Periodismo
La batalla del dial

 

 

 

 

 

OTRAS CRÓNICAS NACIONALES

Nuerburgring, imposible olvidarte
Alicia Moreau de Justo
Dalmiro Saenz 1982
1930-42 el proceso de Bragado

Astor Piazzolla (1979)
Manolo Juarez (1979)
Niní Marshall (1973)
Partituras que son pinturas
El primer deportista argentino

Argentina, el partido que está en juego. Perón - Balbín


Fue en el cerro Catedral, cercano a San Carlos de Bariloche, hace 10 días. Un grupo de jóvenes andinistas, tras dos meses y medio de inactividad, se había propuesto una salida descansada, más turística que deportiva, y por eso en cuanto se sentaron en la orilla de la laguna Schmoll, casi en la cumbre del cerro, uno de ellos se permitió la herejía de extraer de su mochila una radio a transistores. Fue una sorpresa para todos: el parlante del receptor sacudió el aire frío y quieto, no con las voces de los locutores chilenos, como esperaban, sino con el conocido acento de un comentarista argentino. Es que desde fines de noviembre, la emisora LU8 de Bariloche multiplicó su potencia, para llegar a zonas limítrofes hasta ahora cubiertas por las estaciones trasandinas. Ése salto hacia adelante no sólo intenta apuntalar el amor propio nacional —el equilibrio de la influencia de Chile en el éter—; también se inscribe como un avance de la radiofonía en esa larga guerra contra la decadencia que comenzó hace más de tres lustros: nadie dejó de vincular el empujón de LU8 con la presencia en la zona, desde hace año y medio, de un canal de televisión de circuito cerrado. "La potencia será mayor, pero las audiciones van a ser menos divertidas", conjeturó un anónimo radioescucha, cuando en la región de los grandes lagos se comentaba la novedad. Se refería a algunas bromas que los locutores solían gastar a sus amistades (y que la anunciada jerarquización parecía dispuesta a erradicar). Esta moderación, esta pérdida de la familiaridad casi doméstica de las radios de provincia, tenía que ver con la Gran Batalla: a medida que la televisión comenzó a invadir el país, las broadcastings debieron reestudiar sus tácticas, diseñar una apertura hacia la agilidad informativa, la rapidez, el ritmo fluido y nervioso. No cabe duda de que la caballería blindada en esa ofensiva está integrada por los noticieros radiales, el arma más temible y temida de las difusoras de audio.
Ahora, la primera línea está ocupada por las 15 radioemisoras de onda larga de Buenos Aires, cuyos esfuerzos informativos recorren desde el noticioso amplio hasta el flash de algunos segundos, dedicado a noticias de último momento. Además, una nutrida tanda de datos de interés general refiere el estado de los caminos, el score al minuto de los partidos de fútbol, el pronóstico del tiempo, la hora exacta, las cotizaciones en la Bolsa y en los mercados agropecuarios. De esa constelación informativa es fácil desgajar dos especialidades notables: la nómina de personas buscadas por el Servicio Social Internacional pone a prueba la reconocida habilidad de los locutores de Radio Nacional, obligados a leer una larga lista de apellidos casi impronunciables; a su vez, las correcciones a la altura de las tablas de marea por pasible acción meteorológica, irradiadas por Radio Municipal, de innegable utilidad para los navegantes, ostentan el mérito de ser la noticia más aburrida para cualquier radioescucha de tierra firme. La emisora oficial de la ciudad de Buenos Aires incluye, en cambio, uno de los noticieros mejor redactados y más completos, el panorama de la jornada preparado por La Nación.

