Revista 7 Días
23 de agosto de 1966
por Carlos Aguirre
fotos Jorge Miller |
Raúl Landini, el famoso "Cronómetro", cree que no es posible
dejar morir al boxeo: se necesitan maestros y dirigentes honrados
Martiniano Pereyra boxeó 7 años, del 54 al 61. Fue un pegador
célebre, vencedor y vencido de Cirilo Gil, una de las más altas
expresiones del pugilismo argentino; ganó una fortuna. Cinco años
después de haberse retirado, 7 DIAS lo encontró, físicamente intacto
pero demolido por dentro, echado sobre un camastro en un rancho
miserable de la Villa miseria de Húsares al 2300. Perdió su mujer,
los millones, un par de casas, el coche y lo irrecuperable: su hija.
("La nena tiene ahora 11 años; el otro día vino a verme porque me
quedé pegado a la lámpara y estuve muy mal"). Otra mujer, orgullosa
y de temple, remplaza a la primera. Ella es la muleta donde se apoya
Pereyra para tantear en el mar de confusión en que vive.
De todos modos, el equilibrio es precario. La "vida" de Martiniano
Pereyra transcurre en ese rancho, en el boliche donde me mamo" y en
un empleo irregular de barrendero que no le sirve de mucho porque no
le pagan desde hace 3 meses.
A los 37 años Pereyra es un testimonio del pasado, cuando los
boxeadores no habían comprendido todavía que el tiempo de vida útil
en el oficio es muy exiguo y que en menos tiempo, aún, se puede
perder todo lo que el boxeo da. mientras hace unas torpes caricias
al hijo de su segundo matrimonio (Fabián José, 2 años) Pereyra araña
la verdad del boxeo actual. Es la única enseñanza que le dejó
aquella época, cuando noqueaba en 2 minutos y ganaba un cuarto de
millón. Dijo trabajosamente Pereyra: Yo cambiaría al boxeo para que
no se pegara tanto y se boxeara más. Hay que volver a la técnica, al
estilo, no a la pegada. Yo pegué mucho y también me pegaron. Eso
desgasta. Este va a salir boxeador, pero va a ser estilista, no va a
salir a pegar como yo. Yo se lo que son los golpes".
El boxeo ha ido perdiendo, como intuye Pereyra, su pureza original
para convertirse, cada vez más, en una maratón de golpes. Pero,
¿quién es el responsable? El sistema, dice Raúl Landini, uno de los
más destacados medio medianos nacionales. Lo llamaban "El
cronómetro" por su justeza, su precisión. Fue uno de los pocos
boxeadores de alta clase media en su período. Se retiró en 1940,
tenía 30 años. Ahora es un hombre erguido, muy bien plantado, de
ojos muy pequeños. Tiene 56 años, 5 hijos y un amplio y elegante
departamento en Ayacucho y Paraguay.
La explicación que da "El cronómetro" es coherente. Hay un punto
clave y es el límite de resistencia que ofrece la naturaleza. Cada
golpe que se absorbe -dice Landini- va reduciendo ligeramente
aquella resistencia primitiva del hombre, la que tenía antes del
golpe. Ahora bien, un golpe que se recibe en el gimnasio, en
entrenamiento, es igual a un golpe de combate. De hecho, un golpe
más. Es decir, un poco menos de resistencia. Entonces ¿cómo se
entiende que los boxeadores deban entrenarse realizando 14 veces lo
que después harán en el combate oficial? ¿Cómo es posible que se les
obligue, so pretexto de entrenamiento, a recibir 14 veces más
golpes? Enorme contradicción: El entrenamiento, que debe darle
fortaleza, disminuye la resistencia del boxeador. Sin hablar,
naturalmente, de otros problemitas, como el abandono de las marchas,
etc. Además, no es lo mismo que usted, por ejemplo, reciba un golpe,
que lo recia otro hombre que conoce técnica y tiene las armas para
amortiguarlo, quitándole un alto porcentaje de su potencia. Hace
cinco años que no quiero ver boxear ("Las peleas que pasan por TV
son soporíferas", acota Olga Landini, su mujer). ¿Por qué? Me
molesta que le peguen a alguien que no sabe defenderse. El boxeo es,
debe ser, un juego de ingenio, de inteligencia, una recreación. Es
50% de defensa activa, 50% de defensa pasiva ("Ofrecer un blanco
para lograr una zona rival descubierta y dar una cachetada". Landini
dice: cachetada. Es elocuente).
