Revista Confirmado
07-05-1965 |
Los tres secretarios militares, los tres comandantes en jefe de las
Fuerzas Armadas, y algunos ministros, recibieron esta semana una
hoja escrita a máquina, a dos espacios, de la cual quedó nada más
que una copia. El texto era muy reducido: "La secretaría de
Informaciones de Estado tiene registrada la siguiente versión: el
presidente de la República pediría una licencia de tres a seis meses
por razones de salud. La enfermedad que padece el doctor Arturo
Illia, según el diagnóstico del médico presidencial, sería
arteriosclerosis progresiva".
Resultó imposible a los redactores de Confirmado obtener cualquier
aclaración a esta información. Nadie, en ningún nivel, quiso
comentarla. Nadie la creyó factible. Nadie
aceptó efectuar un análisis de la situación política que derivaría
de ese hecho.
De todos modos, y sin que influyera en forma alguna la posible
necesidad de una sucesión, ya desde hace más de cuatro semanas se
está librando una sorda batalla en el nivel de ministros, senadores
y gobernadores por lograr un cambio en la conducción del gobierno
argentino y, además, por determinar la orientación que ese cambio
tendría.
En la noche del 23 de abril último, el ministro de Defensa, reunido
en el ministerio de Economía, insistía ante algunos miembros del
equipo de Juan Carlos Pugliese en la necesidad de asentar sobre
bases más realistas que el programa radical el tratamiento de la
deteriorada situación económica. Pocos días después, el secretario
de Hacienda, García Tudero, en una reunión privada, y comentando la
ofensiva desatada por el ministro de Defensa, expresó: "Somos
prisioneros del programa".
Sin embargo, no creen en esa atadura algunos grupos del radicalismo
del Pueblo. Junto con la ofensiva de los senadores radicales que han
interpelado a ministros del gobierno y ahora desean hacerlo con el
presidente de la República, en una explosiva aspiración de reordenar
la conducción del país, se ha formalizado un núcleo de gobernadores
y altos funcionarios que ha expuesto un plan mucho más meticuloso.
Los gobernadores que se han incorporado a esta ofensiva son los de
Santa Fe y Entre Ríos, principalmente, sobre la base de que son los
únicos jefes de gobiernos provinciales importantes que han triunfado
en las elecciones del 14 de marzo (las otras dos provincias
importantes, Córdoba y Buenos Aires, fueron perdidas por el
gobierno). Los altos funcionarios y dirigentes radicales están
representados por Leopoldo Suárez. La tesis elaborada y expuesta por
este núcleo, en diferentes reuniones, es la siguiente:
1) El país se está deslizando hacia una difícil situación económica.
Difícilmente haya capitales para inversiones importantes.
2) Las importaciones de petróleo pueden significar, en el corriente
año, una inversión de 150 millones de dólares, imposibles de obtener
en el Banco Central.
3) Si no se produce un cambio sustancial en las condiciones
económicas, será imposible mejorar en los resultados obtenidos en
las elecciones del 14 de marzo por el radicalismo del Pueblo. En
1967, es posible que el país deba absorber gobernadores peronistas
en Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, Es imposible predecir la
reacción de las Fuerzas Armadas a un resultado de esa naturaleza;
pero algunos la sospechan.
El plan que finalmente elaboró este grupo, es el siguiente: es
posible, cambiando inmediatamente el equipo económico actual —a
excepción del ministro Pugliese—, establecer un plan de expansión de
la economía argentina. La renegociación de la deuda externa, la
solución extrajudicial del pleito con las compañías petroleras, y el
acuerdo con el FMÍ, pueden producir la afluencia de inversiones y
capitales del exterior que el país necesita. Si este plan de
expansión económica se realiza, será posible en las elecciones de
gobernadores de 1967 lograr dos polarizaciones favorables al
gobierno: la de los antiperonistas y la de la clase media satisfecha
con la situación económica. Este hecho permitiría ganar las
provincias de Córdoba y Santa Fe. Seguramente se perderá en la
provincia de Buenos Aires, donde resultará muy difícil, bajo ninguna
circunstancia, ganarle al peronismo. Pero ese único problema con un
país en plena expansión y habiendo triunfado en las otras provincias
grandes, se podría resolver con la intervención de la provincia de
Buenos Aires antes de que se reúna el Congreso.
El conocimiento de este plan ha levantado una ola de debates en el
seno del gobierno y de la UCRP. Algunas reuniones importantes se
celebraron últimamente con la participación de Ricardo Balbín. Fue
quizá decisiva la efectuada en La Plata, a la cual asistieron
también el gobernador Marini, el vicepresidente Perette, el ministro
Leopoldo Suárez y el ministro Palmero. Aparentemente, el jefe de la
UCRP se opone a una desviación tan drástica del programa radical, si
bien estima que ha llegado el momento de introducir ciertos cambios.
Por ahora, no ha presentado un plan coherente.
Hasta el momento resulta imposible formular un pronóstico. Pero es
evidente que el presidente Illia se ha mostrado remiso a cualquier
variación en los esquemas y métodos ya establecidos, si bien ha
prometido una respuesta a algunos puntos del planteo de los
gobernadores para antes del 15 de mayo próximo. En fuentes
informadas se estima que el. presidente intentará conjugar cualquier
cambio, con el mantenimiento del programa radical.
Por ahora, ha comenzado solicitando a su gabinete que se reúna
semanalmente, sin su presencia, y trate de trabajar en forma
coherente y orgánica. Se supone que más adelante intentará ampliar
sus equipos de asesores, desprendiéndose de la burocracia que ahora
tiene en la Presidencia de la Nación. Estos asesores le permitirán
analizar las presentaciones que le hagan sus ministros y, a su vez,
tomar sus propias iniciativas.
* * *
La situación interna del radicalismo del Pueblo sigue siendo, al
menos en la superficie, monolítica, sin fisuras importantes, ya que
no puede otorgársele importancia al núcleo de Intransigencia
Nacional que criticó la conducción oficial y la jefatura de Balbín.
A pesar del deterioro que determina la acción de gobierno, Balbín
aún mantiene —por supuesto, nada más que en la superficie— la
apariencia de un partido disciplinado para la UCRP.
Pero esto no impide que trasciendan las rencillas domésticas,
evidentemente graciosas. Arturo Illia hace ya largas semanas que no
conversa, no recibe y no saluda a su secretario privado, Juan Carlos
Calderón. Por su parte, otro de los asesores presidenciales, Eugenio
Conde, ha roto relaciones con dos altos funcionarios de la
Presidencia: Luis Caeiro y Ricardo Illia, quienes a su vez no tienen
muy buenas relaciones entre sí. El secretario de Comunicaciones,
Antonio Pagés Larraya, lucha incansablemente para desprenderse de
Nélida Baigorria, zarina de la radio y televisión oficiales, de René
Bernard, que controla el Consejo Nacional de Radio y Televisión
(CONART), y de Javier López Zavaleta, presidente de Teléfonos del
Estado. Hace ya tiempo que el ministro de Trabajo, Fernando Solá. no
encuentra sosiego con su subsecretario, Germán López, y son
legendarias las batallas de Antulio Pozzio, secretario de Energía y
Combustibles, con Facundo Suárez, presidente de YPF, y Esteban
Pérez, administrador de Gas del Estado.
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