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crónicas del siglo pasado

 

1954: Cuando fracasó el primer Pacto Social


Revistero

 



 

 

1954: Cuando fracasó el primer Pacto Social

En nuestro editorial de página 3 decimos que "los sucesos de la semana pasada muestran que se ha producido un cambio y que el gobierno ha entrado en el año 1954 del calendario de su primera gestión. Como sabemos, ese fue el año en que las cosas comenzaron a escapárseles de las manos y el imperialismo y la oligarquía comenzaron a tramar la "libertadora" que, un año después, fue apoyada por casi toda la patronal "nacional".
Lo sucedido en el período 1954/55, sus enseñanzas, deben ser recordadas, y deben grabarse a fuego en la memoria política de la clase obrera y sus activistas. Esa fue la época en que fracasó el primer "Pacto Social". (En la foto, la matanza de Plaza de Mayo, el 16 de junio de 1955).

El primer gobierno del general Perón logró mantener durante algunos años, gracias a circunstancias excepcionales, una situación de relativa estabilidad y equilibrio. La Argentina, antigua semi-colonia de Inglaterra, había asistido a la retirada en orden de su antiguo amo imperialista malherido en la Segunda Guerra Mundial. Los intentos de penetración del pujante imperialismo yanqui, que avanzaba arrollador sobre América Latina, se habían visto en un primer momento frenados por el gobierno del general Perón. Este había surgido como la cabeza de un vasto, heterogéneo y contradictorio frente único antiyanqui. Para enfrentar a enemigo tan poderoso, el general Perón debió apelar a la única fuerza capaz de contrapesarlo: al movimiento obrero. Pero para que desde el punto de vista patronal el remedio no fuera peor que la enfermedad, esto tenía una contrapartida: se debía impedir a toda costa que la clase obrera no pasara la raya; es decir, que empezando por ser elemento de presión contra los yanquis no terminara barriendo al capitalismo y a toda la patronal.
El chaleco de fuerza de la burocracia sindical era una garantía en ese sentido. Sin embargo, la mejor garantía fue la que aplicó Perón al principio de su gestión: dar concesiones importantes a los trabajadores. Esto fue posible por las condiciones excepcionales que antes mencionamos: nos referimos a las fabulosas ganancias que el país obtuvo durante la guerra mundial y su postguerra, y luego, aunque en menor medida, cuando la guerra de Corea. Había lo suficiente para que la patronal hiciera buenas ganancias y hasta sobrara algo para satisfacer los reclamos obreros. Este mecanismo funcionó mientras hubo superganancias con qué alimentarlo. O sea que empezó a desintegrarse tan pronto esas excepcionales condiciones desaparecieron. Y, hasta ahora, no han vuelto a presentarse.
Ante esta situación, la respuesta patronal no se hizo esperar. En los buenos tiempos los patrones habían realizado fabulosas ganancias pese a las concesiones otorgadas a los trabajadores. Ahora, para mantener esas ganancias, debían aumentar la explotación y comenzar a quitar las conquistas. Tenían además un problema adicional: debían renovar urgentemente la infraestructura productiva del país; es decir, las máquinas de las fábricas, las usinas, los transportes, etc. que se caían de viejos. Este era un acicate adicional a la necesidad patronal de superexplotar. Del sudor del obrero debía salir la plata para renovar la vieja maquinaria.
Este problema era también una poderosísima razón para tratar de llegar a un acuerdo con el imperialismo yanqui, posible proveedor de créditos, capitales, maquinaria y tecnología. Y aquí entra a jugar el personaje decisivo para el golpe gorila de 1955. Es que el imperialismo yanqui, por esa misma época, había redoblado su ofensiva sobre América Latina. La invasión a Guatemala y el golpe y suicidio del Presidente Vargas del Brasil fueron dos sangrientos botones de muestra de cómo se las traía el imperialismo.
La clase obrera tampoco se quedó cruzada de brazos. A partir de la crisis posterior a la guerra de Corea, comenzó un proceso de deterioro del control del peronismo sobre la clase trabajadora. Este proceso, que se tradujo en una serie de conflictos y en la aparición de listas opositoras en metalúrgicos, textiles, caucho y otros gremios, se vería luego bruscamente cortado y revertido por el golpe gorila de 1955. Pero el hecho fue que desde 1952/53 una capa de activistas, total o parcialmente independientes de Perón, comienza a crecer y a dirigir. Vandor, por ejemplo, surge en este proceso y gana la dirección de la UOM Capital al frente de una lista opositora formada en alianza con activistas de nuestra corriente. Este curso tenía como motor la inmediata necesidad obrera de defender un nivel de vida que había comenzado a caer, y que. amenazaba hacerlo vertiginosamente si se cumplían las exigencias patronales a las que ya nos referimos.
En síntesis: el gobierno, tanto por el lado de la patronal y el imperialismo, como por el lado obrero, iba perdiendo las riendas, se le hacía cada vez más difícil ejercer el férreo control de la época de estabilidad y las vacas gordas.
Ante el país se abrían dos caminos y solo dos: o la movilización obrera y popular aplastaba la ofensiva patronal-imperialista que ya había comenzado a mover a la Iglesia como a su vanguardia, o, tarde o temprano, iba a ser inevitable una derrota sangrienta que impusiera un gobierno absolutamente antiobrero y proyanqui. O se liquidaban las fuentes de poder de oligarcas, patrones y monopolios imperialistas quitándoles las fábricas y las tierras que Perón nunca había tocado, o, inevitablemente, su peso social terminaría por imponerse.

