Con el ex ministro del Interior, Angel
Borlenghi, aparece de frente el ex diputado José Emilio Visca, jefe
de una Comisión Bicameral constituida para investigar los casos de
torturas a presos políticos y que, por propia iniciativa o por orden
superior, convirtió en el instrumento más poderoso que conoce
nuestro país para el avasallamiento del periodismo libre en la
Argentina
Pie de foto: "este es el dictador derrocado. Hace menos de un mes, cuando organizó el vasto simulacro de su retiro del poder, decía desde los balcones de la Casa de Gobierno: "Y cuando caiga uno de los nuestros, caerán cinco de los de ellos... Ellos saben que cuando nosotros nos decidimos a luchar, luchamos hasta el final. Que cada uno de ustedes recuerde que ahora la palabra es la lucha, y la lucha se la vamos a hacer en todas partes".
Perón encabezando una caravana de
motonetas, con la compañía del señor Renzi y graciosas chicas de la
UES
pie de foto:luego del fallecimiento de su esposa, doña María Eva
Duarte, el presidente de la Nación halló consuelo y alegría en la
sana y estimulante compañía de la juventud estudiantil. No rehuía
ninguna oportunidad de fotografiarse con las jóvenes de la UES, que
fueron dueñas virtuales de la residencia presidencial de Olivos
|
De la tercera posición al
estado sindicalista
Todas las energías del régimen de Perón se orientaron hacia su
perpetuación
LAS etapas cubiertas por el peronismo en su galopante marcha para la
apropiación dictatorial del Estado y consecuente conquista del país
fueron posibles exclusivamente por el previo cumplimiento de un plan orgánico
de saqueo y soborno de las conciencias, que se comenzó a ejecutar tan
pronto como Perón dejó de ser figura de segundo orden dentro del
equipo dirigente del gobierno revolucionario surgido el 4 de junio de
1943, acerca del cual la gente tiene una idea aproximada pero
incompleta.
Así, pues, conocer algo de cómo se desarrollaron las etapas
principales del programa de captación demagógica o intimidatoria
ayudará seguramente a fortalecer la voluntad de impedir la repetición
de los trágicos errores políticos que condujeron a la larga noche de
la que acabamos de salir, y hasta es posible que sirva para que aquellos
que olvidaron o ignoraron el fresco aroma de libertad que antes
respiraban los argentinos midan mejor la extensión, la profundidad y la
significación del daño ocasionado a la estructura espiritual y
material de la Nación.
LA OBRA DE LA PROPAGANDA
Tal como se encaramó en el poder, el peronismo logró sus fines por la
ejecución de la más vasta campaña de propaganda jamás emprendida en
el hemisferio austral, comparable solamente a los cercanos precedentes
de Alemania e Italia, de los que se nutrieron los realizadores
argentinos.
La campaña de captación del peronismo, por otra parte, fundaba su
fuerza de convicción tanto en el dinamismo de su aparente dialéctica
cuanto en la supresión o neutralización de todo aquello que no se
hallase a su servicio. Es decir, la propaganda comenzó con inmenso
despliegue y derroche de medios de penetración organizados desde el
poder y luego desarrolló una impresionante labor de aniquilamiento o
apropiación de cuanto fuese útil a sus fines: diarios y revistas,
agencias noticiosas, periódicos de todas clases y carteles murales,
circulares y avisos, radio y televisión, teatro y cine, conferencia y
libros; penetró en las escuelas, en los colegios y en las
universidades, en las fábricas y en sindicatos y dondequiera que se
advirtiese algún potencial electoral de cierta significación.
La propaganda peronista, como la de ciertos productos comerciales,
terminó por adueñarse de los lugares estratégicos de la ciudad para
colocar allí sus "Perón cumple" y llegó a reproducir por
millones los afiches con la figura del jefe, con espacios en blanco
destinados a ser llenados para cada ocasión que se presentase: una
fiesta deportiva o una fecha partidaria, una elección o la visita de un
dignatario extranjero...
Claro está que todo esto requería enormes recursos.
¿De dónde salían los fondos para el fantástico despliegue de
propaganda?...
