Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

Elección de un Vicepresidente

 

Revista Primera Plana
17 de diciembre de 1968

A principios de 1954, mientras los partidos opositores se debatían en ásperas luchas internas, Perón aprovechó la oportunidad para decidir la elección de un Vicepresidente en reemplazo de su compañero de fórmula, Jazmín Hortensio Quijano, muerto en abril de 1952. Era también una manera de legalizar la situación de su segundo, el contraalmirante Alberto Teisaire, quien ocupaba la presidencia provisoria del Senado —y por ende la Vicepresidencia de la Nación— y a quién pensó en hacer candidato.
Tal era el optimismo oficialista en esos momentos, que se quiso también adelantar en un año la renovación parcial de bancas en el Congreso Nacional y en las legislaturas provinciales, haciendo coincidir los comicios en una misma fecha: el domingo 25 de abril. Concluidas esas formalidades, Perón se dedicó a agasajar a la señorita María Eugenia Rojas Correa, hija del Presidente de Colombia, general Gustavo Rojas Pinilla, quien llegó a Buenos Aires en el mes de febrero "en viaje de placer". En marzo, cuando faltaban pocas semanas para las elecciones, comenzó en Mar del Plata el gigantesco Festival internacional de Cinematografía preparado por la Subsecretaría de Informaciones, que atrajo la atención popular con su despliegue de grandes estrellas. La eficacia de su organizador, Raúl Apold, proporcionó al peronismo un impacto sin precedentes en vísperas electorales, que jamás podrían contrarrestar los opositores con sus escasos recursos (Perón habló en un gran acto, sobre la rambla). Por esos mismos días obtenía la libertad el dirigente radical David Michel Torino, detenido en Salta en 1951 "por desacato" (era director propietario del diario salteño El Intransigente, clausurado por ''irregularidades, administrativas") y a quien la SIP acababa de consagrar "Héroe de la libertad de prensa". Los jueces de la Corte de Justicia provincial que lo absolvieron, Carlos S. Douthat y Jerónimo Cardoso, fueron luego enjuiciados y destituidos.
La convocatoria a elecciones sirvió para agudizar aún más las crisis que soportaban los partidos de la oposición, divididos internamente en concurrencistas y abstencionistas. Dentro del radicalismo, donde el Movimiento de Intransigencia y Renovación había logrado apoderarse del control, se agudizaban los enfrentamientos con el sector unionista. Los intransigentes, partidarios decididos de la concurrencia, ofrecieron su candidatura a Ricardo Balbín, pero éste declinó porque le bastaba con la derrota de 1951. A su vez, los afiliados santafesinos postulaban la candidatura de Agustín Rodríguez Araya, exilado en Montevideo, quien la rechazó de plano y sugirió la designación de Michel Torino "para el caso de que no sea elegido Arturo Frondizi presidente del comité nacional". Finalmente, ninguno de esos nombres sería aceptado y se eligió a Crisólogo Larralde.
En las filas del socialismo, en cambio, la situación, era crítica, pues un dictamen del juez Miguel Rivas Arguello había reconocido como único partido al que acababan de organizar los disidentes properonistas encabezados por Enrique Dickman, con el nombre de Movimiento Socialista. La actitud abstencionista que primaba en el viejo partido comandado por Nicolás Repetto se vio reforzada por la decisión judicial, hasta que el Gobierno decidió devolverle la legalidad y obligarlo así a concurrir a elecciones. Para evitar confusiones, la agrupación de Dickman fue obligada a utilizar un aditamento: se le llamó Partido Socialista Revolución Nacional, y estuvo constituida en su mayoría por expulsados del viejo partido y reforzada con un contingente de trostkistas que creyeron en la posibilidad de dotar al peronismo de un contenido revolucionario y marxista.
El principal protagonista de estos acontecimientos fue el ingeniero Emilio Dickman (hijo del anciano dirigente Enrique Dickman), a quien Borlenghi llamó para proponerle una entrevista entre su padre y Perón "con vistas a la conciliación nacional", "La entrevista se realizó el 1º de febrero de 1952, a las 8 de la mañana, en el despacho presidencial —recordó Emilio Dickman a Primera Plana—, y además de Perón y mi padre también estuvimos presentes Borlenghi y yo. Mi padre pidió, como medida previa a la conciliación nacional, la reapertura de La Vanguardia y la libertad de todos los presos políticos y gremiales (socialistas y no socialistas), a lo que Perón accedió sin condición alguna. La entrevista terminó a las 11 y se dio un comunicado oficial cuyo texto fue previamente revisado por mi padre. Pocos días después se decretó la liberación de los presos y la reapertura de La Vanguardia." "Para Enrique Dickman —añadió—, la entrevista significaba que el gobierno unipersonal de Perón estaba dispuesto a un cambio en sus formas de gobernar, aceptando la crítica y la oposición. De esa manera se iniciaba el diálogo, interrumpido por múltiples causas, entre los partidos y el Gobierno. Desgraciadamente, desde esa fecha (1952), los dirigentes políticos no quisieron tender a esa normalización de la vida política, con los resultados que el país ha sufrido y sufre en su vida democrática. Enrique Dickman en todos sus escritos y actitudes posteriores a esa fecha, hasta su muerte, ocurrida el 30 de diciembre de 1955, bregó para que eso se realizara, y murió con la amargura inmensa de no haber sido comprendido ni interpretado sino por muy pocos de sus correligionarios. Han pasado casi 17 años de la entrevista Dickman-Perón y la situación política es sencillamente absurda. Quienes condenaron a mi padre a la muerte civil por haber querido la convivencia política con dignidad y en base al progreso social de la clase trabajadora, desde 1955 mendigan los votos de esa clase trabajadora a la que despojaron de sus derechos y de su justicia social, una justicia social que Perón había implantado y que el viejo Partido Socialista había abandonado y traicionado."

