Revista Periscopio
31.03.1970 |
Fue el sábado, cerca de mediodía, en un baño del edificio de
oficinas que se alza en Maipú al 200, de Buenos Aires. Allí, el
Frente Argentino de Liberación dejó una carilla mecanografiada, el
último boletín de un proceso que durante cien horas tuvo al país
entero con el Jesús en la boca.
La hoja del FAL señalaba, en síntesis, que Waldemar Sánchez, 56,
Cónsul paraguayo en Ituzaingó (Corrientes), había quedado en
libertad para salvarlo de la condena dictada contra él por los
Presidentes Onganía y Stroessner. Horas antes, a las siete de la
mañana, Sánchez se halló de pronto a cuatro cuadras de la estación
ferroviaria de Florida, al Norte de la Capital, mientras la Policía
lo buscaba en los distritos del Sur. El Cónsul abordó un tren y vino
hasta la Capital: poco después lo abrazaba el Embajador; más tarde,
en la Cancillería, flanqueado por los Ministros Martín e Imaz y el
Secretario de Informaciones del Estado, Señorans, balbuceó un
agradecimiento.
La semana pasada, el secuestro político tomó carta de ciudadanía en
la Argentina (Un caso anterior, el rapto de Adolf Eichman por
agentes israelíes -mayo, 1960- tuvo otras características). Recurso
utilizado a lo largo de la historia humana, desempolvaron su
eficacia los tupamaros uruguayos, en 1968; sin embargo, sólo en
setiembre de 1969 alcanza la notoriedad: fue en Río, cuando un grupo
terrorista se adueña del Embajador norteamericano, Charles Burke
Elbrick, y lo devuelve después que el Gobierno enviara a México a
quince detenidos políticos. Desde ese instante hasta el martes 24 de
marzo —fecha del rapto ele Sánchez y un agregado militar
norteamericano en Santo Domingo— hubo ocho secuestros en América
latina, contra diplomáticos o funcionarios oficiales.
En todos estos hechos, los Gobiernos de Uruguay, Brasil, Guatemala y
la República Dominicana actuaron del mismo modo: negociaron con los
extremistas, declinando así su autoridad; se supone que fueron
impelidos por razones humanitarias aunque, con ese criterio, puede
llegarse hasta la disolución de la Policía y las Fuerzas Armadas, a
fin de impedir la muerte de sus servidores o la guerra, que siempre
diezma a los inocentes. El Gobierno argentino, en cambio, asumió la
actitud más sensata: negarse a tratar con los terroristas. Es, al
mismo tiempo, una actitud dolorosa, que ciertos observadores
califican de anticristiana; sin embargo, Pablo VI, en una alocución
del 25, fustigaba los secuestros: son "degradantes", sostuvo el
Papa.
Asunto delicado, si los hay. Los guerrilleros urbanos dicen trabajar
en beneficio del pueblo, contra los explotadores y a favor de los
explotados, contra la tiranía y por quienes la sufren. A la
violencia que, según ellos, entraña el sistema capitalista, oponen
la violencia de la lucha armada; se basan, equivocadamente, en
hechos históricos, desde la Revolución Francesa hasta el ingreso de
Fidel Castro en La Habana, para demostrar que el pueblo siempre
apoya las luchas de "liberación".
Olvidan que los pueblos son conservadores, y sólo se alzan cuando
certifican en carne propia el horror, la miseria, el
encarnizamiento. De nada valen las prédicas de quienes les dibujan
un paraíso futuro: el estallido ocurre en el momento preciso;
quienes se pretenden líderes deben, precisamente, aguardar ese
momento.
Que se sepa, las bandas que en estos diez años florecieron en
Venezuela, Colombia, Brasil, Uruguay y la Argentina, sin olvidar la
de Bolivia —a cargo, nada menos, que de Ernesto Guevara—, no
consiguieron sino fortalecer los mecanismos de represión, deteriorar
a los Gobiernos constitucionales y alejarse del pueblo. Si el FAL,
como lo prometía, hubiese ejecutado a Sánchez, la opinión pública
habría vuelto su dedo acusador contra los extremistas, no contra el
Poder Ejecutivo. En eso debieron de pensar los dirigentes de la
célula al desembarazarse del Cónsul.
No obstante, su gesto, si prueba en ellos la existencia de
sentimientos, tiende a simbolizar su debilidad. En el comunicado del
28 auguran nuevos secuestros, y es posible que insistan en el
método: ¿les harán caso? A fin de cuentas salieron derrotados. La
otra incógnita se refiere al Gobierno: ¿mantendrá, en todo instante,
su justa intransigencia? Los más altos voceros así lo declararon;
aunque es difícil formular predicciones acerca de la posición futura
de uno y otro sector.
