Dos años de gobierno
Arturo Illia

Revista Panorama
octubre de 1965

Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

OTRAS CRÓNICAS NACIONALES

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Arte de la discusión en el barrio de Flores
algo de la tele 1968
Los 30 años de Perón (1946-1974)
Ajedrez: el partido que jugaron todos (1971)
Contracensura
Reportaje de Osvaldo Soriano a Julio Cortázar
Graciela Fernández Meijide Los derechos humanos y la vigencia de la vida
Enrique Raab: tres escenas porteñas
Misceláneas - 1968, Nicolás García Uriburu, Alfredo Alcón, Neo Happening
La Argentina de los años 30 - Monopolios

 

 













pie de fotos
-El peronismo vociferante y los "planes de lucha" ganaron la calle: el gobierno imperturbable
-El radicalismo en público. Junto con el peronismo siguen acaparando la opción argentina
-Petróleo y Política: de nuevo juntos
-El Parlamento trabaja regularmente. Pero todavía la oposición sigue "sin gobernar". La "buena letra" del justicialismo aún no dio frutos.
-La bolsa, desconfianza en los inversores
-Gomez Morales, falta confianza
-Alemann, retornar a la realidad
-Alsogaray, un poco de optimismo
-Ferrer, una crisis intencionada
-Los ferrocarriles, uno de los más graves problemas argentinos. ¿habrá solución definitiva?
-Dos cosechas extraordinarias fueron providenciales, pero no se aprovecharon del todo:
-El presunto regreso de Perón llevó la evullición política a su punto máximo. El fantasma agitado durante meses esperanzó a los peronistas. Reclamaron en vano la vuelta de su líder.
-El antiperonismo también resurgió pidiendo una "Argentina sin Madrid" El posible regreso de Perón polarizó al electorado. Fue la maniobra más espectacular digitada por el gobierno.
-Ganadería, divisas perdidas
-Desde el interior del país llega al puerto del paísllega al puerto de buenos Aires el resultado de óptimas cosechas. Los camiones repletos deben esperar. Faltó agilidad en los embarques y se hizo difícil vender.
-Suiza "Si Argentina aumenta los envíos de carne al mundo , tendrán problemas sus competidores"
-Contratos petroleros, anulados primero, renegociación después.
-Acero, dos años muy productivos
-La minería es uno de los pilares de las industrias básicas. En el exterior casi unánimemente, aconsejaron cautela para seguir promoviendo la industrialización ya iniciada en el país.
-Durante mucho tiempo, las exportaciones de carnes y cereales, dejaban en el país divisas que luego se iban para comprar petróleo. Más tarde, logrado el autoabastecimiento esa dificultad pareció terminada. El problema volvió a surgir en estos dos años ¿Qué hará YPF?

 

 

Al cabo de dos años en el poder, la inocente tortuga creada por la malicia popular, simboliza para la opinión pública la imagen de la gestión seguida por la administración del Presidente Arturo lllia. Esa imagen apacible no parece molestar a quienes la detentan. Quizá porque a los radicales les recuerde al "peludo" Hipólito Irigoyen, un presidente famoso porque "siempre estaba en la cueva". Pero también porque es un símbolo que ellos mismos contribuyeron a difundir.
PANORAMA intentó esclarecer hasta qué punto esa tortuga, que se instaló en un país cargado de tensiones, refleja auténticamente a los actuales gobernantes. Para ello interrogó a las figuras claves del oficialismo y la oposición, a cuatro ex ministros de economía y realizó una sensacional investigación en las principales capitales del mundo, para saber qué piensan de la Argentina en el exterior. El resultado de este esfuerzo revela que, así como se critican duramente las actitudes que encajan dentro de ese zoológico simbolismo, se advierten, detrás, indicios evidentes de que la tortuga se mueve buscando soluciones permanentes y valederas. Se notan cambios que pueden hacer variar los esquemas en los próximos cuatro años. Es que todos comienzan a preguntarse; ¿Apura el paso la tortuga?

