Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


La rebelión universitaria
Revista Siete Días Ilustrados
26.05.1969

 

Rosariazo

En la noche del miércoles 21 los disturbios estudiantiles alcanzaron perfiles inusitados: Rosario ardía en la batalla callejera más sangrienta que recuerde el país. A pesar del incremento de sus muertos y heridos, los revoltosos derrotaron a la policía, obligando a la intervención del ejército. El inevitable deterioro.

Apoyó los codos en el rectángulo marrón del escritorio y, con las dos manos fuertemente enlazadas, torturó sus propias huesos hasta hacerlos crujir, retorció sus dedos húmedos, mojados por los nervios.
—Vea, yo primero uso agua, después humo, luego gas y finalmente, bastón. Lo que ocurra después no puedo preverlo, qué quiere que le diga.
En cambio, sí puede filosofar. Ante un enviado especial de SIETE DIAS el jefe de policía de Rosario, coronel Raúl Pedro Mones Ruiz, buceó en la psicología colectiva, reveló una insospechada sagacidad para descubrir aquel famoso "otro lado de las cosas".
—Estas desgracias tienen su lado positivo. Los agitadores son una minoría y los estudiantes que se dejaban arrastrar por ellos ya están reflexionando sobre los riesgos que implica alterar el orden.
Eso dijo, tal vez pensando que la bala descerrajada a quemarropa por el oficial inspector Agustín Lezcano —ex ordenanza de la boite Franz y Fritz, hoy desaparecida— sobre la cabeza del alumno Adolfo Ramón Bello (22 años) había conseguido intimidar al conjunto de los estudiantes. Pero menos de veinticuatro horas después, en la noche del miércoles 21, tres mil manifestantes coparon el centro rosarino, protagonizando una furiosa batalla campal en la que las fuerzas policiales fueron inapelablemente desbordadas. La reacción de los derrotados fue matar otro estudiante, Luis Norberto Blanco (15 años), el tercero en el término de seis días, y herir de gravedad —el jueves su estado era desesperante— a la mucama Lidia Martínez (21 años), que se había asomado a curiosear a través de la puerta de la casa de sus patrones; la doméstica sería hija de uno de los agentes que integraban las falanges represivas.
De esa manera llegaba a su cresta más intolerable la crisis iniciada menos de una semana antes en la lejana Universidad del Nordeste, la casa de estudios más pobre del país, en cuyas adyacencias los uniformados cobraron su primera víctima, el casi médico Juan José Cabral. Porque, al margen de las consecuencias políticas de los incidentes, más allá de la quiebra estruendosa de la imagen de paz social que laboriosamente había forjado el gobierno, la muerte del tercer estudiante se precipitó en un marco doblemente inquietante: por primera vez, si fuera verídica la versión oficial, los manifestantes se habrían defendido a balazos, perforando el hígado de un policía; y, también por primera vez en casi seis meses, el rumor de un inminente golpe de Estado hizo añicos la bucólica serenidad que hasta hace muy poco flotaba en los despachos oficiales (ver recuadro).
Una prueba de esa alarma fue la intervención directa del Ejército, que en la madrugada del jueves 22 ocupó los puntos estratégicos de la ciudad de Rosario —declarada en "estado de emergencia"-— para suplir la ineficiencia policial y acabar con la terquedad estudiantil. Cuando la noticia de la movilización militar llegó a Buenos Aires los observadores no dejaron de anotar dos cosas: que las fuerzas castrenses desplegadas en la segunda ciudad del país están al mando del general Roberto Aníbal Fonseca, titular del II Cuerpo de Ejército, probadamente leal a Onganía; que, al mismo tiempo, algunas usinas de rumores aseguraban que Alejandro Lanusse, comandante en jefe del arma, se aprestaba a exigir la destitución de Mario Fonseca, jefe de la Policía Federal, hermano del anterior y, como él, puntal incondicional del jefe del Estado.
Así quedaban evidenciadas las dos puntas extremas de la discordia que complica al gobierno y que la insurgencia estudiantil, más las sorpresas deparadas hace dos semanas por la conducción económica (mediante los aumentos en ciertos rubros de primera necesidad), tomaron a poner al rojo vivo. Tal vez nunca como la semana pasada el periodismo político fue abrumado con tanta cantidad de rumores, de versiones contradictorias y a veces descabelladas; pero jamás las opiniones y las confidencias, incluidas las recogidas en la Casa Rosada, fueron tan unánimes en endilgarle al gobierno dos motes que antes nadie se había atrevido a formular: desprestigio, una cierta y peligrosa debilidad.

