Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Astor Piazzolla volvió a las callecitas porteñas
Revista Siete Días Ilustrados
12.04.1978

Después de cuatro años de ausencia regresó para radicarse definitivamente en el país.

Las esperas siempre son largas. En el muelle hay gente desde las 10 de la mañana. De los coches que llegan al lugar señalado bajan los cameramen, locutores, animadoras, periodistas, fotógrafos, amigos, parientes y curiosos.
A las 14 y 30 en punto, la proa del "Río IV" se asoma a puerto. En tierra todo el mundo corre. Un hombre a la derecha agita tres long plays y mira hacia lo alto.
En el puente de mando, todavía apenas un puntito, al lado de una cabeza rubia que mantiene en alto los prismáticos, está Astor Piazzolla.
Cuando el barco amarra, la algarabía se hace mayor. Los saludos de tierra a buque se suceden sin solución de continuidad.
Astor está radiante. A cada rato levanta los brazos, sonríe y le señala a Laura Escalada tal o cual persona.

Volver para quedarse
Al bajar la planchuela, los primeros en subir son los periodistas, luego los parientes y amigos.
En la puerta del salón del "Río IV" Piazzolla espera a la prensa. Hoy como nunca se ha reunido todo el periodismo. Néstor Fabián y Violeta Rivas quedaron en la fila de los fanáticos para darle un abrazo largo y prolongado cuando este "maremagnum" de flashes y cámaras de televisión termine con su cometido. La primera pregunta es casi obligada.
—¿Se va a quedar definitivamente en el país?
—Sí. Después de cuatro años de ausencia necesito volver para quedarme. Por lo menos hasta octubre. Luego tengo que viajar a Europa para cumplir con algunos compromisos pendientes.
Astor Piazzolla está sonriente. Se lo ve bien. Tostado después de casi veinte días de navegación, habla con todos y acepta de buena gana los requerimientos de la prensa.
—¿Qué planes tiene para el futuro?
—Acabo de llegar. Como ustedes ven, todavía no desembarqué. Tengo que hablar con mi representante para ver qué es lo que hago. Espero que las noticias sean buenas.
Todos hacen cola para preguntar. Ahí están Julio Lagos, Mónica D'Anvers, canal 9 y canal 10 de Córdoba y varios colegas de la prensa escrita. Laura Escalada se había esfumado desde un comienzo hacia el camarote.
A un costado Daniel Piazzolla —su hijo—, junto a Danielito Jr., de 5 años, y Daniela de 2 esperan que Astor se desocupe.
—¿Por qué ahora la necesidad de radicarse en Buenos Aires?
—La gente cree que yo me fui a Europa a pasear. Cuando me dijeron que debía quedarme allá para trabajar, la cosa no fue simple. Ahí tuve que ganarme el terreno. Ahora es tiempo de volver a casa. Tengo ganas de comer en mis propios platos y no en aquellos alquilados o prestados.
—¿Viene con algún instrumento nuevo?
—No. Ya me cansé un poco de los sintetizadores. En Europa los usa todo el mundo, y el ruido que hacen es siempre el mismo. Todos suenan igual. Necesito, y así lo hice en mi último long play, tocar nuevamente solo, sin sintetizador. Eso me da una gran paz. Ahora pienso así, mañana no sé.
—¿Vuelve a las raíces?
—Yo nunca dejé de tocar mis cosas viejas. Si me gustan, ¿por qué no? Las obras que compuse y que no me satisfacen quedan olvidadas en mitad del camino. No vuelvo a interpretarlas. Además no es un pecado volver atrás. En Europa ya están hartos de escuchar siempre lo mismo, y noté que a ellos les gusta más lo de antes, y a mí también.
—Se sabe que quiere volver a reunir a su quinteto.
—Así es. Y no es una reminiscencia, es simplemente un deseo. Pero tengo que hablar con ellos. Hay que ver si están dispuestos, porque Agri tiene su conjunto y Oscar López Ruiz me imagino que algo estará haciendo. Si el grupo no se forma como estaba antes, el quinteto dejará de ser el mismo.

La alegría del encuentro
—¿Qué piensa ahora cuando todo el periodismo se ha reunido para recibirle?
—Es una inmensa alegría. Yo siempre pensé que después de tantos años sería reconocido en mi tierra.
—Ahora ya no es más el Astor Piazzolla polémico.
—Yo siempre seré polémico. Además quiero serlo. La única diferencia es que ahora la gente me apoya. Yo nunca mentí acerca de mi música. Siempre hice lo que a mí me gustaba. Nunca me traicioné. Esta mañana cuando estábamos a 20 kilómetros del puerto, en el pontón Recalada, miraba a Buenos Aires y me moría por estar en ella. Se veía tan linda.
—Buenos Aires se parece un poco a París.
—París es una ciudad maravillosa pero Buenos Aires soy yo, es mi país.
—¿Ya salió en Europa su último disco sobre el Mundial '78?
—Supongo que sí. Cuando me venía para aquí estaban por editarlo.
—¿Qué es lo primero que va a hacer ahora?
—Ir a Mar del Plata para ver a mi madre y descansar un poco. Con Laurita elegimos venir en barco para disfrutar de unos días.
—¿Cuándo se embarcó?
—El 4 de marzo. Lo pasamos muy bien y casi todo el barco era para nosotros, porque venimos con 10 pasajeros nada más.

Con los nietos
Daniel Jr. y Daniela, los nietos de Piazzolla, corretean por la cubierta del barco.
Cuando el último reportaje toca a su fin, comienza el tiempo de estar con su familia.
Abrazos, sonrisas, preguntas, respuestas y nuevamente los apretones de manos y las palmadas de afecto.
—¿Y Laurita dónde está? (Es la pregunta del maestro.)
—En su camarote. (Le responde alguien).
Seguido de su hijo y de sus nietos, Astor desaparece por una de las cabinas.
En Buenos Aires está nuevamente Astor Piazzolla y todo hace suponer que ahora es definitivo.
Texto: Cristina Matino
Fotos: Eduardo Nuñes

 

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Astor Piazzolla
Piazzolla con su esposa Laura Escalada en el buque Rio IV
Astor Piazzolla


 

 

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