Gudiño Kieffer se come mejor


Vive en un piso confortable y sin lujo, con su mujer, Beatriz Trento, y sus dos. hijos. Eduardo Gudiño Kieffer, 36, nacido en Esperanza, Santa Fe, afectado momentáneamente por una leve fiebre, recibió al cronista en el dormitorio y se olvidó, durante dos horas y media, de su molestar indeterminado, quizá gripe, quizá no. Es desenvuelto, pródigo en amabilidades y carece de inhibiciones. Es jefe de una familia tipo, escritor de oficio, feliz autor de 'Para comerte mejor' (1968), y se advierte que la leche tibia del hogar es su elemento.
Al terminar una entrevista con Gudiño Kieffer, el aire y los ruidos de la calle anulan el efecto de neutralización de contrarios que produce su conversación. Las oposiciones, sin embargo, existen. Si su interpretación del mundo parece suprimir los antagonismos y sumir las cosas en el Caos primordial de los órficos, la materia, separada en ómnibus y gente, en taxis y árboles, en nenes y agentes de la esquina, disipa ese tibio vapor que nubla sus ojos y protege su vida.
Como un personaje de Trasatlántico de Witold Gombrowicz, que aconseja tanto lo uno como lo otro, Eduardo Gudiño Kieffer reduce las disyuntivas en un baño de agua regia. Si le fuera dado escribir el monólogo de Hamlet, éste declamaría: "Ser y no ser". He aquí su diálogo:

—¿Cuál es el origen y el sentida de su nueva novela?
—En 1969 salió en todos los diarios de acá una noticia muy graciosa, no muy graciosa, no era nada graciosa. Un inspector de policía pescó por la calle a un pibe que se hacía pasar por sordomudo, con una credencial del Instituto del Sordomudo, o no sé cómo se llamará, que pedía limosna. A raíz de eso se descubrió que había una organización que hacía estudiar a los pibes de sordomudos.
—¿La ópera de dos centavos?
—No, no pensé en la ópera de dos centavos, pensé en el Lazarillo de Tormes, pensé en la picaresca. A raíz de eso empecé a elaborar la situación, pero en el aire, así, porque yo parto de imágenes. ¿Sabe lo que es hacerse pasar por sordomudo en Buenos Aires?
—No.
—Yo sí. El asunto me pareció realmente muy apasionante y hacía cosas, por ejemplo, como las que he hecho: salir por Buenos Aires con algodones en las orejas fue una experiencia increíble. O seguir a una pareja hasta el final, así te pases ochenta cuadras en el micro. No, hasta la casa no, porque no podes. Es decir: la calle es una experiencia increíble.
Sintetizando: 'Guía de pecadores' es la novela de un país en crisis; usted va a decir que todo el mundo está en crisis, pero está en crisis un país como éste, que no debiera estarlo. Yo creo que es un país colonizado, un país dominado que nunca se encontró a sí mismo, un poco porque no se buscó, otro poco porque no nos han dejado buscarnos. Creo, realmente, en lo dañina —esto me puede dañar a mí sobre todo ahora que tengo que ir a los Estados Unidos— que es la posición de sometimiento que tenemos frente a los Estados Unidos. En estos momentos no se puede decir que somos una colonia inglesa, que por lo menos era chic, era elegante, bastante bien, con todo. La norteamericana, además de ser dañina, es mersa. Es el sistema...
—¿Cómo es eso, puede precisar?
—El sistema es lo que está encima tuyo y te oprime. Lo que yo quisiera que existiese en este país es la socialización de los medios de producción, o sea, que el tipo que realmente labora tenga la compensación de su laburo. En el fondo, el enemigo es la alienación, venga de donde venga.
—¿De dónde viene?
—Me pregunta muy difícil. ¿Qué puedo responder yo? La clase alta, la oligarquía vacuna... Yo no te puedo responder eso, no puedo hacer juegos extraños. Pienso que el sistema no tiene cara ni manos, que es una especie de gran cerebro que un día se va a morfar a sí mismo. Es una imagen. Si en éste país hay una clase, es una clase, incluso, sometida al sistema. Si a mí me dicen que hay un rico que oprime al pobre, si hay un Krieger Vasena, por ejemplo, es un señor que es de Deltec, lo considero opresor, pero es de otro país porque para mí no es argentino.
—El domingo 6 de agosto, el suplemento literario de La Nación publicó un reportaje conjunto a usted y a Borges. Allí, él afirma que, como sus mayores, sería capaz de pelear si estuviera en condiciones físicas. Por el contrario, usted no quiere pelear. ¿Por qué?
—Yo le tengo gran respeto a Borges como escritor. Sí, él dice que sí, que llegado el caso él lucharía. Yo digo que no. Acá, en este país, si tenés que luchar por alguien tenés que luchar por el peronismo, con Perón arriba. Yo no puedo gritar Perón, Perón. ¡Jamás! Hace veinte años que tenés a Perón allí y el peronismo no ha evolucionado.
—¿No hay evolución?
—Sí, en una parte, eso quise decir, no ha evolucionado. Mientras tanto, está el monstruo del viejo sentado sobre el país. Entonces, yo pretiero decir: soy un cobarde y no me animo a salir a pelear por él. Fíjese si le representa salir a pelear para que de pronto tenga instalado el fascismo.
—Y en este momento, cómo es el gobierno?
—Claro que es un fascismo el de ahora también. Pero Perón, aunque hable contra los militares, también es un militar. Yo soy un antimilitarista. No conozco ningún país donde la casta militar no haya hecho macanas.
—En el reportaje ya citado, parece que usted no se atreve a oponerse a Borges. ¿Por qué?
—Yo no me opongo a Borges para nada porque Borges es Borges, Borges representa a Borges. Yo nunca fui parricida, nunca he matado a mis mayores. Escuche: ¿qué sería Gudiño discutiendo con Borges esas cosas, la violencia? Yo planteo como siento las cosas: yo no soy capaz de pelearme, yo creo que el Che es un héroe, yo creo que Fidel no es un tirano, yo creo que los negros merecen más oportunidades de las que tienen. 
Jorge Di Paola
PANORAMA, AGOSTO 17,1972

Ir Arriba


Gudiño Kieffer
Gudiño Kieffer

 


 

Comentario:
Hola Tito, en el artículo sobre Guidiño Kieffer, el entrevistador lo compara con un personaje de la obra Transatlántico de Witold Gombrowicz. Esa comparación, en esa época (1972) debía resultar un enigma, porque todavía se desconocía la formidable y vanguardista obra que Gombrowicz había escrito en su larga estadía en Buenos Aires. Ocurre que el que hace el reportaje es Jorge Di Paola, alias Dippi, uno de los muy jóvenes discípulos del maestro polaco en aquellos años.Di Paola falleció hace unos cuatro años en su Tandil natal y en los Diarios que escribió Gombrowicz sobre su estadía en Argentina figura reiteradamente
Un abrazoHector

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

Búsqueda personalizada