En la elaboración de este artículo, Daniel Muchnik realizó la investigación entre las figuras parlamentarias y los ministros del gobierno; Rolando Hanglin recogió información dentro del partido oficialista y Jorge Dengis, especialista en temas económicos, se responsabilizó de las consultas a los ex ministros de Economía. La parte internacional se cubrió con las corresponsalías de PANORAMA en el exterior: La recopilación y redacción final quedó en manos de Aníbal Walfisch.


I. ENTRE LA U- C- R- P- Y EL PAÍS
"No es que Illia y Balbín piensen demasiado distinto, sino que una cosa es estar en el llano y gritar y otra muy diferente es estar en el gobierno y gobernar." Casi sin quererlo, un viejo dirigente radical definió la contradicción que hay entre las proposiciones preelectorales y las realizaciones del actual gobierno durante sus primeros dos años en el poder. Las diferencias que pueden separar al presidente, Arturo Illia, del jefe del radicalismo del pueblo, Ricardo Balbín, están dadas también por esa realidad. El primero debe gobernar y el segundo hacer política partidaria. A despecho de menudas diferencias, de conjeturas sutiles, Illia manda toda vez que es él quien da el visto bueno final a las medidas de gobierno.
No obstante, aquellos dos, junto con el vicepresidente Carlos Perette, componen el trío dirigente sobre el que recaen los aplausos y las culpas de la política seguida hasta el momento. Si nos atenemos a los movimientos partidarios de donde provienen —Illia de la Intransigencia Nacional, orientada por el fallecido dirigente cordobés Amadeo Sabattini; Balbín acaudilla el movimiento mayoritario de Intransigencia y Renovación con epicentro en La Plata, en suma, es "balbinista" y Perette pertenece al unionismo entrerriano— quedará en claro una postura equilibrada entre las distintas corrientes internas de la UCRP. Posición que se extendió luego a todos los cargos importantes que se cubrieron cuando el radicalismo del pueblo asumió la responsabilidad de gobernar. El trámite de su acceso al poder fue accidental. Es evidente que hasta para los propios radicales su triunfo resultó sorpresivo y los obligó a improvisar todo el elenco de gobierno. Resultó una transacción que evitó males mayores y posibilitó una salida de la incertidumbre institucional. Una tregua consentida por los grupos políticos y los factores de poder, para ensayar una variante imprevista en los asuntos que la Argentina tenía sin resolver. En lo político, el peronismo y la imposibilidad de una convivencia estable; en lo económico, la inflación, los déficit estatales y una voluminosa deuda externa, y en lo social, la desocupación generada en dos años de crisis económica.
'Advenían a la función pública hombres, sin experiencia de gobierno', dice el oficialista Arturo Mor Roig, titular de la Cámara de Diputados. Ya en la Casa Rosada, esa falta de familiaridad con los asuntos de Estado determinó toda la conducta posterior. Así el radicalismo —"un pedazo de historia y mucha retórica", como lo define el diputado Luis León— se encontró aprisionado entre su programa y la hirviente realidad del país. Apeló a lo que tenía más a mano: un arma de indudable poder psicológico, "vamos a cumplir lo prometido antes de las elecciones". Así se produjeron medidas que pretendían, más que nada, despertar la sensación de honestidad y de respeto, buscando ganar el apoyo popular: la anulación de los contratos petroleros, la emisión monetaria para poner al día las deudas estatales y el restablecimiento de las libertades públicas, no persiguieron otra cosa que el relajamiento de las tensiones. Se trató de restaurar la confianza en el régimen republicano y en el cumplimiento de la palabra empeñada. Pero esos recursos, en realidad, eludían las soluciones de fondo y obedecieron a razones más electorales que políticas, más evasivas que prácticas. Fue una tregua para empezar a ver qué se podía hacer. La apelación continua al "sentimiento nacional", el excesivo apego a las postulaciones partidarias terminó por exasperar a la oposición. Estaba claro que el simple retorno a la normalidad constitucional —como señala Mor Roig— no podía resolver, un largo período de deterioro.
Esa tensa y orgullosa postura de pretender resolver las cosas solo por el transcurso del tiempo, diluyó la esperanza puesta en el gobierno ni bien reaparecieron candentes problemas que no terminaban de resolverse. La inocente tortuga fue instaurada para simbolizar la lentitud gubernamental. Las acusaciones de "ineficacia", "dirigismo", "ineptitud" comenzaron a llover sobre los hombres de gobierno. Ante esa hostilidad Mor Roig declara: La Iglesia y las Fuerzas Armadas son neutrales. La prensa, los políticos, los empresarios y los obreros nos critican indiscriminadamente. Ante esto lo único que nos queda es conservar nuestra autoridad moral. De todos modos, el país comenzó a funcionar a otro ritmo. De continuas tensiones y reyertas se pasó súbitamente a la calma. Imperturbablemente, la administración radical seguía su camino con el programa a cuestas, mientras el país esperaba cada vez más impaciente.