La respuesta se tendrá dirigiendo un rápido vistazo a los hechos
siguientes a 1943, cuando la guerra y el ímpetu de ideologías
exacerbadas acababan de completar la descomposición del régimen
conservador encabezado por el presidente Castillo, sucesor de Ortiz, que
había sido fruto de lo que aún se llama el "fraude patriótico",
o sea la adulteración de la voluntad popular en nombre de supuestos
altos intereses nacionales.
En el caso de Castillo, cuyo auténtico patriotismo nadie puso nunca en
duda, la desvergüenza con que acababa de consagrarse el nombre del
gobernador de la provincia de Buenos Aires y la forma en que iba a ser
impuesta la candidatura presidencial de sucesión asociadas a lo que se
llamó "el escándalo de El Palomar" (una venta de tierras al
Estado con profusa distribución de coimas), actuaron a modo de
acelerantes de la descomposición.
Vistas a la distancia, las componendas del régimen depuesto en 1943
parecen torpes maniobras de escolares comparadas con lo que vendría
después, mas, como quiera que sea, dieron pie al establecimiento de un
estado de excepción.
EN MARCHA HACIA LA DICTADURA
Así como cuando estalló la Revolución Francesa, en 1789, nadie
imaginaba que se iba a la República —dice Bainville en su sabroso
"Los dictadores", que hace 20 años tradujo al español
Vicente Sánchez-Ocaña—, así tampoco —señalamos nosotros— nadie
imaginó que la revolución del 4 de junio de 1943 allanaría el camino
hacia la dictadura. Muy por el contrario, en la proclama de los jefes
revolucionarios, los militares que hicieron la revolución se comprometían,
bajo palabra de honor, "a trabajar honradamente e incansablemente
en defensa del honor, del bienestar, de la libertad, de los derechos y
de los intereses de los argentinos".
La revolución del 43 desterró rápidamente y sin contemplaciones a su
primer jefe, el general Rawson, y por imposición de la logia denominada
GOU —Grupo de Oficiales Unidos—, en el que predominaban los de
inspiración nacionalista, colocó en la presidencia provisional al
general Pedro P. Ramírez, que había sido ministro de Guerra de
Castillo, y en la vicepresidencia instaló al contraalmirante Sabá H.
Sueyro, que falleció un mes después, siendo designado en su reemplazo
el general Edelmiro J. Farrell, primer ministro de Guerra de la revolución.
MONTAJE DE LA MAQUINA DE PROPAGANDA
Designado en un comienzo para el aparentemente sin importancia cargo de
director del Departamento Nacional del Trabajo, Perón, con el grado de
coronel, consiguió antes de seis meses elevar a esa dependencia a la
categoría de Secretaría, equivalente a la de Ministerio, y desde allí
comenzó el montaje de la maquinaria de su propaganda que, según lo
decidió desde el primer momento, giraría alrededor de la política
social.
Debe señalarse que, independientemente de la oficina de prensa
presidencial, que poco después habría de transformarse en Subsecretaría
de Informaciones y posteriormente en la actual Secretaria de Prensa, Perón
llevó a su lado, con la jefatura de don Oscar Lomuto, a un grupo de
periodistas avezados en la información, que desarrollaron
inmediatamente una labor singularmente eficaz de difusión de todo
aquello que contribuyese a destacar su personalidad. Al mismo tiempo,
fundó su pródiga era de grandes palabras y demagógicas promesas. Data
de entonces la difusión indiscriminada de términos que no tardarían
en ser distintivos de todos los documentos oficiales: racionalización,
coordinación, planificación y otros cientos de parecida vibración
sonora. Y de las promesas:
"—Estamos preparándonos —decía en discurso oficial a fines de
1944— para entregar, antes de un año, cien mil casas a los
trabajadores".
"—La organización sindical —declaraba hacia la misma época a
un periodista extranjero— es el imperativo del momento... Pero ese
sindicalismo debe ser libre, porque la masa de trabajadores no aceptaría
otro procedimiento".
¿Hay que recordar si se entregaron las cien mil casas "antes de un
año" y cómo se cumplieron los planes de sindicalismo libre?
La posición de Perón al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión
le daba una independencia para el manejo de fondos que de ninguna manera
él hubiera alcanzado estando bajo la autoridad de otro ministro.
Así comenzó la lluvia de "noticias de Perón" en todos los
diarios, servicios noticiosos de radio y agencias periodísticas.
