El vigilante señala hacia atrás con el pulgar de la mano izquierda;
la derecha se le pierde bajo una inmensa pistola. A sus espaldas se
alzan dos travesaños coronados por un letrero que dice: San Juan
Bautista.
—¡Y vayan desalojando nomá, chamigo, porque si no hacemos funcionar
el articulo "45" del "derecho canónico" ...! —exclama el vigilante.
Chaque, dibujante de El Litoral de Corrientes, comentaba así la
semana pasada el arduo proceso eclesiástico-judicial que desde fines
de marzo sacude la ciudad, la divorcia en dos bandos antagónicos que
—como siempre— coinciden con el estrato social de sus miembros: de
un lado, la santurrona burguesía, adherida al Arzobispo Francisco
Vicentín, 75; de otro, las clases desheredadas que prestan apoyo al
sacerdote Raúl Oscar Marturet, 45, y los cinco curas sancionados por
solidarizarse con él (ver Nº 28).
Como es notorio, Marturet, párroco de San Juan Bautista, afiliado al
Movimiento del Tercer Mundo, fue excomulgado el 24 de marzo; según
Vicentín, lo alcanzaba el Canon 2341 del Código de Derecho Canónico:
"Si alguien, contra lo que establece el Canon 120, se atreviere a
llevar ante un juez laical [...] a su Ordinario propio, cae ipso
facto en excomunión". Pero el anciano Arzobispo exageraba, sin duda,
porque Marturet no lo llevó ante Juez alguno.
La historia es más sencilla. El cura pide amparo a la Justicia,
debido a la vigilancia policial que lo circundaba, y de la cual
tenía noticias a través de monseñor, cuyo testimonio ofrece.
El Juez de Paz Nº 3, Raúl Ramón Otero, solicita ese testimonio; el
Arzobispo se niega a rendirlo; considerándolo incurso en delito de
desobediencia, el magistrado lo manda prender. El Ministro de
Gobierno, Jorge Isaac García, instruye al Jefe de Policía para que
no practique la detención.
Después de estas actuaciones es cuando Vicentín, quizá cegado por la
ira —debe de ser ésta la primera vez en la historia argentina
contemporánea que se dicta el arresto de un Obispo—, castiga a
Marturet y suspende, luego, a Belisario 'Pucho' Tiscornia, párroco
de Virgen Reina; Luis María Babín (Virgen de Itatí), José Luis
Niella (San Cosme), Gabino Casco y Rubén Dri, también del Tercer
Mundo.
La Semana Santa fue tensa en Corrientes; obreros, estudiantes, amas
de casa, ocuparon las iglesias a cargo de Marturet, Tiscornia, Babín
y Niella. El Domingo de Pascua, en terreno neutral, conferenciaban
el Arzobispo y Marturet: no hubo avenimiento. Vicentín sostuvo que
los sacerdotes del Tercer Mundo parcializan la aplicación de la
doctrina católica, al dedicarse exclusivamente a la cuestión social.
Marturet rebatió ese enfoque y se explayó más tarde sobre el
intríngulis judicial. "Los hechos ya están consumados y yo no puedo
volverme atrás", suspiró Vicentín. Indicó a Marturet que recurriese
a Roma y prometió no usar la fuerza pública para desalojar los
templos tomados. La promesa, sin embargo, no fue mantenida.
El miércoles 1º, hacia las tres de la tarde, agentes provinciales y
de Coordinación Federal vaciaron las parroquias de San Juan
Bautista, Virgen Reina y Virgen de Itatí; no hubo desmanes, pero los
fieles permanecieron en las cercanías, agitando carteles como éste:
Queremos una patria justa, libre y popular. Esa mañana, el Arzobispo
requirió a la Gobernación, tras informarle que disponía la clausura
de las iglesias, el auxilio de la fuerza pública, para desocuparlas.
¿Motivos? Esa noche, a las 20, sacerdotes del Tercer Mundo iban a
concelebrar una Misa en San Juan Bautista; Vicentín entendió que tal
ceremonia entrañaba "un escándalo para los fieles cristianos" y "una
afrenta a la autoridad eclesiástica". En verdad, unos 20 curas del
Movimiento convergieron en Corrientes desde Goya, Mercedes, Curuzú
Cuatiá, Santa Lucía, Buenos Aires, Reconquista, Santa Fe.
Sorprendidos por la fulminante resolución de Vicentín, se
trasladaron en lanchas, bajo la lluvia, a Resistencia; allí, en el
Colegio Mayor Universitario, ante una grey numerosa, dijeron la
Misa. Tiscornia quedó en Corrientes; Marturet, Babín, Casco y Niella
sólo presenciaron el oficio, al que no se opuso el Obispo de
Resistencia.
El pleito, como se ve, sigue sin solución. En el caso de Marturet,
toca decidir a la Santa Sede; en cuanto a Otero, ha reclamado por
tercera vez al Superior Tribunal que se le forme juicio político,
para deslindar su responsabilidad. En todo caso, el silencio de
Obispos y teólogos, en este conflicto, parece indicar que los
argumentos aducidos por Vicentín para excomulgar a Marturet son, al
menos, dudosos. El comentario oficial del Canon aplicado señala:
"Para que el Obispo goce del privilegio [de no ser llevado ante Juez
laical] no basta que sea llamado a juicio como simple testigo".
Marturet, Tiscornia y Babín concluyen en que las sanciones expedidas
por Vicentín "tienen que ver con nuestra militancia en el Tercer
Mundo". El albañil Tiscornia, 39, explica: "El desenlace no obedece
a una cuestión meramente legal; esa cuestión sirvió de pretexto para
eliminarnos por diferencias ideológicas y sociopolíticas
evidenciadas en nuestra prédica".
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El templo Virgen Reina retomado por la policía
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Marturet
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