Operativo Retorno: No en agosto, pero sí en 1972
Desde Madrid escribe Armando R. Puente, corresponsal de Panorama.

"Yo no doy el golpe. Yo soy el golpe," Manual de Karate. Kung-Fu.
Sin vacilar, un informante del círculo íntimo de Juan Perón —cuyo nombre no puede darse— recitó de memoria: "La estrategia más sana en cualquier campaña consiste en aplazar la batalla, y la táctica más sana en aplazar el ataque, hasta que la dislocación moral del enemigo haga practicable la ejecución del golpe decisivo". Se lo había escuchado a Perón y sabía que la cita procedía de una de las obras que el líder relee con frecuencia: Estrategia de la aproximación indirecta, de Lidell Hart.
"En los primeros días de julio —prosiguió—, Lanusse se encontraba virtualmente cercado. En torno a él, Perón había montado un dispositivo en el que se articulaban las fuerzas políticas (Justicialismo, Frecilina, ENA, Hora del Pueblo), las obreras y empresariales (CGT, CGE) y sectores de la Iglesia. Se contaba, además, con la incorporación de los sectores nacionales de las Fuerzas Armadas para soldar férreamente el cerco. En una guerra de desgaste como la planificada por Perón, era cuestión de tiempo la anulación por asfixia del enemigo."
El informante .se dio entonces una pequeña tregua en la disertación, encendió un cigarrillo y prosiguió: "Generalmente se piensa que para alcanzar la victoria es preciso atacar y, si es posible, atacar sin descanso. Es un error. Lo importante es tener la iniciativa, es decir, ser capaz, con las fuerzas propias, de fijar en el tiempo y en el espacio las adversarias, atacando, retirándose o —sonrió— quedándose en el molde. En la guerra lo único importante es la Victoria. La estrategia de Perón —volvió a sonreír— es la de Nicolino Locche: vencer peleando a la defensiva."
Se dio un respiro y volvió al centro del análisis: "En estas condiciones se produjo la ofensiva lanussista, con el discurso del 7 de julio, destinada a arrebatar la iniciativa al adversario. Los objetivos consistían en romper el cerco virtual a que estaba sometido y ganar espacio político, en reunificar las fuerzas de su campo superando las contradicciones que estaban siendo explotadas por Perón y, al mismo tiempo, en fracturar las de los cercadores. La fulgurante maniobra tocó y puso al descubierto los puntos débiles de las fuerzas adversarias: la poca voluntad de combate de las organizaciones gremiales, la escasa fe con la que se habían incorporado a ese frente las clases medias, la incapacidad de la conducción táctica del justicialismo para adoptar decisiones rápidas. Al mismo tiempo, la ofensiva política lanussista fortaleció su retaguardia militar. En su ofensiva, Lanusse empleó un misil intercontinental, destinado a aislar al comandante en jefe enemigo del resto de sus tropas: el plazo límite del 25 de agosto como fecha para su retomo." Aparentemente, el arma secreta dio resultado: las fuerzas cercadoras dieron pruebas de desconcierto.
Perón respondió inicialmente ganando tiempo para evaluar los efectos producidos por la ofensiva: se tomó unas cortas vacaciones en el Mediterráneo. Mientras tanto, Lanusse redobló el ataque (discurso del 27 de julio) explotando a fondo los puntos débiles que se habían manifestado en las fuerzas enemigas y golpeó con dureza a Perón estableciendo una dicotomía entre éste y Evita. Algunas de las fuerzas cercadoras entraron, psicológicamente, en el terreno escogido por Lanusse. Y así se proyectó convocar el acto en el estadio de Nueva Chicago bajo el slogan de "Si Evita viviera estaría prisionera", al tiempo que estaban ausentes los retratos del Perón exiliado, aunque a última hora la consigna fue cambiada por la combativa "Luche y Vuelve".
El Frente Cívico resistió y replicó con energía a la ofensiva, pero La Hora del Pueblo demostró que era uno de los puntos débiles. Muchos de los efectivos peronistas se enredaron en una nueva Operación Retorno. Rechazaron la fecha del 25 de agosto, fijada por el comandante del bando enemigo, pero empezaron a especular con otras fechas próximas. En cualquier caso quedaban así encerradas en la trampa elegida por Lanusse para vencerlas. Algunos consideraron que la única salida era apresurar un golpe militar, es decir, echar mano de ese "ejército nacional" con el que habían contado para concluir el cerco. Pero también ése era un hecho previsto por Lanusse en los
párrafos finales de su discurso del 27 de julio. El ingreso de Lorenzo Miguel en la conducción de las 62 Organizaciones, el tiroteo en Ezeiza entre vandoristas y combativos y la postergación del anunciado congreso juvenil peronista deben también incluirse entre los resultados de esa ofensiva.
La semana pasada, Perón convocó en Madrid a su Estado Mayor y organizó la contraofensiva. Dentro de su estrategia defensiva, fundada en la naturaleza de su fuerza, que es la masa pesada —con mucha inercia— frente a la movilidad de su adversario, decidió ceder terreno político, retirándose en algunos puntos, y reorganizar sus efectivos con el propósito de recomponer el cerco. Después de diez días de conversaciones con Héctor Cámpora, de escuchar los informes militares que le presentaron el teniente coronel Osinde, Luis Sobrino Aranda, el general Delfor Otero (jefe de paracaidistas en Córdoba en 1955), los dirigentes juveniles Rodolfo Galimberti y Juan Manuel Abal Medina, Emma Tacta de Romero, Jorge Gianola y la nueva dirección de las 62, Perón trazó el cuadro de operaciones para las próximas semanas:
1) Reagrupó sus efectivos dispersos, en quienes la ofensiva adversaria había agudizado las contradicciones y fricciones. El pasado domingo 13 logró, por fin, sentar a una mesa para el almuerzo, a los elementos dispares y centrífugos que integran su movimiento. Colocó a su derecha a Rodolfo Galimberti y a su izquierda a Lorenzo Miguel, quienes compartieron el pan y la sal con Rogelio Coria y Osinde. Por la noche, Cámpora renovó el encuentro en una comida celebrada en la "Gran Tasca", a orillas de la Gran Vía de José Antonio.
