Revista Gente y la Actualidad
19.11-1970 |
Julio Cortázar, uno de los más importantes escritores
latinoamericanos pasó por su país, que es el nuestro: Argentina. Fue
una visita convulsionada, escondida,
huyendo de la persecución periodística y con exigencias que son casi
una definición:
"Únicamente acepto un reportaje si me dan 10.000 dólares que donaré
a una escuela cubana...", dijo en una comida íntima a un hombre de
GENTE. Quizá en ese mismo instante nació la idea de que un hombre
que está exactamente en la vereda de enfrente de Cortázar, Arturo
Jauretche, uno de los más leídos escritores y también de los más
polémicos, realizó este "reportaje sin respuesta", que es un
cuestionamiento de posiciones y un revelador análisis del momento
argentino vivido a través de los intelectuales.
La llegada de Cortázar significó dos cosas: su posibilidad de
enfrentar nuevamente al país y la posibilidad del país de empezar a
considerar a Cortázar como un hecho cotidiano, no el protagonista de
un cable de agencia noticiosa internacional.
Antes de llegar, Cortázar había anunciado que el propósito de su
viaje era reencontrarse con viejos amigos, refrescar el idioma,
volver a recorrer la ciudad. Este viaje, proyectado para los
primeros días de diciembre, se anticipó con motivo de una invitación
cursada por Allende a algunos escritores. Ernesto Sábato recibió en
Buenos Aires la carta del presidente chileno, donde le rogaba
acompañarlo en la toma de mando; Sábato respondió inmediatamente,
pues lo une con Allende una vieja amistad, pero justificó su
ausencia por razones personales. De Cuba viajó Nicolás Guillen.
Desde París emprendió el cruce del Atlántico, Julio Cortázar.
La prensa argentina organizó de inmediato el asedio al "hijo
pródigo", quien se mostró decidido a no alterar los términos
previstos para su viaje: charlas, calles, familia. Sólo un íntimo
amigo obtuvo algo así como un "testamento político" para aclarar
algunas supuestas declaraciones y numerosas ambigüedades que su
silencio permitió. Luego de esto fijó condiciones terminantes para
su aparición periodística: exigía el pago de 10.000 dólares con la
expresa condición de que constara que él, Cortázar, donaba esa suma
a una escuela cubana.
En espera de que su reincorporación a Buenos Aires haga posible una
fructífera charla con "un porteño de vuelta", decidimos ir
organizando un posible cuestionario a Julio Cortázar, cuyo talento
literario no está en tela de juicio, aunque quizás necesitemos
algunas precisiones sobre actitudes suyas que exceden la obra de "un
escritor que es leído porque sus libros están bien escritos" (sic
Cortázar).
Elegimos para plantear las preguntas a otro best-seller, hombre de
profundo arraigo nacional y que sobrelleva en el poder o en el llano
un arduo compromiso con su país. Por ser un buen exponente de lo
nacional y popular preferimos que fuera don Arturo Jauretche quien
iniciara este diálogo con vistas a obtener respuestas de Julio
Cortázar.
—Lo que me dice de las condiciones de Cortázar para acceder a un
reportaje, lo de los 10.000 dólares, me plantea una curiosidad:
¿viene a verme porque soy más barato o porque tengo preocupaciones
nacionales?
—Los diez mil dólares están fuera de discusión, se trata de lograr
un enfoque nacional para entender a un escritor argentino.
—¿Y usted cree que les va a contestar sin los diez mil dólares?
—En todo caso sabremos qué preguntas quedan por responder.
—Yo no puedo hacer preguntas como literato porque no lo soy, sino
circunstancialmente. Cortázar es esencialmente un escritor como lo
son Sábato o Borges, los tres de más prestigio literario en este
momento, aunque representen cosas bastante distintas. Para mí los
libros son simplemente un medio, ya que ni siquiera soy un
Investigador, soy nada más que un divulgador. Creo haber logrado y a
esto atribuyo el relativo éxito de mis libros, a hacerme entender.
Ahora lo que no sé, es si la gente me entiende por cómo digo lo que
digo o porque ya están dadas las condiciones históricas para que nos
entendamos. De todos modos he tratado de lograr el arte de decir
fáciles las cosas difíciles. Generalmente parece que los escritores
se esmeraran en decir difícil las cosas fáciles. Sobre todo ahora
que tenemos este aluvión de masters y tecnócratas con todo ese
vocabulario de corto, mediano y largo plazo, estructuras y
profundidades parámetros y ainda mais.
