LA CIUDAD
Crimen en San Telmo

Un domingo llegó Antonio Berni, trepó hasta el segundo piso de la casa, atravesó un larguísimo pasillo, se confundió con tantos cuartos y escaleritas y, finalmente, aterrizó en el lugar preciso: una pieza de dos por dos. Allí pasó toda la tarde, decorándola con puntillas y pintando las paredes de color malva, hasta que la casita respiró la melancolía necesaria para recibir a su moradora: Ramona Montiel. Cuando se marchó, Raúl Soldi, empinado sobre un tablón se aplicaba en componer un remedo de la cúpula que había terminado unos meses atrás en el teatro Colón. Después fue Josefina Robirosa, que en veinte días se apoderó de la escalera y la convirtió en un torbellino de colores.
El propietario de la casa (en Lima al 600) no sospechaba tantos esplendores cuando se la alquiló a Eduardo Gordo Bergara Leumann (36, soltero) por 100 mil pesos. Es que la arquitectura decididamente arbitraria de la construcción (5 metros de ancho y 28 de largo) y su aspecto de conventillo en decadencia no parecía el mejor pasaporte para la fama. Sin embargo, Bergara se apasionó por el reducto, abandonó la idea de convertirlo en una sastrería teatral y la Botica del Ángel se convirtió en el café-theatre más sofisticado de Buenos Aires. Ahora, el derroche de esculturas barrocas, las volutas doradas que bordan las puertas, están a punto de desaparecer: el 15 de julio los locatarios comerciales de las cuatro manzanas comprendidas entre Belgrano, Lima, Independencia y Bernardo de Irigoyen serán desalojados por la Municipalidad. La demolición comenzará el 1º de
agosto, como prólogo a la conversada continuación de la avenida 9 de julio.
La Botica celebra sus últimos días dejándose invadir por los visitantes. En los entreactos de 'Juicio a la gente joven que protesta', un homenaje a las nuevas formas de la canción, el público puede pasearse por la Casa de los Pájaros del Ángel que pintó Vicente Forte, rodearse de la magia de Cuartito azul, de Darío Luis Grandi, regocijarse con las invenciones cinéticas de Julio Le Parc y Néstor García Rossi. No saben que Bergara planea nuevas fiestas para el futuro: el año próximo, el edificio de una iglesia metodista (en Luis Sáenz Peña 341) albergará los ingenios del showman, que, mientras tanto, prefiere eludir el asunto: "Ya veremos", se impacienta, cuando le hacen preguntas fastidiosas.
Para que la despedida sea menos dolorosa, el Gordo transitará una gira por provincias —no bien ocurra el desalojo—, que se extenderá meses.
La impiadosa decisión comunal caerá también sobre otras reliquias; el bar La Parra, por ejemplo (Lima y Venezuela), al cual dudosas versiones asignan un ancestro histórico: la jabonería de Vieytes. Con parentesco prócer o no, el lugar acumula años suficientes como para contarlo entre las curiosidades arquitectónicas que San Telmo regala a quienes saben admirar el barrio.
La misma ingratitud del progreso se ensañará con la hermosa fachada 1870 (México al 1000), de confuso estilo peninsular, con arcos y columnas alternados. También con la casa de muy puro estilo art nouveau (Chile al 1000) construida a principios de siglo por el arquitecto Alfredo Massüe. Sus méritos de construcción le valieron, incluso, ser fotografiada para el libro Art nouveau en Buenos Aires, publicado por la Academia de Bellas Artes. La fachada contiene los detalles de mejor realización: una magnífica sinfonía de arcos y columnas, graciosamente anudados.
Los destrozos no serán tan lamentables, según la discutible opinión del arquitecto José María Peña (37 años, soltero), asesor de la Municipalidad y especialista en edificación antigua de Buenos Aires. "Algunas de estas casas tienen ciertos detalles interesantes, pero no se justifica salvarlas —sentencia—, salvo en caso de una completa restauración. Están muy deformadas por arreglos sucesivos y en veinte años más se desmoronarán solas. No merecen preferencia sobre otros proyectos más urgentes."
Apegados a sus añejos domicilios, los vecinos exhiben su indignación en cartelones que embaderan el barrio. Una protesta más ruidosa que la de Borges, quien lamenta en silencio la condena de ese Buenos Aires "que empieza del otro lado de Rivadavia y configura un mundo más antiguo y más firme". Adonde lo llevaba, justamente, la ahora azorada calle Lima "como un largo zaguán".
PRIMERA PLANA
2 de julio de 1968

Ir Arriba

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Búsqueda personalizada