Fútbol
Los arqueros del momento

Uno cumple una rueda en el arco de Boca Juniors; el otro, 22 años en la valla de River Plate. Sin embargo, en la semana pasada, los dos llegaron juntos a su noticia, Rubén Sánchez (22) necesitó tornarse infranqueable en San Pablo, frente a Santos, y lucir su seguridad contra el campeón mundial, Racing, para que la crítica se fijara en él. En realidad, desde que apareció en la valla de Boca, sus compañeros están de acuerdo en revelar que en todo el equipo renació la tranquilidad. Amadeo Carrizo (42) mantuvo su valla invicta en los dos primeros partidos de esta reaparición; recibió una ovación en River y naranjazos en Tigre, pero volvió a comportarse como el gran Amadeo. 
Cuando Carrizo se asomaba a la primera división de River Plate, no esperaba llegar a la fama, ganar los cinco últimos campeonatos de River, ni ser el protagonista principal del desastre de Suecia, Tampoco podía prever nada Sánchez, que en esos días nacía. Hijo de Juan José Sánchez, ex arquero de Banfield, Rubén se revuelca por el suelo aprisionando pelotas desde los 10 años; "Era lo que más me gustaba".
Sánchez no cree que deban ir al arco los peor dotados futbolísticamente: "Arquero se nace. Mi padre me ayudó a perfeccionarme, y el primer paso fue sacarme el miedo a los pelotazos". Ahora su serenidad es tal, que después de tres fechas de probar con Errea, nadie dudó en Boca: Sánchez era el titular. Su campaña comenzó en 1960, en Vélez Sársfield; allí transcurrió tres años tapado por Marín. Estaba decidido a abandonar el fútbol cuando su padre habló con Juan Campos, a cargo de las inferiores de Boca. En 1963 daba el primer paso hacia su consagración; en 1967 firmaba un contrato por 30.000 pesos mensuales. Para entonces ya había pasado por la primera división: cuando Boca enfrentó a River en 1966, con su tercera.
Sánchez recibió a Primera Plana en su casa de Mataderos, donde vive con los padres y una hermana menor. La familia se conmovió ante el primer reportaje. Es que a Buenos Aires le costó admitir que Sánchez podía hacerse cargo del arco de Boca. Dos nombres famosos cerraban su paso: Antonio Roma y Néstor Errea; él era en todo caso el suplente. Pero desde que surgió Sánchez, en la cuarta fecha, hasta que se abrió la rueda de los desquites, Boca no volvió a perder un partido.
En la semana en que Silveira, entonces DT, se decidió a promover a Sánchez, Errea, el desplazado, encaró al uruguayo: "¿Cómo vas a formar la defensa?" Silveira informó: "Con Suñé, Meléndez, yo y Marzolini". Errea tuvo que sonreír: "Es una lástima que no te hayas decidido a cambiar esa línea mientras jugaba yo en el arco". Su amargura era lógica; el fracaso de Errea había coincidido con una línea de fondo integrada por Ovide, Meléndez, Rattin y Marzolini, en la que no había espíritu de cuerpo.
Consejos y plegarias 
Rubén Sánchez está más amparado, pero el asomo de su personalidad influyó también para unir al resto. Aunque entre sus compañeros tiene fama de chiquilín y atontado —lo llaman Bolivio—, todos coinciden en que bajo los tres palos cambia totalmente. El cree que aún no recuperó la fe que, en tercera, lo hacía convertirse en dueño del área. En realidad, es mejor jugador de lo que él piensa. Además de su presencia de ánimo, dos cosas fortalecen su futuro: los consejos del padre, a quien Rubén respeta, y las plegarias de la madre, dirigidas semanalmente a un estante del. living, donde conviven una serie de imágenes religiosas con un retrato de Eva Perón: "Nunca dejo de ofrecer una flor cuando Rubén va a jugar".
Esa mística familiar y su confianza en sí mismo van abriendo camino a Rubén Sánchez. Al mismo tiempo, se lo cierran a Antonio Roma, ex titular, quien está arrepintiéndose de su inmodestia televisiva: en una entrevista reciente se jactaba de no haber jugado nunca en reserva; lo hacía en ese momento sólo para recuperarse de una lesión que, efectivamente, lo había mantenido inactivo. Hoy pocos se atreven a discutirle su condición de suplente de Sánchez. Junto a Roma, en el mismo programa, un veterano de cientos de partidos y varios incidentes escuchaba el pavoneo y aguardaba su propia resurrección.