¿Por qué el sistema es el culpable? Porque faltan maestros y hay
muchachos que sin saber boxear suben al ring. ¡Faltan maestros!
Además, así como no se puede ingresar a la Facultad de Derecho sin
ser bachiller, del mismo modo hay que obligar al aspirante a
boxeador que sea apto. Sólo así habrá verdaderos boxeadores y no
meros puchimballs de carne y hueso. ¿Quién debe imponerlo? La
autoridad: el estado no debe renunciar a su función de dirección y
controlar. ¿Una solución? Landini cree que basta con poner gente
competente y ¡hon-ra-da! al frente de los deportes. ¡Hay que salvar
el boxeo! Lo dice un hombre que hizo su experiencia, que combatió
desde los 10 años y llegó a pelear 5 veces en 5 días, en las
Olimpíadas de Ámsterdam. Lo dice un hombre que ve con tristeza la
falta de gente que sepa boxeo, que sepa enseñar, y que se repitan
hoy las enseñanzas del boxeo madre, sin revisar ningún concepto,
automatizando al hombre. Lo dice en fin un profesor que ve con
impotencia cómo a los chicos a quienes les enseñan en el Parque
Chacabuco por cuenta de la Municipalidad, "los trabajan en la
esquina" aquellos que están ansiosos por encontrar buenos perfilados
y lanzarlos al ring antes de tiempo, como si fueran gallos.
Este problema, el de las carreras aceleradas de muchachos que saltan
las etapas de capacitación y experimentación, es una de las dos
causas que advierte el crítico especializado Ulises Barrera (40
años, dos hijos) siempre que ocurre un trágico accidente en el ring.
Barrera piensa que existe una notable premura por llegar, un interés
en ascender por la vía del menor esfuerzo, despreciando la etapa de
capacitación que resulta indispensable para no subir al ring en
desventaja (La otra causa: "Hay hombres que no son aptos para
dirigir boxeadores". De todos modos, cuando se rastrea la vida de
los accidentados, dice, se encuentran siempre anormalidades
orgánicas).
Barrera piensa que un gran porcentaje de los problemas actuales del
boxeo argentino quedarían neutralizados imponiendo un estricto
control que permita una rigurosa selección de púgiles; de ese modo
no se llegaría al extremo, como ocurre ahora; de ese modo no se
llegaría al extremo, como ocurre ahora; de atribuir al boxeo fallas
que existían en el hombre antes que comenzara a practicarlo. Y,
también, con la aplicación urgente de la ley Padilla que es, dice,
una de las más exhaustivas del mundo. La ley fue promulgada el 17 de
abril del 63 y reglamentada en término. Tres años después no se
aplica, salvo parcialmente en ámbito de la capital. Entre otras
cosas porque su aplicación en provincias depende, de acuerdo al
sistema federal, de cada gobierno. La ley establece, además de
controles médicos y de entrenamiento, de períodos de prohibición
para ejercer la profesión después de 3 knock-out continuos o
discontinuos, la licencia única del boxeador. Si se aplicara, por
ejemplo, no ocurrirían casos como el de Palavecino, un boxeador que
fue inhabilitado en Mar del Planta después de sospechosos
desvanecimientos, y se presentó a combatir en Tucumán. (Una tragedia
fue evitada casualmente. Como la pelea se hacía al aire libre y
comenzó a llover, fue suspendida. Existen indicios de que la
notificación de la inhabilitación de Palavecino había llegado y no
fue considerada). Raúl Landini, al ser consultado sobre la
aplicación de la ley, dio a entender que el problema es más vasto.
Es un problema de clase dirigente; "¿Y quién va aplicar esa ley?.
