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crónicas del siglo pasado

 


una de Gálvez

Mejorando dos veces su propio record de vuelta, "El Aguilucho" aventajó al actual campeón, Rodolfo de Álzaga, en una carrera emotiva. Prevaleció el uso de la caja de cambios, y quienes mejor sabían administrarla (Oscar y "Rolo") se llevaron los laureles. Solamente ocho pilotos, de 27 que largaron, pudieron terminar.
Por FEDERICO B. KIRBUS
EL GRÁFICO
1960

 


Revistero

 



 

 

En caminos rectos y llanos somos unos veinte quienes andamos parejos. Pero aquí, en Villa Carlos Paz, se puede ver quién realmente camina y quién no —fueron palabras de Juan Gálvez en la citada localidad serrana. El propio Juan, ganador de la carrera el año anterior, se vio privado del gusto que le hubiese significado volver a demostrar sus cualidades, de conducción en lo que podemos calificar el "Nürburgring" de los circuitos argentinos.
Le correspondió a otro virtuoso del volante y de la caja, a su hermano mayor Oscar, hacer suya la tercera edición de la "Vuelta Sierras de Córdoba". De tal suerte, las tres competencias disputadas fueron ganadas todas por los Gálvez: Oscar en 1958 (cuando se corrió en un escenario serrano, pero de desarrollo distinto) y en 1960, y Juan en 1959.
De lo difícil que se presentó la carrera cordobesa, habla bien a las claras el hecho de que solamente ocho pilotos se clasificaron sobre un total de 27 que largaron (y 36 inscriptos). En otras palabras: un 29 % de las máquinas que largaron cumplieron el recorrido, que es el porcentaje más bajo de lo que va del año en materia de Turismo de Carretera.
—Esta carrera no es para cualquiera — fueron palabras de un corredor al término de la misma.
Y es verdad: Villa Carlos Paz requiere del corredor una sabia administración de la caja de cambios, un manejo prudente en grado sumo y un cuidado permanente y extremo para que el motor no se pase de vueltas en una de las formidables bajadas cercanas al Pan de Azúcar.
Si Oscar Gálvez pudo imponerse en Villa Carlos Paz fué, precisamente, por reunir él más que nadie todas estas virtudes. En el tramo inicial del primer circuito (hubo que cubrirlo tres veces para completar 309 Km.) se hallaba puntero en el camino, pero quinto por tiempo. Esto fue antes de comenzar la parte sinuosa. Cuando se entró en terreno difícil fue donde Oscar se escapó. Hostigado al comienzo por varios de los pilotos que le seguían de cerca, Oscar Gálvez hizo suyo el record de la primera vuelta, seguido a un minuto y fracción por Rodolfo de Álzaga y Ricardo Risatti, Garavaglia y Luis Vázquez cerraban el lote.
En el transcurso del segundo circuito asomó Risatti en la punta de la clasificación por tiempo neto, aunque Oscar Gálvez seguía primero en la carretera. Pero nuevamente en la parte serrana fue donde el número uno volvió a retomar el mando por tiempo, consiguiendo mejorar su propia marca de la vuelta inicial. El control en Villa Carlos Paz ubicaba a Oscar primero en la segunda pasada, con tres minutos de luz sobre Risatti, siendo Garavaglia tercero.
La performance de Garavaglia confirmó sus dotes conocidas del hombre muy capaz en circuitos chicos, como autódromos o, justamente, escenarios sinuosos como el de Villa Carlos Paz.
El tiempo contribuía a que el promedio fuera elevado. Si tenemos en cuenta que en 1958 se corría en un circuito distinto y que el año pasado llovía y había niebla en la región montañosa, no cabe hacer comparaciones de tiempo. Roberto Mieres, con el maravilloso Volvo, había deslumbrado en 1959 con una marca fabulosa en el difícil circuito, pero las condiciones mucho más favorables determinaron que esta vez los tiempos y promedios del año anterior fueran superados en forma amplia. De ahí que no resulta posible cotejar performances, y solamente quede por señalar que Oscar Gálvez, no contento con haber mejorado el tiempo record de la primera vuelta en el transcurso del segundo circuito, superó nuevamente su record en la última pasada.
Aunque esta superación vuelta tras vuelta no es muy pronunciada, pues siempre se trata de segundos que Gálvez le fue arrancando a las sierras, precisamente estas mejorías mínimas dicen de que se anduvo no muy lejos del límite.
