Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

Cibernética: un mundo nuevo para el ser humano
La Revolución del siglo XXI

 

Revista 7 Días
27 de diciembre de 1966

por Angelia Miray
Se avecina la civilización del ocio.
Los trabajos rutinarios, que aniquilan la capacidad creadora del hombre, serán realizados por máquinas. El ser humano tendrá que aprender a utilizar el tiempo libre


En el 2000, el hombre vivirá 100 años en promedio, y trabajará sólo durante 33 años, a razón de 30 horas semanales, con 12 semanas de vacaciones anuales. Las ciudades-hormigueros tenderán a ser reemplazadas por pequeñas localidades tranquilas, con casas provistas de jardín y hasta de huerta si se desea. Una de cada dos personas tendrá título universitario. Será una humanidad superior, creativa, dedicada a embellecer y a dar un sentido cada vez más hondo a su existencia. Todas las tareas rutinarias, tediosas, desgastantes, serán realizadas por esclavos sumisos aunque omnipotentes: las máquinas. Esa Edad de Oro que se avecina, se sintetiza en un nombre, el de cibernética.
Mientras muchas voces anuncian ese futuro deslumbrante, también muchas otras vaticinan un porvenir totalmente opuesto. En el 2000, las máquinas, controladas por una élite soberbia y deshumanizada, tiranizarán a la mayoría de nosotros, nos volverán inútiles, nos abrumarán con nuestra propia insignificancia, nos hundirán en la miseria. Florecerá si autoritarismo irracional, se agudizarán las tendencias asociales. Los países menos desarrollados se verán sumidos en al desastre, y los conflictos bélicos de todo tipo serán cada vez más numerosos. Esa catástrofe cercana también tiene el nombre de cibernética. 
Para descubrir el punto exacto en donde se halla la verdad entre el optimismo total y el pesimismo desesperado, "7 DÍAS" emprendió una extensa investigación recurriendo a autorizadas fuentes argentinas y extranjeras. Hay algo innegable: estamos ya sumergidos en una nueva Revolución Industrial que cambiará fundamentalmente nuestro sistema de producción, y también nuestro modo de pensar y de vivir.
¿Qué es entonces esa "cibernética" de tan colosales proyecciones? Simplemente, una teoría. O, mejor dicho, la teoría matemática de las estructuras directrices de la automación, información y control. Fue lanzada en 1948 por Norbert Wiener, en base al análisis comparativo de las posibilidades de la máquina y de la conducta del hombre y del animal. En el campo de la cibernética entran, por ejemplo, máquinas de variado tipo que suelen denominarse como "robots". Es preciso limpiar la palabra "robot" de su terrorífica aureola de fantaciencia, y olvidarse definitivamente de esos monstruos semihumanos que nos remedan con gran despliegue de lamparitas, antenas y chirriantes planchas de acero. Un doméstico lavarropas es un "robot" mecánico, pues
hace todo el ciclo de trabajo automáticamente, y para reemplazar a una lavandera no necesita tomar forma humana. Una inocente heladera autorregula su temperatura ideal, y, por lo tanto, es una máquina cibernética. Todos los aviones tienen un piloto "robot" que automáticamente los mantiene en su ruta y corrige las desviaciones provocadas por el viento. Las más sensacionales de las máquinas cibernéticas, las computadoras, son de tranquilizador aspecto geométrico aunque se las llame a menudo "cerebros electrónicos".