Pero, a pesar de todo, la figura de Perón no trascendía a la masa y el
coronel no quebraba la cortina de la indiferencia general ni conseguía
salir de su función de segundo orden en el núcleo dirigente del
gobierno revolucionario.
En lo internacional, seguía militando en el bando
"neutralista", que parecía decidido a dilatar todo lo posible
el cumplimiento liso y llano del compromiso interamericano de declarar
la guerra a Alemania y Japón.
Entonces ocurrió el "hecho providencial" que haría de Perón
un personaje de primer plano en el escenario político de la República.
"ESTO ES LO QUE LO NECESITABA: ¡UN TERREMOTO!"
La noche del 15 de enero de 1944, un terrible temblor de tierra sacudió
hasta sus mas profundos cimientos a la ciudad de San Juan, causando lo
que tal vez fué la mayor de las catástrofes ocurridas en el país.
En pocos segundos quedaba en ruinas la vieja capital del cura Oro y del
combativo Sarmiento:
Cinco mil o más muertos y otros tantos millares de heridos;
La evacuación en masa de la ciudad;
La economía provincial desquiciada;
La vida, la salud y los bienes de los sobrevivientes en peligro;
La ley marcial para impedir el saqueo...
Cuando en la mañana siguiente a la tragedia el país se informaba,
sobrecogido de dolor, del drama de San Juan, Perón reunía a su comando
de propaganda:
"—Esto es lo que yo necesitaba" —dijo al ordenar la
primera de sus grandes campañas de propaganda personal, enmascarada
bajo la forma de organización de auxilios a la población afectada por
el terremoto.
El país respondió ampliamente al llamamiento que se hizo a su
generosidad y en pocos días se reunieron más de 42 millones de pesos y
montañas de materiales destinados al socorro.
Y Perón pasó a ser la personificación de la ayuda, el hombre bueno
capacitado para atenuar las desdichas de los pobres sanjuaninos.
Desgraciadamente para los sanjuaninos, la ayuda tan generosa y tan
amplia del país llegó a la tierra devastada atenuada en sus efectos.
En poco tiempo más, la reconstrucción pasó a ser un tema más de la
propaganda y aun ahora, a más de once años del terremoto, hay cientos
de familias que en San Juan siguen viviendo en los barrios de emergencia
levantados como albergues provisionales y para pocos días.
Del uso que se hizo de los millones se supo en realidad muy poco, por
mala publicidad en la materia. Los núcleos opositores al peronismo
hicieron por un tiempo de "los millones de San Juan" un
estribillo de combate que tuvo, no obstante, vida bastante efímera.
Resumiendo, el terremoto pasó a ser un terrible recuerdo sólo para
quienes lo vivieron.
Incidentalmente, la catástrofe de la que se sirvió Perón para
exaltarse al primer plano de la notoriedad y que probó la eficacia de
su máquina de propaganda sirvió también para provocar otro hecho
providencial: su encuentro y contacto con María Eva Duarte, joven
figura del elenco radioteatral de Radio Belgrano.
La unión, como se sabe, fué legalizada bastante después de ocurridos
los sucesos del 17 de octubre de 1945 y muchos de los que fueron amigos
íntimos del matrimonio sostienen que ella fué el gran motor que animó
la ambición de Perón, sosteniéndolo en sus frecuentes momentos de
flaqueza y llevándolo a sus destinos posteriores.
Tal vez sólo ahora pueda escribirse la auténtica historia de unos
amores que, indudablemente, prolongarán extensamente su proyección
histórica, pero el testimonio de cómo fueron las primeras escaramuzas
del encuentro sentimental no hay ni qué pensar en publicarlo, sin
riesgo de provocar iracundas reacciones.
APODERAMIENTO DE LA SUBSECRETARÍA DE INFORMACIONES
No es secreto para nadie que las tendencias en pugna dentro del grupo
revolucionario de 1943 sostuvieron desde el primer día sordas luchas de
predominio.
