El inmigrante
la influencia sobre el bienestar general del país

El vapor "Arcadia" con su contingente de futuros "Tudo á vinte" - El equipaje de los inmigrantes que se carga en grandes camiones para ser trasladado al "hotel"

... En medio de las alegrías del triunfo conquistado, de la posición respetable alcanzada á fuerza de brega y laboriosidad continua y del rápido avance hacia el triunfo definitivo, cuantas veces hemos oído referir la historia inicial de esos esfuerzos hoy victoriosos.
Una historia acaso muy ingenua, quizás demasiado simple para las complicadas psicologías de los grandes capitales; pero una historia llena de reconfortabas ejemplos, de virtudes admirables, de optimismos generosos y sinceros.
La historia del inmigrante, del buen gringo humilde, el que hacinado en el fondo del trasatlántico, cruzó los mares remotos á medirse con lo desconocido, á luchar con ese gladiador invisible que se llama el destino con sólo la entereza de su brazo y su fe inquebrantable en el porvenir. El buen gringo, casi harapiento, el silencioso cuyos pensamientos. pertenecen á la familia que quedó allá, tras . los mares, -pendíente de "la suerte del viajero, esperando el resultado de esa última prueba, trágicamente presentida á través de la distancia.
Oid, pues, el relato de sus pasos iniciales en la América.
Llega, y despertadas sus nacientes esperanzas por la afinidad de costumbres y de clima, entre la tierra que dejó y la que encuentra, esas primeras esperanzas que duplican su fe, su entereza, su propósito inquebrantable de vencer.
Y así se inicia, de cualquier modo, en cualquier trabajo, donde, sus aptitudes ó sus energías sean reclamadas,—iniciación humilde, obscurísima, trabajando como un titán, de la madrugada al anochecer,—cuántas veces, no alimentándose sino con un mendrugo de pan, un racimo de uvas ó un pedazo de cebolla.
El inmigrante, es el primero en entrar al taller, es el primero cuya silueta se dibuja en el campo.
esfumada por las brumas del amanecer; es el el que no conoce diversión, el que vuelve las espaldas al jolgorio, y para quien el domingo no es sino como otro día cualquiera de la semana, en que su esfuerzo tiene que redoblarse para ganar doble jornal.
El emigrante, ese que puebla nuestros campos de doradas mieses, como un genio de promisión; que planta la viña, que la cuida, que sigue todo el proceso de su desarrollo con amoroso afán; ese mismo que entrada la noche, cuando todo duerme, cuando todos descansan, en medio de la soledad infinita que le rodea se le ve de pie ó avanzando sobre sus sembrados, para ver si tienen los beneficios del riego ó si presentan la esperanza de una cosecha feliz.
Ese hombre que no descansa, que no se permite ninguna prodigalidad, que á fuerza de privaciones llega a reunir sus ahorros, será mañana un pequeño propietario y luego un coloso del comercio y de la industria.
Y si ha llegado sólo á nuestras playas, más tarde se le incorpora la familia, ruda también como él para el trabajo, decidida igualmente para la lucha por la vida, lo mismo la esposa ó la anciana madre, que el más pequeñuelo de sus hijos.
Todos profesan esa augusta religión del trabajo que dignifica, todos se consagran á la tarea, sin tregua, con afán inquebrantable, como si quisieran vengarse de las crueldades de la fortuna, para luego reducirla como una dócil sierva.
Y esa contracción admirable, se hace hábito se hace carne y es una necesidad en el individuo, que ha de llevarlo luego a las mayores alturas de la prosperidad y bienestar. 
¿Creeréis que las contrariedades le abaten, que las ingratitudes de la fortuna puedan hacerle cambiar de táctica o de rumbo ?. . .
¡No! Sigue, sigue; no limita su esfuerzo, no decrece su entereza, no desmaya, y se diría que su voluntad es férrea como su salud y su constancia.
Con brazos así, los prodigios del país son realizoles; los mayores portentos pueden llevarse á cabo lavorecidos por las condiciones excepcionales del suelo de una fertilidad maravillosa, que premia con creces el esfuerzo consagrado. 
Y por eso, no se concibe nuestra grandeza material sin ese píonner del progreso que se levanta en medio de la jornada, cruzado los brazos sobre el pecho sudoroso, bronceado por el sol, contemplando su propia obra, porque es también obra suya, hija legítima de sus inspiraciones de vidente, á la cual le ha consagrado todos sus amores, todos sus alientos — vinculándose no ya por los compromisos materiales, sino por los afectos honrados, por el instinto mismo,—proclamando á nuestro suelo su propia patria adoptiva, la patria de sus hijos, la única patria, si se quiere, ya que en ella dejará sus cenizas, en ella florecerá el porvenir de sus hijos y en ella se perpetuará su sangre y su nombre, como un agente preciado de civilidad étnica y de progreso material.
