Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Felipe
La otra cara de Sandrini
Revista 7 Días
26 de mayo de 1965

 
Pimienta (Luis Sandrini con Pepe Biondi)

Con el nivel más epidérmico, Felipe es tierno, humano, ingenuo. Un torpe bonachón que, por complaciente, no tiene enemigos. Pero Felipe es también mucho más: un personaje menor de la picaresca callejera que a causa de la indolencia ha excluido de su vida el éxito. No es pobre y generoso por sabio, sino por ineficiente. Nunca podrá integrarse a una comunidad organizada porque es un vagabundo sin ambiciones. El crecimiento de la ciudad lo desplaza a los suburbios, de donde surge. Humano, popular y gracioso, Felipe es, sobre todo, un símbolo no siempre positivo de la vida ciudadana. No obtiene amistad, sino condescendencia.
Luis Sandrini, al cabo de 30 años, ha convertido a Felipe en el personaje cómico más notorio del país. El público lo aceptó por la humanidad que destilaba, por su tartamudeo ocurrente, por su debilidad que exhortaba al cariño. Seguramente nunca pensó que protegiendo esa endeblez estaba conformando su propia debilidad. Siempre reconforta pensar que hay seres más precarios que nosotros mismos. Una suerte de antihéroe conformista, pequeño y vulnerable.
Desde luego, Luis Sandrini no está dispuesto a aceptar esta imagen. Para él, "Felipe es un hombre de la calle, que le suceden cosas y que todavía tiene capacidad de asombro. Es un representante del hombre común, que cuenta lo que le impresiona. No envejece porque es un observador de la realidad. Y la realidad es permanente cambio".
Pero Felipe ha envejecido. Al menos ha cambiado, en la medida que Sandrini mismo ha evolucionado. El personaje no es, ni por asomo, el atolondrado de hace 20 años. Inclusive su nivel económico es más próspero y su torpeza es apenas una sombra. Los dos éxitos últimos de Sandrini en el teatro y en el cine con "Pimienta" y "Bicho raro" son una prueba: si algunos rasgos de humanidad y ternura conserva del personaje original, es evidente que mucho ha muerto del viejo Felipe.
Históricamente, Felipe tuvo un antecesor: Eusebio. El primer gran éxito de Sandrini data de 1930, con una obra de Mafatti y Llanderas: "Los tres berretines". Cuando Muiño y Alippi distribuyeron los papeles, confiaron a Sandrini el rol de Eusebio, un personaje menor en la pieza. De su barrio de Caballito, Sandrini conoció a un fanático hincha de Argentino Juniors que por gesticulante y nervioso, repetía las palabras en un gracioso tartamudeo. Por su apariencia, era un linyera: saco y pantalón cortos, pañuelito al cuello. Sandrini ("que entonces era un compadrito que me creía un galán") resolvió que Eusebio debía tener la misma vehemencia exterior que el anónimo hincha de fútbol.
De un segundo plano en la obra, Sandrini ascendió vertiginosamente y en pocas funciones, Eusebio era el responsable del éxito de "Los tres berretines". La temporada se prolongó durante tres años y al cabo de las 1.200 representaciones, Sandrini era ya una estrella y a la vez se había curado de una incipiente dispepsia por las naranjas que consumía en escena. Era el comienzo de una curiosa y desgastante relación entre el personaje y el actor que se prolongaría 35 años.
El cine aumentó su fama: en 1930 intervino en la primera película sonora argentina,
"Tango", en la que ganó 160 pesos; la versión cinematográfica de "Los tres berretines", en cambio, le reportó 1.460 pesos. Con "Riachuelo" se asoma la fortuna: 5.000 pesos y el 10 por ciento de las entradas brutas. El film costó 42.000 pesos y se pagó en 15 días.
—Sandrini, Felipe ¿no es un poco ingenuo y tonto?
—Eh, no se vaya a creer... ¡Felipe es un pierna... !