La primera tendencia neutralista, que ya había provocado la prematura
caída de Rawson, sostuvo enérgicamente al presidente Ramírez hasta
que, en febrero de 1944, la presión creciente de los hechos exteriores
obligó a Ramírez a delegar el mando y, el 9 de marzo, a renunciar,
pasando el general Farrell a asumir el Poder Ejecutivo
En cuanto a Perón, que viraba rápidamente de su anterior
intransigencia por la neutralidad, alcanzó con fuerza meteórica el
Ministerio de Guerra y poco después —el 7 de julio— la
vicepresidencia de la Nación, todo ello con retención de la Secretaría
de Trabajo y Previsión.
La guerra a Alemania y al Japón fué finalmente declarada el 27 de
marzo de 1945, después de no pocos episodios penosos para el prestigio
argentino.
Definido como el "hombre fuerte" del gobierno, Perón se dedicó
por entero a la captación definitiva de la ya organizada Subsecretaría
de Informaciones. Episodios salientes de ese proceso fueron las
designaciones de hombres como Oscar Lomuto para el cargo de
subsecretario, la de Francisco J. Muñoz Azpiri en la dirección de
Propaganda del Estado y la de Roberto Pettinatto para la llamada
Propaganda Activa, que formaban algo así como las fuerzas de choque de
la propaganda del coronel.
Tal vez sea bueno recordar que Muñoz Azpiri era el libretista oficial
de Eva Duarte para el radioteatro que propalaba noche a noche por Radio
Belgrano. De Roberto Pettinatto puede anotarse que había interrumpido
una carrera administrativa dentro del escalafón de la Dirección de
Institutos Penales, al que regresó como director general después del
ascenso de Perón a la primera magistratura; de Oscar Lomuto no sería
exagerado afirmar que fué una de las primeras victimas de la
versatilidad afectiva de Perón, pues cayó de la Subsecretaría
envuelto por la sospecha de versiones que nunca se confirmaron, sin
volver desde entonces a la función pública.
Puesta ya al servicio incondicional de Perón tras la caída del coronel
Perlinger, que encabezaba en el gobierno la principal tendencia
antiperonista, la Subsecretaría de Informaciones no tardó en ser
definida como la ejecutora principal de los planes de Perón. Y comenzó
a crecer monstruosamente y a disponer de recursos que se Invertían sin
frenos de ninguna especie en la compra de espacio o el soborno de
diarios. Esta es la etapa de la instalación de las primeras
delegaciones de la Dirección de Propaganda en el interior, que se
sumaban a las delegaciones ya en funcionamiento de la Secretaría de
Trabajo y Previsión.
La instalación de las delegaciones de propaganda significaba trabajo
coordinado con los interventores del gobierno central y la subsiguiente
distribución de impresionantes cantidades de material: folletos,
libros, afiches, escarapelas, pañuelos con leyendas, mates con la
figura de Perón, viajes gratis de periodistas no convencidos, noticias,
dinero...
Producidos los acontecimientos de octubre de 1945, que obligaron a Perón
a abandonar sus funciones públicas y a solicitar su retiro militar, el
mecanismo de su propaganda pudo mantenerse intacto y, aunque hubo
algunos cambios menores, siguió invariablemente al servicio de Perón,
como quedó probado luego de 1946, al autorizar que continuase sin
nuevos cambios y continuas ampliaciones que identificaban a la
Subsecretaría como la dilecta de sus creaciones administrativas.
Fué precisamente en la Subsecretaría de Informaciones donde comenzó,
puede decirse, la carrera pública de doña María Eva Duarte, mucho
antes de legalizarse sus relaciones, que eran bien notorias, con el
futuro presidente de la Nación.
Para sintetizar este capítulo de la captación de la Subsecretaría de
Informaciones, es posible afirmar que la labor de Perón determinó que
el Estado financiase íntegramente la campaña previa a su designación
como candidato. Y es innecesario recordar todo lo que continuó haciendo
el mismo organismo después de su elección, hasta su derrocamiento hace
pocos días.
"NO QUIERO SER CANDIDATO"
Los ideólogos de la propaganda sostienen como axioma que, a fuerza de
repetirlas, las mentiras pasan a ser verdades, y la propaganda de Perón
se fundó principalmente sobre ese aserto, antes y después de su
elevación a la presidencia.
Así consiguió confundir frecuentemente a sus adversarios potenciales o
declarados, cuando repetía tantas veces como podía:
"—¡No quiero ser candidato!"