Es obvio que se impone una acción contundente. De no ser así,
quedará consumada la liquidación del boxeo, que es lo que está
ocurriendo: la gente esquiva al boxeo y esta tendencia terminará por
prohibirlo sin necesidad de decreto alguno. Falta gente en los
espectáculos. (el Luna Park no pudo vender todas sus entradas para
la pelea Accavallo-Ebihara; se recaudaron 23 millones, el total era
de 28. Aunque se explicó que la merma fue debía a un prematuro
anuncio de prensa que informaba sobre la televisación del combate,
se cree que esta no es la única razón). Y también, falta gente en
los rings. Hay una crisis importante en el boxeo, y es la falta de
elementos. Ya no son muchos los que están dispuestos a dejarse
sacudir la cabeza por fama y/o dinero. El amateurismo no funciona,
está descuidado y, además, ahora existen otras oportunidades. Con
cierto cinismo alguien explicó extremadamente la cuestión: "Antes,
los negros del interior se hacían boxeadores, ahora son
nuevaoleros". (¿Esta falta de boxeadores no es la razón de que se
imponga la premura a jóvenes inexpertos?).
El boxeo se practica en 97 países, Argentina incluida. Aquí lo
permiten todas las provincias, pero existen algunas "vedas"
municipales, como en el caso de Avellaneda. Buenas plazas de boxeo
son Tucumán, Mar del Plata, Santiago del Estero. Paradojalmente, en
Rosario y en Mendoza (pese a Pascualito, a Gil y Locche) no hubo ni
hay negocio. Se recauda más, por ejemplo, en Tres Arroyos.
De todos modos es el Luna Park el epicentro exclusivo de la
actividad de importancia. Es el Luna Park el que hace la famas. La
de boxeo... y las otras.
Ocho de cada diez personas que no están vinculadas a la profesión
sospechan, por lo menos, que hay arregladas, que se explota o
interexplotan boxeadores y manager, manager y promotor; que es una
fábrica enorme destinada a destruir hombres, a promover falsamente
carreras y detener otras. Etc. Entre todos los consultados durante
esta investigación, que abarcó todos los niveles de la profesión,
incluidos hombres alejados que pudieran exhibir algún agravio, no se
pudo levantar una sola denuncia de que estas cosas ocurrieran en el
Luna Park actual. En cambio, el Luna Park de antes mereció todo tipo
de reproches. La atmósfera sórdida que todavía cubre la organización
está nutrida, precisamente, en la época "dura". Cuando por capricho
se impedía que boxearan zurdos y negros (no dan espectáculo, se
argüía), cuando se llegó hasta secuestrar púgiles (también se los
sobornaba) para que no cometieran en los estadios (Atlanta, San
Lorenzo) que intentaban quebrar el monopolio. Era la época en que
estallaban las antiguas injusticias (una huelga, en el 48, paralizó
3 meses al L. P. y logró los 10 rounds y un mejor trato en las
retribuciones). Pero aún en la época de mayores excesos y
actividades sombrías, el boxeo en la Argentina, y particularmente el
Luna Park, no llegó a ser más que una diluida caricatura del
pugilismo norteamericano. Aquí no hubo gangsterismo, como tampoco
hay apuestas organizadas que regulan el deporte, como ocurre allá
(las apuestas son a la criolla, se producen por apasionamiento; no
son un negocio).
El Luna Park comenzó a cambiar su estilo después de la desaparición
del dúo Lectoure-Pace, constructor del monopolio (Lectoure murió
antes que Pace; el de éste fue el período más criticado). Cuando
Pace se mató en un accidente automovilístico hace una década, las
dos viudas lograron ponerse de acuerdo (estaban distanciadas) y
desde entonces el sentido común impera en la casa de Corrientes y
Bouchard. Las viudas nombraron promotor a Juan Carlos ("Tito")
Lectoure, sobrino y no hijo, del antiguo dueño. "Tito", 30 años,
fanático de River, explica su función: "Vengo al gimnasio, veo a un
boxeador, le ofrezco combatir con otro y se pacta la pelea. Si
alguno me dice: ¡Con ese no quiero pelear! Porque es fuerte, porque
es débil, o por cualquier razón, ¿qué quiere que haga? ¿Qué le ponga
la pistola en la cabeza? Cuando eso ocurre hay que buscar otro
rival. Yo no toco un solo peso de los boxeadores (afirmación
confirmada). Los promotores de otras partes del mundo lo hacen; a mi
no me parece correcto y no lo hago. Yo recibo un sueldo para
concertar peleas, no para recibir porcentajes (los porcentajes del
manager sobre el boxeador son aquí del 25%; en Estados Unidos: 33%;
50% para los campeones). No tengo a ningún boxeador contratado, no
tengo a ningún manager contratado". Todo esto es cierto, claro. Pero
también lo es que si un boxeador no pelea en el Luna Park, ¿dónde lo
hace?. Este cargo al monopolio del Luna Park tiene gran peso, aunque
debe admitirse que no es el único que funciona en Buenos Aires. Para
no salir de la esfera deportiva ¿cuántos hipódromos funcionan aquí?.