Lámparas de Aladino
Las computadoras nos asombran y asustan porque trabajan a velocidad inmensa, cada vez mayor. Antes, sus tiempos se expresaban en microsegundos (la millonésima parte de un segundo), ahora en nanosegundos (un mil millonésimo de segundo) y en laboratorio ya trabajan con picosegundos (la millonésima parte del millonésimo de segundo). En alrededor de veinte años ya pasaron tres "generaciones" de computadoras (y se anuncia una cuarta). Las de la tercera generación pueden atender a la vez a trescientos usuarios. Uno de ellos puede plantearle una gigantesca contabilidad de empresa; el otro, una nueva demostración de un teorema lógico; el otro, el muy delicado y laborioso análisis de un lenguaje de hace 3000 años, el de los Rollos del Mar Muerto; el otro, la "invención" de una partitura a la manera de Bach o la "creación" de un soneto al estilo de Shakespeare, y aún cabrían 295 tareas más, que la máquina "organiza" internamente sin que el usuario sufra demora.
Las computadoras se emplean para casi todo: para el lanzamiento y puesta en órbita de satélites, el cuidado "paso a paso" de los cosmonautas durante su vuelo, la elección de un nombre para una bebida (como ocurrió con la gaseosa "Tab"), el hallazgo de la mejor receta para hacer salchichas, la selección de personal —camarógrafos, guionistas, actores— en una cadena de TV. En Francia una computadora de la tercera generación analizará los múltiples datos suministrados simultáneamente por todas las estaciones meteorológicas del país, y hará una predicción del tiempo absolutamente exacta. Si una red internacional de estaciones meteorológicas enviasen sus datos a un centro gigantesco de computación, se podría predecir el tiempo con una anticipación de tres meses. No habría más desastres agrícolas, ni cosechas perdidas por temporales, ni sequías imprevistas; las condiciones climáticas no impedirían el desarrollo normal de los trabajos públicos, ni trastornarían el turismo.
El problema del tránsito se solucionará con las computadoras. En los Ángeles se planea o bien instalar "rutas electrónicas" donde no habrá embotellamientos ni accidentes, o bien proveer a cada automóvil de una computadora. Se la indicará a dónde se desea ir, y ella elegirá el mejor camino y conducirá el auto al lugar señalado. Las nuevas máquinas tampoco retroceden ante lo frívolo: cuando se presentó "Viva María" en Alemania Federal, se hizo un concurso para elegir a la joven más parecida a Brigitte Bardot. La selección de la mejor candidata fue hecha por una computadora ...
Estos cerebros electrónicos son la lámpara de Aladino del siglo XX. Pero, como en el cuento de "Las Mil y una Noches", el genio todopoderoso "atado" a la máquina no se moviliza sin la mano del moderno Aladino. Sentirse "torito" o "inferior" frente a las computadoras carece de sentido, pues son hijas del talento humano. El señor Miguel Caputi, subgerente de ingeniería de Sistemas de la Bull General Electric, afirma: "Las computadoras son esclavas sin alma, y como tal deben ser consideradas. Hago mías las declaraciones del ingeniero Kun, jefe del Centro de Cálculo de YPF, quien en reciente conferencia afirmó que todo adelanto en las máquinas es precedido por un adelanto en el intelecto humano".
El ingeniero Sigfrido Lichtenthal, de la IBM, que es presidente del Seminario de Cibernética de la Sociedad Científica Argentina, asegura: "La capacidad humana de procesar datos es limitada, pero con la ayuda de la computadora se multiplica fantásticamente. Por eso esta nueva herramienta sirve ante todo para amplificar el poder de decisión del hombre". Así lo ha comprendido el gobierno de los Estados Unidos que hará analizar con computadora los datos diplomáticos para establecer su política exterior. Hay quien afirma que, con una computadora, se habría evaluado exactamente la amenaza del poder de Hitler, con lo que la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial se habría reducido muchísimo.

El fantasma del desempleo
A todo esto cabe replicar diciendo que si bien surgirá una minoría de hombres cada vez más talentosos manejando máquinas cada vez más perfeccionadas, habrá también una mayoría subdesarrollada: en cuanto al intelecto, marginada, impotente, sin peso alguno en las decisiones. Esa mayoría sufrirá agudamente el avance arrollador del desempleo provocado por las máquinas que tomarán a su cargo tareas realizadas hoy por muchísimos trabajadores.
Hay datos que espantan: en un informe de la Organización Internacional del Trabajo se lee que al automatizarse la producción de una fábrica Ford, sólo quedó el 10 por ciento de los obreros mientras que la producción se duplicó. En uno de los talleres quedaron dos trabajadores: un ingeniero y un barrendero. La automatización suprime en los Estados Unidos cerca de 35.000 empleos por semana, o sea 1.800.000 por año. En los próximos cinco anos, según un informe de la Cámara de Representantes, desaparecerán cinco millones de empleos. Y lo increíble: ¡veinticinco operarios bastan para fabricar todas las lámparas eléctricas utilizadas en los Estados Unidos! Piénsese que la automatización está aún en sus comienzos, y según algunos se emplea todavía en dosis homeopáticas.
No sólo los obreros de la producción en cadena, sino ascensoristas, porteros, electricistas, linotipistas, estibadores, etc., son víctimas del ''desempleo cibernético". Los empleados administrativos y contables parecen condenados a desaparecer: la computadora digital, como "incluye" a una máquina de calcular de oficina, a la planilla de datos y al propio calculista, lo hace todo increíblemente rápido, manejando una cantidad fabulosa de datos, y sin cansarse nunca. Hace ya tiempo que disminuyen sin cesar los trabajadores agrícolas en los Estados Unidos, pero ahora casi dejarán de existir: un operario puede manejar quince tractores-robots "a distancia", vigilándolos a través de una pantalla de televisión. Las voces de alarma llegan hasta el presidente de los Estados Unidos; el "Comité ad hoc" que lo asesora directamente sobre los problemas de la automatización ha señalado con alarma: "Una clase miserable se establece a perpetuidad en el seno de un sistema que posibilita la abundancia." Y el secretario de Estado del Trabajo, Williard Wirtz, habla consternado de las dos poblaciones que coexisten en su país: "De un lado, millones de personas laboriosas y acomodadas; del otro, millones de desheredados". ¿Qué pasará si crece el número de desheredados mientras disminuye el sector laborioso?
El académico de Alemania Federal, Fritz Erler es implacable: "La desocupación en masa siempre ha preparado el camino para un vuelco totalitario. La salida más peligrosa sería la de reemplazar la falta de demanda provocada por la desocupación de los trabajadores, con una demanda lograda mediante pedidos militares".

