Revista Periscopio
28.04.1970 |
"La esperanza que el país depositó en el Gobierno del teniente
general Juan Carlos Onganía, mandatario de la Revolución, está
agotada", sentenció el martes 21 por la noche Arturo Frondizi, el
político más oportunista del país o —si se prefiere decirlo en
lenguaje cariñoso y vernáculo— el más "rumbeador".
Nada más que 21 palabras, sutilmente engarzadas en un documento que
contiene otras 2.237, redactado en lenguaje terso y hasta elegante.
La frase lo dice todo: después de distinguir pacientemente durante
40 meses —distingo es la palabra clave de todo razonamiento
jesuítico— entre la Revolución Argentina y su Gobierno, un ex
Presidente que se singulariza por su lucidez, antes que por su
temeridad, expulsa de la Revolución a su propio jefe.
Lo hacía 48 horas antes de un paro general, a la semana siguiente de
la formal ruptura de relaciones entre el Gobierno y los ganaderos, y
en medio de una ola de rumores como no se recordaba otra desde 1966.
Cuáles fueron causa y cuáles consecuencia del pronunciamiento de
Frondizi, es imposible saberlo.
Si bien se mira, la frase oracular contiene dos peticiones de
principio. No
hay la menor prueba de que "el país" haya tenido nunca esperanzas
serias en la llamada Revolución Argentina, ni de que la haya
perdido. El depuesto de 1962 presenta como criterio de toda la
comunidad sus opiniones subjetivas, las cuales, por otra parte, sólo
reflejan una estrategia sinuosa, escurridiza, un estilo político que
combina la malicia radical con el pragmatismo marxista.
La Prensa minimizó el suceso, concediéndole una apretada síntesis de
37 centímetros; La Nación, más valiente desde que lo es también la
Sociedad Rural, publicó el texto completo en 138 centímetros, uno
más que Clarín. Es que una horrible confusión agitó a los jerarcas
del tabloid, frondicista sí que colaboracionista (hasta el día
antes). Tras largas vacilaciones, y con el noble espíritu que los
anima, optaron por una solución ejemplar: censuraron justamente esas
21 palabras.
En la Casa de Gobierno, el documento frondiziano causó menos
inquietud que irritación. Hubo consultas sobre la oportunidad de
contestarlo: no es preciso —habría opinado Lanusse— que el
Presidente mismo se lance a la polémica; bastaba un comunicado
impersonal. Triunfó el criterio de Onganía, temperamental por una
vez. El miércoles, durante el banquete que le ofreció el Círculo de
la Prensa en el Alvear Palace, con motivo del 80º aniversario de la
institución, se felicitó por las libertades que concede
benévolamente a los periodistas. El ejemplo que le vino a bien citar
fue la difusión acordada a la declaración del ex Presidente: "Hoy
mismo —martilló— la crónica registra el juicio aventurado y
especulativo aun de aquellos que introdujeron la confusión en el
país con pactos y subterfugios, llevando a la República a una
bancarrota moral y material, cuya recuperación costó sangre y dolor
a los argentinos, y de la cual todavía soportamos las consecuencias.
Al país, que tiene buena memoria, no le preocupan la falacia y la
especulación. Tampoco al Gobierno, siempre que se convenga que
existe libertad para formularlas".
Un episodio menudo —que trascendió el viernes— fue interpretado como
parte de esta maniobra de "desenganche". Era el día de San Jorge,
patrono de la Caballería, y el general Héctor Solanas Pacheco
—Ministro de Guerra durante el período de Frondizi— debía pronunciar
un discurso en Campo de Mayo, en su carácter de presidente del club
que lleva ese nombre y que agrupa a los oficiales del arma, la más
tradicional y politizada del Ejército argentino. Presentado que le
fue el texto, el Comandante en Jefe objetó un párrafo que
preconizaba la "unidad" de las Fuerzas Armadas, pero que
oblicuamente la ponía en duda. Lanusse entiende que el Ejército no
habla sino por la voz de su Comandante en Jefe. El general Solanas
renunció a la presidencia del club; tal vez haga lo mismo con el
puesto que tiene en el directorio de un banco oficial. El acto se
celebró el viernes: el general Mario Bialet Argerich pronunció un
discurso aséptico. Solanas —y cualquier emoción— estuvieron
ausentes.
Otro paso de la escalada frondicista es, sin duda, la aparición de
un artículo del general retirado Juan Enrique Guglialmelli en el
número 4 de la revista Estrategia, que él dirige. Trata de "la
responsabilidad de las Fuerzas Armadas en la Revolución Nacional".
Guglialmeli, Comandante del V Ejército hasta 1968, endosa la
tautológica tesis de que la Revolución Argentina no es sino una
etapa de la Revolución Nacional y denuncia su fracaso en todos los
órdenes. Las Fuerzas Armadas están vitalmente interesadas en que se
establezcan políticas de coyuntura que eviten enfrentamientos
sociales y "devuelvan al Gobierno el consentimiento general que ha
perdido". Pero, según él, esos programas no bastan si no se
consideran "el tiempo y los hombres que deben ejecutarlos". "La
Revolución está en un punto crítico" —"frente a la necesidad de un
cambio"—, y "la responsabilidad de las Fuerzas Armadas se encuentra
institucionalizada a través de los mecanismos de poder, como son el
Comité Militar, la Junta de Comandantes en Jefe, el CONASE y la
presencia de los tres Comandantes en Jefe en el Ministerio de
Defensa".
Más claro, agua.
Bernardo Guillen
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Arturo Frondizi según Flax |
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