Rosariazo
Uno de los grupos en que se dividieron los estudiantes, enciende fogatas para neutralizar los gases

DE DONDE SON LOS RUMORES
Todo comenzó —como en Francia, en las violentas jornadas de mayo del año pasado— con una disputa casi intrascendente por el aumento de los precios en el comedor estudiantil de la Universidad del Nordeste, elevados por el concesionario Guillermo Solaris Ballesteros —un hacendado de la zona, ex diputado del Partido Autonomista— de 27 pesos a 172,50 por comida (y no a 57 pesos, como oficialmente se informó).
A la convicción de que el concesionario obtiene, con ese precio, una ganancia neta de más de 30.000 pesos diarios, se añadió, para sublevar el ánimo de los estudiantes, la negativa del rector Carlos Hiram Walker a recibir siquiera una representación de los alumnos (concedió, antes de la muerte de Cabral, una audiencia de siete minutos que los estudiantes no aceptaron). No obstante, fue necesario que la tropa policial acribillara a Cabral cuando éste participaba de una manifestación pacífica para que el reguero se extendiera a todo el país y se sucediera una contradanza de sangrientas guerras callejeras y sigilosas intrigas palaciegas.
Es que la debilidad atribuida al gobierno reconoce como una de sus causas fundamentales la adhesión conseguida por los estudiantes, que abarcó no sólo a las dos CGT y los partidos opositores, sino, en algunos casos (como los de Corrientes y Rosario), a fuerzas "sectoriales" de empresarios y profesionales que el Ejecutivo aspira a absorber mediante el "participacionismo". Este heterogéneo frente formado en torno de tres cadáveres fue el que, en un primer momento, apuntaló la ofensiva estudiantil; pero, simultáneamente, la confluencia de grupos tan dispares fue el primer indicio de que en la trastienda hervía "algo más" que el mero (propósito de homenajear a las víctimas.
Fue lo que detectó también el equipo de técnicos que rodea a Onganía, que el sábado 27 decidió encomendar a uno de sus integrantes la extraña misión de mecharse en los colectivos, en los supermercados, en las estaciones ferroviarias, con un grabador de bolsillo disimulado entre sus ropas; la intención, casi obvia, era captar la reacción del público ante los aumentos del costo de la vida y la represión policial contra los estudiantes. El equipo, entonces, pudo comprobar dos cosas: que la Revolución está a punto de frustrarse; que sólo podrá sobrevivir sí modifica sustancialmente su política económica, previo defenestramiento de su .máximo responsable, Krieger Vasena.
Claro que tales conclusiones —presurosamente elevadas a Onganía— se tiñeron con el inconfundible color ideológico de sus portadores, integrantes del trajinado equipo nacionalista del gobierno: despedir a Krieger es la ambición máxima de este grupo desde el mismo día en que el ministro asumió el cargo. Pero, en la otra punta del poder, se registró una ofensiva similar, liderada —según algunos— por el comandante Alejandro Lanusse, tendiente a destruir al equipo político y apuntalar a KV.
No extrañó, por eso, que en la mañana del sábado 17 los estudiantes cordobeses que manifestaban en las calles buscaran refugio en el local del matutino La Voz del Interior, notorio vocero del liberalismo mediterráneo, cuyo director, Luis F. Remonda, se negó a entregar a los jóvenes a la policía. Y que otros diarios de la misma orientación descargaran editoriales culpando a las fuerzas represivas por la magnitud alcanzada por los sucesos. En un informe secreto destinado a sus afiliados, el comunismo tradicional, regenteado por el codovillismo, se encargó no sólo de ratificar la existencia de una conspiración liberal sino, inclusive, de insinuar la adhesión de esa tienda política al presunto golpe: según el informe, el próximo presidente será Pedro Eugenio Aramburu, y su ministro del Interior Ricardo Bassi, un radical adscripto al Movimiento de Defensa del Patrimonio Nacional -M0DEPANA-; esta agrupación es impulsada por el PC, para el cual Bassi "no es macartista", razón suficiente para deducir que su ascenso al gabinete de Aramburu "abrirá perspectivas democráticas".