De la misma manera proclamaba continuamente su credo democrático,
renegando de sus anteriormente reconocidas convicciones totalitarias,
dirigiendo todo el fuego de su artillería oratoria a batir los restos
del prestigio de los viejos partidos políticos y a intentar demostrar
que el origen de todos los males de la supuesta descomposición política
argentina radicaba en la práctica del fraude electoral.
Ningún tema era más grato a los argentinos de hace diez años que el
del fraude electoral, porque todavía estaban frescos y vivos los
recuerdos de lo que eso significaba en realidad.
Bajo el anatema de fraude electoral, Perón condenaba por igual a todos
los políticos argentinos, inclusive a aquellos pertenecientes a los de
la fracción radical que lo apoyó y que impusieron en la
vicepresidencia a J. Hortensio Quijano, o a los militantes de otros
partidos, como Borlenghi, que había salido del socialismo.
Perón sabía, y ocultaba, desde luego, que la extensión del fraude no
había sido tanta como pretendía y se negaba a reconocer que con mucha
más energía había sido repudia do con palabras terribles por
presidentes, como Yrigoyen, que sentía repugnancia natural por el
fraude, y aun por otros que hablan sido beneficiarios directos de su práctica,
como Sáenz Peña, que desde el gobierno hizo una revolución pacifica
con la ley que llevó su nombre y que facilitó el acceso al gobierno
del radicalismo y el eclipse de los conservadores. La diferencia está
en que mientras Sáenz Peña hizo como presidente una ley que posibilitó
el triunfo de sus adversarios políticos, Perón destruyó ese mismo
instrumento reemplazándolo por otro que tornaba prácticamente
imposible el desalojo del partido gobernante. La monstruosidad del
sistema electoral implantado por Perón —que está aún vigente y que
la ciudadanía espera ver modificado cuanto antes— anuló la fuerza
constructiva de la oposición, que en todos los países civilizados del
mundo es alentada y fortalecida como base de las mejores reservas
nacionales; llegó esa monstruosidad el extremo de provocar la
repugnancia de los propios peronistas que —hace de esto exactamente un
mes— propiciaron su reforma ofreciendo su reemplazo por otra ley que,
en lo fundamental, acordaría las dos terceras partes de la representación
en la Cámara de Diputados al partido mayoritario y el tercio restante
se dividiría entre los partidos minoritarios en proporción al número
de sufragios.
Una hermosa trampa, por lo demás, que si bien daría a las minorías
una representación de que carecían, al mismo tiempo podría
fraccionarlas en tantas partes como bancas.
Repitiendo su mentida fe en la democracia, repitiendo que no sería
candidato y envolviendo en la acusación de fraudulentos a todos los
partidos políticos, Perón hizo aparecer su candidatura como impuesta
por toda la ciudadanía. Como Rosas, pues, aceptaba el sacrificio de ir
al gobierno.
¿Quién duda que hace diez años, como hoy, la conciencia argentina
estaba madura contra el fraude y que las expresiones aisladas de su
ejercicio no tardarían en ser definitivamente desarraigadas de sus prácticas
políticas? ¿Y quién tendría la osadía de afirmar que desde veinte o
treinta años antes había alguna posibilidad de adulterar la voluntad
del electorado en ciertos distritos electorales?
Es posible que haya que agradecer a Perón el fortalecimiento de la
conciencia contra el fraude electoral, aunque las últimas elecciones
pusieron en evidencia sospechosas circunstancias en la confección de
los padrones femeninos.
De cualquier manera, además, fué sospechosa también la insistencia en
separar los padrones femeninos de los masculinos, en lugar de hacer de
todo el cuerpo electoral de la República una sola cosa orgánica,
regida por una sola ley, sin distinciones de ninguna naturaleza entre
mujeres y hombres.
CONSOLIDACIÓN DE LA ACCIÓN DEMAGÓGICA
La mentira organizada se practicó de otras muchas maneras, tales como
la ocultación o la negación sistemática de cosas tan evidentes como
la existencia de una legislación social anterior que podía ser
calificada de comprensiva y progresista, que se iba perfeccionando lenta
pero seguramente y de la cual era muestra la famosa ley de
indemnizaciones y despido, cuya paternidad muchos atribuyen erróneamente
a Perón.
