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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ


ESTEBAN RIGHI
"No fui el ministro del Interior de los montoneros"
Revista Somos
1984

un aporte de Riqui de Ituzaingó

 

Diez años después el ex ministro de Cámpora contesta las acusaciones. Por qué no mandó la policía al acto de Ezeiza. Cómo se resolvió la amnistía del '73.


Esteban Righi

 

 

Usted fue el ministro del Interior de los montoneros, en el gobierno de Cámpora? 
—De ninguna forma. Entiendo que después de que se dijeron tantas cosas que no son ciertas haya que repetir las que son ciertas para que se conozca la verdad. Ese es un invento y corre por cuenta de quien inventó la especie.
—¿Quién lo apoyó para llegar, pese a su juventud, al Ministerio más conflictivo e importante del año '73?
—Mi presencia en el gabinete se explica por el hecho de haber acompañado a Héctor Cámpora desde el año '71 en adelante, cuando fue designado delegado de Juan Perón. Yo no sé si fue o no, una decisión acertada ponerme en ese ministerio, la historia lo dirá, pero en todo caso fue una decisión del presidente Cámpora que, por otra parte, consultó sobre el tema al general Perón. Yo no tuve nada que ver con la opción de los violentos.
—Se lo acusa de ser el principal responsable de la suelta de presos del 25 de mayo del' 73, y el principal impulsor de la amnistía para los subversivos que estaban en la cárcel.
—Primero, hay que ubicarse en la época. El Frente Justicialista de Liberación propuso en su campaña una amnistía amplia, un decir borrón y cuenta nueva para arrancar con un nuevo sistema de vida en el país, olvidando el pasado. Esta oferta electoral la votó la mayoría abrumadora del pueblo argentino. Tal es así que la amnistía es votada por unanimidad en el Parlamento y no fue, como se dijo muchas veces, un invento de una o dos personas.
—Pero habría sido ingenuo suponer que los jefes guerrilleros iban a dejar las armas, iban a cambiar su proyecto de tomar por la fuerza el poder político por el sólo hecho de que se había instalado un gobierno peronista.
—Eso lo sabíamos y preveíamos que si los guerrilleros eran contumaces en el uso de la violencia el Estado tendría que intervenir, tendría que reprimir. Pero nosotros tratamos de usar las armas del estado de derecho y nos íbamos a dar un tiempo para persuadir a los violentos, para encapsular el problema, para aislar socialmente a los violentos y a los que no aceptaran la oferta democrática.
—¿Hubiera ordenado reprimir a los montoneros y al ERP desde su ministerio?
—íbamos a tratar de usar los mecanismos de apertura política para pacificar a la sociedad. Pero frente a una contumacia endémica por parte de los violentos el aparato represivo iba a ser usado como último recurso del Estado para preservar el orden y la seguridad. Esto es así. Lo que no me parece es que irremediablemente la gente que salía de las cárceles debía recaer en la violencia, porque eso tenía mucho que ver con el tipo de política que se siguiera y con el clima social del país.
—Lo cierto es que muchos subversivos liberados siguieron usando las armas y la violencia contra el mismo gobierno constitucional que los había liberado y la violencia no se terminó, sino todo lo contrario...
—Sin duda fue así, hubo algunas fallas. . . Frente a esto no había más remedio que la represión, entendida como último recurso del Estado. Pero lo que no se puede decir así tan alegremente es qué pasó lo que pasó después porque salieron 500 presos de la cárcel. Esto me parece una simplificación terrible del problema.
—¿Usted dio la orden en la noche del 25 de mayo para que se soltara a los presos?
—La tesis del gobierno era que debía haber una amnistía aprobada por el Parlamento y eso fue lo buscado. Lo que pasó es que para la izquierda era atractiva la idea de presentar al gobierno como obligado a dictar tal amnistía. Es decir, que en lugar de cumplir con una promesa electoral, el gobierno cedía "ante la presión popular por arrancar una ley de amnistía". Esto explica las concentraciones y las presiones sobre las cárceles de todo el país, incluyendo Villa Devoto.