Mientras Roma observa desde el banco a Sánchez, Amadeo Carrizo estira las piernas en el arco de River, para despecho de Hugo Gatti. Los aplausos que le prodigaron sus compañeros al reaparecer, hace un par de semanas, "me provocaron un cosquilleo en la piel. No me sentí nervioso, únicamente me aplastaba el pecho una rara opresión". Una vez en su elemento, todo se olvidó. Una cosa había variado con respecto al antiguo Carrizo: una gorra gris coronaba su figura de 1,90 de alto; la visera, con el broche de presión desprendido, caía sobre sus ojos ocultándole las arrugas y las canas. No pudo ocultar los vestigios de su calidad. Muchos hinchas de Tigre se rieron, hace una semana, de su estampa, ahora más indolente que atlética; pero sus manos seguían tapando todo el arco y sus piernas cubriendo todo el área. El toque aparentemente ridículo de la gorra tenía una explicación insólita: "Estaba por salir a la cancha y la vi tirada en el suelo; la llevé por las dudas; después me sirvió, porque el sol estaba fuerte". .Ahora, por supuesto, es la cábala de esta nueva etapa.
Su reaparición en primera coincide con un aniversario que él quiere pasar por alto: en estas semanas se cumplen 10 años del campeonato mundial de Suecia, de la pelea con Sanfilippo, de los 6 goles en su arco, frente a los checoslovacos. "Todos tuvimos la culpa, pero ya hace mucho tiempo de aquello para que siga mortificándome." Desde esa derrota se negó sistemáticamente a cubrir la valla en seleccionados; pero del pasado prefiere recordar otra cosa: "Yo hice primero que nadie todo lo que está al alcance del arquero; salí del área primero que nadie; gambetas, cabezazos, todo lo empecé yo; la entrega de la pelota con la mano. En fin, nadie ya puede inventar nada".
La sombra de Gatti navega por la casa, en Villa Devoto, pero es una sombra en este momento algo desfigurada. Por las dudas, Carrizo lo nombra lo menos posible: "Este año será el último para mí". No revela, sin embargo, convicción en sus palabras, aunque concede: "Mi físico no responde a mi mente, como antes". Hay otros que no tienen mente para gobernar su físico; no lo confirma, pero su rostro sonríe. Subconscientemente ya está pidiendo que lo dejen tranquilo: no más Gatti, no más Suecia, no más Peñarol, no más Boca. Sólo, de vez en cuando, para despuntar el vicio, un poco de River. 
El arquero sin arco
El viernes pasado hacía crisis en River Plate el problema creado por Hugo Gatti. El excéntrico arquero atraviesa por un momento de agudos rozamientos con la Comisión Directiva. Sesenta días de suspensión sin sueldo —con obligación de asistir a los entrenamientos— y 10.000 pesos de multa es la sanción aplicada por River a Gatti. La suspensión responde a declaraciones de Gatti; los dirigentes de River las consideran "un abierto desacato a las autoridades del club". La multa fue pedida por el DT Ángel Labruna, como castigo por "indisciplina durante un entrenamiento". Gatti disculpa a Labruna, pero no a los jerarcas de su club.
Los directivos de River tuvieron en cuenta los antecedentes para abultar la pena; Gatti opina que todo se debe a que él no despierta simpatías por haber desplazado a Amadeo Carrizo. "Yo soy el mejor arquero del país y merezco que me paguen de acuerdo con eso." En River consideran que los tres millones y medio anuales y los 80.000 pesos por partido ganado constituyen una retribución suficiente para Gatti. "Si no me pagan lo que quiero y tengo que dejar el fútbol, lo dejo; total yo soy del campo", se insolentaba Gatti a principios de la semana pasada.
Allegados a River, que defienden a Gatti, afirman que ya se había resuelto separarlo del equipo antes del incidente y las declaraciones; según ellos, todo esto es una campaña desatada para desprestigiar al revolucionario guardavalla (ver Nº 250). Carrizo se prepara, entonces, para permanecer en la custodia del arco hasta el fin del Campeonato Metropolitano. Aunque todo puede dar un vuelco dentro de tres fechas cuando se enfrenten River y Boca, un partido por el que Amadeo siente alergia desde hace tiempo.
revista Primera Plana 
4 de junio de 1968

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