Dejamos que vaya fijando los límites en qua enmarcara sus preguntas.
Cada tanto sus manos realizan gastos cortos, mientras fuma con
rapidez.
—Conviene precisar algo: es tradicional en nuestro país el
enfrentamiento entre la llamada gente culta y las masas populares.
Tal vez eso sea, como yo creo, porque la inteligencia no sea
inteligencia sino "inteligentzia", con t y z. Es decir, con
frecuencia, extraña al país. Hasta tiene para usar términos de
masters, parámetros muy particulares. Un buen ejemplo de esto podría
ser la página en que Victoria Ocampo anuncia la desaparición de la
revista "Sur". En la cual hace una referencia al prestigio de Pelé,
increíble en una mujer de talento que sepa escribir como ella. ¡Qué
tiene que ver Pelé con Borges! Son cosas distintas, la gente que va
a ver cómo gambetea o patea Pelé también puede gustar de una milonga
de Borges. No se excluyen. Si una cosa es para cenáculos y otra para
multitudes, tal vez sea un poco culpa de algunos escritores, que
podrían con el arte de escribir hacer algo parecido a lo que Pelé
hace en la cancha, es decir algo accesible a todos. No bajando a!
nivel de los otros sino haciendo subir a los otros al nivel de las
letras, para lo cual lo primero que hay que hacer es comprender que
los otros no son despreciables... Este cargo no se le podría hacer a
Cortázar, que en la dicotomía "izquierda" o "derecha" se ha
colocado, teóricamente, a la izquierda. Es decir, debiera estar del
lado de la multitud que ovaciona a Pelé. Pero no escribe, no hace un
esfuerzo, sino todo lo contrario, para ser accesible, creando
literatura gustable por todos. O por lo menos gustable por esa
multitud que tiende a superarse. Y sobre todo para los argentinos.
Por ejemplo, en este momento en que revemos el juicio sobre los
acontecimientos relativamente recientes del país, que revelaron su
transformación social y política —el fenómeno peronista para ser más
concretos—, donde casi toda la gente joven ha revisado su posición,
no en la parcialidad política sino en el juicio general, en el
juicio histórico; Cortázar, que ha revisado todas sus posiciones,
que ha marcado bien sus disentimientos con los grupos gobernantes y
las estructuras que mantienen a ciertos países en situaciones de
inferioridad —el fenómeno imperialista—, muy rara vez se ha
concretado a las cosas de nuestro país. Y digo nuestro, el suyo y el
mío. O sea que está en retraso con la misma izquierda que quiere
representar. Y esto porque asume un esquema de izquierda y de
derecha que es falso en los países que no se han realizado con
plenitud soberana. El paso previo es el de la soberanía: primero hay
que ser nacional. Esto es lo que Cortázar parece no entender y es lo
que explica que esa contribución, que sarta el importe de su trabajo
periodístico, esté destinado a Cuba y no a su país. Por otra parte,
lo que está claro es su propósito de no escribir aquí, si no la
cifra revelaría su desconocimiento del país si cree que un órgano de
prensa, así sea el más poderoso de la Argentina, puede aguantar que
se le aplique un sinapismo de 10.000 dólares. Está confundiendo la
Argentina con Estados Unidos. Ni la Argentina es Estados Unidos, ni
la Argentina es Cuba. Es la Argentina.
Establecidos los supuestos sobre los que se iba a basar un posible
cuestionario, Jauretche concretó su primera pregunta:
—Si es y se siente un escritor argentino, ¿cómo puede vivir fuera de
la Argentina de manera permanente, descomunicado de su país, sin el
contacto tibio y vital de su pueblo y sin que, lógicamente, la vida
hecha en el extranjero no vaya a interferir sus sentimientos, sus
gustos, sus inclinaciones, para desvincularlo de los suyos? Ahora
bien, tal vez Cortázar contestará a eso fácilmente; tendría que
decir en ese caso que es argentino por accidente (Cortázar nació en
Bruselas en 1914 e inmediatamente vino al país), con lo cual diría
la verdad. De alguna manera es admitir su generosidad al regalarnos
un gran escritor que puede darnos prestigio internacional. Pero eso
no contribuye para nada a nuestra realidad. Nos inventa una imagen,
paro de imágenes estamos HARTOS los argentinos. Porque además puede
ocurrir que la imagen no coincida con el país.
