Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


DEPORTES EN EL CINE
LUCES Y CAMARAS PARA LA ACCION
Revista Periscopio
17.03.1970

La banda, integrada por delincuentes super-pop, entra en el Banco de Londres. Todo está previsto para desvalijarlo. Afuera, el campana sabe que su esquemática tarea consiste en esperar a los compinches, poner en marcha el auto y escapar. Para distraerse, enciende la radio.
Cuando, los bandidos liquidaron su trabajo, salen a la calle y se dan de narices con el espectáculo: una aglomeración de gente rodea el auto. Se escucha la voz de un locutor que relata un partido de fútbol. Allí cerca, haciéndose el distraído, también se ve a un policía; Boca Juniors está jugando. El golpe fracasa, pero resta una instancia más dura: enfrentar a la bella, decisiva jefa del grupo. Cuando se informa de los motivos que anularon la tentativa, estalla su ira.
La película se llamará 'Paula contra la mitad más uno'. Néstor Paternostro —32, casado, tres hijos— la define: "Es un disparate a todo nivel. Por ejemplo, Federico Luppi y Juan Carlos Gené son dos mafiosos que aparecen esporádicamente y no hablan una sola palabra". El film, en color, mostrará espectáculos audiovisuales y constituye la última incursión del deporte en la cinematografía argentina.
Ya había intuido el filón Armando Bó, quien utilizó melodramas compuestos por Ricardo Lorenzo, Borocotó, para escalar la sensiblería con cintas como Pelota de Cuero, en donde un canillita, que se esfuerza por mantener a su madre, tiene dificultades para cristalizar su idilio ("Papá no quiere saber nada con el fútbol", lamenta la novia); el muchacho concreta sus aspiraciones futbolísticas pero, el día de su consagración, queda huérfano: un síncope inoportuno elimina a su sufrida madre. Ya famoso, tutela a un chiquillo desprotegido, quien lo admira; declinante, envejecido, se suicida en el medio de la cancha de Boca, al enterarse de que han resuelto transferirlo de club.
También Bó fue a atrapar los fervores populares cuando completó ese emplasto de celuloide llamado 'Fangio, el demonio de las pistas'. No fueron mayores las pretensiones Rodolfo Kuhn —35, divorciado de Elsa Daniel, una hija de cuatro años y medio—, al terminar el rodaje de 'Turismo de Carretera': su cuarto largo metraje, veinticinco mil metros de película.
"La idea fue mostrar lo que era el TC hasta ese momento [se filmó a comienzos de 1968]. Era, un poco, la historia del chico de pueblo que quiere correr." Luego de finalizar su obra —en la que actúan Juan Manuel Bordeu, Carlos Pairetti, Oscar Gálvez, Juan Manuel Fangio, Carlos Menditeguy—, Kuhn imagina motivaciones para la atracción que provoca el automovilismo: "Pienso que las carreras de autos son una cosa terriblemente ligada a la muerte, a la velocidad; inclusive al sexo". Y, luego, da su veredicto: "Lo único que, en realidad, me gustó de mi película fueron diez minutos: un acto de reportaje donde encontré a un tipo que me pareció una personalidad increíble, Oscar Gálvez".
Turismo de Carretera dio ganancias. Kuhn espera que siga dándolas (tiene un porcentaje en los dividendos que produzca): "Creo que puede seguir explotándose en el interior". A Paternostro, ese problema lo tiene sin cuidado, por ahora. Paula..., cuya parte argumental se rodará a partir del próximo lunes 23, ya consiguió un contrato para su distribución en la Argentina. El productor, Natalio Salvatori, un hombre relacionado con el fútbol —como presidente del Club Atlético Acassuso— y con las fortunas —la suya es considerable—, tomó una póliza de seguro: actuarán los jugadores del primer equipo de Boca Juniors. "Pero exigió que la película sea digna, y ése es mi compromiso, mi responsabilidad", informa Paternostro, un hombre que vio evaporarse 25 millones de pesos con su largo metraje Mosaico, y que ya filmó 810 películas de publicidad: una manera de compensar tanta pérdida.
En una antigua película sobre béisbol, Billy Bevan, quien hace el papel de un famoso pitcher, es descubierto por un irascible esposo, cuando pretende esconderse en la bañera de su casa. Bevan es inocente; para evitar la convicción de un equívoco adulterio, se sumerge y respira mediante un tubo de ducha. El marido engañado es el pitcher del equipo rival; además, mantiene relaciones con apostadores del hampa. Entonces, empuja la cabeza de Bevan, y le impide respirar hasta que éste le promete que, en el próximo match, no jugará de pitcher, sino de outfielder: algo así como vender a su team. A través de una serie de excentricidades, el team de Bevan gana el encuentro. El villano es burlado: final feliz. Así solía ser el deporte en el cine norteamericano; después fue empeorando. Pero no por falta de intentos: hubo setenta y seis años de ellos.