Perón, indudablemente, aceleró el ritmo de la legislación social
obedeciendo a la inquietud mundial de la hora, pero magnificó su
adaptación argentina con sentido demagógico, procurando crear la
sensación de que nuestro país, gracias a Perón, era una isla de paz
única entre el concierto de un vasto archipiélago poblado por feroces
lobos hambrientos. Desgraciadamente para los beneficiarios de esa política
social, las ventajas se neutralizaron por la influencia desquiciante de
la inflación que desencadenó en la esperanza de que la desvalorización
de la moneda operaría por si misma el milagro de la industrialización.
Ni la industrialización se operó tan automáticamente, ni mejoraron
tan profundamente las condiciones de las grandes masas, porque a la
influencia negativa de la inflación se sumaron factores de gravitación
tan perentoria como la escasez de viviendas, la carencia de materias
primas, la alarmante disminución de la productividad en casi todos los
órdenes del trabajo y el abandono de sus tareas de las masas rurales
que dejaban los riesgos de la agricultura para acogerse a la protección
de altos y seguros jornales garantizados por las manifestaciones del
trabajo urbano.
En el gobierno, Perón inició una maniobra de enormes alcances para
consolidarse en el poder, plan que involucró la destrucción de muchas
de las mejores realizaciones del progreso argentino. Así cayeron los
jueces de la Suprema Corte y debieron irse magistrados ejemplares de
todos los fueros.
La única provincia argentina libre de la fiebre peronista en la elección
de 1945, la de Corrientes, fué intervenida y todos los recursos de la
Nación se emplearon para asegurar la cómoda elección de uno de los
primeros colaboradores de Perón, el general Filomeno Velazco, que
realizó un gobierno ejemplar por la prodigalidad de sus desaciertos e
irregularidades administrativas. Perón premió a Velazco, como a casi
todos los gobernadores de su causa, con una banca en el Senado, con lo
que el peronismo reincidió en el más grave de los pecados que las
mentes liberales achacaban al federalismo argentino anterior a la
implantación de la ley Sáenz Peña.
LAS REFORMAS POLÍTICAS DEL PERONISMO
No hay en la historia argentina ningún periodo tan rico en
transformaciones políticas como el periodo que comenzó el 4 de junio
de 1943.
En el orden de la estructura fundamental de la Nación, las reformas
comienzan con la supresión de la gobernación nacional de Los Andes,
cuyo territorio fué asignado a las provincias de Salta, Jujuy y
Catamarca.
Llegado a la presidencia de la Nación encaró otras de más vasta
trascendencia: la de la Constitución Nacional para modificar el artículo
que prohibía expresamente la reelección del presidente de la República,
la institución del voto femenino, la provincialización de todos los
territorios nacionales, la ley electoral ya mencionada y dictada para
suprimir o disminuir al mínimo concebible la representación de las
minorías, la extirpación de raíz de todas las autonomías municipales
en la capital de la Nación y en cada una de las capitales de
provincias, transformando, en consecuencia, el gobierno de las más
importantes ciudades del país en simples dependencias administrativas
del presidente de la Nación o de los gobernadores provinciales.
Todas estas reformas perseguían dos objetivos exclusivos: enervar el
ejercicio de los derechos políticos por la población y asegurar la
subsistencia del régimen.
La indiferencia del régimen depuesto a todo lo que no fuese el
crecimiento del poderío de su centralismo absorbente se comprenderá
mejor si se recuerda que todos los candidatos del partido peronista eran
designados "a dedo" en la Capital Federal. Todos: gobernadores
de provincias, legisladores nacionales o provinciales.
¿Qué significación podía tener el mantenimiento de la ficción del
sistema federal prescripto por la Constitución y por el que los
argentinos lucharon desde los primeros días de su existir nacional, si
a la designación presidencial de todo el elenco gobernante de las
provincias se agregaban que debían seguir obedeciendo al pie de la
letra las órdenes dadas desde Buenos Aires?
Ni aun en tiempos de Rosas el centralismo porteño alcanzó las enormes
proporciones de los últimos años. Cuando actuaba Rosas existían, por
lo menos, auténticos caudillos como Quiroga, López o Urquiza, capaces
de discutir de igual a igual con el dictador. Con Perón, nada de esto
era posible porque no dejó a nadie levantar cabeza, "hacerle
sombra".
