Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

Gatti
Revolución en la cancha

Revista Primera Plana
10-10-1967

—¿Por qué es usted así; por qué se porta y se viste con extravagancia?
—Porque nací así; a mí, Dios me hizo así.
—No; Dios no lo puede haber marcado para que no se peine. Hay alguna otra causa.
—Dios me hizo así, pero las causas las van creando los demás, el ambiente.
—¿Usted se considera el Bonavena del fútbol?
—No, yo me considero Gatti,
Y es realmente Hugo Orlando Gatti (23 años) un arquero de fútbol que sale de lo común, Es soltero, tiene 700 cabezas de ganado en sociedad con su hermano Adolfo, en Carlos Tejedor, donde nació. Tiene otros dos hermanos varones (Ernesto y Horacio) y tres hermanas mujeres de las que no recuerda los nombres (Peti, Coca y Porota). Está en Buenos Aires desde hace seis años y firmó su primer contrato, con Atlanta, en 1962, por medio millón de pesos al año más los premios por punto ganado. Ahora, confiesa que si transforma en efectivo sus posesiones puede redondear los veinte millones. Viste trajes de 45.000 pesos y hace quince días sorprendió a los espectadores de Lanús-River con una gorra estrafalaria, azul con cuadros negros, que le costó 3.500.
Le tocó nada menos que reemplazar en el arco de River Plate a uno de los mejores arqueros del mundo; al principio fue sólo un bufón para los aficionados y para los rivales, pero la semana pasada mantenía su valla invicta a través de los primeros 360 minutos del campeonato nacional. Este camino hacia la fama lo inició en la cancha de Boca, reducto tabú para Amadeo Carrizo; allí Hugo Gatti reveló, a través de actuaciones consagratorias, el grado de su inconsciencia.
—¿Yo inconsciente? No soy ningún inconsciente. Hago cosas raras porque sé que me van a salir bien. Y lo digo en serio, porque yo siempre digo la verdad. Como arquero soy un superdotado; hasta ahora no me iguala nadie. El día que salga otro, yo mismo lo voy a reconocer. Mi principal virtud es lo bien que corto el juego, por la velocidad que tengo para anticiparme. Tengo buenos reflejos, soy ágil y por eso, antes que se produzca el tiro al arco, corto. Me falta tirarme bien, pero eso es por no haber practicado; solamente cuando estaba en Atlanta, con Osvaldo Zubeldía como técnico, me largaba; pero en River no practiqué nunca, por eso cuando me toca tirarme no tengo reacción.
—¿Por qué eligió ser arquero?
—No lo elegí; fue el destino. A mí me gustaba jugar adelante, pero el destino quiso que fuera arquero. Yo jugaba y juego de centro forward y lo hago bien. Pero una vez, cuando tenía 14 años, allá en Carlos Tejedor, mi hermano Ernesto, que jugaba de arquero, se lesionó. Como yo solía ir al arco, jugando con los grandes, y había demostrado condiciones, me pusieron a mí. Por eso no soy centro forward. Cuando me hice profesional, en Atlanta, fue como arquero. Únicamente en Londres, cuando estábamos por el Campeonato Mundial, Lorenzo me puso de centro forward y jugué muy bien. Era un partido amistoso entre los suplentes del seleccionado y un equipo inglés de tercera división; faltaba un jugador y Lorenzo me puso adelante; fue el único técnico que se animó a hacerlo. No hice ningún gol, ¡pero le hice pasar la pelota entre las piernas al arquero!
—Contra los mendocinos se esperaba que pateara un penal o algo así.
—Sí, cuando vinieron los penales la gente me pidió; el partido era fácil y la hinchada de River quería disfrutarlo; entonces empezaron a gritar: Gatti, Gatti. Tendrán que esperar un poco más: una vez prometí hacer un gol y lo voy a hacer.
—¿Es verdad que hay una reacción, un cambio en River?
—Sí, al menos anímicamente sí. Ahora River tiene mentalidad ganadora. José D'Amico, el actual director técnico, nos unió y la vuelta de Ermindo Onega influyó también. Por ahora, porque hay que ver si Ermindo sigue así y si cuando lo encimen más, mantiene las luces encendidas. Yo lo veo campeón a River con esta mentalidad. Hay alegría.
—¿Trabajan con pizarrón?
—No, el pizarrón es para Geronazzo, Zubeldía y Lorenzo.
