Revista Periscopio
18 de noviembre de 1969
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Primero fue calle de San José. Después, de la
Unquera. Más tarde, en 1814, el Cabildo de Buenos Aires insistió en
rebautizarla y la nominó "de la Florida". Martín Rodríguez la hizo
Empedrado y Juan Manuel de Rosas, Perú. Desde 1856 —la batalla de
Caseros definió la disputa—, Florida es Florida. Dentro de seis
meses la calle cambiará una vez más. No se tratará del nombre
—¿quién lo consentiría?— sino del solado. Entonces —se asegura—
habrán finiquitado los trabajos que transformarán a la rúa en
dominio exclusivo de los viandantes.
Por fin, suspiran los viejos porteños, 'la calle' (quizá la más
característica de la ciudad y aquella por la que con más nostalgia
plañen los extranjeros visitantes) de Buenos Aires será lo que de
alguna manera, exceptuando los incómodos vehículos que a ciertas
horas se empeñan en perturbarla, fue desde sus comienzos: un
verdadero "salón".
Ocurre que el general Manuel Iricíbar, Intendente de Buenos Aires,
decidió concretar una idea que lo inquieta hace más de un año:
enterrará el asfalto bajo una vereda que, en un mismo plano, correrá
de pared a pared (sorteando los cruces con las transversales, por
supuesto) desde Avenida de Mayo hasta Marcelo T. de Alvear.
"Florida tuvo siempre características peatonales. Ya es una
tradición", enfatiza Jorge Alejandro Prego, 44, casado, dos hijos,
un arquitecto que preside la Dirección General de Arquitectura y
Urbanismo de la comuna. "Será —imagina— la gran galería de la
ciudad, fruto de un trabajo de equipo." Alude a que el proyecto,
forjado por el estudio arquitectónico Aslan y Ezcurra, corrió por
cuenta de la Asociación Amigos de la Calle Florida. "Actividad
privada, vecinos y Municipalidad —insiste— trabajan en esto para
embellecer la ciudad."
Otro funcionario, el arquitecto Carlos Alberto Jaureguiber, 50,
casado, dos hijas, Director de Urbanismo, asegura que las obras
comenzarán en enero o en febrero del año que viene. "Estamos
estudiando los costos y los materiales. Evitaremos la uniformidad
empleando, quizá losetones de cemento, algo de cerámicos, etc.
Todavía —aclara— no hay nada resuelto. En cuanto a, los gastos,
serán compartidos por el municipio y los comerciantes."
Por su parte, Naón Azorín, 63, casado, presidente de la Asociación,
jura que "el Intendente me dijo que la Municipalidad correría con
los gastos. Nosotros —recuerda— pagamos el proyecto. De todos modos,
si alguien tuviera que aportar —acierta— serían los propietarios; en
última instancia, son los que más se benefician". Azorín, un lencero
que merca en Florida desde 1931, confiesa que "tengo un gran afecto
por esta calle. Hasta dejo mis cosas —afirma— para dedicarme a
ella". Evoca, dolorido, "cómo la han vapuleado en otros tiempos.
Todavía tengo fresco el recuerdo de aquel puesto de pescado que
instalaron frente al Jockey Club".
El remozamiento incluirá —se planea— alguna obra de arquitectura
menor entre Viamonte y Córdoba y un café, al estilo parisiense,
entre Diagonal y Rivadavia. También cambiará el sistema de
iluminación. Además, letreros, carteles, fachadas deberán respetar
estrictamente las prescripciones edilicias.
La metamorfosis —por lo menos, así lo cree Azorín— redundará en un
gran incremento de las ventas. Para él, en fin, "es un jalón en la
historia porteña. Tendremos, en Buenos Aires, algo así como Lincoln
Street, de Miami, o la calle de las Sirpes, de Sevilla. En el solar
que ocupaba el Jockey —anuncia— se levantará el hotel General San
Martín, un edificio con seiscientas habitaciones que se construirá
con capitales argentinos". La noticia desilusiona, sin duda, a
quienes confiaban en la concreción de un antiguo proyecto: el
baldío, transformado en parque, habría albergado la fuente de Lola
Mora. No será posible. "Los planos del hospedaje —confirma Azorín—
ya están en la Municipalidad," La fontana, por ahora, perseverará en
su ostracismo de la Costanera Sur.
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Jaureguiber, Azorín, Prego
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