En la encrucijada
'Prefiero un gobierno sin doctrina, una economía sin criterio, pero que sea eficaz, que se adapte', exclama Ricardo Balbín usando el confuso lenguaje radical de barricada. Un vocabulario algo distinto del que usa el doctor Illia cuando dice: "Las recriminaciones deben cesar. Estando todos al servicio del país no tengo ninguna duda de que el reencuentro nacional será algo cierto y seguro. Era necesario evitar la improvisación mediante adecuados estudios (que fueron encargados al Consejo Nacional de Desarrollo, CONADE) para establecer prioridades y resolver las dificultades económico-sociales. Eso, para no incurrir permanentemente en rectificaciones que solo hacen perder tiempo y esfuerzos y son también una de las causas del desencuentro nacional. No pedimos paz en un sentido paternalista sino porque es indispensable la creación del previo ambiente para desarrollar estos planes —que indiquen un sentido de continuidad en el esfuerzo del país— y que genere el clima psicológico necesario e indispensable para que todo el mundo tenga fe en el porvenir."
Es indudable que ese Plan de Desarrollo todavía incompleto, casi desconocido y anunciado muchas veces a lo largo de estos dos años, es la carta de triunfo, el cordón umbilical que puede permitir a este Gobierno —realizando ideas de gobiernos anteriores— cuajar una larga esperanza argentina: tener el instrumento adecuado para crecer a ritmo sostenido.
Algo que José Alonso, secretario general de la Confederación General del Trabajo, expresa de otro modo: "Para resolver las crisis hay que comenzar por interpretar al pueblo, se le debe hablar de frente y no mentirle. Con esas condiciones los pueblos responden y se sacrifican dejando de lado diferencias circunstanciales y se unen en torno a las grandes causas. Nosotros estamos en ello, darnos aldabonazos en todas las puertas y levantamos la voz para que nos escuchen y se despierten ya que si no somos capaces de realizar una revolución pacífica y con todos, no podremos evitar una violenta que, por desgracia, quizá no sea nuestra."
Y los cambios que el país necesita no estaban solamente en respetar ciegamente un programa. A medida que los nuevos funcionarios llegados al poder comprendieron que, anular los contratos petroleros, despreciar a los organismos financieros internacionales, empeñarse en no refinanciar la deuda externa, en suma mantener un orgulloso aislamiento, servía a fines de muy poca consistencia; el gobierno, aunque no lo confiese, comprobó que estaba en una encrucijada.
Horacio Thedy, diputado demoprogresista, entiende que el acceso del peronismo al parlamento, la derogación de las leyes represivas y el clima de libertad no bastan. "La democracia es casi plena —dice— ya que solo está excluido el comunismo. Pero el gobierno es débil en lo interno ya que proviene de un sector minoritario y no hace esfuerzos para ensanchar su base mediante la coparticipación con los demás partidos. No alcanzó la dinámica que los nuevos tiempos requieren. Se olvida que la primera línea de defensa no está en el poderío de los ejércitos sino en el nivel de vida." Por eso la solución de los graves problemas económicos es fundamental. Sigilosamente, el gobierno comenzó a rectificar su rumbo. La virulenta política energética seguida desde la Secretaría de Energía y Combustible por Antulio Pozzio, con el visible beneplácito de Balbín y Perette, se fue diluyendo ante el persistente empuje de la solución más realista alentada por el titular de YPF, Facundo Suárez, el propio Illia y el ministro de Economía, Juan Carlos Pugliese. Así se renegociaron los contratos de petróleo, se refinanció la deuda externa, se "tortuguizó la inflación", y se logró el visto bueno del Comité Interamericano de la Alianza para el Progreso —CIAP— para la financiación del Plan de Desarrollo. Se aceptó, en suma, salir del aislamiento. Aparentemente, esas y otras medidas, indican que la administración del doctor Illia quiere dejar de lado la falsa postura del comienzo, pero todavía choca con la resistencia ostensible de su propio partido. Le cuesta salir de la encrucijada. Porque éstos dos años de gobierno no pueden separarse del irreverente pasado peronista, ni de los gobiernos posteriores a 1955. Integran un solo proceso en el cual las decisiones y las vacilaciones radicales de sus dos primeros años y de los cuatro que vendrán, tienen una importancia decisiva para el: futuro del país.
La posibilidad de un golpe de estado, que en otras épocas surgía continuamente como un poderoso factor de presión para influir la voluntad de los gobernantes, pareció reducirse a un mero reflejo de crisis pasadas.
Solamente algunos hechos —reincorporación de los militares colorados, el presumible regreso de Perón y la crisis provocada por los sucesos de Santo Domingo — volvieron a impulsar rumores sobre un probable distanciamiento entre las posiciones adoptadas por la administración de Illia y los mandos militares. Ese continuo desencuentro entre el poder militar y el poder civil, tuvo en esos tres casos momentos culminantes.
Leopoldo Suárez, ministro de Defensa Nacional, sugestivamente señaló que "es necesario y fundamental
comprender, que la defensa de la Nación, no está solo en las Fuerzas Armadas sino que compromete también, responsabilidad de todos los sectores que integran el país."
La vieja discordancia entre Gobierno y oposición constituyó indudablemente uno de los talones de Aquiles en la gestión política seguida por las actuales autoridades.
Thedy indicó que "la debilidad del partido gobernante se debía a las cuestiones internas. Pero —añadió— no tengo temores sobre la eventual ruptura del orden constitucional. No obstante hay grupos que especulan con ello, grupos fuera de la realidad y que no tienen posibilidades electorales."
Lo cierto es que para "los desconocidos de siempre" cualquier excusa es buena para golpear la puerta de los cuarteles. Cuando el teniente general Juan Carlos Onganía hizo declaraciones sobre el papel de las fuerzas armadas en el continente, los rumores volvieron a crecer. Desgraciada pero inútilmente agitaron una vez más el fantasma del golpe sobre la Argentina.