2) Sostuvo las piezas maestras de la conducción táctica, pero diagrama una reorganización en los más altos niveles del Movimiento, para garantizar la aplicación de las instrucciones en el nuevo encuentro, una fase más de su prolongada guerra.
3) Reforzó la unidad de las tropas justicialistas, directamente bajo su mando, ordenando que las 62 se incorporaran a la directiva del partido Justicialista para cubrir las tres vacantes que se les había dejado al integrarse el Consejo Superior del PJ. El metalúrgico José Otero y otras dos figuras sindicales (un dirigente textil y otro de la carne) cubrirían esas responsabilidades. En la designación de estos nombres Perón no tuvo ninguna intervención.
4) Reafirmó la disciplina y verticalidad de sus organismos partidarios, repitiendo que no recibirá a nadie que no venga a Madrid debidamente autorizado por la directiva. A pesar de conocer que esa orden figuraba en el mensaje grabado de 20 minutos que entregó a Coria, el triunvirato de gremialistas combativos (Julio Guillan, Alberto Dighón y Alberto Cabrera) decidió permanecer en Madrid hasta el fin de semana. Suponen que Perón no puede prescindir de ellos como futura pieza de recambio para la dirección de las 62 que acaba de recibir el placet. Es que ellos también conocen la estrategia peronista y saben que el líder siempre cuenta con mandos de repuesto para reemplazar a los que combaten en la vanguardia en el momento que se haga necesaria una nueva táctica.
5) Introdujo modificaciones en los hombres que trabajan en contacto con las Fuerzas Armadas, previendo que es allá donde en el futuro inmediato tendrá lugar el encuentro que puede decidir la batalla. Decidió que había llegado el momento de la definición para las fuerzas coaligadas y dio claras instrucciones al respecto a su delegado Cámpora. Dentro de la estrategia de la larga guerra había sido prevista, hace ya un año, la defección de algunos de los aliados; concretamente, la Unión Cívica Radical. La ofensiva lanussista de julio no habría sino agravado las contradicciones existentes entre La Hora del Pueblo y el Frente Cívico; para ser más precisos, habría demostrado la imposibilidad de que Balbín y Frondizi luchen en una misma trinchera.
7) Sin embargo, la defección de la UCR no debería poner fin a La Hora del Pueblo y al papel que debe jugar dentro de los planes estratégicos peronistas. En tal sentido, se habría programado en Madrid que, a pesar de esa defección y quizá de algunos otros partidos, La Hora siga cumpliendo el papel que se juzga como muy importante que ha jugado hasta el momento.
8) A la ofensiva gubernamental destinada fundamentalmente a aislar a Perón del resto de las fuerzas y a incapacitar su candidatura, partiendo de la base de que Perón es el único candidato aglutinante del peronismo y que sin éste se dividirá, se ratificó en Madrid que el jefe del justicialismo continúa siendo el candidato. En el momento en que puedan llevarse a cabo las inscripciones de candidatos, se presentará su nombre y cuando se rechace por no hallarse en el país el 25 de agosto se planteará un recurso a la Justicia Electoral. No se trata solamente de un formulismo. Es que la plana mayor justicialista sabe, como el gobierno, que sólo Perón puede ser su candidato y uno y otro seguirán luchando para mantener alta o derribar esa bandera.
9) Otro terreno de combate seguirá siendo el del retorno, antes y después del 25 de agosto. Perón no puede renunciar a lo que ha sido y es una de las armas que podría encender la mecha del polvorín. Pero no estaba dispuesto a aceptar una fecha condicionada en torno del 25 de agosto, es decir, a combatir en el terreno fijado por su adversario; ni a caer en otras variantes como un amenazante desplazamiento hacia Punta del Este, o viajes a Panamá o Perú. Y menos el supuesto viaje a Rumania, del que no se tiene noticia alguna en la cancillería de Bucarest, según se comentó en los medios diplomáticos de Madrid. Los partidarios del inmediato retorno recurrieron a todo tipo de argumentos para imponer su criterio ante la sublime puerta. Incluso a las cartas astrológicas. Y encontraron el silencioso rechazo no sólo de Perón sino de su esposa y su secretario privado. La política no es sino una forma de la guerra —reanudó sus argumentos el informante— y el retorno no es sino una pieza dentro de esa guerra. Perón no se deja influir por razones hormonales sino por estratégicas. Regresará en el momento en que su presencia sea decisiva, y no antes, como lo pretende el adversario.
10) En la cumbre madrileña el regreso de Perón se ha fijado para antes del 31 de diciembre, y el momento deberá ser determinado por el Comando Táctico radicado en Buenos Aires. "No será necesario esperar tanto tiempo", afirman algunos de los que visitaron Puerta de Hierro en los últimos días. "El mes va a ser el de octubre —señalan confiados— porque ése es el mes de las revoluciones. Una comisión integrada por cuatro dirigentes (uno político, otro gremial, un tercero juvenil y, por último, un enlace con las Fuerzas Armadas) deberá encargarse de la movilización de las masas y de "crear las condiciones" que hagan posible el regreso para entonces. Setiembre se convierte entonces en un mes decisivo. La astrología lo confirma según estudios realizados en Madrid y Buenos Aires. Pero la "Operación Retorno" debe ser vista a la luz de los movimientos que puedan tener lugar en el seno de las Fuerzas Armadas. Allí está el "punto de decisión" del encuentro. Los dos jefes adversarios miran atentamente ese campo de operaciones. Mientras Perón, con las medidas tomadas tras escuchar a su estado mayor, pretende ganar tiempo, Lanusse prosigue su hostigamiento. El también demuestra haber leído a Hart para conocer las intenciones de su adversario y coincide con el teórico británico en que "el objeto de la estrategia es provocar la dislocación del adversario, de la que se puede seguir la dislocación de los ejércitos enemigos o la ruptura de su resistencia por la batalla, teniendo en cuenta que en la primera de esas alternativas la disolución puede llevar algún combate incidental, pero tales encuentros no asumirán el carácter de una batalla".

