"...y mejor es que el tipo de cambio descienda hoy, que no que se lo mantenga temporalmente, cuando todos los especuladores saben que sólo pueden moverse en una dirección y hacen todo lo que está a su alcance para lucrarse el día inevitable de la devaluación". Paul Samuelson



El ABC de la devaluación

 

 

 

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"¿Cuándo devaluará un país su moneda y por qué? Tratará de devaluarla o se verá forzado a ello, cuando se encuentre en graves dificultades con la balanza de pagos, cuando el valor de los bienes y servicios que exporta sea crónicamente inferior al valor de los bienes y servicios que importa. Durante algún tiempo puede cubrir el déficit exportando oro o con préstamos del extranjero, pero manteniendo el mismo tipo de cambio puede llegar a quedarse sin moneda extranjera. Entonces es oportuna la devaluación." La lección está contenida en un libro de texto que utilizan los estudiantes de Ciencias Económicas en el primer año lectivo y resulta, por lo tanto, simple, accesible, tan explícita que se adapta sin dificultades a la situación financiera que padece la Argentina en estos momentos. Es un buen punto de partida para aclarar el problema.
Técnicamente, una devaluación tiene lugar cuando un país cambia la relación de su moneda nacional con el oro, pero también se aplica cuando se altera la relación con otras monedas tomando como referencia la divisa fuerte, el dólar, siempre que se trate de un suceso aislado y de cierta magnitud. Cuando la pérdida de valor de la moneda nacional es gradual y sostenida se habla más bien que de devaluación, de depreciación.
Las autoridades monetarias cuentan con un repertorio de medidas para producir la devaluación; el más convencional y que ha venido realizando el Banco Central en la Argentina, en los últimos años, consiste en regular con su presencia, como comprador y vendedor, el mercado cambiario. Un ejemplo: si se decide que el tipo de cambio debe elevarse a 200 pesos por dólar, el Banco no vende dólares por menos y los compra sólo por ese monto; pero si ese tipo es exageradamente bajo, quienes tengan dólares (normalmente, los exportadores) tratarán de negociarlos fuera del Banco Central, en un mercado paralelo; encontrarán clientes si el Banco Central no tiene las suficientes reservas como para vender en abundancia, especialmente si está institución rodea sus operaciones cambiarías de una selva de controles. Por el contrario, si el tipo de 200 por uno es exageradamente bajo serán muchos los que lleguen al Banco Central a vender sus divisas y la institución podrá incrementar sus reservas de oro y moneda extranjera.
Si los bancos centrales obraran con apego a la verdad económica, no manipularían demasiado los cambios; les bastaría con seguir la tendencia de su intercambio de bienes, servicios y capitales. Si las exportaciones son más valiosas que la suma de las importaciones y los pagos de la deuda externa a cubrir en ese período, se obtiene un saldo favorable en el balance de pagos que representa un ingreso neto de divisas al país; a través del mecanismo monetario, esas divisas van a parar al Banco Central. En cambio, si el país importa mucho y afronta a la vez crecidos compromisos financieros, por un monto que en total supera al que obtiene por la venta de sus productos más las inversiones que arriban, padecerá una evasión de divisas.
La única manera de corregir drásticamente la evasión de divisas consiste en devaluar la moneda, porque de esa manera los productos de exportación se abaratan y los compradores del exterior compran más aumentando la afluencia de divisas al país; simultáneamente, los productos extranjeros (hay que dar más pesos por cada dólar para comprarlos) se encarecen y las importaciones decrecen, haciendo disminuir las salidas de capital.
¿Por qué, entonces, es resistida la devaluación? Un poco por las consecuencias que acarrea (alza del costo de vida, a partir de los aumentos en los precios de los artículos importados o con componentes de importación) y otro poco, por razones psicológicas: parecería indicar la impotencia de un gobierno para salir vencedor de una coyuntura desfavorable. A veces implica el fracaso de una conducción y por eso es frecuente que sea otro gobierno —el siguiente al que produjo los errores— el que corrija la situación.
Un curioso testimonio de esos procesos lo brindó Federico Pinedo, que tuvo a su cargo, varias veces, operaciones de ese carácter; el varias veces ministro y legislador escribió hace cinco años: "El responsable de una devaluación no es el que la lleva a cabo, sino el que la hace indispensable."
Ese párrafo formaba parte de un trabajo publicado en ocasión del Sesquicentenario de la Argentina y fue escrito en 1960; dos años después una serie de acontecimientos, precipitados a partir de la deposición del presidente Arturo Frondizi (un cónclave de economistas recomendó la designación de Pinedo) llevó al autor, una vez más, a regir las finanzas internacionales y, entonces, en un proceso con secuelas que aún se viven (la semana pasada se cerró un pleito caballeresco entre Enrique Pinedo, hijo de Federico, y Roque Carranza) se produjo una nueva devaluación.
En la polémica que siguió a las modalidades de aquella decisión, un presidente del Banco Central que había actuado en la época anterior, durante el gobierno de Frondizi —Eustaquio Méndez Delfino— aclaró que entonces había tenido que alertar más de una vez acerca de la necesidad de devaluar la moneda, coordinando esa medida, con otras, dentro de un plan financiero. La decisión fue tomada por el gobierno de Guido, un trimestre después.
Una disputa más académica es la que libran los monetaristas acerca de la conveniencia de los tipos de cambio fijos o los móviles; estos últimos tienen la ventaja de reflejar siempre con fidelidad la situación real del mercado, pero a veces un alza sostenida que podría haber sido momentánea se transforma en crónica al crear un nuevo nivel de precios. Las naciones tratan, generalmente, de dar cierta estabilidad a los tipos de cambio y las más adelantadas emplean fondos de estabilización para regular las oscilaciones temporarias. El criterio que recomienda el Fondo Monetario Internacional a sus miembros es el de no contrariar las tendencias profundas del mercado; ésta es también una de las cláusulas que incluye en los convenios de stand by, que acompañan al desembolso de una ayuda monetaria de emergencia.
primera plana
06/04/1965