La nueva humanidad
Las empresas dicen: "O automatizarse o morir". Y tienen razón de integrarse al progreso tecnológico. Pero si cada vez hay menos consumidores de lo que ellas producen, también morirán. Un grupo de especialistas de Harvard acaba de afirmar: "Hay que volver a definir las relaciones de producción y el papel del capital y del trabajo ante la sociedad como un todo". Entre tanto, empresarios y sindicalistas han llegado en los Estados Unidos a una solución nueva: la ocupación garantizada. Se pagan sueldos para qua los trabajadores tengan jornadas mucho más breves y semanas laborales más cortas; se les paga también para que no hagan nada, como ocurre con los linotipistas de los grandes diarios de Nueva York. Es posible que el Estado llegue a "cambiar de signo al rédito" y a subvencionar el ocio. Pero si se desea que esos millones de seres humanos que empezarán a "trabajar de desocupados" puedan tener peso real como consumidores, habrá que incrementar bastante lo que reciben por no hacer nada. ¿Cómo solventar ese enorme gasto, enorme aún en un país tan desarrollado como los Estados Unidos? Nadie ha encontrado todavía la respuesta. De todos modos, el recuerdo de lo que ocurrió con la Primera Revolución Industrial es muy alarmante: el alivio de los trabajadores de los países más ricos se logró con un impacto catastrófico sobre las artesanías de los países más débiles y dependientes en lo político o económico. ¿Se ahondará con la automatización la distancia entre las naciones muy desarrolladas y las naciones en vías de desarrollo?
Gobiernos, empresarios, sindicalistas, y todos los dirigentes de cualquier nivel, tienen una tremenda responsabilidad en esta nueva era tecnológica. Porque las máquinas cibernéticas en sí mismas son una bendición. Como dice el ingeniero Lichtenthal, son como la pala mecánica, por ejemplo, que reemplaza el esfuerzo bruto muscular. Sólo que "estas nuevas herramientas suplantan el esfuerzo bruto mental, tomando a su cargo todas las tareas repetitivas, estereotipadas, mecánicas, fastidiosas, indignas de la inventiva y la dinámica humanas". Permitirán, entonces, al hombre que se reencuentre.
De todos modos, si bien muchos empleos habrán de desaparecer, se necesitarán otros nuevos, de tipo más afectivo o más creador. Hoy, un hospital ya puede "cibernetizarse" casi completamente como ocurre en algunas ciudades de Francia. Pero sus promotores han subrayado: "El enfermo no sólo necesita atención especializada, sino ante todo el cuidado cálido que únicamente pueden dar muchos médicos y enfermeras a su alrededor". En establecimientos hospitalarios hay niños que mueren pese a dárseles los medicamentos adecuados, sólo por no haber suficiente personal que les brinde el mimo y el afecto que reclaman... La enseñanza también puede apoyarse en eficientísimas "computadoras-maestras", pero esas máquinas sólo pueden dar información, nunca educación. El ser humano es el único capaz de educar, de despertar vocaciones, de guiar la inteligencia y el interés del alumno, en todos los niveles del saber. Como el tiempo de vida será mucho más largo, la vejez requerirá un trato especial que sólo puede encontrar en otros seres humanos. Las ciencias son como un árbol con muchas ramas: con la cibernética, esas ramas serán infinitamente más numerosas, y se abrirán caminos insospechados para la capacidad humana. La investigación siempre necesitará la presencia del hombre, el único capaz de improvisar, intuir, tener una de esas "ideas locas" que cambian el mundo.
Por otra parte, ese nuevo hombre aceptará los productos "standard" que la ofrecerán las máquinas, pero al haber definido su personalidad de individuo en plenitud, reclamará también nuevos productos originales, casi exclusivos. Florecerán las pequeñas artesanías, y el tener algo distinto, "hecho a mano", será apreciado y bien pagado. Las necesidades humanas se renuevan constantemente y no se calma nunca, porque en todos nosotros hay una raíz de capricho y curiosidad insaciables: la fabricación de toda clase de "chiches" empleará a mucha gente para satisfacer a muchísima otra gente. Es cierto, el tiempo libre de que se dispondrá se habrá multiplicado grandemente; pero el tiempo libre sólo angustia al que se ha perdido de vista a sí mismo. En las vacaciones quinquenales de trece semanas que hoy tienen los metalúrgicos estadounidenses, hubo complejos problemas: muchos trabajadores se dedicaban a la bebida por no saber qué hacer. Eran "metalúrgicos" antes que "personas", y su vida se definía por su trabajo.
El hombre es productivo por definición. Si sabe usar las nuevas máquinas maravillosas y alegrarse por el tiempo que le regalan, será más productivo aún. Si fracasa, no será culpa de la cibernética. Miseria o bienestar, nada lo hace la máquina, todo lo elige —aunque sea aceptándolo— el hombre.

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Tarea mecánica. Las máquinas realizan el trabajo de centenares de hombres


Centro de operaciones de un cerebro electrónico para operaciones militares


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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