Revista Siete Días Ilustrados
02.09.1968 |
La humorada, que circuló en los corrillos estudiantiles de Buenos
Aires, pretendía equiparar el gigantesco proyecto de la Ciudad
Universitaria con el paralizado albergue Warnes. Fue el miércoles de
la semana pasada, cuando una troupe de alumnos de Ciencias Exactas
recordó que en esos días se conmemoraba el décimo aniversario de una
idea pergeñada por el ex rector Risieri Frondizi: edificar un
complejo que concentrara la mayoría de las facultades y "de ese modo
crear un ambiente de tranquilidad y estudio, eliminando las costosas
superposiciones administrativas y docentes", según sus palabras. Se
trataba de seguir el pensamiento de Alfonso el Sabio (1221-1284),
quien al idear y construir la primera Ciudad Universitaria española
demostró las incuestionables ventajas de los campus.
En la Argentina, el proyecto Frondizi resultó —ahora se sabe— un
tanto ambicioso. La idea fue quizás consecuencia de un estado de
ánimo que entonces contagiaba al país, inquieto por incorporarse a
un vertiginoso proceso de desarrollo. No fue fácil dar con un
terreno apropiado, dada la magnitud de la obra. Luego de rastrear
por toda la ciudad de Buenos Aires, se decidió erigirla en el barrio
de Núñez, frente al Balneario Norte. Eran 200 hectáreas, de las
cuales apenas 63 constituían terrenos firmes; las 137 restantes
debían ser ganadas al río. (Hasta hoy, sólo 9 de ese total han sido
verdaderamente solidificadas.)
MANOS A LA OBRA
El complejo contemplaba, en su primera etapa, la construcción de un
edificio destinado a alojar a la Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales, sobre una superficie cubierta de 16.500 metros. En 1964
fueron habilitadas las tres plantas emergentes y un subsuelo para
servicios; en este sector funcionan actualmente los Departamentos de
Matemáticas y el Instituto del Cálculo, celoso custodio de la
computadora electrónica Mercury, una maravilla de la técnica
moderna. El presupuesto de 280 millones de pesos fijado en 1963
permitió a Obras Civiles concluir el proyecto en apenas cinco meses.
El ingeniero Julián Ganzabal, quien ejecutó el edificio en
colaboración con Pedro Scalece, recordó a SIETE DIAS, la semana
pasada, algunos detalles de su construcción: "Se halla aislado de
sonidos y ruidos externos, producidos por la proximidad del
Aeroparque, mediante pisos flotantes en gruesos colchones de lana de
vidrio y paredes dobles que forman cámaras de aire. Además, las
ventanas cuentan con dos vidrios y burlete y los marcos rellenos con
lana de vidrio". Pocos son los que cuestionan la avanzada técnica
utilizada en este impresionante monoblock valuado actualmente en 2
mil millones de pesos.
Al pabellón de Ciencias Exactas se le adjuntó el Departamento de
Industrias, un lugar destinado a los estudiantes de Exactas,
Naturales e Ingeniería, en donde se desarrollan las tareas de
investigación vinculadas a las industrias químicas, petroleras,
extractivas y manufactureras. El sector, que cubre 5.600 metros
cuadrados, en dos plantas, estuvo a cargo de la empresa Obras de
Ingeniería S. A. (ODISA) sobre un presupuesto de 200 millones de
pesos y un período de trabajos de dos años. "Si no fuera por
desinteligencias circunstanciales con la dirección de la obra
—informó el ingeniero Emilio Devoto, ejecutivo de esa empresa— se
pudo haber terminado en un año y medio". La misma compañía construyó
también las obras adyacentes al pabellón: caminos y playa de
estacionamiento. El Estado desembolsó por estas construcciones 11
millones de pesos mensuales, recurriendo a los famosos Certificados
de Cancelación de Deuda, emitidos en 1964. "En varias oportunidades
el pago se demoró de 2 a 3 meses —deslizó Devoto—. Algo usual,
tratándose de una repartición del Estado".
A pesar de estos riesgos, buen número de empresas argentinas
concurrieron al llamado de licitación de nuevas obras. Claro, se
trataba de un complejo de avanzada arquitectónica en el país, y
prestigiaba a las empresas que obtuvieran el trabajo. Fue la
compañía Petersen, Thiele y Cruz, asociada a Jorge Libedinsky, la
que triunfó en las sucesivas adjudicaciones. En síntesis, éstas son
las obras:
♦ Construcción de hormigón del segundo pabellón de la Facultad de
Ciencias Exactas, con un presupuesto inicial de 300 millones de
pesos, extendido luego a 600 millones para la construcción de otro
piso.
♦ Obras de albañilería y construcción gruesa de las estructuras de
hormigón del mismo pabellón. El monto presupuestario de esta segunda
obra ascendió a 1.790 millones. Su terminación está prevista para
fin de año, o primeros meses de 1969
♦ Trabajos de base, losas y pilares de fundación de la Facultad de
Arquitectura, con un presupuesto de 150 millones, concluidos a fines
de 1967.
♦ La misma empresa ganó la licitación para desarrollar la estructura
de hormigón de la misma facultad. Petersen y sus socios se pusieron
a la cabeza de la contienda con un presupuesto de 980 millones. La
obra —estiman sus responsables— estará finalizada el año próximo.