En el transcurso del último circuito Oscar fue consolidando su posición. Favorecido por el retraso de Risatti, privado de un merecido premio por su estupenda labor, el vencedor llegó a la meta con 5'22" de ventaja sobre Rodolfo de Álzaga, que recuperó un segundo puesto perdido, a fuerza de garra y decisión. El campeón tuvo mucha suerte cuando, muy al comienzo, perdió una rueda y pudo dominar la máquina en plena curva. Allí Álzaga recuperó valioso tiempo, y tal como la carrera se desarrolló bien puede presumirse que de lo contrario hubiésemos visto un final más electrizante, dado que de los 5'22" que mediaban entre el primero y el segundo en la línea de llegada, por lo menos tres minutos (y acaso más) fueron a cuenta de la rueda perdida y el contratiempo experimentado en tales circunstancias.
Sin lugar a dudas, la de Osear fue una victoria conquistada en base del dominio de la caja, que supo manejar mejor que sus adversarios. Allí precisamente, en los órganos de transmisión, se originó la mayoría de los desperfectos que determinaron el abandono de 19 competidores que quedaron en la ruta. Hubo algunos vuelcos, entre ellos Petrini, a quien de tal manera se le cortó una hermosa racha, pero en especial abundaron los "cordonazos". Cordones no hubo, por cierto, pero sobraron piedras de todo tamaño a lo largo de los 103 kilómetros, y de ahí que un hombre avezado como Navone haya terminado la carrera con el tren delantero y una rueda trasera torcidos debido a los obstáculos señalados.
Prevaleció la demultiplicación (vulgarmente llamado "multiplica") 3.78 : 1, la más apta de todas en un circuito de tales características. No faltó quien probó suerte con la 3.54 : 1, empleando rodado más chico para compensar la pérdida de fuerza por medio de una menor circunferencia de los neumáticos traseros. Queda aclarado, de cualquier manera, que el vencedor corrió con la 3.78 : 1, la que emplearon también en su mayoría los demás volantes.
La caja ha jugado un papel predominante en Villa Carlos Paz. Es lógico que así haya sucedido, y las circunstancias quisieron que dos de los tres hombres que consideramos como los más hábiles en el rubro TC para trabajar con la caja de cambios como elemento complementario indispensable en terreno sinuoso (Oscar y Juan Gálvez y Rodolfo de Álzaga) se clasificaran en los dos puestos de vanguardia.
En Turismo de Carretera no suele recurrirse mucho a la caja. Primero: los motores tienen tanta potencia a regímenes intermedios que por lo común se suele salir del paso sin muchos cambios.
Segundo: dado que se trata de máquinas con un peso en orden de largada de unos 1.700 kilogramos, el uso de la caja en los rebajes significa exponer los engranajes al peligro de una rotura. Malas lenguas dicen que Rodolfo de Álzaga sufre la mayoría de sus desperfectos mecánicos debido a la rotura de su segunda. Lo cierto es que lo conocemos como uno de los muy pocos pilotos en TC que recurren a la caja para rebajar en las frenadas, y de allí sus frecuentes calamidades mecánicas.
En otros deportes, como ser en coches Sport y de F. 1, e incluso en los automóviles Standard, resulta imprescindible el empleo de la caja con el consabido sistema de "punta y taco". No hay freno que aguante en un moderno coche Grand Prix si el piloto no alivia el trabajo de las cintas reduciendo a la vez la velocidad de su coche con la caja. Pero allí se admite perfectamente la utilización de los cambios por cuanto se trata de vehículos livianos y, además, de cajas de cuatro o cinco relaciones de multiplicación. Artistas como Fangio y otros ases han llegado incluso a correr prescindiendo de embrague (por rotura de éste), efectuando los "rebajes" (otro vulgarismo aceptado en el ambiente automovilístico) con acertados golpes del acelerador. Pero, insistimos, en Turismo de Carretera el asunto es distinto. Sea cual fuere, el hecho es que dos pilotos habilísimos en este sentido resultaron primeros en Villa Carlos Paz, lo que subraya nuestra apreciación de que la caja de cambios jugó un papel importantísimo en la carrera citada. Para refrescar la memoria de los aficionados conviene recordar que la etapa más sinuosa y por ende más difícil del último Gran Premio de Carretera fue ganada por "Rolo" Álzaga, performance que atribuimos en su oportunidad a su habilidad en la utilización de la caja de cambios, cualidades que reeditó en esta oportunidad. Perdónesenos esta divagación en torno de la caja de cambios. Pero resultó ser el elemento clave de esta carrera.