Dentro de una charla en la que se mostró singularmente mesurado su
expresión de hartazgo parece sorprenderlo, se detiene, paladea el
café, mira con sus ojos agrisados y al fin continúa despaciosamente.
Es un viejo criollo más ladino que malevo tratando de impartir cauta
justicia.
—No hay que jugarse por imágenes. Quizás alguno prefiera para Egipto
la imagen de Faruk antes que la de Nasser. Y esto mismo ocurre en
economía. Aprendemos a comprar con el manual del comprador escrito
por el almacenero. Necesitamos argentinos que conozcan los dos lados
de nuestro mostrador para saber diferenciar entre nuestros intereses
y los intereses ajenos. La obra de los cultos parece ser
desvincularse del país, que está de este lado del mostrador, para
aceptar los intereses, que están del otro lado; a eso se lo sabe
llamar "cultura universal". No hay nada "universal" que no sea
producto de lo particular. He dicho muchas veces que no se debe
confundir con lo "universal" el poder de radiación que tienen
algunos centros. El último que ha dicho esto de manera muy
específica y concreta es Raúl Prebich, pero el resultado de esa
claridad es que al mismo Prebich le cerraron las tranqueras de la
información. A Cortázar, a pesar de presentarse como un hombre de
izquierda, no lo han radiado. ES QUE A LOS GRANDES INTERESES NO LES
MOLESTAN LOS IZQUIERDISTAS QUE ESTAN EN LA ESTRATOSFERA Y NO SE
METEN EN LOS PROBLEMAS CONCRETOS Y LAS SOLUCIONES CONCRETAS DE LA
ARGENTINA. TAMBIEN HAY IZQUIERDISTAS PARA MARQUESAS. Sé de un amigo
que en una reunión en Italia, donde las posiciones de la izquierda
eran defendidas por nobles de primer agua o cuando menos por eso que
los italianos llaman "los aristócratas negros", dijo con modestia:
"Yo soy muy pobre, no puedo darme el lujo de ser comunista".
Vuelve a callarse y fumar. Al instante recuerda a Ramón Doll, un
ideólogo del nacionalismo, cuya prosa incisiva Jauretche estima
mucho. Y continúa:
—Lo curioso es que algunos intelectuales se empeñen en estar siempre
enfrentados a las masas populares. Esto puede ocurrir porque las
masas populares son nacionales y esos intelectuales no lo son. Para
ellos cualquier esquema es válido si viene de afuera, porque no han
intentado formar una inteligencia sobre el conocimiento y el
contacto con el país. Parecería que eso de "alpargatas sí, libros
no" y lo de "aluvión zoológico" ha dejado de sonar. Pero van a
volver a oírse cosas similares cuando otra vez el país se ponga en
movimiento con el pueblo de un lado. POROUE EL PROBLEMA ES QUE
IZQUIERDAS O DERECHAS SON EXTRAÑAS AL PAIS REAL. En realidad esto
aclara algo: las preguntas que yo podría hacerle a Cortázar no son
solamente para él sino para una actitud de la "inteligentzia" a la
que Cortázar responde. Por otra parte me gustaría saber por qué
Cortázar es tan minucioso para elegir la gente junto a la cual va a
aparecer en Argentina y las situaciones en las que se puede
comprometer. Si en París fue menos quisquilloso para exhibirse en lo
que los franceses llaman "les jours de mai" y juzgó muy sueltamente
y con espíritu muy galo tanto a Charles de Gaulle, cuanto a Cohn
Bendit. Está bien claro que De Gaulle exhibe determinados defectos y
virtudes para un francés y otros para un argentino. Lo mismo que ese
mozo Cohn Bendit, cuya actitud era bastante menos ponderable vista
desde el Río de la Plata. Nosotros no teníamos parentesco con De
Gaulle, pero los franceses piensan en franceses, no en "hombres
internacionales", entonces ellos la medida de De Gaulle y Cohn
Bendit la toman con el metro francés, pero algunos de los nuestros
la medida de los hombres y los intereses argentinos la toman con
metro prestado. Prestado en Washington, en Moscú, en Pekín o en
París, pero el único metro que no toman es el que sirve de Barracas
al sur, la cuarta, el brazo, que al fin y cabo también son maneras
de medir.