—¿Cuál es la cancha en que le resulta más difícil jugar?; ¿la de Boca?
—No, en Boca es donde me siento más cómodo. La gente me recibe con aplausos y allí se oye mucho, se siente al público. Es realmente emocionante y me pone la carne de gallina cuando entro allí. ¡Si me pasa a mí, me imagino lo que sentirán los jugadores de Boca!
—Contra los mendocinos usted atajó un penal, ¿tiene algún método para hacerlo?
—No, es suerte.
—Mire que hay arqueros como Carrizo o Roma que confiesan tener algún sistema.
—Yo, los penales que atajé fue de suerte; me tiré para un lado y la pelota fue para allí.
—Pero, ¿siempre se guía por la intuición? Por ejemplo en Perú, cuando River empató 2-2 con Universitario.
—Bueno, ahí pensé. Estábamos en Lima y ellos iban perdiendo uno a cero; era mucha responsabilidad para Chumpitaz; entonces yo calculé que iba a tirar muy fuerte y a la derecha. Matosas me dijo que me tirara a la izquierda, porque el año anterior el mismo jugador le había pateado a Carrizo a la izquierda. Yo le dije: "No, Roberto; en este partido se juega la clasificación y va a tirar a la derecha". Ahí sí pensé. Pero contra los mendocinos fue de suerte.
—En un partido de gran responsabilidad, ¿saldría usted jugando la pelota hasta el medio de la cancha?
—Sí; por supuesto que sí. Para mí todos los partidos son iguales y para todos los jugadores es así.
—¿Lo que hizo hace dos fechas, eso de agarrar la pelota entre las piernas, lo hizo porque era un partido fácil?
—No. Íbamos ganando nada más que uno a cero cuando lo hice. A mí eso me sale así de adentro. Y lo hice porque me tenía fe. Si agarraba la pelota con la mano era hands (estaba fuera del área) y listo; pero preferí agarrarla entre las rodillas y lo gambeteé al otro con unos saltos de rana, después la dejé caer y se la pasé a Roberto Matosas.
—¿Quiere decir que usted se divierte jugando al fútbol?
—Bueno, yo me divierto por mis condiciones, pero no porque tome el fútbol como una diversión. La gente se divierte conmigo, pero yo no lo hago para divertir a la gente; lo hago porque tengo esas condiciones. Es claro que al que le gusta el fútbol, se divierte jugando, pero eso es otra cosa. Yo antes del partido estoy nervioso como cualquiera.
—¿Cómo se manifiesta esa nerviosidad?
—Pienso mucho en el partido. Pero hay muchos jugadores que tienen que orinar antes de salir a la cancha. Y yo no.
—Cuando le gritan payaso y loco, ¿usted qué piensa? ¿alguna vez se le ocurrió ir al psicoanalista?
—No, el psicoanálisis es para el que lo necesite. Yo no lo necesito; soy muy normal. Así que personalmente no creo en el psicoanálisis.
—Y, ¿cómo es que siendo joven, teniendo dinero, sigue soltero? ¿No cree en el casamiento?
—Bueno, el casamiento es algo necesario para todo ser humano. Pero a mí todavía no me conviene casarme.
—Y cuando se case, ¿aceptaría el divorcio?
—Sí; el divorcio tiene que existir. ¿Qué pasa si me caso, me llevó bien con mi mujer un año o dos y de repente sale a relucir algo del carácter de ella que yo no conocía? El problema grave es cuando hay hijos.
—¿Usted es católico?
—Sí, soy católico, pero a misa voy de vez en cuando.
—Claro, los jugadores van a la iglesia cuando pierden, para pedir triunfos.
—¡No! Yo no hago eso. Y no soy supersticioso ni tengo cébalas. Todos los jugadores tienen cébalas, pero yo no.
—¿Y cuando viaja en avión?
—Mucho miedo. Tengo miedo, pero no rezo ni pienso en Dios; pienso que todos tenemos un destino y si se tiene que caer es porque lo marca el destino de uno.
—Usted tiene campos, ¿por qué se le ocurrió invertir el dinero en eso y no en acciones, por ejemplo?
—Bueno, eso debe ser por herencia, por mi familia. Mi padre era agricultor y mi hermano está en eso, conoce, y yo confío en él y lo dejo hacer. Porque yo entiendo que el jugador de fútbol no puede estar en negocios, ni en otra cosa. Tiene que pensar siempre en el fútbol. Sólo una vez por año voy al campo, cuando el club me da vacaciones. Entonces ando a caballo, recorro la propiedad de 500 hectáreas.
