Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

MÚSICA
Folklore: ese camino difícil
Mercedes Sosa

Revista Confirmado
23 de junio de 1966

un aporte de Héctor Álvarez

Así entone una zamba, una chacarera o una simple canción, su canto suena siempre como un grito cargado con el patetismo característico de las bagualas: sin embargo, el suyo es el grito más musical que haya recorrido el folklore argentino de estos últimos años. El color de su voz, su penetrante poder de comunicación al que ningún, oyente puede mantenerse ajeno, su dramatismo teatral sin amaneramiento, su tono inundado de calidez es algo que, de un modo o de otro, han buscado todos los intérpretes de la música de inspiración folklórica, y que en muy escasas ocasiones han conseguido. Con este tipo de materiales, Mercedes Sosa ha desarrollado casi instintivamente un estilo que contribuyó a renovar el interés por un cancionero popular cuyas posibilidades expresivas ya parecían agotadas y, además, se colocó entre esos pocos artistas argentinos a quienes la música también sirve para decir cosas importantes, cosas que valga la pena oír.
Esta intencionada manera de cantar la ha obligado a desarrollar un agudo sentido crítico para mantenerse entre los límites de lo artístico y no resbalar hacia las movedizas arenas del puro documento. "Hay muy pocos poetas que se han decidido a abandonar la línea lacrimosa del olvido, el pañuelito y la flor —dice—. Pero, lamentablemente, también están los que ubicados en el otro extremo piensan que no importa cómo se diga, con tal de decir cosas que duelan: todos los días recibo canciones de tipo decididamente panfletario, sin ningún valor artístico, que no tengo más remedio que tirar al canasto."
A Mercedes Sosa, la necesidad de que escuchen su canto le nació en Tucumán, hace ya quince años.
Pero los argentinos no la esperaban: Mercedes Sosa no tenía en su voz el cancionero que era lugar común en el folklore; rehuía la demagogia y las actitudes efectistas, se alejaba intencionadamente del brillante colorido de bazar y escogía cuidadosamente sus canciones con una marcada antipatía por todo aquello que sonara a frívolo y superficial. No era material de fácil comercialización para empresarios, y había elegido el camino más difícil: "Aún hoy, cuando viajo al interior siento la resistencia de la gente por algo que intente romper con lo que muchos intérpretes han logrado convertir en tradicional, aunque no sea auténtico ni profundo. Además, esto lo siento siempre antes de empezar a cantar, porque no todos están dispuestos a admitir a una mujer que toque el bombo, a una mujer que no se peine, que no se arregle la cara, que no sea romanticona y almibarada. Pero a ese público lo entiendo como entiendo al de Buenos Aires: aquí, la ciudad hace crecer en los porteños la inquietud por encontrar algo que les permita respirar más libremente, que los saque de su "cáscara"; en el interior, en cambio, tienen su propio paisaje, lo tienen a las puertas de su casa sin necesidad de que ningún cantor se los recree".
El año pasado, en el Festival de Cosquín de 1965, los aficionados argentinos conocieron los enormes ojos oscuros de Mercedes. Su voz ya rodaba desde hacía meses en un disco con cuatro canciones, aunque todavía era material para minorías iniciadas. Sólo cuándo Jorge Cafrune le insistió para que viajara a Cosquín en la provincia de Córdoba, y virtualmente la empujó hacia el escenario, Mercedes entendió que sus canciones podían llegar a grandes cantidades de público, convencer, lograr que la gente entonara con su estilo tan particular, quedar en la memoria de muchos. Fue entonces cuando Falú y el novelista Ernesto Sábato la invitaron a participar en la grabación del Romance de la muerte de Juan Lavalle: en el disco, la atmósfera cambia de un golpe cuando ella comienza a entonar la vidalita "Guarda mi llanto".
Desde hace dos semanas, el mercado discográfico argentino tiene el primer long-play de Mercedes Sosa. Hay allí una especie de muestrario de los dolores del hombre a través de todas las regiones del país, y hasta un fragmento de la historia chilena en la Tonada de Manuel Rodríguez, de Pablo Neruda. Salvo 'Los inundados', el chámame santafecino de Ariel Ramírez y Aizemberg, todos los temas incluidos en el disco son totalmente nuevos. Pero de todos ellos, el que se levanta con más fuerza en la voz de Mercedes es Zamba para no morir, con versos del poeta y periodista Hamlet Lima Quintana, quizá —junto con Jaime Dávalos— el más penetrante y vigoroso de los creadores ganados por el folklore musical.
Cuando el disco ha rodado íntegro sobre el plato del reproductor, el oyente queda con la sensación precisa de haber escuchado a una cantante capaz de inquietar profundamente con su tremenda fuerza dramática. Pero además queda convencido de algo muy importante: de que a la música popular argentina aún le queda mucho camino por recorrer hacia adentro del hombre cuyas pasiones y esperanzas intenta reflejar.

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Mercedes Sosa
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