Está tratando de volver al posible interrogatorio, no puede dejar
contorno sin precisar ni formular una frase sin énfasis.
—Si seguimos pensando en Cortázar no como escritor sino, como el
mismo parece proponerse, un hombre que hace política respaldado por
su prestigio de escritor, le preguntaría por qué después de haber
retractado toda posición revolucionaria que no fuera la del Che o
que no fuera directamente insurreccional, vino a adherirse a una
posición revolucionaria que ha triunfando por el camino del comido.
Y por qué guarda silencio sobre los procesos de transformación que
están ocurriendo en Bolivia o especialmente en Perú. Estas son
tentativas de emancipación, de liberación, con vistas al pueblo, con
las que se puede disentir, pero a las que no se puede ignorar cuando
uno asume su condición de hombre inquieto por el porvenir de las
masas populares. Me gustaría conocer un juicio de Cortázar sobre
Bolivia o Perú. Bolivia o Perú, que no tienen todavía patente
intelectual internacional. Chile con Allende, ¿en qué se parece a
Cuba en la toma de poder? Y después Velazco Alvarado o Torres. . .
Se trata de distintas medidas, distintas circunstancias y hasta
pueden parecerse más a De Gaulle que a Cohn Bendit. Pero la cuestión
no es buscar comparaciones de afuera sino de dejar de buscar. De
buscarlas salió aquella ensalada rusa:
nipo-nazi-fascio-falanjo-peronista, para explicar un hecho que se
explica solo y que las generaciones posteriores —hasta los
intelectuales— han comprendido hoy con la misma naturalidad que un
cabecita negra. Simplemente han dejado de mirar con los anteojos
prestados por otras culturas.
Para terminar déjeme que precise otra inquietud. No entiendo por qué
tanto interés de dejar fijado un "testamento político". Esto sólo
tiene validez cuando el cadáver está a la vista. Ya se sabe que las
situaciones se modifican más rápidamente que las palabras. ¿Por qué
entonces Cortázar tiene tanto empeño en cristalizar un pensamiento
si va a tener que seguir pensando sobre lo mismo, aclarando,
especificando los contornos de su posición? Yo lo atribuyo a la
frecuente extranjería de nuestro pensamiento o de alguno de nuestros
pensadores. Siempre inquietos por encajar en una teoría, en hacerse
avalar por una ideología, aun prescindiendo de la realidad, que
generalmente modifica las situaciones o trae las soluciones de
manera empírica. Es extraño cómo Cortázar, sin demasiada modestia
—porque no creo que pueda tener ninguna influencia en la política
nacional o mundial—, nos quiera dejar un testamento que cuando sea
leído no resultará un testamento político si no literario y en cuyo
caso nadie lo podría escribir mejor que él mismo. También está
equivocado en cuanto a su dimensión.
He leído a Cortázar y si no le gusta siempre cuando le gusta, parece
gustarle mucho. Por eso insiste en ubicar situaciones. Mientras
tanto busca algún cigarrillo que el médico le ha prohibido, pide
otro café, y continúa con sus gestos mesurados. Ajusta la cinta de
su corbata o mueve un papel del escritorio. Parece querer concluir,
busca una frase adecuada.
—Tal vez sería interesante averiguar por qué siendo un gran literato
insiste en mostrar su cara política, que no está a la misma altura.
O quizás ése sea su "violín de Ingres". Alguno podría decir que ésta
es un modo de promoverse; bueno, casi habría que admirarlo porqué él
ha buscado la promoción por huellas no trilladas, poniéndose
aparentemente en contra de todo "el aparato de la publicidad". Pero
ese aparato sabe lo que hace y no le ha negado la promoción. Porque
sabe que todo aquel que piense al margen de la experiencia nacional
es útil a nuestra división y a nuestra incomprensión de la propia
realidad. El debiera saber que también lo usan de la derecha.
Tal es el caso del feroz Martínez Estrada, que se tenía miedo de tan
izquierdista que era.
Han quedado planteadas cuatro preguntas y toda una pasión: la de
Jauretche. Nos hace falta ahora buscar las respuestas. Cuando el
"porteño de vuelta" se ponga a tiro tendremos, con todo el respeto
debido, algunas cosas que averiguar.
JULIA CONSTENLA
GUILLERMO ZORRAQUiN (h.)
Fotos: RICARDO ALFIERI
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