Con todo, el optimismo codovilleano está en las antípodas de la opinión del grupo segregado hace un año de esa agrupación y que, cobijado en el Partido Comunista Revolucionario, dirige la Federación Universitaria Argentina —FUA—. Su presidente, Jorge Rocha, se apresuró a aclarar ante SIETE DIAS que detrás del apoyo obtenido por los estudiantes en los más diversos medios, "se busca una confluencia tras sectores de recambio no liberadores (golpismo, políticos liberales, MODEPANA, grupos vinculados a la CGT de Paseo Colón) que trabajan para utilizar al movimiento estudiantil en función de un eje castrador: agitar contra Onganía, no para reemplazarlo por un gobierno verdaderamente popular-liberador sino para hacer un cambio de figuritas en el poder".
Tal vez la diferenciación apuntada por el doctrinarista Rocha se evidenció, como nunca, durante los actos de protesta efectuados el martes 20 en la Capital Federal. Mientras las huestes de la FUA ocupaban, durante 14 minutos, el recinto de la Facultad de Ciencias Exactas, sus adversarios, liderados por el Frente Estudiantil Nacional (FEN), convergían en las escalinatas de Ciencias Económicas para protagonizar una "marcha del silencio": fue la única acción en que el movimiento estudiantil apareció dividido en la calle. Pero lo notable fue la coincidencia, en Ciencias Económicas, del FEN, de inspiración castro-peronista; la CGT de Paseo Colón; el comunismo codovillista, representado por su filial estudiantil; el Movimiento de Orientación Reformista (MOR) y algunos grupos liberales minúsculos; para la FUA ello constituyó prueba suficiente de las concomitancias golpistas de sus competidores.
Pero en el resto del país estas sutilezas fueron dejadas de lado en beneficio de la acción común: en el Nordeste el movimiento había sido iniciado por la filial local de la FUA, pero contó de inmediato con el apoyo del integralismo y los ateneos, dos variantes socialcristianas. El FEN, por su parte, negó rotundamente estar complicado en la conspiración liberal. Hernán Pereyra, secretario de la regional rosarina de ese grupo, intuyó ante SIETE DIAS que "es probable que nuestra lucha le esté haciendo el juego a Lanusse, pero creo que la hegemonía no se logra al margen de ese proceso, sino desarrollando y ganando a importantes sectores de la población para una política en concreto".
Precisamente, la consigna de "ganar a importantes sectores de la población" fructificó en el ámbito sindical, el cual, desde la división que lo azotó hace un año, orquestó por primera vez acciones conjuntas en varias provincias. Lo notable de este proceso fue que las filiales vandoristas de la CGT de Azopardo, de Córdoba y Rosario, no tuvieron más remedio que seguir el impulso de las filiales ongaristas, sumándose a paros generales conjuntos que tuvieron un éxito rotundo; en Mendoza, al mismo tiempo, se realizaban tratativas entre ambos sectores para repetir la experiencia.
Según Héctor Quagliaro, líder del ongarismo rosarino, las dos CGT dejaron de lado sus diferencias "ante un hecho concreto y violento que ha sacado de la modorra a algunos dirigentes sindicales"; pero, además, reconoció que la convergencia no es meramente fortuita: "Creo que es algo positivo, un paso concreto hacia la unidad orgánica", declaró a SIETE DIAS.
Lo cierto es que dos semanas atrás Raimundo Ongaro recibió una carta secreta en la cual Juan Perón insinúa una nueva voltereta opositora, aunque tal vez no del todo sincera: el exiliado aspiraría a capitalizar los disturbios para forzar a Onganía a negociar con él la formación de un frente común contra Lanusse y los liberales. De ahí —se deduce— la sumisión del vandorismo del interior a los dictados de Paseo Colón, una actitud que no adoptó el propio Augusto Vandor, fiel a su costumbre de "no quemar las naves".
