Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


FILMS
PROHIBIDO PROHIBIR
Z
(Ídem; Francia-Argelia, 1969), de Costa-Gavras; 115 minutos, Gran Rex.
Revista Periscopio
12.05.1970

Tal vez el tiempo desdibuje los contornos y la intensidad de las imágenes. O quizá las acreciente. Z es uno de esos fenómenos que lindan con lo legendario: es posible que la película pase y se olvide, pero nadie dejará escapar de su memoria la comunión vivida con el casi millar de espectadores (abogados, funcionarios, gremialistas, artistas, escritores) que colmó la sala del Gran Rex en la matinée del jueves pasado.
Este es un hecho más que se suma a numerosos antecedentes, para circunscribir el film a la esfera de las consideraciones periodísticas antes que a la evaluación crítica: primero fue el asesinato de Lambrakis en Salónica; después, la novela del exilado Vassilikos; la represión y encarcelamiento de artistas e intelectuales en Grecia; los esfuerzos para sacar de la cárcel una cinta magnética, en la que Mikis Theodorakis había registrado (silbándola) la música para el film; más tarde, el apoyo de un elenco estelar de primera línea, casi ad honorem el aporte de los ahorros de actores, luego de la general indiferencia que el guión y el cast suscitaron en las poderosas productoras norteamericanas. Y finalmente el éxito mundial, el record de premios y el espíritu con que la reciben distintos públicos.
A tres años de su debut como realizador (Crimen en el coche-cama. 1966),
Costa-Gavras, 36, encara su segundo film reafirmando su interés por la investigación y su tendencia a las situaciones angustiantes: aquí no sólo logra exasperar con el clima general de la narración, sino que conduce a vivir una persecución directamente, en la escena en que un coche intenta aplastar a uno de los testigos para impedir que declare. "Sobre una base policial —confesó el director, a propósito de su éxito— es posible exponer ideas, como en Z, donde hay una investigación, un juicio y una condena, pero al mismo tiempo hay un mundo real, actual y alegatorio."
Z no es un alegato, es un documento concreto y directo: expone cronológicamente una serie de sucesos que desencadenan la instauración de un estado represivo absoluto. El armado de la trama, la intriga y los mecanismos de tensión corresponden a los del género policial, pero la naturaleza verdadera del asunto le da un carácter mucho más profundo. Frente a una materia avasalladora, no hay tiempo de reparar en la factura del film: como en las anónimas epopeyas clásicas, la historia y la civilización parecen ser los verdaderos autores de esta obra. La habilidad artesanal de Costa-Gavras reside, precisamente, en no traslucir un cuidadoso proceso de elaboración.
Por la misma razón, los hechos prevalecen sobre los caracteres. Sin embargo, brochazos certeros identifican tipologías conocidas: el general de Gendarmería que se irrita frente al predominio de la razón y el derecho; el activista de barricada (Charles Denner), que argumenta emocionalmente ante el Juez en base a proclamas; el aficionado al fútbol (Georges Geret) que se arriesga a la verdad no por ideologías sino por instinto; el Juez de Instrucción (Francois Périer), que pasa de la ofuscación a una complaciente actitud conciliadora, cuando advierte el juego político. Por lo demás, no hacen falta caracteres cuando un elenco presta su sangre y su aliento a una causa elemental: prohibir la prohibición. Estar vivo y dejar estar vivo.

 

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Zeta
La avidez por Z, el mediodía, y la caída del Diputado: Un giorno de leoni.


 

 

 

 

 
Zeta
"Un giorno de leoni"

 

 

 

 

 

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