¿Y por qué no, si ha sido aquí donde ha realizado lo mejor de su vida, si se ha vinculado por el esfuerzo, por el sufrimiento, por la alegría, por el triunfo definitivo y completo?...
¿ Es que así nomás se olvida todo el mundo de los recuerdos, todas, las añoranzas del pasado, todo esa trabazón de ideas y sentimientos surgidos tras los mejores años de actividad, de entusiasmo y de afecciones puestas en juego?.
La influencia benéfica del aluvión inmigratorio, sobre el progreso general del país, no se discute. E indudablemente así lo presintió aquel gran estadista argentino, cuando sentó el principio de..."gobernar es poblar'.
Sin embargo, me han faltado quienes preconizando un mal entendido nacionalismo, han creído ver más una consecuencia fatal en esa influencia cosmopolita, que se deja sentir muy especialmente en esta populosa metrópoli.
Pero en estos últimos, prima, más que todo un criterio equivocado, ya que nuestros gobiernos de todos los tiempos, han fomentado la inmigración útil al país, esa que puebla nuestras más apartadas y solitarias comarcas, que cultiva nuestras tierras vírgenes, implanta nuevas industrias y en una palabra, propende con su esfuerzo á acrecentar el bienestar general de la república.
Pero la organización de la oficina de inmigración, encargada de fiscalizar la entrada al país de elementos sanos y laboriosos, para luego distribuirlos brindándoles los beneficios que le acuerdan las leyes especiales sobre la materia y esta misma legislación está muy lejos, por supuesto, de resolver el verdadero problema de la inmigración no ya como fuerza material, sino como influencia moral en nuestro medio.
Así lo ha comprendido el doctor Juan A. Alsina que hace 25 años desempeña el puesto de director general de inmigración, y con un criterio de verdadero estadista, libre de prejuicios, encara ese problema en un libro que publicará dentro de breve y que estamos seguros ha de alcanzar gran resonancia dentro y fuera del país por las ideas que él encarna.
Ese libro, trata de la naturalización de los extranjeros, de todo ése elemento exótico que, se incorpora á nuestro organismo nacional como fuerza inestable, y á la cual hay que brindar los mismos derechos políticos y prerrogativas del ciudadano argentino, para que arraigue definitivamente en nuestro suelo. Pero esto, el doctor Alsina, no lo expone en forma de mera teoría, sino que lo apoya con sus observaciones sobre el terreno de la práctica, el estudio concienzudo de hace 25 años hecho á base de sana experiencia, llamando la atención de los gobiernos sobre este serio problema.
No nos explicamos, porque hasta hoy se ha descuidado este asunto, ya resuelto en países como Norte-América cuya gran afluencia inmigratoria es conocida.
Pero es lástima que hombres tan útiles al país, tengan que abandonar sus puestos, donde su laboriosidad é inteligencia se exteriorizan en tal forma, por las incidencias de la política.
De cualquier modo la obra del doctor Alsina quedará en la historia de nuestra administración como un precioso, documento de cuanto puede el esfuerzo perseverante, la inteligencia y la buena voluntad, puestos al servicio de los bien entendidos intereses del país. Y esa obra hablará de nuestra grandeza y de que son verdad las palabras de nuestra carta magna que abren esta patria á todos los hombres buenos.
Arturo Ernesto AGUIRRE.
Revista El Hogar
30 de octubre de 1910

Grupo de "conquistadores" á bordo de un transatlántico, al llegar á nuestro puerto

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El nuevo hotel de inmigrantes. Casa para la dirección y parte lateral del mismo - Fachada principal del nuevo hotel - Oficinas de administración

 

 

 

Grupo de mujeres sirias - Familia de José Lozano (español), que emigró del Brasil, donde estuvo trabajando en una "fazenda" de café, ganando 10 pesos por mes
-Súbditos del zar de todas las Rusias, llegando a puerto -El aporte italiano, considerado como un verdadero factor de progreso para nuestro país. A bordo del "Brasil" -Dia llegará en que esto desaparecerá. Esto no es verso: es una vergüenza edilicia

 

 

 

 

El señor Alsina, secretario de la dirección de inmigrantes -Oficial mayor, señor Córdoba, despachando con sus secretarios
-El señor Alsina, secretario de la dirección de inmigrantes
-Oficial mayor, señor Córdoba, despachando con sus secretarios

 

 

 

 

 

 

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