De todos modos, la nueva situación pone entre paréntesis el proyecto oficial de estructurar antes de fin de año una CGT amiga del gobierno, que cristalizaría, de acuerdo con los planes elaborados en la Secretaría de Trabajo, mediante un acuerdo entre el vandorismo y el bloque participacionista. Por lo pronto, los sectores anidados en Paseo Colón han elaborado una estrategia para impedir la consumación de ese proyecto, cuyos detalles se decidirán en un plenario a efectuar en Córdoba en la segunda quincena de junio; el "peronismo combatiente" ya efectuó una reunión previa el sábado 24, en la misma provincia. Empero, todo depende de la elección final del vandorismo ante una disyuntiva de hierro, que siempre quiso evitar: definirse por o contra el gobierno.
Mientras tanto, las tropas de Fonseca, en Rosario, emitían un bando en el que advertían que los soldados tenían orden de disparar contra cualquier grupo agitador o sospechoso de serlo. Una manera de encarar la situación, distinta de la elegida por el obispo de Corrientes, monseñor Francisco Vicentín, quien ante el enviado de SIETE DIAS recalcó que debe permitirse la realización de marchas. "Hay que tener paciencia; los estudiantes me aceptaron como enlace -dijo, refiriéndose a su mediación-, claro que algo fríamente, pero yo noto que Dios está entre ellos."
Quizás los estudiantes correntinos dejen de prestar su apoyo a la gestión de Vicentín si se confirman algunos rumores que justifican la "frialdad" con que lo recibieron: el obispo actuaría de acuerdo con el gobernador Hugo Garay Sánchez (apodado Caray por sus enemigos, patrón en guaraní) para canalizar las protestas en un futuro Consejo Asesor en el cual se permitiría la presencia de una representación universitaria previamente "seleccionada".
Es difícil que en las actuales circunstancias la tensión acumulada después de varias muertes pueda enfriarse mediante la panacea participacionista. De ahí que el bando de Fonseca tal vez sea ahora más realista; la crisis pudo haberse evitado si, en un principio, la torpeza policial no hubiera preferido el lenguaje de las balas. Como la especie de "dum-dum" que perforó la espalda del estudiante rosarino Blanco, en la noche del miércoles 21, según pudo comprobarlo el enviado de SIETE DIAS. Porque después de esos hechos la FUA no trepidó en lanzar un plan que preconiza la formación de "comandos armados de resistencia" en las fábricas y en las facultades, proponiendo, al mismo tiempo, la realización de un paro general conjunto con Paseo Colón para el 29 de mayo; ante lo cual el gobierno deberá apuntalarse en la represión recurriendo a sus propios "comandos": el Ejército o la Gendarmería.
Algo de todo esto fue pronosticado por el propio Guillermo Borda, en su alocución del lunes 19 por la noche: "Ya se sabe que, desgraciadamente, la violencia engendra violencia", se conformó el ministro del Interior.
Al tiempo que Rosario se trasformaba en una incendiaria hecatombe, la noche del miércoles 21 albergó estallidos menos violentos pero igualmente inquietantes en La Plata, Salta y Tucumán, donde los universitarios protagonizaron marchas y enfrenamientos con la policía, apelando a las famosas bombas molotov. En Buenos Aires, esa misma noche, la guerrilla urbana asumía formas más benevolentes cuando los estudiantes de la Universidad del Salvador se adherían al paro nacional de protesta instalándose en plena avenida Callao. Al día siguiente, jueves, un nuevo cimbronazo tenía por escenario la Ciudad Universitaria de Núñez. Saldo: una veintena de heridos y contusos.
Pese a todo, Juan Carlos Onganía pudo hacer gala de su proverbial impenetrabilidad: en la mañana del jueves 22 concurrió a la Expoficina '69, en las instalaciones de la Sociedad Rural, en Palermo, donde se exhiben modernos juegos de muebles de oficina.