Algo es cierto: el Poder Ejecutivo defendió su autoridad, se colocó
en la situación más ardua y más correcta. Pero el proceso ha
revelado oscuridades y sospechas que, de ser confirmadas, dañarían
la imagen del Gobierno. Acaso en los próximos días se avance en la
obtención de la verdad: es imprescindible, sobre todo luego de la
ola de frases demagógicas que inundaron las radios y estaciones de
televisión durante el Viernes Santo: aludían al "consenso" del
pueblo en apoyo del Gobierno y de su firme proceder.
GUERRA DE PAPELES
A las diez y media del martes, Eloísa Cáceres de Sánchez oye a su
marido conversar por teléfono con un tal Patrick, interesado en
comprar el Mercedes-Benz, color plomo, que el Cónsul había traído de
Corrientes. Dos horas después, el conserje del hotel León, donde se
alojaba el matrimonio y su hija adoptiva —Callao al 700—, avisa a
Sánchez que dos personas desean verlo. Unos minutos más tarde, el
Cónsul y Patrick se arrellanan en el asiento trasero del Mercedes,
que retiraron del garaje del hotel. Mario Vera, chofer del
diplomático, observa con recelo al hombre que, a su lado, empuña el
volante.
Es la última persona que vio con vida al Cónsul. A poco de arrancar,
Vera y Sánchez son maniatados y vendados; a los 40 minutos, otra
detención incorpora al auto una voz femenina. Vera ignora dónde lo
desembarcaron: el miedo y el asombro se agitaban dentro de él. A las
cansadas, encuentra un teléfono e informa del rapto al Embajador,
Manuel Ávila. Hacia las nueve de la noche, las redacciones de Buenos
Aires empezaron a estremecerse.
La Prensa asegura haber recibido la noticia, anónimamente, a las
20.45 del martes; Clarín lo sabe dos horas después. Pero el primero
en recoger el comunicado de los raptores fue José María Fernández
Diéguez, de la Agencia Saporiti. El documento se hallaba tras un
espejo del baño de mujeres, en El Ibérico, un bar de la avenida
Córdoba: el FAL intimaba al Gobierno a exhibir al periodismo, antes
de las 22, a dos detenidos políticos: Carlos Della Nave y Alejandro
Rodolfo Baldú.
Los funcionarios de la Cancillería, enterados del episodio, se
fastidiaron: el miércoles llegaba a la Argentina, para pasar la
Semana Santa en Bariloche, el general Alfredo Stroessner, Presidente
del Paraguay. Entre quienes presenciaron su arribo al Aeroparque,
muchos calcularon que el tema inicial de la conferencia entre ambos
mandatarios sería el caso Sánchez. Si así sucedió —como parece
obvio—, Onganía quizá haya comunicado la decisión del Gobierno.
Porque a treinta horas de la captura, el Poder Ejecutivo rompía su
silencio para desechar toda gestión con los extremistas.
Además, al mediodía del miércoles, cambiaron las condiciones; ya no
se conformaban los raptores con que Della Nave y Baldú aparecieran
"ante los periodistas de prensa y televisión"; exigían, ahora, que
luego del careo el Gobierno los embarcara en avión, con destino a
México. Este segundo mensaje se cuela por el teléfono de la iglesia
de las Victorias, a la una del miércoles, y lo toma el sacerdote
Victorino Bisi, a quien el anónimo trasmisor responsabiliza por la
vida del Cónsul.
En medios oficiales se supuso que el incumplimiento del plazo
original dado por los secuestradores —eliminar a Sánchez en la noche
del martes— fue un estímulo más para que el Gobierno resolviera
cerrar las puertas a la negociación. A las nueve y cuarto de la
noche, el miércoles, un escueto comunicado del Ministerio del
Interior difundía estos tres puntos:
• "Alejandro Baldú es un prófugo de la Justicia con orden de captura
y al que se busca empeñosamente."
• "Carlos Della Nave se encuentra procesado por delitos comunes ante
el Juzgado Federal de la ciudad de San Martín, provincia de Buenos
Aires, a cargo del doctor Jorge Luque."
• "Este Gobierno se ha caracterizado por su permanente respeto a la
Justicia y mal podría, sin quebrantar esta norma, disponer la
libertad de Carlos Della Nave, cuando el mismo escapa a la
jurisdicción del Poder Ejecutivo."