—Cuando usted anda así por el campo, ¿piensa alguna vez en la guerra de Vietnam?
—No, no pienso en eso, pero creo que se debe terminar lo antes posible. Es un absurdo.
—Usted es revolucionario, pero, ¿sería guerrillero?
—Claro que no. A mí me gusta la vida. Además no sé nada de Vietnam, ni de Bolivia ni de Medio Oriente. Estoy enterado de los problemas, pero no me interesan; además no los sigo porque casi no leo los diarios.
—¿No lee diarios porque no le interesan o no quiere enterarse de las noticias?
—No me interesa. A veces compré algún diario cuando había jugado mal. Pero cuando juego bien no los compro. Así que no leo casi nunca.
—¿Y al Che Guevara lo conoce?
—Sí; es muy conocido, pero no me interesa. La política no me interesa para nada. Soy amigo de Frondizi, nada más.
—Y esa amistad, ¿en qué consiste?
—Lo conozco a través de mi hermano Adolfo; a él sí le gusta mucho la política. Pero yo no hablo para nada de política con Frondizi, y de fútbol tampoco, porque él, de fútbol, no sabe nada.
—Si tuviera que hacer un ranking de arqueros, ¿cómo sería?
—Primero Gatti, después Errea; luego hay otros arqueros que tienen condiciones: Marín, Biasutto, Poletti.
—¿Y de Amadeo Carrizo qué opina?
—Amadeo fue algo fuera de serie. Aparte creo que es el ídolo más grande del fútbol argentino. Pero comenzó a declinar desde que yo fui a River. No cabe duda, es la verdad. Si yo no voy a River, Amadeo juega fácil hasta los 50 años. El vio la contra en mí, se dio cuenta que era un arquero de condiciones; y el club me compró para reemplazarlo. Si no, ¿para qué me querrían? Ahora Carrizo me aceptó como un digno sucesor y somos amigos, verdaderos amigos.
—¿Usted aprendió algo de él?
—Sí, yo aprendí de Amadeo a pegarle al fútbol con los píes. Tenía idea, pero en River aprendí mucho. Claro que él aprendió más cosas de mí: a pegarle a la pelota con la mano, desde el suelo, a entregarla rápido.
—Y a peinarse así, ¿también lo aprendió de él?
—Yo siempre me peiné así.
—Pero si usted no se peina.
—Sí que me peino. Yo me peino de esta manera como otros eligen la raya al costado o peinarse para atrás. El técnico Bernardo Gandulla me quería hacer cortar el pelo porque decía que me molestaba para atajar. Y algo de cierto hay. Al principio me molesta pero después, con la transpiración, se me pega a la frente y no me molesta más.
—¿Siempre se vistió así o lo hace ahora porque se usan más los colores estridentes?
—Siempre me vestí así; siempre me gustó vestir bien. Después de la plata que pongo en el campo, la mayor cantidad la gasto en ropa y en mi Peugeot 404.
—Usted estuvo por Europa, ¿que le pareció la moda de Londres?
—¡Bárbara! Allí compré varias camisas, de colores y estampadas.
—Y cuando va así vestido, ¿no le dicen nada por la calle?
—Sí, al reconocerme me gritan payaso, beatle, pero yo ni los miro. Cada uno que haga su vida; tiene derecho.
—Además de camisas, ¿qué compró?
—Calzoncillos; me gustan de colores y tipo Bermuda; ahora llevo puesto uno de Peñarol, Son éstos: amarillos con estampados negros.
—¿Y los lleva a la cancha? ¿No le hacen bromas en los vestuarios? ¿Nunca se los escondieron?
—Los llevo y no pasa nada, porque la mayoría de los muchachos de River anduvieron por Europa y casi todos se trajeron alguna prenda rara. A veces hacemos desfiles de modelos...
—Pasando de los calzoncillos a las minifaldas, ¿qué opina?
—¡Ah, me encantan las minifaldas! Claro que la mujer debe tener lindas piernas para usarla.
-Entonces, bailará música ye-yé...
—Me gustan los Beatles —y aclaro que yo me peinaba así antes que ellos— pero no bailo: soy un tronco. Nunca bailo; los escucho nada más, pero no tengo discos de ellos; los oigo en Mau-Mau o en algún otro boliche.
—¿Qué actores prefiere?