—Los presos comenzaron a salir ante un indulto presidencial, y no ante una ley de amnistía. . .
—Fue un camino seguido para evitar una masacre. La tesis fundamental prevista por el gobierno era la amnistía, y el indulto figuraba como alternativa ante una emergencia. Es decir, una alternativa prevista pero no deseada.
—¿Por qué?
—En esos momentos había un serio problema en las cárceles y no era sensato arriesgarnos a una matanza por el sólo hecho de mantener el cauce previsto: que los presos salieran tres días después por una amnistía, que sabíamos sería aprobada por unanimidad. Lo que hicimos fue, ante una emergencia social, anticiparnos a la decisión por medio del indulto.
—Pero ese mismo día, desde la mañana se sabía que las columnas más radicalizadas de la izquierda marcharían hacia Devoto y usted como ministro no debía ignorarlo. . .
—Le repito: ante la emergencia se optó por el indulto, que era el mal menor. Había cosas que no se podían prever porque nosotros habíamos tomado el gobierno ese mismo día. Como se presentó ese cambio de gobierno, era muy difícil haber planeado algo con mayor antelación. No olvidemos el momento que se vivía en 1973. Todo el mundo quería la amnistía, que no fue un invento mío ni de cuatro o cinco locos sueltos. Ese fue un hecho institucional porque la ley fue aprobada por unanimidad los diputados y senadores se pusieron de pie para cantar el himno después de haberla aprobado más allá de que algún senador haya tenido discrepancias con algún artículo de la ley.
—¿Fue al Concejo Deliberante esa noche a decirle al presidente Cámpora (que participaba en una recepción con invitados extranjeros) que si no firmaba el indulto se producía una masacre?
—No, de ninguna manera, se dijeron muchas macanas sobre ese momento.
—Concretamente, ¿cómo fueron los hechos?
—Nosotros asumimos el gobierno el 25 de mayo de 1973 al mediodía. Después de los actos, yo llegué al ministerio y todavía no había presión sobre las cárceles. A eso de las tres o cuatro de la tarde todavía me mantenía la hipótesis primaria de sacar la ley de amnistía, sin necesidad de recurrir al indulto, que era la segunda alternativa.
—El presidente Cámpora había anunciado a la mañana que iba a haber una liberación inmediata de presos. . .
—Eso lo dijo el presidente para tranquilizar a la gente, en el sentido de que ese era un gobierno que cumplía lo prometido. Pero seguimos con la pregunta anterior. Yo nunca fui a buscarlo a Cámpora, como se dijo, al Concejo Deliberante. Ese día por la tarde el ministro de Justicia, Antonio Benítez, vino a mi casa, conversamos brevemente, y acordamos el mecanismo más adecuado para evitar la tragedia. Creo que ninguna persona sensata podía pensar que se podía producir una masacre para evitar algo que, de todas maneras, se iba a producir tres días más tarde.
—¿Cuándo lo consultó a Cámpora?
—Después de la charla con Benítez, y él estuvo de acuerdo. Se anunció el indulto como una solución menor al problema, aunque no era lo que nosotros preferíamos.
—¿Qué tuvo que ver Juan Manuel Abal Medina con todo esto? El apareció en Villa Devoto anunciando la liberación de los presos.
—A Abal Medina no lo vi ese día hasta mucho después. Llegó al Ministerio a eso de las dos o tres de la mañana, cuando el problema ya estaba resuelto. Yo no lo vi durante todo el desarrollo del problema, pese a que los diarios dicen que estuvo en Devoto.
—¿Cuántos presos —incluyendo los comunes que se filtraron— salieron ese día?
—Mire, no puedo darle una cifra exacta ahora, pero no fueron más de 500. Respecto a los presos comunes, se trató de algún caso aislado y creo que apenas si se trató de una excepción, como el caso de Chiappe.
—¿Sabe qué pensaba Perón de todo eso?