EL CONGRESO DE LA PRODUCTIVIDAD, ANTECESOR DEL PACTO SOCIAL
Como gobierno patronal, el general Perón no podía elegir el primero de esos caminos. Hacerlo significaba organizar, movilizar y armar a los trabajadores. Pero tampoco el gobierno peronista podía cumplir el papel que luego habrían de hacer Aramburu y Rojas. Eso hubiera llevado al choque frontal con el movimiento obrero y al fin del peronismo como partido patronal que se apoya en los trabajadores.
Perón trató de encontrar una salida intermedia: frente a la creciente presión colonizadora, comenzó a negociar y a ceder ante los yanquis, aunque sin llegar a la entrega que caracterizó a los posteriores gobiernos. De todos modos, las inversiones yanquis crecieron en el período 1951-53 a 18,7 millones de dólares, contra sólo 3,5 millones de dólares en el período 1944-1950(*). Y frente a la presión patronal que exigía aumentar la explotación, Perón también intentó una salida parecida: el primer ensayo de lo que conoceríamos luego como "Pacto Social". En ese momento se lo llamó "Congreso de la Productividad".
En este Congreso, que se preparó a lo largo de 1954 y se realizó a principios del 55, la clase obrera ("representada" por la burocracia sindical) y la patronal (representada por el señor Gelbard, presidente de la CGE, por Torcuato Di Tella y otros industriales) iban a firmar un "pacto de caballeros". El gobierno, como sucede ahora con el Pacto Social, iba a ser la garantía de su cumplimiento.
Ya los términos en que se planteaba tal acuerdo eran lesivos para los trabajadores. No sólo porque, igual que ahora, no habían sido consultados. "Productividad" era el nombre elegante que se ponía a la superexplotación que exigía la patronal. A cambio de ello, los trabajadores recibían vagas promesas de mejoras para cuando hubiera más para repartir. Exactamente igual que ahora.
El general Perón planteó a los trabajadores: "En nuestro país la palabra producir es una palabra sagrada, porque en esa palabra está el bienestar general. Yo no digo que esto sea cierto donde el Estado y el patrón explotan, ahí no es cierto; ahí es mentira. Pero donde no hay explotación patronal ni estatal, ahí es verdad . . . Nadie ha combatido más que yo a los patrones abusivos y explotadores. Yo veo, sin embargo, que ellos están en tren de colaboración. No están ya en tren de explotadores. Es decir, que ellos están en el mismo orden social y justiciero que nosotros. ¿Entonces, por qué los vamos a seguir combatiendo? " ("La Prensa", 17/3/55). ¡ ¡Los patrones, según Perón, repentinamente se habían vuelto buenos! ! !

