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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ


LAS DUEÑAS DEL GRAN PREMIO


por JOSE RAMON LUNA
EL VI GRAN PREMIO Standard de Automovilismo contaba en esta oportunidad con la presencia de dos representantes del sexo femenino, conduciendo un Mercedes Benz 220. Pero lo que no entraba en los cálculos de nadie, es que Ewy Rosqvit y Úrsula Wirth, cumpliendo una proeza inusitada, ganarían las seis etapas en que se dividió la carrera y, lo que es más, batiendo en las últimas cinco todos los records anteriores. Los números son bastante elocuentes. El coche 711 de Ewy y Úrsula empleó para recorrer los 4.421,6 kilómetros de la prueba, 34 horas 51 minutos y 3 segundos, a un promedio de 126,872 kilómetros por hora, aventajando en la clasificación general al corredor que llegó segundo por 3 horas 8 minutos y 25 segundos. También se impusieron en su categoría, la G, pero aumentando su ventaja sobre el segundo a 12 horas y 1 segundo. Si se recuerda que nadie en nuestro país había ganado cuatro etapas consecutivas v se piensa en el duro esfuerzo que exige a corredores y máquinas una competencia de esta naturaleza, por caminos de todo tipo, en que el peligro acecha en cada curva, con diferencias de altitud que alcanzaron los 3.000 metros, no puede menos que pensarse que las deportistas suecas han sido templadas en el duro yunque de los campeones
Revista Vea y Lea
noviembre 1962



junto a Fangio

 

 

UN POCO DE LA INMENSA Y FULMINANTE POPULARIDAD CONQUISTADA AL TERMINO DE SU HAZAÑA -SIN PRECEDENTES EN LA HISTORIA DEL DEPORTE AUTOMOVILISTICO- EWY ROSQVIST Y URSULA WIRTH HABLAN DEL PAÍS QUE VIERON A 150 KILÓMETROS POR HORA: "LA ARGENTINA -DICEN LAS SIMPATICAS SUECAS- ES UN PAÍS QUE NO TIENE FlN"
Por JOSÉ RAMÓN LUNA

