintetizar lo que dice la 1050? Luego del inevitable "tenemos el agrado de dirigirnos a Ud.", la mencionada disposición autoriza a las entidades financieras a prestar plata indexando las operaciones en base a un índice financiero calculado por el propio Banco Central en base a la tasa testigo, es decir, a la encuesta diaria que sobre tasas pasivas realiza la mencionada entidad. Según la 1050 la relación entre el índice financiero y la tasa testigo es textualmente la siguiente: "(el índice financiero) reflejará diariamente una variación igual al valor de la tasa diaria equivalente a la tasa de interés mensual promedio ponderada de los depósitos a plazo fijo a 30 días correspondiente al segundo día hábil anterior a la fecha del índice, según la encuesta que con la citada periodicidad lleva a cabo esta institución". En una palabra: la 1050 autorizó a prestar plata indexando la operación en base a la tasa pasiva.
En estos momentos en que parece generalizada la creencia de que antes de la 1050 todos éramos felices (y los deudores no te digo nada), cabe recordar que la mencionada disposición surgió para unificar, y sobre todo para dar "garantías de calidad", a los índices utilizados para indexar, los cuales hasta ese momento calculaban cada una de las instituciones financieras que pactaban indexando (a lo que obligó la circular 1050, que no es poco, es a explicitar el resto de los costos del préstamo,
al impedir que parte de dichos costos quedaran "disimulados" por la forma de calcular el índice utilizado para indexar).
El desarrollo de un caso típico permitirá introducir rápidamente la cuestión. Considérese el caso de Juan, quien hace un año compró una casa en 100 pesos, pagando la mitad al contado y la otra mitad en 50 cuotas de 1 peso cada una, indexadas. En el momento de pactar la operación Juan ganaba 3 pesos por mes. Doce meses después nos encontramos con que la casa sigue valiendo 100 pesos, que los precios sobre los cuales se calcula la indexación se cuadruplicaron, mientras que su salario se duplicó.
¿Cuál es el problema, Juan? Ocurre que luego de haber pagado 50 pesos al contado, y de haber abonado 12 cuotas, me encuentro con que vendiendo la casa no puedo siquiera cancelar la deuda pendiente (las 38 cuotas restantes, a 4 pesos cada una, superan los 100 pesos que sigue valiendo la casa), y además mientras hace un año pagaba la cuota con la tercera parte de mis ingresos, ahora tengo que destinar dos terceras partes, por lo que he tenido que dejar de consumir muchas otras cosas. ¿Cuál es la solución, Juan? Eliminar la 1050, o al menos morigerarla "a nivel razonable".
Que Juan, abrumado como está por el pago de la deuda, y no pudiendo o no estando técnicamente preparado para razonar desde el punto de vista del sistema y no meramente desde el ángulo de la defensa de sus intereses personales, diga que la solución pasa por la revisión del contrato, es entendible; pero que dirigentes, tanto dentro del sector público como del privado, sostengan que la solución del problema es la que dio Juan, es altamente peligroso porque enfocan la cuestión pura y exclusivamente desde el punto de vista de los actuales deudores ignorando, por consiguiente, no sólo al resto de las partes involucradas en la actualidad, sino sobre todo la cuestión desde el punto de vista del sistema, es decir, desde el ángulo del funcionamiento futuro del sistema crediticio (a nivel individual me da lo mismo eliminar los residuos sacando la bolsita cuando pasa el camión, qué arrojándosela al vecino por encima de la tapia; pero claramente desde el punto de vista del conjunto las soluciones son bien distintas).
Volvamos por un instante a la consideración del caso de Juan. Nuestro analizado entró en dificultades por un par de motivos, a saber: 1) compró un bien cuyo precio relativo disminuyó (los precios aumentaron, mientras que el de la casa no lo hizo); y 2) le disminuyó el poder adquisitivo de su salario (en la Argentina 1981 el problema no está entre el precio relativo de los zapatos y el de los anteojos, sino entre ambos precios y el salario nominal). Este diagnóstico es importante, porque es el que tiene que basar la solución del problema desde el punto de vista de la economía en su conjunto.
La responsabilidad del gobierno por estos hechos, aunque no total, es importante. Porque estos resultados (el hecho de que los bienes de inversión no mantienen un valor proporcional a los precios de los bienes en general, el hecho de que cae el poder adquisitivo del salario, etc.) son algunas de las múltiples manifestaciones que existen hoy en la Argentina de que a cada uno de nosotros nos parece que el país se termina. Por eso no se hacen esfuerzos de inversión, y por eso cae el precio relativo de dichos bienes y también el salario vía la disminución en la demanda de mano de obra.