—Mire, yo no quiero hablar de eso, creo que no es práctico seguir a esta altura del partido tratando de saber qué pensaba Perón. Uno de los mecanismos que menos ayudan al peronismo es, precisamente, especular sobre qué pensaba Perón, o qué pensaría Perón, cuando el general ya está muerto. Lo cierto es que Perón, pensaba lo que dijo cuando llamó a la gente a la plaza, y de ninguna manera era contrario a lo que yo pensaba.
—Pasando a otro tema, a usted se lo acusa de ser uno de los mayores responsables de la tragedia de Ezeiza, el 20 de junio de 1973, por no mandar custodia policial al acto preparado para recibir a Perón.
—Mire, las cosas fueron al revés de lo que se comenta. La verdad es que yo pensaba que ese acto tenía que ser custodiado por la Policía Federal. Le di las instrucciones correspondientes al general Heraclio Ferrazano, el jefe de la Federal, algo que comuniqué al gabinete. Pero había otro sector que pensaba que la seguridad del acto debía correr por cuenta del propio movimiento, excluyendo a la policía.
—¿Quiénes, concretamente?
—López Rega, que era ministro de Bienestar Social, y el general Jorge Osinde, que presidía la comisión prorretorno y en ese carácter había monopolizado para sí la cuestión seguridad.
—Pero López Rega no estaba en esos momentos en el país.
—Correcto, López Rega estaba en Madrid, tenía un gran poder y él le daba órdenes a Osinde. Así fueron las cosas y creo que a esta altura es obvio hablar sobre el poder que comenzaba a detentar López Rega.
—¿Sabe cuántos muertos hubo ese día?
—Concretamente no sé, porque incluso se exageró mucho la cuestión. Hubo dos procesos judiciales, uno ordinario y otro federal, pero creo que nunca llegaron a determinar la cifra exacta.
—¿Tiene cargo de conciencia por los inocentes que cayeron ese día?
—Todo fue lamentable y doloroso. Innecesariamente doloroso. . .
—¿No pudo haber hecho algo para impedirlo? Usted era el ministro del Interior. . .
—Teniendo en cuenta el enfrentamiento que había en el seno del gobierno en esos momentos, la orden mía para que fuera la Policía Federal a custodiar el acto no se hubiera cumplido. La comisión de Osinde se había hecho fuerte y una vez que el acto y los incidentes estuvieron en marcha nada se podía hacer desde el Ministerio. Yo en realidad participé de la decisión que tomó Solano Lima para que el avión que traía a Perón bajara en Morón. Esa medida tenía un gran costo político, pero era lo más sensato que se podía hacer.
—Sin embargo, Cámpora se oponía a esa alternativa, cuando en el vuelo de aproximación a Ezeiza se comunicó con Solano Lima y éste le informó qué pasaba abajo.
—No hubo tal discusión. Ocurría que Cámpora no sabía lo que pasaba en tierra y entonces el vicepresidente trataba de informarle de cómo estaban las cosas para tomar una decisión.
—¿La decisión de bajar en Morón la tomó Cámpora o el propio Perón?
—Mire, yo estaba delante de Solano Lima y él me consultó la posibilidad de cambiar el lugar de aterrizaje. A mí me pareció correcto y se la comunicó a Cámpora por radio. Si el general Perón participó o no de la decisión final yo no lo sé porque no estaba en el avión. No quedaban más alternativas.
—Hablemos un poco hacia adelante, ¿vuelve para militar en alguna corriente interna del peronismo?
—Mire, todavía es muy temprano para saberlo. Quiero seguir aportando lo que pueda al movimiento, pero no puedo hablar de corrientes internas. Creo que lo más importante es tratar de averiguar por qué el peronismo no es la mejor opción popular a juicio de nuestro pueblo, que no lo votó el 30 de octubre. Averiguar eso y corregir lo necesario es la tarea principal.
—¿Qué piensa hoy de Mario Firmenich?
—Le voy a decir lo que pienso en general de la violencia y de los violentos, sin nombre y apellido. La violencia es una metodología que este país no soporta más. Este país quiere vivir en libertad, está harto de violencia. Ninguna opción violenta puede, tiene derecho, a perturbar el clamor popular. 
Tabaré Areas
Fotos: Jorge Aguirre.

 

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