ASÍ PAGARON LOS PATRONES BUENOS
En 1954, cuando estaba en proceso de ensayo este Pacto Social, el imperialismo y la patronal no jugaban todavía exclusivamente la carta del golpe. Al mismo tiempo que los curas y los "contreras" salían a hacer los barullos iniciales y se tendían los primeros hilos conspirativos, la patronal y el imperialismo trataban de sacarle lo más que podían al gobierno vacilante y en retroceso. Finalmente todo se resolvió por la vía del golpe: es que si Perón, por un lado, era incapaz de resistir seriamente la presión patronal-imperialista, por el otro, era igualmente incapaz de imponer a los trabajadores lo que los yanquis y la burguesía exigían. Cada vez más las cosas escapaban a su control.
El "pacto de caballeros" terminó en una catástrofe para los trabajadores. Esos "patrones buenos" de que hablaba Perón en el Congreso de la Productividad mostraron su verdadera garra el 16 de junio, el 16 de septiembre y, a partir de allí, en toda la ofensiva antiobrera que sobrevino. Aramburu y Roías, Frondizi y Onganía les garantizaron la "productividad" y la entrega a garrotazo limpio.
Sin embargo, aunque se fue a los caños, este primer ensayo de "Pacto Social" le vino muy bien al imperialismo y a la patronal, porque sirvió para confundir y desorientar a los trabajadores.

HOY COMO AYER
La situación actual presenta grandes diferencias a la de hace veinte años. Sin embargo, hoy como ayer, se intenta repetir un ensayo: el propósito de establecer un "equilibrio" entre patrones y obreros, entre explotadores y explotados, entre el imperialismo y el país.
"Equilibrio" que se lograría otra vez mediante un "pacto de caballeros" y sin cambiar nada, sin tomarse el trabajo de quitarles la tierra a los oligarcas y las fábricas a los monopolios. Hoy como ayer, el tal "equilibrio" no se mantiene y se dan vaivenes que el gobierno le resulta difícil controlar. Es precisamente en este sentido que hablamos de que aparecen condiciones para el golpe, aunque no lo veamos inminente. Es que, hoy como ayer, la patronal y el imperialismo van a sostener o tolerar a un gobierno en la medida en que este les garantice sus ganancias y la obediencia del movimiento obrero. La patronal retribuyó la firma del primer "Pacto Social" con dieciocho años de gorilato. Y en este segundo Pacto Social, retribuye la congelación de salarios firmada por los burócratas en nombre de la clase obrera mediante la burla a los precios oficiales, el mercado negro y el desabastecimiento. No tenemos duda alguna que en su momento, cuando lo vea necesario, la patronal y el imperialismo colmarán la gentileza obsequiando a la clase obrera con un nuevo 16 de septiembre. Si es que se lo permitimos . 
Hoy, mil veces más que ayer, hay condiciones para impedirlo. El esbozo de independencia obrera, que comenzó a darse en 1954 y que fue liquidando por dieciocho años de gorilismo que renovaron el prestigio de Perón, hoy ya es más que un esbozo. En su primera presidencia, Perón tardó ocho años en comenzar a sufrir dificultades para controlar al movimiento obrero. Hoy ya las tiene, mucho mayores, a los ocho meses de gobierno. Esta clase obrera de hoy, la que pasó por el cordobazo, por Sitrac-Sitram, por Villa Constitución y por los miles de ocupaciones y huelgas, está en condiciones de tener una política independiente y no la que le quieren hacer firmar en las "Actas de Compromiso". O dicho de otra forma, de tener un gran partido obrero que aplique esa política. Esa será la única garantía que otro 16 de septiembre no la sorprenda desarmada.
(*) Fuente: Censo del Departamento de Comercio de los EE.UU., Washington, 1953; citado por "Survey of Current Businers, Noviembre de 1954.
avanzada socialista
junio 1974