Si esto es así, como creo que lo es, entonces la solución del problema de Juan no pasa por la desindexación de su crédito, sino por el replanteo de política económica, dentro del cual la reunificación del Ministerio de Economía es el prerrequisito básico para volver a darle futuro al país (sobre este punto escribí lo suficiente en números anteriores de MERCADO como para que merite aquí su consideración detallada). Del mismo modo que la solución del "problema" del dólar financiero (léase: el aumento de su cotización en un mercado libre) no pasa por el control de cambios, o la venta de divisas por parte del Banco Central en claras condiciones de desequilibrio, sino por la mejora general de las expectativas. El gobierno que ataca efectos y no causas asigna mal sus recursos humanos, siempre escasos.
Y además de lo que digo, que es difícil y lleva su tiempo, ¿no se podría hacer algo con la 1050? Lo que más me preocupa del actual "debate" sobre la 1050 es que parecería que las propuestas para reconsiderar las cláusulas de indexación son "gratis", dicho esto en el sentido de que quienes proponen tal cosa actúan como si en el mismo momento en que se le mejora la situación a los deudores no se le deteriorara automáticamente la posición a algún otro (si la recomendación fuera realmente gratis, entonces yo no estaría meramente por la revisión de la 1050; estaría por el jubileo total de las deudas, porque cuando una idea es buena hay que llevarla hasta el final para que sea mejor aún). Por consiguiente vamos a analizar las implicancias de una suspensión o reconsideración unilateral de los pactos ya realizados en base a la 1050.
Tómenos el caso de las deudas al Banco Hipotecario Nacional. Propongo formalmente que la ventanilla de otorgamiento de nuevos préstamos esté al lado de la ventanilla de pago de cuotas de los préstamos ya otorgados, y que las colas correspondientes sean paralelas. En estas condiciones, cuando por imperio de una reconsideración de la 1050 o equivalente, quienes van a pagar las cuotas abonen menos que antes en términos reales, la cola de los nuevos
adjudicatarios de préstamos comenzará a avanzar más lentamente, con lo cual el efecto de la propuesta quedará claro y el conflicto entre unos y otros se explicitará.
Pero esto no es todo. Falta considerar el impacto que lo que hoy se está diciendo sobre la 1050 y los acuerdos indexados, está teniendo sobre los futuros acuerdos que hoy se están negociando. Me pregunto si en la actualidad habrá alguna persona poniendo en venta su casa, en alquiler su oficina, u ofreciendo dinero a largo plazo, en base a la 1050 o a algún otro sistema de indexación, dada la incertidumbre creada alrededor de la 1050.
Y es entonces aquí, y especialmente referido al (espero que ínfimo) subconjunto de mis lectores que están por la desindexación unilateral de la economía, es decir, por la revisión de cláusulas de indexación sin hacer algo con respecto a la inflación, que va el planteo clave. Présteme 1 peso por diez años, alquíleme su casa por cinco años. Dado que para usted la indexación es algo horrible, ¿cómo hacemos para ponernos de acuerdo en lo que tengo que pagar?
La indexación es el único método administrativamente barato que conozco para realizar un pacto a largo plazo en una economía inflacionaria. Esto quiere decir que, o la economía deja de tener inflación (difícil, así como vamos), o la desindexación unilateral de la economía eliminará las operaciones a largo plazo. En la Argentina las cosas se harán al contado, o nada; y por consiguiente se harán muchas menos cosas de las que se están haciendo.
No puedo dejar de señalar una curiosa simultaneidad. En el mismo instante en que una minoría de deudores arremete públicamente contra la 1050 (porque hasta donde yo sé la enorme mayoría se ajusta, paga y sigue luchando), y donde algunos integrantes del sector público tienen por la 1050 menos simpatía aun que los deudores, el gobierno acaba de emitir el ya legendario bono... ajustable a la 1050. En una palabra, la culpa no la tiene la 1050. Esto lo tienen que tener en claro los actuales deudores, algunos de los cuales están pagando más de lo que pensaban (otros están pagando menos, pero ellos se callan); lo tienen que tener en claro las autoridades, para desviar la atención de sus esfuerzos de la transitoria consideración de los efectos hacia la más perdurable consideración de las causas; y también lo tienen que tener en cuenta los futuros deudores, quienes deben saber que la verdadera alternativa de un pacto a largo plazo en una economía inflacionaria como la nuestra no es indexar o no indexar, sino indexar o nada. Lo cual implica, en el caso de los actuales deudores, hacer frente a sus compromisos haciendo los sacrificios necesarios; en el caso de las autoridades, resistir la tentación de la "solución" inmediata, a partir de una consideración de todas las partes involucradas (deudores y acreedores actuales, deudores y acreedores futuros), estableciendo reglas que cada uno de nosotros la sienta perdurable y por consiguiente la tome en cuenta en serio para la toma de decisiones; y por último en el caso de cada uno de los futuros participantes de mercados a largo plazo, la capitalización de la actual experiencia a través de una lectura atenta, y de una reflexión apropiada, antes de firmar un pacto indexado (¿qué es esa repentina epidemia de falta de información y de comprensión, que se ha desparramado entre los deudores en la Argentina de nuestros días?).
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Juan Carlos de Pablo
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