Si la nota del Gobierno sorprendió a los argentinos —y a los
paraguayos, y al resto de América—, una nueva sorpresa aguarda a los
periodistas el jueves, a las dos y media, cuando el Juez Luque los
cita en la División Asuntos Políticos (Policía Federal), para
informarles que Della Nave ha solicitado "seguir, expresado esto en
términos absolutos, a disposición de ella [la Justicia nacional] y
enfrentar las eventualidades del proceso, no deseando de ninguna
manera ser sacado del territorio argentino".
Extrañó que el Juez Luque instalara su despacho en Asuntos Políticos
y que interrogase allí a Della Nave; sin embargo, muestra a los
periodistas un acta firmada por el detenido, cuyos párrafos
sustanciales son los que se transcriben más arriba. El documento
consta de una segunda parte en la cual Raúl Della Nave, padre del
encausado, "ratifica en un todo lo expuesto y deseos de su hijo y
que tiene absoluta confianza en la administración de Justicia que en
el caso efectuará Vuestra Señoría". El doctor Luque no permite que
Della Nave sea exhibido a sus interlocutores; el padre, en cambio,
puede hablar con ellos: no se ejercieron presiones —asegura— ni el
muchacho ha sido torturado; sufre, sí, de una luxación en el hombro
derecho.
Ya entrada la mañana del jueves, a eso de las diez, suena el
teléfono en la Comisión de Inmigración Católica, Laprida 930: un
hombre del FAL solicita que se comunique a monseñor Miguel Raspanti,
Obispo de Morón y presidente de esa entidad, y al sacerdote Lino
Pedisic (secretario), que tienen plazo hasta las diez de la noche
para "mediar ante las autoridades y posibilitar el canje propuesto"
por la banda. De lo contrario, el cadáver de Sánchez "aparecerá
flotando en el Riachuelo". El Obispo se entrevista con el general
Imaz, Ministro del Interior, sin ningún éxito.
Consultado por La Razón, el Obispo advierte "Me han informado hace
unos minutos que el detenido Della Nave no quiere salir del país, y
que en cuanto a Baldú, ya no vive". La Nación, esa mañana, al
transcribir una serie de datos ofrecidos por la Policía Federal,
insinuaba ya la posibilidad de que Baldú hubiese sido muerto en una
riña con sus compañeros del FAL. Es ésta otra zona de la historia, y
conviene
abrir un paréntesis para relatarla.
El 24 de marzo, a la mañana, 150 vigilantes convergieron sobre un
galpón de la calle San Vicente, en Luján. provincia de Buenos Aires.
El allanamiento —verdaderamente espectacular— sirvió para requisar
dos camiones verdes similares a los que utiliza la Fuerza Aérea, 12
bombas, explosivos, uniformes del Ejército y la Aeronáutica,
elementos de cirugía, municiones, un transmisor de onda corta y
estupefacientes.
Según la Policía, la detención de Della Nave, miembro del FAL, el
sábado 21 de marzo, fue el hilo que condujo hasta la guarida de los
extremistas, a quienes acusan del asalto a un vivac en Campo de Mayo
(abril 5, 1969), y a dos sucursales bancarias (Popular Argentino,
diciembre de 1968; Nuevo Banco Italiano, diciembre de 1969). Los
vecinos de la calle San Vicente escucharon varios disparos, unos
quince días antes del allanamiento, y más tarde observaron un
reguero de sangre: en ese tiroteo, sospechaba La Nación, habría
caído Baldú.
El Jueves Santo, en fin, en el retrete de un bar de la avenida
Corrientes, La Prensa es agraciada, alrededor de las cinco de la
tarde, con. el comunicado Nº 2 del FAL y una carta manuscrita de
Sánchez. "Hoy he leído con asombro —se lamenta el Cónsul— que el
Gobierno argentino ha decidido sacrificarme mi vida [...]. Me queda
claro que no se acordó el pedido de canje porque seguramente la
Policía debe haber ultimado al señor Baldú [...] y por no ser yo un
diplomático de alguna gran potencia". El FAL, de su lado, sostiene
que Della Nave ha sido apresado el 18 de marzo, y Baldú el 19. Ante
la intransigencia de "los verdugos de América, Stroessner y Onganía
[...], el comando nacional del FAL ha decidido constituirse en
tribunal revolucionario, en procedimiento sumario".
