Los chimenteros del espectáculo

"¿Usted es de espectáculos?". Sin esperar a que el periodista respondiera, su irritado interlocutor se le fue encima y le untó la cara con tinta de imprenta. "A mi hermano lo ensuciaron con papel y tinta, y yo les devuelvo la atención", espetó el agresor antes de poner, pies en polvorosa. La víctima, Luis Pedro Toni (33 años, un hijo), evoca sonriendo la anécdota, que ilustra los riesgos a que se someten quienes redactan las columnas de chimentos sobre el mundillo artístico en diarios y revistas; un reguero de confidencias más o menos picantes que devoran millones de lectores.
"En el fondo —admite Toni, quien regentea la columna del vespertino La Razón— fue un gesto simpático, lleno de sentido. Yo no tenía nada que ver con la información, pero la ligué igual." Similares desventuras persiguen ciertas veces a sus colegas empeñados en continuar las tradiciones de un ramo que explotaron, con gran éxito, durante años, las almibaradas Mariofelia y Valentina.
Claro que los chimenteros nouvelle-vague apuntan sus antenas hacia un medio —la televisión— que les asegura una audiencia tan vasta como la que trataba de enterarse de los idilios en radio y cinematografía gracias al celo de las pioneras, "Ahora hay secciones parecidas a la nuestra —explica Toni, que actúa además como relator deportivo—, pero cuando surgió hace diez años, fue totalmente original. Fue una idea de Félix Laiño, subdirector de La Razón; nos explicó que si la TV creaba figuras populares, el diario podría aprovechar esa situación haciendo conocer el ambiente que rodea la vida de las estrellas y los canales."
Laiño sugirió también que un adjetivo acompañara el nombre de cada personaje, caricaturizando algún rasgo de su personalidad. "Si alguien se ofende por los calificativos con que bautizamos a los artistas, no tiene razón; son absolutamente ciertos", proclama Rafael (Coco D'Agostino (40 años, divorciado) que divide su tiempo entre La Razón, Editorial Anahi y Radio Colonia. "Nadie puede negar que Tita Merello es lastimera; todos los días se queja de su miseria, sus años y su mala suerte, Estos apodos nacen de sus propios defectos y virtudes." Así, Federico Luppi es el agrandado, Libertad Lamarque la ahorrativa, Onofre Lovero el ignoto, Miguel de Calazanz el galimático. Dos palabras, suave o suavísimo, se emplean para sugerir algunos comportamientos que el Informe Kinsey sobre la sexualidad describe con vigor.
En algunos casos el adjetivo despierta airadas reacciones: "El 90 por ciento de las cartas que he recibido salen en defensa del cantante Raphael, a quien siempre aludo en forma sexualmente dudosa", confiesa Luis César Lucho Aviles (31 años, casado con la actriz Inés Moreno), que redacta la sección de Crónica vespertina.
Las modalidades sobre cómo tratar el chisme varían según la publicación. "Si yo sé que una actriz está en juicio de divorcio y publicitar su nuevo romance la perjudica, no escribo nada", se conduele Francisco Loiácono (32 años, ex estudiante de Medicina), redactor de Antena. Esta consigna es la de toda la editorial Korn (también publica Radiolandia y TV Guía), que semanalmente endulza a dos millones y medio de lectores con las peripecias de sus héroes favoritos. "La gente tiene idealizados a sus ídolos —advierte Loiácono— y no le gusta que le rompan los mitos." 
Su colega de Canal TV, Carlos Llosa (30 años), prefiere la objetividad: "Si la información no es rosada y encierra críticas —enumera—, tengo que cuidarme de reflejar la verdad; cuanto más comprometido el chimento, es más difícil que sea inventado. Los productos imaginativos son casi siempre inofensivos". Para Raúl Alvarez (32 años, 2 hijos), de Radiolandia, lo importante es que el protagonista sea una figura conocida. "No hablamos sino de estrellas reales; además, la información tiene que ser positiva."
Esta reticencia deja en manos de Crónica y La Razón el monopolio de la pimienta. "Vida privada —describe D'Agostino— es la que está entre cuatro paredes. Si dos artistas se besan en público, para mí es una buena noticia y lo informó."
Las consecuencias de tanto celo profesional no siempre son agradables; "a veces hay discusiones —se divierte Aviles— y veladas amenazas. Pero los afectados no se animan a nada contundente porque la vanidad les importa más que el amor propio". D'Agostino describe sus tribulaciones en la materia: "No tengo muchos enemigos en el ambiente. Maria Aurelia Bisutti era uno de ellos; me pasé escribiendo dos años sobre su persona sin conocerla. Una noche me encontró en una cantina y armó flor de escándalo, pero finalmente terminamos grandes amigos. Julia Sandoval me odia porque dice que fui el causante de su divorcio al publicar las andanzas de su por entonces marido, Coco Gatuzzo."
Cosechar estas intimidades exige a los periodistas fatigarse desde las diez de la noche hasta la madrugada en bares, canales y reuniones sociales. También utilizan el material que, interesadamente, les acercan los promotores, "gente que intenta quitar unos pesitos a los artistas con el cuento que les hacen publicar noticias y comentarios", explota Aviles. "Son los especuladores más deprimentes del mundo del espectáculo y los que trabajan en serio se cuentan con los dedos de una mano." Sin embargo, "aunque trato de soslayarlos, a veces traen alguna información buena que publicamos después de verificarla", aclara Toni.
La vapuleada profesión de promotor —que medra a la sombra de las columnas de espectáculos— tiene cotizaciones jugosas: 15 a 50 mil pesos es el precio que paga un artista para que el intermediario le asegure el dudoso honor de la tipografía. Si se trata de un festival —de esos que las ciudades provincianas cultivan empecinadas—, la promoción cuesta 200 mil pesos; un film es todavía más caro: suele llegar a los 300 mil pesos. Un nuevo rubro es el de los locales: se trata de vincular a determinadas cantinas y restaurantes con artistas famosos, un imán para la clientela. Veinte mil pesos y viandas gratis compensan el trabajo de izarlos hasta las columnas periodísticas. Esta clase de chimenteros no es única; productores, maquilladores, porteros y oficinas de prensa son también fuentes de información. "Ninguna es tan valiosa —desliza Aviles— como el propio artista, que siempre está dispuesto a hablar mal de sus colegas." Tantas complicaciones parecen justificar la hostilidad de Leo Vanés, el único columnista que firma su sección (todos los días, en Crónica), por las intromisiones en la vida ajena. "No publico chismes —aclara—; comento en primera persona lo que veo, las cartas que me envían los lectores y las evocaciones de mi tía Eulogia sobre las estrellas de antaño." Vanés fue un habilísimo técnico en propaganda, responsable de la imagen de los principales cantantes nueva ola, en primer lugar Palito Ortega. Su figura fue incluso aludida por un personaje del film nacional Pajarito Gómez. Ahora, consagrado exclusivamente al periodismo, es el más próspero entre sus colegas: 32 diarios del interior, revistas femeninas, emisiones radiales en el país, Uruguay, España y México multiplican sus comentarios. "La gente quiere a los artistas —se enternece—, y no sólo por ilusión; ellos le dan al público cosas más valiosas que su intimidad."
PRIMERA PLANA
23 de julio de 1968

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Vanés, Toni, Avilés y Llosa
Vanés, Toni, Avilés y Llosa


 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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