Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Vida Moderna
Dora contra todos
Revista Periscopio
09.06.1970

El 25 de Mayo, en un programa por Canal 13, Andrés Percivale preguntó a un grupo de chicos qué es un héroe; las respuestas fueron vagas, tímidas, hasta que uno de los escolares se atrevió: "Mi papá dice que él es un héroe", musitó. ¿Por qué? "Bueno, porque paga los impuestos."
Para la mayoría de los argentinos, enrolados en las planillas de la Dirección General Impositiva, lo de Percivale no es un chiste; es que hay millares de héroes a la fuerza, temerosos de la voracidad inquisitiva e inapelable de las computadoras electrónicas que desde hace dos años hibernizan en el Centro de Operaciones Mecanizadas, en Carlos Calvo al 100, bajo una atmósfera climatizada que no trepa los 20 grados; el mayor y el más mimado de los monstruos, Dora, tiene capacidad para detectar —con sus 65.000 posiciones de memoria— hasta 1.400.000 contribuyentes. Es decir se estrecha cada vez más el margen para las evasiones.
Queda mucho por andar, todavía, hasta la computadora de quinta generación, que habla, como la que aparecía en la película 2001, Odisea del Espacio, pero no es imposible llegar a esa perfección; por ahora, la de la DGI, Clementina, una Mercury de National, que está en la Facultad de Ciencias Exactas, y Federika, la IBM de Ciencias Económicas, están en la fila de la tercera generación; sin embargo, ya se desarrollan las de la cuarta, con las que se pretende estructurar una memoria de compartimientos iguales a los de la mente humana, es decir, un proceso nemotécnico por asociación. Se les dirá vaca y responderán en forma ordenada y consecuente todo lo que se refiere al animal.
Por ahora, tampoco existe en Buenos Aires un grupo de gente que se dedique a destruir la obra de los aparatos electrónicos; ese deporte, en cambio, se practica en Londres, donde funciona un Club de Enemigos de la Computadora; los socios las combaten sin piedad: cuando reciben una tarjeta de crédito perforada, mediante un sistema que ellos idearon le agregan agujeritos; también lo hacen con los cheques, que desmagnetizan pasándolos por electroimanes. Los no procesados dan vueltas por todo el Banco y las cuentas corrientes quedan intactas a pesar de que los cheques fueron pagados.
Si bien son infalibles, por lo menos en principio, a veces cometen errores por defectos de programación; así, a comienzos de año, una compañía americana ordenó transferir 4 millones de dólares a la Argentina y a causa de la falla el giro anduvo dando vueltas por toda América latina, mientras en las fuentes de origen y recepción los empleados se desesperaban.
En los últimos tiempos hay indicios de que por lo menos una media docena de empresas ha contratado computadoras de la tercera generación para derrotar a Dora y fugar capitales que tendrían que ir a parar a las arcas de la DGI; es muy difícil comprobar las maniobras, pero la semana pasada los funcionarios del ente fiscalizador recorrían algunas pistas para detectar el supuesto contraespionaje.
No todos creen en el milagro de la computadora. "No ayuda a evadir, porque mentalmente es neutral; si le pido que en cada operación descuente un diez por ciento, para la evasión, cuando me cae una auditoría fiscal estoy listo, porque si la fiscalizan para detectar una anomalía, la computadora dice la verdad", comenta Alberto Tomás López (54, casado, tres hijos), síndico de Chrysler, Ducilo. Alpargatas.
Según López, la evasión en las grandes empresas se da a través de las interpretaciones de la Ley; por ejemplo, un fabricante de autos compra cubiertas para los mismos a otra compañía que ya ha pagado el respectivo impuesto a las ventas; si la empresa las vende en el mismo estado no tiene por qué pagar impuesto por esas gomas, puesto que no las ha transformado. Así se ahorra el 10 por ciento (ventas separadas). Otro mecanismo permite eludir el impuesto a los sellos en los contratos por correspondencia, para evitar la firma ante escribano; una empresa manda una carta con una oferta a otra y ésta le contesta que por la presente, acepta; queda de esta forma rubricada una operación que supera valores muy altos. "Le ponen estampilla a la lengua", satiriza López.
Otro asesor impositivo, Samuel Gantman (37, casado, dos hijos), sospecha que la DGI revela últimamente una mayor inteligencia, "una mayor profundidad para atacar ciertos santuarios, legales o no, de los comúnmente utilizados por el evasor". Y se explica: el evasor tiene que dar un destino determinado a su capital negro; invertirlo de alguna manera, ya que en las actuales encrucijadas económicas nadie guardaría el dinero en el colchón; de ahí en más la DGI consulta registros y entidades públicas, recoge información y la procesa en las computadoras; lo demás parece fácil.
Sin duda, el problema de las empresas consiste en montar un abigarrado plantel de programadores para que manejen las computadoras de la evasión; la DGI, en cambio, puede rodear a Dora de dóciles amanuenses que alimenten sus devaneos. Por ahora, es imbatible.

 

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