Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


CASO ARAMBURU
PERDIDOS EN LA NOCHE
Revista Periscopio
11.08.1970

Los muros de Buenos Aires se han convertido en una inmensa galería de retratos. En marzo tocaba el turno a los siete ejecutores, según la Policía Federal, del secuestro de Waldemar Sánchez. En junio, fueron los identi-kits de los dos raptores de Aramburu; al mes, las caras de cuatro hombres y una mujer a quienes la PF relaciona con el mismo delito (Luis Fernando Abal Medina, Mario Eduardo Firmenich, Esther Norma Arrostito, Carlos Gustavo Ramús y Carlos Capuano Martínez). Quizá pronto se sumen los dibujos de los asaltantes de Garín y la planta trasmisora de Radio Rivadavia.
Todos ellos siguen prófugos. De los detenidos, en cambio, las autoridades no han divulgado sino la filiación y la edad; el público ignora cómo son sus rostros, salvo a través de fotografías familiares, a veces antiguas. El misterio es ya absoluto en cuanto a los tres jóvenes que a fines de marzo intentaron apoderarse de Iuri Pivovarov, y cuyo destino está en manos de la Corte Suprema (Carlos Benigno Balbuena, subinspector de la PF, Alberto Germinal Borrel, Guillermo Johanson).
La semana pasada, estos y otros enigmas no recibieron luz. Por el contrario, el Caso Aramburu pareció hundirse aún más en la tiniebla, de donde no sale desde el 29 de mayo, cuando dos falsos militares se llevaron al ex Presidente. Las dudas que planteara la conferencia de los investigadores policiales, el 20 de julio, todavía no fueron zanjadas (N° 45) ; que se sepa, no existe el menor dato acerca de lo ocurrido entre el día del rapto y el hallazgo del cadáver en una estancia de Timote, 48 días más tarde. Naturalmente, la oscuridad alcanza a los instigadores, sus motivos.
De los informes policiales sólo se deduce que los autores del infame episodio son unos improvisados: dejaron papeles comprometedores a la vista, intentaron el golpe de La Calera en vez de mantenerse en la clandestinidad —como lo hace cualquier banda de ladrones tras un robo exitoso—, no se desembarazaron del cadáver sino que lo enterraron en casa de uno de ellos, sin quitarle siquiera la traba de la corbata, y en el sótano de una habitación que se esmeraron en limpiar (las otras cinco estaban sucias y desordenadas) como si buscaran llamar la atención de sus perseguidores. Semejante torpeza,
sin embargo, no se compagina con la habilidad demostrada en el rapto, que durante un mes y medio fue arcano impenetrable y que aún hoy. lo es: al menos, los acusados andan sueltos.
El jueves 6, un tal Frente Universitario del Norte (FRUN), con sede en Tucumán, sin "vinculación ideológica de ningún tipo con los Montoneros que se atribuyen el secuestro de Aramburu", reveló que había facilitado a Abal Medina, Firmenich y Ramús, el traslado al Norte en una avioneta, y el posterior viaje a La Habana; antes, los tres confiaron una carta "donde se explica por qué Aramburu fue pasado por las armas": el documento será negociado por "este alto mando" con la jerarquía eclesiástica de la Provincia.
Entretanto, el capitán de navío (RE) Aldo Molinari iniciaba en la Base Naval Río Santiago, el 5, un arresto de veinte días, con prohibición de visitas, que le impuso el Comando en Jefe por sus declaraciones acerca de los secuestradores de Aramburu, de las que oportunamente se ratificara, y que dieron motivo a una airada protesta de Juan Carlos Onganía ante el Presidente Levingston. Onganía no entabló juicio a Molinari; tampoco recurrió a los Tribunales luego de las acusaciones que contra su Gobierno (y en especial contra el ex Ministro Imaz) vertiera dos semanas atrás Juan José López Aguirre, ex Jefe de la Policía bonaerense. Es una curiosa actitud.
A su vez, La Vanguardia de agosto 5 difundía dos detalles dignos de atención: 1) La Policía Federal, en la persona de su titular, fue avisada del secuestro a las 11.30 del 29 de mayo, no a las 12.30, como ese organismo señaló en la conferencia de prensa; 2) Firmenich estuvo 22 veces, entre abril y mayo, en la Secretaría del Ministerio del Interior. Vale la pena esclarecer ambas situaciones; tanto como conocer si son ciertas las denuncias sobre torturas que formularon los abogados de Lozada y Carlos Alberto Maguid.
El proceso de La Calera —a cuyos responsables se aplicará la Ley 18701, sobre pena de muerte— no ha salido todavía de la etapa de instrucción. La semana pasada, el juez Tomás Marcelo Barrera solicitó la captura de 27 personas (18 hombres, 9 mujeres; entre ellas, un ex seminarista, dos médicos, una abogada, un español, una brasileña y una hondureña). Los diarios insistieron en que el Juez Raúl de los Santos, que instruye el Caso Aramburu, no halló participación en él a Ignacio Vélez, a quien la Policía Federal sindica como uno de los autores del rapto. Esos mismos diarios señalaron que ninguno de los arrestados por La Calera
admitió su intervención en el Caso Aramburu: los dos magistrados no desmintieron estos "trascendidos".
En Garín reina el secreto; el 2 de agosto apareció en el Parque Lezama el comunicado Nº 2 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), con un balance de su sanguinario operativo: 3.316.628 pesos, 7 pistolas con 15 cargadores, 2 metralletas con 3 cargadores, 4 revólveres, chapas y uniformes policiales. Sin duda, un magro botín.

