Música
La Traviata canyengue

 

 

 

 

 

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María sólo intentaba rasguñar una felicidad simple y soleada: por eso, cuando los Ladrones Antiguos la sumergieron en las alcantarillas del Miserere Canyengue, contrajo la catamufa (mufa propia de las catacumbas) y la pobre se murió de pena. Pero la sobrevive su sombra, que realizará el frustrado sueño uniéndose al carpintero José y engendrando a María, tal vez la misma que sucumbió en las tinieblas. Un misterio circular que se extingue entre las variaciones del Tangus Dei: es el final de María de Buenos Aires, la "operita porteña en dos partes" que el músico Astor Piazzolla y el poeta uruguayo Horacio Ferrer imaginaron en obsequio a la ciudad más homenajeada por las musas en el mundo entero.
Porque "la subjetividad mágica de esta ciudad" es el verdadero protagonista: María es casi un pretexto, la síntesis para captar una mística que apasiona a los autores. Tan sólo a fines de abril se sabrá si la quimera fue lograda, desde el escenario de la Sala Planeta. "Hace medio año que no hago otra cosa; es lo más importante que he compuesto en mi carrera", confesó Piazzolla a Primera Plana, la semana pasada. Terminaba de estampar en el pentagrama el último de los 3.600 compases que le reclamaron los 18 temas de la obra, un esfuerzo que comenzó no bien la vedette Egle Martin lanzó la idea mientras proyectaban un espectáculo que debió consumarse en una boite. "La Negra estuvo genial —tremoló Piazzolla—; decidimos abandonar todo y buscar alguien que pudiera inventar el libro." Lo encontraron en Montevideo, donde Ferrer (34 años) se gana la vida con las ventas de sus ensayos sobre tango y un trabajo de periodista en el diario El País. El poeta fue ganado por la causa de María.
El resultado es un canto onírico, preñado de surrealismo, que intenta atrapar al Buenos Aires contemporáneo a través de las zozobras de una muchacha: "Por las fábricas, las pibas /que hacen la noche a telares, /le pusieron a María / un malvón de poliamida / y una orquídea de percal." O también; "Por el escote le salía una neblina / negra, y atada con la cinta sucia y triste / que un raro Beatle destrenzaba a la sordina, / del luto misterioso de sus twistes." Ferrer mismo será el Duende que relata la historia: Egle Martin (29 años) debía entonar los trajines de María, pero un ultimátum de su marido, Eduardo Palacios (49), la recluyó en una estancia correntina. El entuerto hizo trastabillar los planes, pues la Martín había inyectado su personalidad a varios cuadros, como, por ejemplo, al Aria de los Analistas. La solución tuvo sones de zambas y vidalitas; al oír un long play que lanzaba la voz de contralto de María Amelia 'Amelita' Baltar (27), Piazzolla suspiró, aliviado: "Necesitábamos dos cantores de buen oído y una figura que encajara en los tipos del poema". Héctor de Rosas (34), interpretará los seis personajes masculinos con que tropieza la protagonista. Cuatro de los temas serán orquestales: diez músicos (cuarteto de cuerdas, piano, contrabajo, guitarra eléctrica, vibrafón, flauta y percusión) completarán los bordados del bandoneón de Piazzolla, acusado en la Tocata Rea del encanallamiento de María, en un diálogo con el duende-narrador. "Para mí es una nueva línea; una simpleza melódica que exhalará un perfume a Buenos Aires, simple y tierno, más tanguero. Ha sido muy difícil de lograr." Piazzolla está seguro de rozar la culminación de su carrera, una victoria que en buena medida debe al empecinamiento de su padre, un peluquero italiano que se trasladó con su familia desde Mar del Plata (donde nació Astor) a Nueva York, en 1924. A los 9 años comenzaron las clases de bandoneón: "El primer tango que ejecuté fue 'Sus ojos se cerraron', en un asado que organizó Gardel en los estudios Paramount". La experiencia fue imborrable; cuando Piazzolla
regresó a la Argentina, fue el alumno inaugural de Alberto Ginastera, y aprovechó su bagaje sonoro para intentar el primer arreglo orquestal en el conjunto de Aníbal Troilo, en el que revistaban "Hice Inspiración y hubo un escándalo; ahora, 28 años después, es un clásico que tocan hasta los más tradicionalistas.
Supersticioso, Astor calcula que los ciclos juegan un papel determinante en su vida: "En 1954 formé el Octeto, siete años después, el Quinteto; concluyó un período similar y liquidé el conjunto. Ahora nace la Operita, ¿durará también siete años?" Por si acaso, con Ferrer proyectan trasladarla al cine y grabarán dos long-plays con la obra completa. Separado de su mujer, Odette (Dedé), otea a Buenos Aires desde un departamento del piso catorce, sobre la Avenida del Libertador, donde lo acompañan un piano, varios muñecos que tallaba su padre, y un aparato estereofónico).
Su cariño parece concentrado en María; tres proyectores esparcirán en una pantalla panorámica, armada detrás de la orquesta, el fotomontaje con el que Adolfo Bronowsky (29) movilizara el drama tanguero. Fotografías y filmaciones mostrarán a María sobre los techos de Buenos Aires, mirando a la rosa pop que crece en Corrientes y Esmeralda, o transitando las calles de la ciudad. Varios de los temas serán un largo travelling desde el suburbio al centro, el viaje de María a su perdición. En 'Alevare', el primer cuadro, jugará un contrapunto entre las manos de la desdichada, el coro "de los Hombres que volvieron del Misterio" y la orquesta. Bronowsky —ex camarógrafo de Telenoche, iluminador y director de cortometrajes— proporciona otra clave: "María es toda la mujer que quiso ser y no pudo realizar'.
La semana próxima, María dará sus primeros pasos en el escenario de la Sala Planeta. Ya el sábado 16, 150 invitados conocieron algunos de sus pesares bajo el cobertizo de la quinta La Huella, propiedad del abogado Raúl Bercovich; allí, Piazzolla tuvo la certeza de que "la aceptarán los intelectuales y los simples". Por si acaso, ya compró una pata de conejo.
Página 61
PRIMERA PLANA
26 de marzo de 1968

Vamos al revistero


Egle Martin


Ferrer, Amelita y Piazzolla