Galimberti: La hora del asalto final
El pasado viernes 11, a las once y media de la noche, el dirigente nacional de la Juventud Peronista, Rodolfo Galimberti, descendió en el aeropuerto de Barajas. Una barba de tres días y profundas ojeras ensombrecían su cara. Desde el jueves por la mañana era esperado en Puerta de Hierro, pero un extraño —y confirmado— episodio prolongó el viaje. En una de las escalas de su vuelo —ya en Europa—dos hombres lo interpelaron en la zona internacional del aeropuerto y después de identificarse y reclamar la colaboración de otros dos policías, lo trasladaron a un viejo edificio en el centro de la ciudad. Durante 34 horas fue interrogado, acusado de cargos exóticos y se le impidió ponerse en contacto con la embajada argentina. Un extranjero alto, rubio, que parecía ser un experto en cuestiones latinoamericanas y que conocía bien el castellano, colaboró en la tarea. Por fin, cumplidas 36 horas, un automóvil de la policía lo trasladó hasta la misma pista del aeropuerto, donde estaba a punto de despegar un avión que lo condujo a Madrid.
Galimberti se ha negado a comentar el percance, pero se sabe que lo relató en la primera de las entrevistas que sostuvo con Perón en la mañana del sábado y a la que asistieron otras tres personas. Es probable que el episodio pronto tenga repercusión internacional y sea posible entonces ratificar y precisar algunos puntos. Por el momento, el dirigente juvenil prefiere hablar de otras cuestiones, acordadas en la cumbre madrileña. "La principal de las decisiones adoptadas —afirmó Galimberti— es que el general Perón volverá a la República Argentina dentro de este año."

—Quedan pocos días para que pueda hacerlo antes del 25 de agosto. En el caso de que cumplida esa fecha no haya vuelto a Buenos Aires, ¿quién será el candidato justicialista?
—Perón. Sólo Perón. Si no se permite al general ser candidato, no habrá elecciones, porque la resistencia popular al proyecto continuista de la dictadura asumirá proporciones inimaginables.

—Pero si vuelve después del 25 de agosto no puede ser candidato.
—Nosotros no aceptamos los condicionamientos arbitrarios de la dictadura, entre los cuales uno de los más graves es el plazo limitativo. La intención del clan militar ha sido la de atacar al Movimiento Justicialista poniendo una condición imposible, con el objeto de proscribir a Perón. La respuesta que le hemos dado y que daremos con mayor fuerza es la de llevar adelante nuestras operaciones para crear las condiciones que hagan posible su retorno a la patria en el curso de este año.

—¿Cómo será posible?
—En las reuniones que hemos tenido estos días se ha creado el dispositivo que permitirá articular las fuerzas para el asalto definitivo al poder. La responsabilidad del retorno del general cabe ahora al comando táctico y a todos y cada uno de los compañeros del Movimiento, a los que desde ya convocamos a la movilización. En las reuniones, el general ha repetido que está dispuesto a retornar inmediatamente. Del curso de la operación que hemos puesto en marcha depende que eso sea posible. 
A.R.P.

Revista Panorama
Agosto 17, 1972

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