Lectoure trata de imprimir y lo ha conseguido, seriedad a toda la
actual actividad del L.P. Recientemente separó a Bonavena ("Aquí
queremos gente seria, no vedettes. Cuando él cambie podrá combatir
si quiere") pero se negó terminantemente a confirmar o desmentir la
especulación que rodea la actividad de "Ringo". (Se argumenta:
Bonavena está sometido, o al menos, teledirigido por la mafia que
regula la actividad en EE.UU. Concretamente; lo están fabricando
para lanzárselo, "dobadito" y con la promoción que se requiere, a
Cassius Clay. Esta especulación, es obvio aclararlo, resulta
improbable por cualquier medio).
No es el Luna Park el señalado por el índice de los que acusan a
Lorenzo Torrealba Tejada (nació en Puerto Madryn, tiene 48 años,
está casado y es padre de 3 hijas -¡"Soy un Mahoma!", dice- profesor
de contabilidad en el Mariano Moreno, y exportador-importador) que
se convierte en una especie de bomba cuando habla de la clase
dirigente del boxeo argentino, admitió: "La empresa es la más seria
del país y la que puede ofrecer mayor utilidad; la única que pude
distribuir el 50 por ciento de la bolsa entre los boxeadores de
fondo, por supuesto, el Luna Park pierde plata al dedicarse a la
promoción del boxeo (Lectoure había aclarado: Las señoras podrían
vivir en la Costa Azul derrochando dinero si venden estos 6 mil
metros cuadrados. Si todavía se boxea en el Luna Park es por
conservar la tradición). Pero Torrealba es implacable cuando habla
de la Federación de Box, y sus dirigentes. ¿Cómo está el boxeo, cómo
está el deporte en la Argentina? ¿Qué hicieron ellos? Viajar, y
percibir en emolumentos más que el profesional mejor rentado. Los ve
en la FAB. También están en el Comité Olímpico. En la Confederación
del Deporte. Los encargados de fiscalizar y dirigir el boxeo lo
único que han hecho es vincularse, hacer negocios. Para ellos el
deporte, el boxeo, es un trampolín. Oriani (presidente de la FAB)
siendo delegado patronal a la paritaria gráfica incluyó a un juez
del trabajo en la comisión directiva. Icaro Frouscas, que fue
gerente de crédito de un banco y quedó alejado por irregularidades
cometidas, es miembro de compañías. A ellos les interesan los
negocios, no el deporte. Son súbditos de la empresa Luna Park y
¡espontáneos!. No porque las empresa se los imponga. El día que
termine la corruptela de los que siendo encargados de vigilar la ley
piden entraditas para exhibirse como en una vitrina en el famoso
"corralito" (superficie muy próxima al ring, ocupada por las más
preferidas de las entradas preferidas) entonces ese día podrá
decirse que la cosa marcha bien".
Al margen de las acusaciones personales que los interesados Oriani y
Frouscas desestiman ("Vienen de un resentido"; "En un deporte
profesionalizado cada cual habla según sus intereses") queda en pie
el gran reproche: ¿Qué se ha hecho por el boxeo, por el deporte?
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Martiniano Pereyra
Torrealba quiere poner K.O. a la FAB
Ulises Barrera, crítico, exige la ley |
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El promotor Lectoure |
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