Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Empresas
El retorno de Biro

"Hay un hombre que puede decir: nosotros los argentinos lo inventamos, lo fabricamos, lo perfeccionamos"; sin dar tiempo para imaginar el tema, Chunchuna Villafañe revela la incógnita: "Ese hombre es Biro, el inventor del bolígrafo". Tras la presentación, Ladislao José Biro, desde la pantalla, afirma; "Yo, como inventor, digo: un bolígrafo de verdad es Sylvapen".
Desde fines de la semana pasada la televisión comenzó a reflejar la nueva estrategia publicitaria de Sylvapen, delineada por Cicero Publicidad: capitalizar el prestigio de Biro, creador de la lapicera a bolilla, en una campaña que incluirá gráfica y cuyo lanzamiento se estirará hasta fin de año; según sus responsables, "el enfoque tiende a afirmar la idea de calidad que han ganado los bolígrafos Sylvapen".
Pero Biro, 69 años, casado, 1 hija, no será solamente un apoyo publicitario para Sylvapen; integrará el directorio de la empresa: "Su asesoramiento y su larga experiencia serán de gran valor", dice Francisco Barcelloni Corte, presidente de Sylvapen. La preocupación se justifica: la empresa vende anualmente 80 millones de unidades por un valor que sobrepasa los 1.000 millones de pesos, y sus planes no se detienen en el mercado local; ha establecido dos filiales en Chile y Uruguay y una tercera planta comenzará su producción en Brasil dentro de tres meses, donde un estudio de mercado realizado desde Río de Janeiro para abajo, a nivel de comerciantes, reveló que el bolígrafo Sylvapen tendría gran aceptación.
El regreso de Biro —retirado desde 1947 de la actividad empresaria— fue gestado personalmente por Barcelloni Corte: "Siempre me interesó atraerlo —dice—, pero parecía difícil arrancarlo de su retiro". Sin embargo, el trámite no fue complicado: el inventor del bolígrafo seguía de cerca los progresos de Sylvapen y estaba dispuesto a otorgarle su adhesión. Hasta ese momento, Biro, antiguo periodista en Hungría, su país de origen, entretenía su ocio con la pintura; el resultado es medio centenar de cuadros, "de sentido onírico", que expondrá, por primera vez, en 1969.
Hace 28 años, Biro había desembarcado en Buenos Aires con un invento que fue el paso previo al bolígrafo: la lapicera a pistón. Cuatro años después, además de hacerse ciudadano argentino, arribaba al comienzo de esta verdadera revolución en la escritura: las primeras lapiceras a bolilla comenzaron a circular en el mercado. Curiosamente, aquellos ejemplares sólo consiguieron promover la actividad de las tintorerías. "Hicimos un contrato con varias de ellas —recuerda Biro— y cuando los alicaídos poseedores de nuestros bolígrafos llegaban a protestar por las manchas de tinta en los trajes, nosotros les proporcionábamos una orden para limpiarlo".
La compañía Sudamericana Biro, cuyas primeras marcas fueron Eterpen y Stratopen, sólo produjo déficit a pesar de que el producto salió a la venta a 76 pesos —19 dólares entonces—; la misma exageración del precio sólo le proporcionaba clientes ávidos de novedades. "En realidad —reconoce—, hasta 1947 aquello fue un laboratorio experimental." Con todo, la empresa logró hacer un buen negocio por entonces: en 1944, una firma norteamericana compró en dos millones de dólares todos los derechos. La aparición de la marca Birome prácticamente coincidió con el alejamiento de Biro de la empresa, que llegó a producir un máximo de 40.000 unidades mensuales, hasta que fue vendida a Parker Argentina, en 1961.
En 1968, su prestigio de inventor ha dado la vuelta al mundo y sus artefactos perfeccionados son definitivamente admitidos; los últimos reductos de resistencia, los bancos y los grafólogos, también se han plegado. Ahora, Biro puede darse el lujo de promover personalmente un nuevo paso dado por su creación: la "punta indestructible" de Sylvapen. Un proceso local que, según Barcelloni Corte, logra tres veces más dureza en las bolillas.
Las metas de la empresa parecen definidas: a los bolígrafos —65 millones de unidades anuales— sumó primero las lapiceras a fibra y últimamente estilográficas cuyo precio oscila entre los 100 y los 395 pesos. "Nuestro mayor problema —reflexiona Barcelloni— es hacer comprender al usuario que el precio bajo no está reñido con la calidad." Un prejuicio que, desde ahora, Biro contribuirá a destruir. Una nueva planta a levantarse en Pacheco concentra en la actualidad las inquietudes de Sylvapen; las 500.000 unidades diarias que podrá producir no parecen una exageración: los argentinos consumen anualmente seis instrumentos de escritura por habitante; un índice bastante cercano al de los países más desarrollados.
Revista Primera Plana
15 de octubre de 1968

Ir Arriba

 

 




Barcelloni y Biro

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Búsqueda personalizada