Enviados especiales a Corrientes y Rosario: NORBERTO GOMEZ, CARLOS ABRAS, MANUEL CALDEIRO y BERNARDO ACUÑA.

LA CRISIS DE GABINETE
LAS NECESIDADES ESTRATEGICAS
Entre el sábado 17 y el domingo 18 Juan Carlos Onganía se encontró con la novedad de que el gabinete en pleno le ofrendaba verbalmente su renuncia. No fue una sorpresa. La necesidad de una remodelación ministerial figura desde hace tiempo en los planes que trata de impulsar el equipo de asesores de la presidencia regenteado por el abogado Roberto Bobby Roth. La única modificación, en todo caso, fue que el tiempo y la oportunidad elegidos por los dimisionarios no coincidió con los tiempos del presidente. De ahí que Onganía rechazara las renuncias.
Pero el episodio refleja claramente la crisis que agobia a la cúspide del gobierno y que, en la última semana, parece haber ingresado en el trance traumático de las resoluciones. Si la conspiración liberal, que trata de capitalizar la intranquilidad desplegada primero por la cadena de atentados a guarniciones militares y luego con el estallido estudiantil, creyó encontrar en ello uno de sus primeros logros para desembocar en un enfrentamiento militar, es probable que se haya equivocado. El enfrentamiento, que evidentemente ha hecho crisis, entre el ala liberal y nacionalista del gobierno tenderá a resolverse, seguramente, en el terreno menos restallante pero más eficaz de la integración del próximo gabinete. Un proceso que puede demorar varios meses en resolverse. Sobre todo porque si algo figura entre las preferencias de Onganía es elegir el momento de los cambios y no propiciar la sensación de que éstos se producen por el juego de presiones internas, donde la pieza fundamental sigue siendo el Ejército. Y si la crisis se generaliza, la deliberación volverá a señorear por los cuarteles rompiendo el esquema presidencial que tiende a terminar con los "comités políticos" dentro de las FF. AA.
De hecho, tal fenómeno continúa vigente desde el momento que los embates del comandante en jefe del Ejército, Alejandro Lanusse, contra el equipo político del gobierno, no son sólo presunciones de la oposición: Lanusse habría difundido generosamente por las guarniciones su disgusto (y su desacuerdo) con las conclusiones participacionistas del último cónclave de gobernadores realizado a principios de mayo en Alta Gracia, Córdoba. La apertura de tal etapa, punto crucial del operativo político que aspira a montar el clan nacionalista encabezado por Mario Díaz Colodrero, no puede resolverse con la permanencia de un comandante en jefe que milita en la oposición a tales planes. De ahí que —a juicio de algunos observadores— el relevo de Lanusse constituya una necesidad estratégica de Onganía. Con ello no sólo se desprendería de un factor de tensión: consumaría una demostración de fuerza, base de lanzamiento de la etapa "verdaderamente revolucionaria". A mediados de la semana pasada el nombre del reemplazante de Lanusse circulaba no sólo por los corrillos políticos: la figura del general José Jaime Toscano, un onganiísta, actual jefe del Estado Mayor Conjunto, era alentada desde esferas íntimamente allegadas al oficialismo.
Es posible que la metodología del cambio sobrevenga bajo la forma de un simposio que se reunirá en Neuquén a fines de junio con la misión de elaborar un Diagnóstico de la Situación Actual del País en lo Político, Educacional, Científico y Económico, y Metas Para Alcanzar por el Gobierno en 1980. Su inspirador es el sacerdote jesuita Ismael Quiles, uno de los más notables "asesores espirituales" de Onganía. Participantes: Dagnino Pastore, Aldo Ferrer, Mariano Grondona, Julio López Mosquera, José Luis de Imaz, Carlos Moyano Llerena, José Saravia (h.) y Alberto Taquini. Una nómina que puede constituir la base del futuro gabinete que albergará un solo veterano: el canciller Nicanor Costa Méndez, sindicado como el único ministro de la primera hora que continuará en la nueva etapa.
Si el eventual relevo de Lanusse distiende presiones en el Ejército, la defenestración de Adalbert Krieger Vasena tenderá a popularizar la imagen de Onganía. Pero ¿hasta qué punto tales cambios —sobre todo el de Lanusse— podrán resolverse por la "vía pacífica"? En la noche del martes 20 cien oficiales en actividad (entre integrantes de ia plana mayor del Cuerpo de Ejército III, con asiento en Córdoba, y de la Base Aérea, adyacente) se convocaron en el Barrio Aeronáutico, en las afueras de la ciudad mediterránea. Bajo la presidencia de un vicecomodoro, los juramentados, de neta inspiración liberal (un observador los calificó de Colorados), planearon los detalles de un alzamiento "que no se puede dilatar más allá de los tres meses". El dispositivo acordado sería curiosamente parecido al que se practicó con éxito en 1955, en oportunidad del estallido de la Revolución Libertadora.
Pero, durante el último fin de semana, Onganía no sólo recibió imprevistas renuncias: uno de sus visitantes en la residencia de Olivos fue un alto dignatario de la Iglesia, arzobispo de una de las diócesis más importantes del país, a quien el presidente habría confiado que "en los próximos meses va a cambiar el equipo económico porque el gobierno está decidido a iniciar una etapa definidamente social".
Suplemento Especial de la Revista Siete Días Ilustrados
26.05.1969