—Kirk Douglas; Burt Lancaster; Jack Palance, que se parece a mí. Voy al cine y veo cine por televisión. Es lo único que me gusta.
—¿Lleva una vida ordenada?
—Sí, muy ordenada. Me levanto a las diez y media y me acuesto cerca de medianoche. Durante el día voy a las prácticas y después me paso andando en coche. Los lunes, cuando tengo franco, voy a Mau-Mau; tomo un par de whiskies y nada más. Media docena de whiskies en el mes no me puede hacer nada. Soy un ser humano y si no vivo la vida a los 23 años, ¿cuando la voy a vivir?
—Cuando usted se retire del fútbol, ¿qué hará?
—Pienso retirarme a los 30 años. Entonces voy a correr autos. Manejar, manejo bien; compraré el coche que ande mejor y listo. Pero para eso hace falta mucho dinero. Ahora me conformo con correr con mi Peugeot por la avenida Libertador. Voy a 150/155, depende del tránsito.
—¿Y cuando corre así en qué piensa?
—Pienso en la velocidad, en que me gusta sentir cómo el viento me levanta el pelo.
—¿Y en mujeres no piensa? ¿No tiene un ideal de mujer?
—Me gusta la mujer moderna, delgada, con pelo largo.
—¿Qué entiende por mujer moderna?
—Que esté en la actualidad, que vista bien, que me entienda, sobre todo eso. Y si quiere andar sola, ir al cine sola, que vaya; que no tenga necesidad de que yo la esté cuidando.
—¿Dónde tiene más éxito con las mujeres, aquí o en Europa?
—Acá. Pero no tengo muchas amigas porque no me hago ver mucho.
—¿Pero esas mujeres no se le acercan por el dinero que tiene?
—Y por la fama. Sí, desgraciadamente es así.
—¿Le molesta o le gusta la popularidad?
—Pienso que a todo ser humano le gusta la popularidad, pero también molesta: quita libertad. Yo siempre como fuera de casa, porque vivo solo. De pronto me reconocen y empiezan a hacer preguntas y como uno se debe al público tiene que responder. Y a mí generalmente me hacen muchas preguntas porque soy de poco hablar. Hoy estoy hablando mucho.
—Aprovechando que está para hablar, ¿tiene imitadores en las inferiores de River o en otros clubes?
—No creo que nadie imite a nadie. Ahora, que haya algunos que jueguen parecido a mí, es lógico; el arquero moderno tiene que jugar así y todos los que surjan tendrán que hacerlo igual. Yo no soy el iniciador de esta manera de jugar; hubo otros arqueros que salían mucho del arco; Carrizo mismo. Pero yo soy el más revolucionario. Errea también salía antes que yo; pero yo soy el más perfecto.
—Quiere decir que no importa que haya habido otros parecidos a usted antes. ¿El movimiento se produce por el ruido que existe en torno suyo?
—¡Pero por condiciones, eh! Yo he aportado algo nuevo a la técnica del arquero y además he creado un problema a los arqueros que no salen. Ahora, cuando a un arquero le hacen un gol por no salir a cortar el avance, la gente se lo recrimina. Antes, ni se hablaba de eso.
—Además de lo que saca en el fútbol y de su inversión en el campo, usted tiene una pizzería con Luis Artime y un par de socios más, ¿le da ganancias ese negocio?
—Para pucherear, nada más. Saco un sueldito de 35.000 a 40.000, pero yo gasto mucho; arriba de los 50.000 mensuales, sin contar lo que gasto en ropa. Me doy todos los gustos.
—¿Tiene animales en su casa?
—No. No me gustan los animales, salvo los novillos. Además, es la mayor riqueza argentina; aquí todos vivimos por los novillos.
—¿Y cómo vive usted? ¿Cómo tiene amueblada su casa?
—No tengo muebles. Me acabo de mudar a un departamento que compré en Belgrano por tres millones y medio. Tengo nada más que un teléfono antiguo, un televisor chiquito, la cama y la heladera. Y whisky.
—¿Cuándo vence su contrato con River?
—A fin de año, pero uno siempre sigue ligado con el club y la renovación es casi automática. Yo hace cuatro años que estoy en River; el pase les costó 23 millones y cinco jugadores.
—Y ahora, ¿cuánto costaría su transferencia?
—Ahora no hay plata para pagarme.


PRIMERA PLANA
Nº 250 10 de octubre de 1967
fotos de Jaime González Cociña y Mario A. Iglesias

 

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