Los aspirantes
Las listas electorales de cada partido fueron oficializadas el 11 de marzo de 1954, con la sola excepción del Partido Demócrata Nacional, que la presentó fuera de término, una semana después. Esa demora obedecía a la falta de candidatos, pues los conservadores también tuvieron que zanjar una cuestión interna antes de presentar sus listas y decidir entre la abstención y el concurrencismo. Esta última postura era considerada como una forma sutil de colaboracionismo, y de ella habían participado seis miembros del comité nacional, quienes se entrevistaron con Perón a fines de 1953, encabezados por Eduardo Paz (hijo), para negociar la convivencia pacífica. Ese mismo año se había conocido la famosa carta de Federico Pinedo a Borlenghi, clamando por la conciliación nacional, y por eso la presentación de candidatos fue cuestionada por los abstencionistas en una serie de agrias discusiones que culminaron con la impugnación formulada por Gastón J. Lacaze y Oscar Rebaudi Basavilbaso. Por su parte, José Aguirre Cámara (líder del abstencionismo conservador) hizo pública su disidencia en una carta abierta, a fines de marzo de 1954, en la que consideraba que "la concurrencia ahora al comicio, después de la actitud renunciando a las posiciones legislativas primero y la frustrada pacificación después, es la ruptura de la línea política del partido en la última década".
Los verdaderos aspirantes a la Vice-presidencia de la Nación, para las elecciones del 25 de abril de 1954, eran solamente dos: Teisaire, por el Partido Peronista, y Larralde, por la Unión Cívica Radical. El resto se presentó por cuestiones meramente formales: unos para mantener la vigencia legal de sus partidos (la ley obligaba a presentar candidatos) y otros por su neto afán concurrencista. En el lote sin posibilidades figuraban Guillermo Bonaparte (Partido Socialista), Benito de Miguel (Partido Demócrata Nacional), Alcira de la Peña (Partido Comunista), Luciano F. Molinas (Partido Demócrata Progresista) y José F. Penelón (Concentración Obrera). Los socialistas de Dickman (Revolución Nacional) apoyaban, obviamente, la candidatura de Teisaire, y presentaron únicamente candidatos a Senadores y Diputados, que era en definitiva la única posibilidad que tenían todos estos partidos de obtener algún dividendo electoral.