 

Ir Arriba

 

Rosariazo
En plena batalla campal, sobre la calle San Lorenzo, los estudiantes levantan barricadas. Fue en la noche del miércoles. Al día siguiente Rosario amanecía ajo el Código Militar
Rosariazo
Durante horas Rosario se trasformó en una incendiaria hecatombe. La represión produjo otro muerto y graves heridos
Rosariazo
con insólita disciplina, los estudiantes rosarinos acumulaban material para las barricadas
Rosariazo
Vecinos del centro de Rosario colaboran con material de toda índole en la improvisación de barricadas
Rosariazo
Esquina de Córdoba y Maipú, en Rosario (izquierda): forcejeos y cuidados sobre las mesas del bar
Rosariazo
Una columna de manifestantes rosarinos, el miércoles 21 a la noche
Rosariazo
La Montada en acción: carga para dispersar grupos de revoltosos
Rosariazo
Actos en Córdoba y en Corrientes
Rosariazo
Los estudiantes ocupan la Universidad Tecnológica en la Capital
Rosariazo
En la noche del martes 20 Buenos Aires vivió, aunque con menos violencia, la temible algarada estudiantil
Rosariazo
Después de la violencia: vidrios y piedras en las calles. Lidia Martinez gravemente herida; el cadáver de Luis Blanco y un estudiante golpeado

 

 

 
Rosariazo
Rosariazo
Olla popular de la CGT de Rosario
Rosariazo
Rosariazo
Huida de los gases sobre la calle Perú, en Ciencias Exactas
Rosariazo
El martes20, en buenos Aires, frente a Ciencias Económicas

 

 

 

 

 

Búsqueda personalizada