Sandrini defiende su máxima creación. En verdad, no es mucha la vehemencia que pone al hablar de Felipe. Ni siquiera lo hace con naturalidad, como se impondría después de tantos años, juntos. Sandrini nunca lo reconocerá pero está claro que le guarda a Felipe un oculto rencor. La fama, el dinero y su condición de ídolo popular lo consiguió por Felipe. Pero Sandrini tenía mayores aspiraciones que el traje estrecho, el tartamudeo y los ojos saltones. Siempre ambicionó hacer un teatro y un cine de proyección que sepultara por su trascendencia al muchacho orillero y cándido. Pero Felipe tenia más vitalidad que un toro. Siempre que Sandrini necesitó hacer un éxito debía recurrir a él. Una forma de dependencia que agota y enfurece.
—Sandrini, ¿por qué ahora monta como productor "El proceso de Mary Duggan" y no "Juan Globo"?
—¡Momentito. . .! Hay que hacer las dos cosas. Cuando yo no trabajo como actor produzco espectáculos como "El proceso de Mary Duggan" y así como no intervengo en este tipo de teatro, no admito que otro haga "Juan Globo".
Luis Sandrini maneja una idea de la permanencia para todo lo suyo: desde el personaje hasta sí mismo:
—Yo no cambié nada con los años. Voy con la época, que es una manera de mantenerme actual. Tampoco Buenos Aires se modificó mucho. Claro que me adapto a las circunstancias. Si me quisiera hacer el conquistador ahora, estaría embromado. Todas las edades tienen sus encantos. De lo que antes me parecía una estupidez, hoy opino lo contrario... Sabe, es como la ensalada de radicheta: cuando jóvenes nos parecía amarga; después la dejábamos de lado y ahora nos parece riquísima. Tampoco el público ha cambiado fundamentalmente. A veces me pongo a pensar y veo que todo está igual. Cuando yo era pibe, gritaba por las calle "que lo saquen a Marcó." ¡No tenía idea de quién era Marcó...! Mí viejo me tuvo que explicar que era un ministro de Educación. Entonces la policía nos corría con la espada. . . Ahora con gases. . . Al final es lo mismo. Lo que sí noto es que la juventud está muy apurada. Se baja de los patines y ya quiere un automóvil, sin querer tocar el piso. . .
—-¿Le parece mal tanto vértigo?
—¡No, en absoluto...! Es parte de una época veloz. Antes para ir a Palermo se ocupaba una tarde. Ahora yo paso cuatro veces porque vivo en Martínez. . . ¡Qué se le va a hacer...!
—¿Quedan Felipes en Buenos Aires?
—Muchos, pero en la periferia de la ciudad, de donde salen los prototipos.
Sandrini marca otro punto clave en el personaje: su alejamiento de los centros urbanos, el desplazamiento que le impone toda comunidad organizada. Y ya se sabe que la civilización elimina solo a los personajes que no pueden integrarse.
A los 60 años, Luis Sandrini es un mito nacional. Su progreso económico ha sido permanente: "Nunca he tenido un sueldo menor que el anterior en 40 años de teatro. Vivo no modestamente, pero tampoco a lo rico". Su primera mujer fue Chela Cordero, casado en 1935, pero divorciados al poco tiempo. El 21 de enero de 1952, se casó en Montevideo con Malvina Pastorino. Tiene dos hijas: Malvinita de 10 años, y Sandra de 8.
—¿Qué siente cuando se ve en las viejas películas que pasan por televisión?
Sandrini se pone ligeramente tenso y nostálgico: "A veces me toca verlas. Las más viejas me hacen reír porque ya no soy yo. Me río del personaje".
Asombra la vitalidad de Felipe. No solo ha mantenido en jaque a Sandrini durante 35 años, sino que también lo divierte. No hay duda que es "un pierna".

 

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Sandrini
Con "Tango", primer film argentino sonoro, Sandrini ganó 160 pesos. Aquí con Alberto Gómez.
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Sandrini con Malvina Pastorino y sus dos hijas
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"Bicho raro" su último éxito y el premio al mejor actor 1964, aquí con Ubaldo Martínez


 

 

 

 

 
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