Si hasta entonces se temía por la suerte del Cónsul, este mensaje
agrava la angustia; a las once de la noche, la Presidencia divulga
un comunicado en el que reitera su posición y desmiente la
responsabilidad que el FAL endilga al Gobierno en la presunta
desaparición de Baldú. El viernes —sin diarios— se da por perdido al
Cónsul, mientras la Policía y la Prefectura Naval sondean las aguas
del Riachuelo. Faltaban, sin embargo, dos novedades de envergadura:
un nuevo comunicado del FAL, que cosecha La Prensa en un café de
Cabildo al 1700, y la retractación de Della Nave, padre.
El jueves, el FAL reconoció como propias sólo dos notas: la del
viernes lleva el número 8: ¿era apócrifa? En todo caso, el FAL
admite allí haber perpetrado el asalto al vivac de Campo de Mayo, al
Regimiento 7 de Infantería, a una Comisaría en Tucumán, y torna a
acusar al Gobierno del exterminio de Baldú, "uno de nuestros más
queridos compañeros [...]. Esto cambia nuestra posición y nos obliga
a adecuarla a esta realidad!".
Son las 9 de la noche. A esa hora, en un estudio de la calle Tucumán
al 600 (de los abogados Iza, García, Cabiche y Asencio), Raúl Della
Nave denuncia que su hijo, de 20 años, arrestado el 18, ha sido
torturado con picana eléctrica en los órganos genitales ; y los
talones. El acta que firmó con Carlos, añade Della Nave, le fue
sugerida por el Juez Luque; al preguntarle a Carlos por la suerte de
Baldú, el muchacho "pasó una de sus manos por el cuello, dando a
entender que estaba muerto".
Al alba del sábado, 300 vigilantes inician una redada en Avellaneda,
Lanús y Quilmes; un rato antes, el Embajador Ávila, que acababa de
recibir unos papeles personales y documentos de Sánchez —aparecieron
en la iglesia de San Agustín—, dijo a los periodistas una frase
enigmática: "Tengo muchos signos y aliento serias esperanzas de que
el señor Sánchez esté aún con vida". Los signos y las esperanzas se
consolidaban al despuntar el sol. ¿Ávila pudo entenderse con los
raptores?
EL OVILLO ENREDADO
En la tarde del viernes, una llamada telefónica del FAL desembocó en
la redacción de Periscopio. He aquí un Resumen de lo conversado:
Della Nave y Baldú, ex miembros de las Juventudes Comunistas,
pertenecían al FAL. El primero estaba encargado del galpón de Luján
y no sabía demasiado acerca de la red; Baldú, en cambio, era "una
pieza importante".
La Policía descubre el refugio de Luján por azar: buscaba a
reducidores de autos. Al ver los camiones militares, supone una
vinculación con el asalto al vivac de Campo de Mayo; el miércoles,
sin disparar un tiro, aprehende a Della Nave y deja una guardia. El
jueves 19, Baldú, que debía encontrarse con Della Nave, entra en el
galpón y es detenido de inmediato.
El FAL no se entera de la caída de Della Nave, sí de la de Baldú:
sospecha, entonces, que Della Nave corrió la misma suerte. El
viernes 20, el FAL hace hablar a Los abogados para conseguir que el
padre de Della Nave y la madre de Baldú presenten recursos de habeas
corpus ante la Justicia: el Juez de Instrucción Víctor Irurzún
recibe a los letrados y familiares en su propio domicilio, el sábado
21, a las 2 de la mañana (estos detalles se leen en La Prensa del
jueves último).
Irurzún eleva los recursos y pide informes a la Policía: se le
contesta que Della Nave está detenido en la Delegación San Martín, a
disposición del Juez Luque, desde las 9.45 del sábado 21. No así
Baldú, a quien procuran sus agentes, amén de otros seis compinches.
El FAL secuestra a Sánchez, "para salvar a Della Nave y Baldú".
La semana pasada, dos hechos más se agregaban a las penurias del
Cónsul: el miércoles, voló un departamento de Julián Álvarez al
2400, donde habitaba el escribano Roberto Sergio Margulis; una
sirvienta, Dora Uñate, pereció en el siniestro.. ¿A qué obedeció el
atentado? Imposible saberlo. Salvo una terrible confusión: hasta
hace cuatro años vivía allí el padre de Jacobo Yaco Tieffenberg,
presidente de la FUA. También el miércoles, un Comet de Aerolíneas
—pirateado por una pareja armada cuando iba de Córdoba a Jujuy—
aterrizó en La Habana.
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Sánchez, canciller Martin, general Señorans
Baldú- Della Nave |
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Juez Luque
Della Nave, padre |
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