CASTILLOS DE ARENA
El lunes 3, con un título a nueve columnas, La Razón obsequiaba a sus lectores una primicia: el vecino Eduardo Ortiz dijo que los "guerrilleros" bien pudieron enterarse de la geografía de Garín, su vida, sus costumbres, pues esos pormenores figuran en una monografía que redactó su esposa, alumna de la Escuela Comercial Nº 1 de la ciudad, para un concurso organizado por ese instituto; él mismo llevó el trabajo
a la Casa del Clero, en Buenos Aires —donde el 8 de julio fue arrestado el sacerdote Alberto Fernando Carbone—. Su mujer, en fin, ganó el premio.
El informe era erróneo y sólo sirvió a La Razón en su ofensiva contra los curas del Tercer Mundo. El miércoles, la Comisión Católica Argentina para la Campaña Mundial contra el Hambre desmentía los infundios: el certamen versó sobre "Participación de la juventud en el desarrollo; vencieron alumnos de escuelas secundarias de Las Parejas (Santa Fe), Resistencia y Castelar; los textos fueron recibidos, como sucede desde 1966, en Montevideo 850.
Elisa V. de Ortiz, 39, convalidaba estas afirmaciones ante un enviado de Periscopio; el trabajo —que elaboró con otros tres alumnos— constaba de 4 carillas "con observaciones generales", no incluía mapas ni planos y fue entregado por ella misma en la sede de la Comisión.
Una segunda sorpresa deparó la semana: también el lunes 3 estalla la noticia de que dos procesados por el golpe de La Calera, el estudiante José Antonio Fierro, 25, y el médico Raúl Héctor Guzzo Conte Grand, 32, acababan de ser reconocidos como asesinos de Augusto Timoteo Vandor (junio 30, 1969), durante un careo ordenado por el Juez Alberto Chiodi. De los Santos los había desechado en el sumario que dirige. Un segundo trámite, el 6, que incluyó además a Luis Alberto Lozada Caeiro y Carlos Alberto Soratti Martínez, no tuvo análogo resultado. La UOM cerró su boca a toda pregunta.
Ínterin, abundaron los descargos. Alfredo Allaría, director del Hospital Privado de Córdoba, donde ejerce Guzzo, asegura que el 30 de junio de 1969 su subordinado atendió la guardia externa y visitó a 37 pacientes en sus domicilios. Irma Carolina Ferrero de Fierro, madre del estudiante y activa dirigente peronista de Córdoba, habló con los periodistas el miércoles 5. en el estudio del abogado Hugo Anzorreguy, defensor de su hijo en la Capital Federal. Ofreció entonces una minuciosa cronología de las actividades de Fierro —ex alumno del Liceo Militar General Paz, como Vélez y Emilio Ángel Maza— el día del homicidio de Vandor.
A las 13, por ejemplo, se encontró en la esquina de Lavalleja y General Bustos, de Córdoba, con Jorge Kaplan, hijo del ex Subsecretario interino de Difusión y Turismo, quien le comunicó el atentado. El propio Kaplan ha brindado este testimonio el 25 de julio último a detectives de la Policía Federal, que lo interrogaron en Córdoba; es de suponer que lo mismo hicieron en el Hospital Privado.

 

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Firmenich
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Fierro
Fierro, circa 1962