La primera película deportiva que se haya filmado se dio al público en Nueva York, en agosto de 1894, cuatro meses después de inaugurarse la primera sala cinematográfica. Jack Cushing y Michael Leonard, dos boxeadores de peso liviano, se habían enfrentado en un combate concertado a diez vueltas. Era una pelea de verdad —esto es: sin guión—, pero el ring sólo tenía tres metros cuadrados. Rápidamente, Leonard alcanzó a Cushing con una derecha y éste cayó. La vista debió finalizar allí.
En 1895 se realizó un documental sobre el 116° Derby de Epsom, que ganó Sir Visto. Hacia 1904, había en circulación un centenar de películas deportivas, o algo así. Los espectadores podían ver una riña de gallos, una carrera de trote, un partido de jai alai, una regata, una práctica del invicto equipo de fútbol de Yale, o una serie de curiosidades titulada "Una carrera singular entre un elefante, una bicicleta, un camello, un caballo y un automóvil."
Cuando apareció en Hollywood, Charlie Chaplin no se perdía una sola pelea, los martes por la noche, en el viejo estadio Vernon. Una de sus primeras y más celebradas interpretaciones cinematográficas fue Carlitos boxeador (1915),
en donde representaba a un asustadizo, perseguido por un gigantón con cara de piedra y sin sentido del humor.
Buster Keaton jugaba al béisbol, en una escena de College, y remataba el film con un salto de garrocha hasta la ventana del segundo piso: salvaba así a la muchacha, encerrada por el villano. Los hermanos Marx ganaban un clásico en 'Un día en las carreras', e improvisaban una cuadriga, con un tacho de basura, en Horse Feathers.
Muchas películas deportivas fueron producidas con el correr de los años. Llegaron a constituir una categoría especial; no tan estereotipada como los westerns, o las series, pero casi a esa altura. También llegaron a crear un antecedente propio: el de catástrofes económicas. Se hicieron tantas malas películas sobre el deporte, que casi terminaron con el menor asomo de reincidencia. La culminación fue, probablemente, The Babe Ruth Story; era tan insoportable, un fracaso tal de taquilla, algo así como la peor actuación de Gary Cooper, que, en adelante, las grandes productoras temblaron al ver un bate y una pelota de béisbol, el deporte más popular en los Estados Unidos.
En 1894, la popularidad del boxeo llevó a John Sullivan, James Jimmy Corbett y Steve Brodie, tres púgiles, a incursionar en el teatro como cabezas de compañía. Las tres obras se estrenaron, en Nueva York, la noche del 3 de setiembre. "Sullivan aparece viril —consentía un crítico de la época— y dice su texto con claridad." No era demasiado exigente el hombre.
A fin del año, Corbett dejó la escena. Decidió hacer una película propia en el nuevo estudio de Thomas Edison —en Nueva Jersey; había costado 637 dólares construirlo—, y no quiso correr riesgos: contrató a un desconocido peso pesado local, Pete Courtney, para ser su partenaire. El guión preveía que Courtney quedara knock out en el sexto round: lo ideó, prudencialmente, el mismo Corbett. Tuvo enormes beneficios, a partir de una ínfima inversión.
Ronald Reagan —actual Gobernador de California—, Ramón Novarro y James Stewart también participaron de engendros que, casi inevitablemente, mezclaron al deporte con el amor, la intriga, los bajos fondos y las actitudes espléndidas. En 1936, cuando se creía que ya estaban totalmente pasadas de moda, David Butler acometió con Pigskin Parade, un musical sobre una pequeña universidad tejana que recibió, por error, una invitación para jugar en Yale y, de la noche a la mañana, armó un equipo de fútbol. Se filmó con rapidez y a bajo costo; Stuart Erwin y Betty Grable desarrollaban los papeles principales. Fue un éxito, en parte por la presencia de una jovencita de catorce años, quien cantaba de maravilla: Judy Garland, la estrepitosa.
Jack Dempsey actuó como jugador de fútbol,, rodeado por el team de la Universidad de California del Sur. Sobrevivió a ese espantoso remedo artístico realizando, más tarde, una serie adecuada, El temerario Jack.
Quizá Néstor Paternostro no conozca tantos detalles sobre las películas que antecedieron a la suya; lo cierto es que pugna por documentarse verazmente, para que 'Paula...' no sea uno de los acostumbrados bodrios. Si las intenciones que él pinta maduran, es probable que no se repitan utópicos casos, como el de Norberto Tucho Méndez componiendo el papel de un remolón estudiante universitario, en 'Con los mismos colores', o el de Alfredo Di Stéfano distribuyendo generosidades en Saeta Rubia.


 

Ir Arriba

 

el deporte en el cine
el deporte en el cine

 

 

 
 

 

 

 

 

 

Búsqueda personalizada