—¡ESTE es un país que no se termina nunca!...
Sin darse cuenta de lo trascendental de sus palabras y la exactitud de su definición, Úrsula Wirth. acompañante de Ewy Rosqvist sonríe. Alza su whisky y la luz ambiente de la mañana comunica al líquido un color claro radiante que va a confundirse con el resplandor de su pelo, color de oro 24.
"Un país que no se termina nunca"...
Ella se ha referido indudablemente al camino, que equivale casi a una ruta ideal que bordeara el mapa, sobre los países escandinavos. O sea aquella península gigantesca, que parece un puma agazapado y comprende Suecia y Noruega. En el mapa argentino, Suecia tendría las dimensiones que van desde Bahía Blanca a Mendoza, de largo, y de Córdoba a La Pampa, de ancho.
Las dos ganadoras de esta justa internacional de automovilismo están ahora ante nosotros. Quien mas habla es Úrsula, con sus 25 años que parecen 18. Un poco más silenciosa, pero atenta a todo lo que la rodea, es Ewy. Escucha la respuesta de Úrsula, dicha en alemán, un alemán correctísimo pero con un acento que diríamos correntino: entre seco y dulzón. Y aprueba, con leve sonrisa, una sonrisa complaciente de mayor a menor. Porque a pesar de llevarse entre ellas apenas seis años, parece que fuera mucho más, por el carácter de ambas.
—¿Lo pasaron con dificultades en la montaña?...
—¿Montañas? Estamos acostumbradas a los caminos de montaña ...
—¿Acaso es usted montañesa?
Ahora la que ríe es Ewy. Ella sí que es nacida al pie de la montaña donde su padre era criador de caballos. Y le dice Úrsula:
—Cuéntale que eres de Göteborg...
Göteborg, es Gotemburgo, para quienes conocen el mapamundi "en español". Una ciudad junto al mar, cerca de una isla y al lado de un río, el Göta, que une precisamente al mar con el lago Wener. En los atardeceres, Gotemburgo se divisa desde las costas de Dinamarca. En los amaneceres, la ciudad de Skagen, sobre el golfo de su mismo nombre, suele divisarse como una continuación dorada del crepúsculo matutino.
Entre ambas, el mar, ese mar tornasolado, que a veces parece de cobre —a la hora del poniente— y otras veces de oro claro.
Cuando Úrsula o Ewy hablan de su país, parece que lo estuvieran ilustrando. Sus ojos se alumbran y parecen más azules que nunca. Como ese azul del lago Evern, a mediodía, cuando el cielo se hunde en él.
El lago Evern, está a sólo 90 kilómetros de la costa natal de Úrsula Wirth.
Durante el curso de la conversación, tomamos la mano de Ewy. Es una mano blanca, suave, que no se ha resentido de tantos kilómetros aferrada a la dureza del volante. Ha manejado con guantes... Su anillo, del que no se ha separado jamás, cuelga todavía de la pulsera.
—¿Y usted, Ewy?, si a la hija del mar y de los lagos no la impresionaron nuestras montañas...
—A mí, sí, me impresionaron. Nuestras montañas están todas servidas por caminos lisos, trabajados metro a metro por el hombre. Aquí, nos enfrentamos a la naturaleza viva, fuerte, dura. La piedra, que se resiste a la nivelación acusaba su presencia en la ruta, con respuestas que obligaban a una atención constante.
—A nosotros nos interesan ustedes dos como seres humanos, normales, que transitan por el mundo sin nada que las distinga. ¿Podrían colocarse desde hoy en esa situación?
Se miran las dos y se consultan con los ojos. Como cada vez que aparece en el reportaje una cuestión, si no difícil, al menos complicada.
Úrsula, se encoge de hombros. Ewy, es la que contesta:
—Este triunfo nuestro, nos ubica desde ahora en una posición que nosotras ni habíamos soñado.
—Ahora ustedes son dos "ases" del automovilismo.
Hay que explicar lo de "ases" y lo conseguimos sencillamente diciendo que Juan Manuel Fangio, es un "as" mundial del mismo deporte.
Las dos, al mismo tiempo, comprendiendo el sentido de la cosa;
—¡Eso mismo!... ¡Y cuánto cuesta soportarlo!...
Otra vez se miran entre ellas y se entienden. En la mirada está el recuerdo penoso de las "demostraciones" que les hiciera la turba en algunos lugares del interior del país.
—Ese no es el carácter argentino, les aclaramos. Eso es obra de la infaltable tontería humana... Nueva, vieja, eterna...
—¡Oh! ¡la! ¡la! ¡la!...
—¿Desde cuándo el amor por el deporte del automóvil, Ewy?
—Desde niña. Mis pies alcanzaban dificultosamente a los pedales, cuando yo manejaba el coche de mi padre.
—¿De cuántos caballos?
—Muchos, pero no tantos como los que él criaba. 
—De modo que usted es hija del "Mercader de caballos".
Entiende la alusión al título de la película sueca "Las hijas del mercader de caballos" y su comentario es una sonrisa picaresca Mucho más que en Ewy, en Úrsula. Aprovechando el clima de picardía:
—¿Es verdad que las muchachas suecas aman el bañarse desnudas en los lagos de su país?