"Somos imbatibles. Seguramente ganaremos la licitación para
construir la villa que rodeará al complejo Chocón-Cerros Colorados",
se ufanó ante SIETE DIAS Adolfo Rubinstein, técnico ejecutivo de la
firma.
AYER, HOY Y MAÑANA
Actualmente se realizan trabajos de estructuras de fundación por
pilotaje para tres pabellones que son similares al segundo edificio
de Ciencias Exactas, los que serán destinados a las facultades de
Filosofía y Letras, Arquitectura y Urbanismo y Ciencias Económicas.
Tareas de forestación y parquización, ya en funcionamiento,
permitirán afirmar las
tierras "postizas" ganadas al río; otros trabajos se orientan a
ampliar el área destinada a futuros campos deportivos.
Pero no todo es un sueño de hadas. Es por lo menos lo que advierte
el ingeniero Federico Camba, actual director de obras. "La UBA nunca
tuvo un planeamiento adecuado en materia edilicia —informa—, como
tampoco Jo tuvo ni lo tiene en materia de política educacional por
falta de datos sobre régimen de enseñanza, tipo de asistencia
estudiantil, planes de dedicación profesoral y metas en el campo de
la investigación. El dominio de esos rubros permitiría apoyar el
planeamiento edilicio". Luego lanza una estocada a fondo: "La
Universidad no sabe qué cantidad de egresados tendrá en el futuro,
ni los ingresos que se producirán, ni existe una política de
proyección que permita calcular la realidad que nos aguarda.
Entonces, el planeamiento de construcción no tiene base de apoyo
real; se trabaja sobre la conjetura".
Similar opinión esgrimían grupos universitarios cuando, a fines de
1958, un equipo de técnicos inició
la realización concreta del proyecto. La de entonces era una
generación politizada que había sido protagonista en la lucha entre
partidarios de la enseñanza libre o laica. Argumentaban, también,
que el proyecto permitía a los organismos de seguridad controlar al
movimiento universitario, nucleado en la Ciudad. La perspectiva del
aislacionismo la daba su misma situación geográfica, una zona
ribereña distante de los centros de concentración urbana. Pero otros
sectores —incluso aliados a la administración universitaria de
entonces— sostenían que la Ciudad permitiría un mayor entendimiento
entre las facciones estudiantiles y por lo tanto la mayor
politización de los universitarios.
A varios años de tan estériles polémicas, son reducidos los núcleos
estudiantiles que desechan la idea de gozar de los beneficios de una
Ciudad; es probable que aún estén presentes las jornadas sangrientas
de mayo en París —en donde se aloja una vetusta Ciudad
Universitaria—, causa de los aprietos que sufrió el gobierno del
general Charles de Gaulle, y que sirven para destruir las
argumentaciones de quienes, hace 10 años, temían el aglutinamiento
de los jóvenes intelectuales.
El otro argumento, el que fustigaba la falta de planificación, fue
un desafío que aceptó el ex rector Hilario Fernández Long. En una
conferencia de prensa que realizó el 26 de agosto de 1965, avizoró
un futuro menos borrascoso al problema de capacidad de la Ciudad.
"Si el país logra progresar como se espera, el porcentaje de alumnos
se elevará. Entonces deberemos abocarnos al grave problema de una
Universidad con 80 ó 100 mil estudiantes. ¿Qué han hecho en
California con sus 200 mil estudiantes para resolver sus problemas?
Allá se acepta que cada uno de los campus en que se dividen tenga
una capacidad limitada, por ejemplo de 30 mil estudiantes. Cuando
dicha capacidad se colma, se crean otras nuevas unidades o campus".
TREINTA AÑOS DESPUES
Seria absurdo pensar ahora en nuevas ciudades universitarias, sobre
todo porque a duras penas prosiguen los trabajos para concluir este
primer proyecto. Hay quienes recuerdan que en los días del rectorado
de Frondizi, sus acólitos soñaban con que el plazo para concluir la
obra no excedería los 15 años. Se detallaba el plan de
construcciones en tres etapas, que insumirían cinco años cada una, o
sea que este año debía haberse inaugurado la última. "Pero no se dio
así —señala el ingeniero Camba—, fundamentalmente por falta de
recursos. Siempre se logró la mitad de lo que se pedía." Es que la
inflación carcomió los cimientos de la malhadada Ciudad. Al
iniciarse las obras, en 1958, el Estado suministró la suma de 200
millones para la operación despegue; en 1964, el monto se elevó a
680 millones; y fueron 800 millones a los dos años. En 1967, el
presupuesto anual se duplicó: 1.500 millones. El monto establecido
para este año asciende a los 2 mil millones.
A diez años de lanzada la ,idea, sólo se ha podido edificar el 15
por ciento de la obra total, lo que exigió una inversión estimada en
10 mil millones de pesos. Pero si en 1960 el costo integral había
sido evaluado en 25 mil millones, la tasación para este año,
teniendo en cuenta el avance de la inflación, sube a alrededor de 50
mil millones.
"La construcción marcha hoy a ritmo variable —concluye el ingeniero
Camba— y el problema sigue siendo el mismo: falta de mayores
recursos. Si se mantiene la cuota de 2 mil millones anuales, con la
moneda estabilizada, la obra estaría concluida al cabo de los
próximos 25 años".
Es decir, 20 años más de lo estimado por Risieri Frondizi.
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Los primeros trabajos se realizan en el pabellón de
Filosofía y Letras
Primera gran obra, Ciencias Exactas |
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