Revista Gente y la Actualidad
14.01.1982 |
Jorge Luis Borges llegó para inaugurar un teatro, pero no quiso
ir a la playa. Parecen dos enemigos. El poeta jamás se dejó atraer
por el mar. El mar jamás obtuvo del poeta (según él mismo afirma) un
texto digno. Los dos encaprichados, no son más que dos amigos
distanciados. Aún se hablan.
VILLA GESELL
Hubiera dejado, tibiamente, sobre la arena todavía húmeda de las
diez de la mañana del jueves 7 de enero, tres tímidas huellas. Las
dos alargadas de sus zapatos, y la otra, seca, circular, rotunda, de
la punta de su bastón.
Pero Jorge Luis Borges no quiso acercarse al mar. Invitado a Villa
Gesell para dar una conferencia y dejar inaugurada una sala de
teatro, Borges (¿qué dirá cuando se entere de que hizo su debut en
la costa atlántica?) desechó el ofrecimiento que le hicieron los
concesionarios de un balneario para construirle, en diez minutos, un
tablado que lo llevara más cerca del océano. Apenas si alzó la
cabeza hacia ese mar que contiene el azul que Borges dejó de ver
hace muchos años. Detuvo sus vacilantes pasos, oyó la eterna canción
de las olas barriendo la arena. Después habló. Habló del mar.
"El mar. . . Pocas veces he escrito sobre el mar. El primer poema
que publiqué era un himno al mar. Pésimo, realmente, una vergüenza,
vea.. . Lo he olvidado. Me he arrepentido tanto. . . Es que yo me he
arrepentido de casi todo lo que he escrito. Pero no pierdo la
esperanza de llegar o de haber llegado, quizá, a tres o cuatro
buenas paginas. Es que los escritores nos pasamos la vida esperando
esas tres o cuatro páginas que puedan justificarnos. Y hasta ahora
me parece que no he llegado, voy a llegar más adelante (Ríe). Hay
tiempo. . . La Biblia aconseja setenta años de vida. Yo llegué a los
ochenta y dos. Schopenhauer cita una opinión de los hindúes que fijan
la edad ideal del hombre en cien años. Todavía tengo tiempo.
Felizmente no me acuerdo nada de ese poema del mar que hice. El mar
ha sido maltratado por tantos poetas. El color del mar, el azul, fue
uno de los primeros colores que dejé de ver. Primero fue el negro y
el rojo. Luego el azul y el amarillo. Ahora, para mí es todo
vagamente gris y luminoso.
El sol. . . Caramba, yo detesto el sol. El sol puede gustar en los
países muy fríos, donde es raro.
En Sudamérica, no. Cuando yo era chico las mujeres trataban de no
quemarse. Si no, parecían mulatas. A nadie se le ocurría extenderse
en la arena. Yo me acuerdo de las playas de Capurro, de Pocitos, de
Ramírez, en la Banda Oriental. Yo veraneaba en Uruguay cuando era
chico. También iba a Mar del Plata. Pero siempre le escapaba al sol.
A los chicos no nos dejaban salir después de almorzar, y la resolana
era muy temida también. Yo le escapaba al sol. También las mujeres.
Se usaban las mujeres blancas. Por eso se ponían esos trajes de baño
tan altos. Ahora ya no les importa.
El agua, en cambio, me gustaba mucho. Era un buen nadador. He nadado
mucho en ríos. En el arroyo Ramallo, en el río Uruguay también. En
el mar es muy fácil nadar. Los nadadores de río son mejores porque
muchas veces tienen que nadar contra corriente. Nunca fui un
especial nadador de río pero una vez, estando en Mallorca, me di
cuenta de que era mejor que los de ahí. Porque ellos son nadadores
del Mediterráneo y los nadadores de mar, como le digo, nunca han
sido buenos nadadores.
En la literatura, es curioso. En los principios de la poesía inglesa
se habla del mar. Siempre del amor al mar, del culto al mar, de la
cercanía al mar. En cambio en la poesía española, no. España nunca
tuvo el sentido del mar. El descubrimiento de América casi no lo
sintió la literatura española. En cambio, en la portuguesa, el mar
está presente de una u otra manera. Los ingleses creo que han
escrito las mejores cosas en torno al mar. Recuerdo un poema que se
llama El navegante. Es del siglo IX. Fue escrito en inglés antiguo,
que es mucho mas sonoro que el inglés actual. Hace referencia al Mar
del Norte. Es una elegía. Tiene toda la fuerza del mar. 'No tiene
ánimo para el arpa/ ni para los regalos de anillos/ ni para el goce
de la mujer/ ni para la grandeza del mundo./ Sólo anhela las altas
corrientes saladas'.
FOTO: RICARDO ALFIERI
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