La campaña y el triunfo
Para asegurarse un triunfo absoluto del oficialismo, el Ministro de Asuntos Políticos, Román A. Subiza, resolvió perfeccionar el sistema que con tanto éxito había implantado en las elecciones de noviembre de 1951. El método consistía en una caprichosa división del mapa electoral metropolitano (único distrito donde los opositores se sentían fuertes) en 28 circunscripciones presumiblemente adictas, y que había redituado un jugoso dividendo: 27 bancas peronistas contra 5 radicales; Esta vez, Subiza se propuso obtener el ciento por ciento y rehizo el mapa con 14 circunscripciones, de acuerdo con los últimos cómputos, eliminando las secciones favorables a los radicales y distribuyendo sus circuitos entre las secciones peronistas. De este modo, los votos opositores del barrio norte y de las zonas de clase media eran neutralizados por las mesas de Barracas, Parque Patricios o Mataderos.
Para justificar ese rompecabezas, Subiza pronunció una disertación el 24 de febrero en la que expresó: "La Capital Federal, que elige 28 Diputados, se tuvo que dividir en 28 circunscripciones; pero en esta nueva oportunidad sólo se eligen 14; en consecuencia, había que reducir las circunscripciones a la mitad. De esta manera nos íbamos a encontrar con el problema de que la mitad de la población de la capital iba a votar para la renovación de su legislatura y la otra mitad no". Lógicamente, nadie le creyó. Pero el resultado fue espléndido para el oficialismo: ganó en todas las circunscripciones y dejó sin representación a los radicales.
El triunfo peronista en el resto del país fue tan holgado como en 1951, pues nuevamente volvieron a duplicarse las cifras. Teisaire obtuvo cerca de cinco millones de votos (4.994.106) contra casi dos millones y medio de Larralde (2.493.422), lo que le permitió ser consagrado Vicepresidente constitucional. Su candidatura había sido proclamada el lunes 19 de abril en el Luna Parle, durante un mitin en el que Perón tomó las acusaciones de "comicio fraudulento" que le hacían los opositores a raíz del rompecabezas inventado por Subiza, e invirtió los términos: "El fraude, compañeros, el fraude electoral fue inventado por los radicales. Lo perfeccionaron los conservadores y luego lo explotaron en una sociedad en comandita que se llamó Concordancia". Dos días después, 50 mil deportistas rendían homenaje a Perón en un gigantesco desfile por las calles céntricas, y en la noche del viernes 23 la campaña peronista fue clausurada con un gran acto en Paseo Colón e Independencia, frente al flamante edificio de la Fundación.
También en la noche del 23 cerraron su campaña los radicales con un mitin en Plaza Italia; otro en Villa Urquiza; dos concentraciones provinciales en La Plata y Vicente López, y un acto de menor importancia en Plaza Constitución, que terminó a garrotazos cuando una columna peronista, procedente del mitin de Paseo Colón, se acercó a la tribuna de los radicales en actitud poco amistosa mientras hablaba Francisco Hipólito Uzal. En la refriega murió de un balazo el afiliado peronista Guillermo Janeiro. El mitin principal de los radicales se había efectuado el día anterior en el Parque Rivadavia, donde Alberto M. Candiotti, Rodolfo Weidmann y Oscar López Serrot precedieron a los tres oradores de fondo: Larralde, Balbín y Frondizi. La multitud antiperonista que se dio cita en el centro del parque, junto al monumento a Simón Bolívar, donde estaba instalada la tribuna radical, se fue extendiendo hasta cubrir todo el ancho de la Avenida Rivadavia (entre José María Moreno y Otamendi) y convertirse en la concentración opositora más numerosa realizada durante el peronismo.
Un mes antes, el 15 de marzo, los socialistas del viejo partido habían proclamado el retiro de todas sus candidaturas en un mitin celebrado en Plaza Constitución, en el que hablaron Ramón A. Muñiz, Haroldo H. Costa, Francisco J. Pasini, Francisco Pérez Leirós, Nicolás Repetto y Alfredo L. Palacios. Este último recordó que el último congreso partidario había subordinado la concurrencia a los comicios a la derogación del estado de guerra interno y de la legislación represiva. "Hoy es el día señalado como plazo —sentenció Palacios— para el cumplimiento de dichas exigencias. Y el plazo se ha cumplido en vano. En consecuencia, declaro desde esta tribuna que el Partido Socialista no concurrirá a los comicios; que han caducado todas las candidaturas y las pequeñas preocupaciones electorales."
Pasadas las elecciones, Larralde y Balbín fueron detenidos en La Plata "por desacato", de acuerdo con las versiones de sus discursos tomadas por oficiales de la policía. Pero el abrumador triunfo peronista del domingo 25 había desatado una euforia tal que el propio Perón ordenó a Borlenghi que se los liberara "cuanto antes". Tras el amargo sabor de la aplastante derrota, Balbín debió soportar algunas semanas después los embates de sus propios correligionarios. Eran los cargos que le formulaba el dirigente radical unionista Silvano Santander, refugiado en Montevideo (por participar en el golpe subversivo del general Benjamín Menéndez, en setiembre de 1951), quien envió a Buenos Aires una carta abierta acusando a Balbín de "haber perdido el tren justicialista en 1945" y "haber mantenido numerosas entrevistas con Juan Atilio Bramuglia".
La semana pasada, cuando Primera Plana le exhibió un ejemplar mimeografiado de aquella carta suya, que circulara profusamente entre el antiperonismo de entonces, Santander se retractó: "Fue algo que escribí en un momento determinado, con ánimo de ofender, y ahora me doy cuenta de que estuve equivocado. A Balbín, que fue quien recibió mis golpes más fuertes, ahora le doy un abrazo cada vez que lo veo. Somos grandes amigos".
Esa actitud, sin embargo, no absuelve a Frondizi (acusado en la misma carta de "empresario de la concurrencia"), de quien Santander sigue opinando que fue "el principal causante de la división del radicalismo, por haber hecho de la UCR su propio partido". Al recordar el frustrado golpe de Menéndez, Santander deslizó ahora una nueva acusación contra Frondizi: "Los conspiradores civiles fuimos descubiertos y al día siguiente Perón acusó en un discurso a un grupo de Diputados. Entre ellos mencionó a Frondizi, quien enseguida envió a Perón un mensaje por intermedio de López Serrot, informándole que él no había tenido participación en ningún movimiento subversivo. Perón lo perdonó y nos mantuvo a nosotros el dedo acusador en la frente. Ese mismo día el bloque decidió exonerarnos".
Después de aquellos episodios comenzó a circular la versión de que Frondizi almorzaba reservadamente con Perón todas las semanas. "Nunca nos hemos visto personalmente. Ni antes ni después de su caída", desmiente ahora Frondizi.
(Hugo Gambini -salvo error-, Copyright Primera Plana, 1968.)

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Larralde
Larralde, candidato radical

Teisaire
Teisaire, hombre de Perón


Segundo rompecabezas de Subiza, sin barrio norte


El gran acto peronista en Mar del Plata


 

 

 

 

 

 


Dickman 1968


Santander


Aguirre Cámara

 

 

 

 

 

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