La respuesta es rápida, tajante; viene de Ewy:
—Como todas las muchachas del mundo, cuando pueden hacerlo sin testigos.
—Qué opinan del amor?
La pregunta no es nuestra. Vino de una señora que mostraba curiosidad por la respuesta.
Pero antes de responder, las dos se consultaron con la mirada. Y resolvieron "hablar de la feria" de acuerdo con su experiencia. Y dice Ewy:
—Creo en el amor. Porque creo, me casé. Y porque creo en el amor, me he separado de mi marido.
—¿Quién es o era, su marido?
—Era un gran muchacho, que me inculcó el amor por el deporte del automóvil.
—¿Su nombre?
—Está en el archivo y no es el momento de sacarlo a la luz.
—¿Lo quiso mucho?
—Me casé con él.
—¿Lo quiere aún?
—Pregúnteme mejor sobre la geografía o la historia de Suecia
Damos la pregunta por contestada. Ewy ama a su país, con historia y geografía juntas
—¿Cree usted en la felicidad de los matrimonios entre muy jóvenes?
—Creo en el amor, sencillamente. Y a veces, cuando se es muy joven, lo que se cree amor, tiene otro nombre...
—Y usted, Úrsula, ¿qué piensa del amor?
Aquella pregunta ocasional de la señora que quería saber ya está encendiendo el fuego del diálogo. Úrsula, se limita a sonreír tranquilamente. Luego, lentamente, dicta al amable señor que nos traduce, su respuesta, lentamente;
—Aun no conozco a ese señor...
—¿Es que nunca llamó a sus puertas?
—Muchas veces... pero no era él...
—¿Son ustedes supersticiosas?
Ríen. Y Ewy, acariciando una herradura de oro que cuelga de su cadenita:
—No creo en cosas de superstición, aparte de esta herradura, que me ha dado siempre suerte
—¿También en el amor?
Hace un gesto con la mano como para apartar el tema de la conversación. Estas dos rubias, oro auténtico, en el que el sol casi siempre frío de Escandinavia goza en perpetuarse, no tienen realmente aspecto de deportistas. La una, Ewy, pudiera ser muy bien una aplicada profesional en el arte de curar —es médica veterinaria— que acaba de descubrir el medio de detener una epizootia. La otra, desde la bribona profundidad de sus ojos azules, da la impresión de ser una mala estudiante que siempre logra clasificarse bien en los exámenes.
Aman apasionadamente las cosas del espíritu.
—¿Cuál es su autor predilecto? Preguntamos a Ewy. Sin vacilar: 
—Selma Lagerloff.
—¿Y la obra preferida?
— Leyendas de Cristo".
—¿Por qué no "La leyenda de Gosta Berling" o "La carreta fantasma"?
—Porque en "Leyendas de Cristo está presente lo que es eterno en la humanidad: el niño. Y flota en el libro, aunque no lo exprese, una esencial, diáfana, ternura femenina Quien lea este libro varias veces, podrá decir que se ha doctorado en ternura...
—¿Cuál es su opinión acerca de Ingmar Bergman?
—Es el más grande director cinematográfico actual.
—¿Y el más grande de todos los tiempos, quién es?
—Creo que Serguei Eisenstein.. Era un matemático de la belleza.
—¿Cree que la belleza obedece a reglas?
—Todo en la vida y en el arte, es ritmo. Y el ritmo, es de por sí una regla...
Úrsula, al oír esta sesuda definición, sopla y agita la mano, simulando fatiga. Pero asiente.
—¿Cree usted que ha superado a los hombres en la prueba reciente?
—No hemos superado a los hombres. En una carrera, el sexo no cuenta. Cuentan la máquina, la suerte y... el secreto.
—¿Cuál es el secreto?
—Aprovecharse de la suerte y usarla al máximo, cuidando a la máquina.
—¿Hablemos de política?
—Preferimos que no.
La respuesta es cortante, definitoria.
—íbamos a preguntar solamente. ..
—Suecia es un país que ha nacido de muchas guerras y a través de ellas encontró una paz que ojalá nos dure por milenios. 
—¿Qué impresión se llevan ustedes de la Argentina?
—La primera, de sorpresa. No habíamos sospechado la existencia de un país tan grande y tan hermoso. Buenos Aires, es una ciudad europea y de las grandes. El interior, visto desde un promedio de más de 150 kilómetros por hora, es realmente una obra maestra de Dios. Que sepan ustedes quererla y conservarla.
—Y ojalá sea como dije al principio: un país que no se termine nunca!
El señor Karl Kling, director técnico de Mercedes Benz Argentina, ha sido feliz durante la conversación. Está orgulloso de estas dos muchachitas frágiles y rubias, a las que mira con gesto paternal. Sugiere la presencia de un término en el retaceado trajinar diario.
Todos sonrientes, nos despedimos. Y se engarza en nosotros la mirada azul de estas dos muchachas que acaban de realizar una hazaña sin precedentes. Un verdadero milagro. ¿Es que acaso no está en las mujeres, precisamente, el don del milagro más grande?
El hielo en el vaso de whisky de Úrsula, herido por la luz, tiene reflejos de oro que, sin duda, acaba de aprender en la lección alborotada que le está dando el pelo rubio de la muchacha.