Agonía y luna de miel
"En cada región en la que irrumpió la televisión, hubo una pérdida inmediata de audiencia radial. En general, las emisoras se recuperaron lentamente, aumentando el volumen informativo de sus noticiosos y ahora han logrado capear el temporal", sentenció la semana pasada uno de los principales responsables del informativo de Radio Belgrano. Como en usa primero, y luego en todos los países del mundo, la radiofonía quedó eclipsada no bien comenzaron las emisiones de imagen; la agonía habría terminado en el coma y la muerte, si en el ínterin un hecho nuevo no hubiera trastocado los esquemas y pronósticos más pesimistas: del día a la noche, la difusión de las radios a transistores trajo nuevo oxígeno a los moribundos de la onda larga. "A la hora de la cena, no hay nada que hacerle. Pero en cuanto el público deja su casa, se sube a un auto, sale al campo o pasea por las afueras, entonces la radio vuelve a reinar", se regocijó un directivo de Radio Splendid. La luna de miel de las emisoras y los receptores portátiles tuvo lugar en Nueva York, el 9 de noviembre de 1965: un
corte de luz dejó fuera de combate a los televisores (y radios conectadas a la línea), pero no impidió que la calma retornara a la ciudad, gracias a los grupos electrógenos de las estaciones y las pilas de las radios a transistores. Si bien en la Argentina la competencia comenzó en 1951, con el nacimiento del Canal 7, la reacción de las radios —del todo atadas al aparato estatal— tuvo que esperar hasta 1956 para mostrar síntomas de agresividad. La hora cero puede ser fijada hacia mayo de 1958, cuando Radio Rivadavia puso en marcha un sistema de boletines de 5 minutos de duración que se emitían a razón de uno cada hora. "Ahora sale al aire un noticiero cada media hora, más la noticia imprevista [en forma de flashes] en cualquier momento, tal cual brota del teletipo", relató Casimiro Domingo Morras (45 años, dos hijos), que dirige ese servicio desde hace 9 años. El mapa de operaciones de Morras computa 44 boletines cada 24 horas —de los cuales, 40 duran tres minutos y los demás son panoramas parciales de entre 15 y 25 minutos cada uno—, más de 150 flashes de 10 segundos. La tarea moviliza a 25 colaboradores, entre ellos 14 redactores-locutores, divididos en turnos, ya que la emisora transmite día y noche. Los sucesos más destacados sucedidos en la zona de Buenos Aires son el motivo de 7 u 8 reportajes grabados en banda magnética por cronistas móviles.
Todo ese alud de noticias, al qué se agregan varias audiciones de tipo periodístico de media hora de duración, responde, quizás, al motivo que esgrime Morras: "El público argentino tiene un excelente nivel cultural y eso lo obliga a estar informado. La radio le permite estarlo al instante". Para Raúl Birabén, de Radio El Mundo, "el diario es leído por aquéllas personas ávidas de información, y que entre la diversidad de noticias eligen la que les interesa. Con el noticiero radial sucede algo diferente: por lo pronto impone al oyente toda la información, y como no requiere ningún esfuerzo, salvo la atención, puede alcanzar audiencia en capas sociales a las que no llegan los periódicos". La cartas, el mejor medidor de rating de que disponen las radiodifusoras, le dan la razón: no es raro que un joven agricultor critique o elogie una audición de la mañana, que ha escuchado mientras trabajaba a bordo de su tractor.

Otros tiempos
La norma actual es la abundancia. Radio Belgrano arranca con un panorama de 2 horas de duración, a las 5.30 de la mañana, y luego desperdiga 30 boletines más, aparte de los flashes de ultimo momento. El Mundo lanza 25 boletines de 5 minutos y 20 flashes fijos. Las demás emisoras no bajan de los 15 noticieros fijos por día; en todos los estudios, una nube de humo, el ruido de las máquinas de escribir y el tableteo de los teletipos no deja dudas acerca del trabajo periodístico que allí se cumple. Ese nuevo status también modificó el estilo de las tareas de los locutores, ahora transformados en reporteros: cuando en 1960 izquierdistas y derechistas se baleaban en la .Facultad de Derecho, un hombre con un grabador se metió en la zona de combate. Se identificó en voz alta como cronista de Radio Rivadavia. y unos instantes después ambos bandos ordenaban el alto el fuego: el incidente, registrado en la banda magnética del reportero, certificó desde ese día las prerrogativas periodísticas de los hombres de radio.
Con la sola excepción de Ariel Delgado, conocido como 'La voz de la noticia', el mundo del periodismo radial tiende a dejar de lado, cada vez más. el culto a la personalidad: en vez del locutor por todos conocido, el trabajo y el prestigio se reparte entre un equipo más vasto, eficiente y ordenado, ajustado como un reloj. Delgado redacta y dice, para Radio Colonia, tres noticiosos diarios, con una duración global de 3 horas y media, y una audiencia estimada del 70 por ciento de los oyentes. Para la historia de la radiofonía quedan las voces que alguna vez fueron la presencia de las grandes noticias en los hogares: "Quién se puede olvidar de Carlos A. Taquini, cuando leía el boletín auspiciado por Geniol, con voz borrascosa y su especial acentuación? Ninguno acumuló tantas anécdotas ni fama como él: cierta vez no pudo leer un apellido de difícil pronunciación y optó, tranquilamente. por deletrearlo", evocó un ex locutor de Radio El Mundo.
Ahora son pocos los que pueden alardear de tanto renombre, salvo algunos comentaristas de deporte; pero ni siquiera ellos las tienen todas consigo: desde que aparecieron las radios a transistores debieron esforzarse como nunca para ajustar sus relatos a la realidad, porque no faltan los aficionados dispuestos a corroborar, desde la tribuna, la exactitud de la narración.
23 de enero de 1968
PRIMERA PLANA

Vamos al revistero


Radioperiodistas Morras (arriba) y Taquini