Peronismo
Otro round sin ganador

 

 

 

 

 

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La semana pasada, el rostro ensombrecido del peronismo exhibió cuatro expresiones distintas, perfiles de una lucha interna que enfrenta a Juan Perón con los principales capitanes de su movimiento:
• En la Capital Federal, preocupados, los dirigentes sindicales organizaban el pleno nacional de las 62 Organizaciones Mayoritarias: la reunión comienza el jueves 18 y se eligen allí las autoridades del bloque obrero que hasta ahora preside Augusto Vandor. Concluye de este modo el proceso reorganizador del núcleo peronista en la CGT, que se inició en julio pasado cuando sólo algunos indicios obligaban a prever la pugna actual. Que la mayoría vandorista en las "62" haya escogido este momento para renovar el Secretariado es, a juicio de algunos observadores, una prueba de su fortaleza: el pleno culminará —según ellos— en una estruendosa demostración de confianza a Vandor, quien sería reelecto. Si ocurre así, la reunión dará muda respuesta a los designios de Perón, que delegó en su mujer la ofensiva contra el caudillo metalúrgico.
Otros piensan que Vandor renunciará porque su poder está seriamente comprometido: "El comando gremial —dicen— va a ser ocupado por Amado Olmos y la línea filomarxista del Movimiento Revolucionario Peronista". Precisamente, de Olmos (Sindicato de la Sanidad) y Roberto García (Caucho) nació el viernes pasado un ataque contra Vandor y sus tácticas. Alude a la vinculación del líder metalúrgico con el neoperonismo y el proyecto conjunto de formar un partido político que cercenaría, de hecho, el poder omnímodo de Perón; exalta la ventaja de pertenecer a un movimiento "por encima de las circunstanciales siglas" y unidos sólo por "el estricto acatamiento a las directivas del Comando Superior (Perón). Nadie —señala luego— está autorizado para negociar o prometer definiciones del peronismo más allá de las directivas del general. Perón; nadie está autorizado a prometer el apoyo peronista a un golpe de Estado".
Porque realmente, la puja entre Perón y los dirigentes nacionales es por apropiarse del comando partidario e imponer la estrategia destinada a sortear el obstáculo de 1967, cuando el país sea convocado a la elección de Gobernadores. Ligados a los caudillos provincianos (neoperonismo), los sindicalistas planeaban negociar con el régimen la aceptación de figuras indiscutidas —"potables"— en las casas de gobierno del interior. Inversamente, si no eran aceptados, tratarían de forzar el paso apurando con su presencia una revolución militar destinada, en principio, a contener el avance peronista, pero que —según creen aún vastos sectores del movimiento— se vería luego obligada a negociar directamente con ellos. Perón, por su parte, ha hecho todo lo posible para desbaratar este juego local que le arrebata la decisión interna.
• Si la alianza entre gremialistas y provincianos, que Perón promovió para diluir el poder sindical, no dio los resultados previstos por él (el neoperonismo se muestra ahora fielmente sometido a Vandor); si tampoco la reforma del comando en la nueva Junta Coordinadora Nacional —un decreto que Perón emitió en julio pasado— logró mellar la unidad del "apparat" local, sólo la presencia de un embajador de Perón podría soliviantar a las bases. En los siete días de la última semana esa embajadora, Isabel Perón, recorrió triunfalmente la provincia de Santa Fé rodeada por los adversarios de la Junta, a los que se sumó Andrés Framini: según algunos dirigentes, porque habría decidido enfrentar a Vandor; según otros, porque oficiará de mediador entre el metalúrgico y la dama. Aún existen quienes sospechan que junto a ella esperará la definición del pleno de las "62", ya que la situación de Framini en su sindicato (textil) no le permite romper con Vandor.
Hasta el momento, la gira de Isabel ha pasado por dos etapas: en la primera, mientras estuvo en la Capital, la reacción antiperonista le obligó a buscar apoyo entre los vandoristas que, paradójicamente, se fortalecieron con los incidentes que ella desató y ellos debieron repeler. Pero cuando se alejó hacia el Interior fue notorio que promovía una revuelta contra la Junta. Con poca prudencia, los sindicalistas permitieron, y los neoperonistas alentaron, la Proclama de Avellaneda que censuraba los intentos de Perón por tomar en sus manos los contactos con los factores de poder. La rebelión de Amado Olmos en las "62" provocó un pedido de disculpas que la Junta Coordinadora acató, pero sin rectificar sus condenaciones a los negociadores oficiosos que no pertenecen a ella. Algo que toca muy de cerca a Enrique Güerci, el escudero de Isabel, porque el mismo Perón admitió que él trae una respuesta suya a las inquietudes de un sector militar. Tras las disculpas ¿sobrevendrá una reconciliación entre Vandor e Isabel? Hay quienes propician que los dos limen toda aspereza en una reunión; otros prefieren el envío de una delegación a Madrid, para definir junto con Perón la táctica a seguir.
• Sorpresivamente, esa táctica apareció dibujada en las columnas del diario izquierdista Combat, de París: mientras el Presidente Illia remitía un mensaje amistoso al Presidente Chiang Kai-shek, de China Nacionalista, el enlace entre Perón y el Movimiento Revolucionario Peronista, Bernabé Castellano, deslizaba en Combat una copia de la carta que en agosto pasado Perón envió a Mao Tsé-tung, jefe de la China Continental. "El imperialismo norteamericano y los actuales dirigentes soviéticos se engañan cuando piensan que con una falsa coexistencia podrán detener la marcha de los pueblos hacia su liberación", dice el exiliado. En otra nota, a la juventud peronista, fechada el 18 de octubre último, excita a "la integración de un ejército popular que responda a los intereses del pueblo".
Los observadores advierten que al ser descubierta la fisura entre Perón y sus dirigentes, el ex Presidente ve desvanecerse la posibilidad de negociar por su cuenta con los militares argentinos: nadie pactará con un poder inexistente o, al menos, menguado. Esto induciría a Perón a lanzar ya la insurrección aún cuando, con ella, pueda perder su movimiento a manos de la izquierda. Dos situaciones igualmente utópicas en este momento.
• La sola hipótesis de la división conmueve a todos los peronistas porque el movimiento, partido en dos trozos, fracasará irremisiblemente ante la UCRP; necesariamente debe asustar también a Perón, cuya única y amenazante espada es el peronismo cohesionado. Un indicio de este panorama es la reacción iracunda de Madrid cuando se conoció la Proclama de Avellaneda.
Otro, la orfandad que domina a la Junta Coordinadora: desde Avellaneda, apenas se ha reunida dos veces y sin quórum. Aparentemente, la idea de forjar un partido con cierta independencia de Madrid ha sido saboteada por Perón, y tanto los neoperonistas como los sindicalistas se ven privados de arreglo alguno con el régimen. ¿Qué sucedería —es la pregunta— si el ex Presidente vetara públicamente las fórmulas de acuerdo en 1967? Por otra parte ¿se arriesgará Perón a emitir una orden que el núcleo dirigente no acate? Por ahora, la situación sólo favorece a Illia.
16 de noviembre de 1965
PRIMERA PLANA

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