LA INTELIGENCIA AL SERVICIO DE LA REPRESIÓN
Debe reconocerse a Perón la inteligencia y la oportunidad con que
aprovechó las más inesperadas circunstancias para cumplir sus fines.
Por ejemplo, el diario "Democracia" formuló en una
oportunidad denuncias de torturas policiales y ciertas implicaciones de
la Unión Democrática con intereses extranjeros. Las denuncias fueron
debatidas en el Congreso y ¿cuál fué el resultado? Pues el resultado
fué la designación de una comisión parlamentaria bicameral que, con
el pretexto de cumplir su mandato, Investigó todas las empresas periodísticas
del país —todas, sin excepción— y transformó al presidente de ese
organismo, el famoso diputado José Emilio Visca, en el dictador
indiscutido de la prensa argentina, el hombre que ordenaba las cuotas de
papel o disponía tanto allanamientos como clausuras de diarios. Del
trabajo del diputado Visca salieron seguramente las conclusiones que
aconsejaron las operaciones financieras que no pararon hasta la compra
de los diarios que integraron la cadena de los diarios de Perón.
Como a casi todos-sus servidores, al diputado Visca no le sirvió de
gran cosa su fervor por la causa peronista. No fué reelegido y hace un
par de meses se tuvo conocimiento de que una institución oficial le
seguía un proceso criminal.
¿Qué quedará del inmenso aparato de represión creado por el
peronismo y que se perfeccionó pocos días antes de la caída del régimen
con la instalación de la Dirección Nacional de Seguridad y con el que
se pretendía extirpar en su iniciación cualquier foco de rebelión
libertadora?
La revolución peronista, que inventó la olvidada "tercera posición",
nos ha dejado un país tan empobrecido que en la práctica ha impuesto
el racionamiento del más común de los alimentos argentinos, la carne.
Los nueve millones y medio de toneladas de trigo cosechadas en 1928-29
se redujeron hace tres años hasta no alcanzar a las necesidades del
consumo interno y fué necesario importar grano de los Estados Unidos y
agregar harinas inferiores para elaborar el pan nuestro de cada día. El
maíz se redujo de 11 millones y medio de toneladas en 1935 a poco más
de 3 millones el año pasado, y así como antes proporcionaba la cuarta
parte de las divisas utilizadas para la importación, hoy apenas figura
en la lista de las exportaciones; producimos menos de la cuarta parte
del lino que hace veinte años, y en petróleo, a pesar de los
petulantes planes quinquenales, los hombres de la dictadura recién
pudieron llegar en 1952 a la misma producción de cuatro millones de
metros cúbicos que hablan alcanzado holgadamente los gobiernos
anteriores a la revolución del 43. El petróleo, ¿hay que recordarlo?,
vino a servir para encender la hoguera que consumió en pocas horas al
gobierno fuerte.
Menos mal que, a modo de compensación, aumentó más de cuatro veces la
elaboración de vinos, y también, aunque en menos proporción, la de
cerveza y bebidas alcohólicas.
Las últimas referencias de las inquietudes políticas de Perón indican
que se disponía a preparar un nuevo 17 de octubre como paso previo a la
instauración del Estado sindicalista y ulterior desmantelamiento de las
fuerzas armadas, que habían dejado de inspirarle confianza.
Dicho así, el proyecto parece fantástico, ¿pero no es igualmente fantástico
todo lo que acabamos de exponer? ¿No estaba en práctica, acaso, el
primer ensayo de constitución corporativa en la carta magna de
"su" provincia, la provincia Presidente Perón, que hace pocos
días ha recobrado su tradicional nombre de Chaco?
La obra de la propaganda peronista creó muchos mitos y muchas leyendas
en torno a la figura de su inspirador. Lo que no pudo hacer es imponer
olvido a la falsedad de su pretendida austeridad.
A nadie puede sorprender, por tanto, que en la casa del hombre que hace
unos pocos años afirmaba poder vivir con trescientos pesos por mes, se
haya encontrado un tesoro que, según se anuncia al terminar de trazarse
estas líneas, suma 20 millones de dólares y 18 millones de pesos, sin
contar pequeños agregados como 14 cajas con cubiertos de oro...
Algo así como entrar en la cueva de Alí Baba.
revista vea y lea
octubre 1955
|