Dos años después
'Conviene mirar desapasionadamente al país del 12 de octubre de 1963. Las instituciones de la República estaban en quiebra. Nadie creía en nadie, ni quería empeñar su esfuerzo para nada', declara con optimismo el ministro del Interior, Juan Palmero, y agrega: 'Es importante poder decir que la República está en orden'. No todos comparten esta opinión. Desde su ministerio se digitó la maniobra política más espectacular concebida por este gobierno: lograr, a través del presunto retorno de Juan Perón, la polarización electoral en el último comicio, donde peronistas y radicales arrasaron con la inmensa mayoría de los cargos. Y a través de esa jugada, pacientemente elaborada, la Argentina volvió a tener legisladores peronistas. La imagen fantasmal del peronismo-antiperonismo, que pareció dividir al país hasta partirlo, se diluyó poco a poco. Los "planes de lucha" de la C.G.T. no inquietaron mayormente al gobierno. En otro momento pudieron haber desembocado en un golpe de estado. A pesar de que el panorama no es idílico, el peronismo varió la táctica. Entró al Congreso haciendo "buena letra". Sus dirigentes intuyeron que cualquier golpe de estado tendría signo contrario y ahora, detrás de las fisuras circunstanciales, mientras los peronistas vitalizan la legalidad democrática, el país revaloriza el peronismo intentado desarraigar falsos esquemas que funcionaron histéricamente durante muchos años.
Rodolfo Tecera del Franco, diputado justicialista, abogado y sociólogo, conviene en que el proceso de deterioro del país no pueda achacarse exclusivamente a este gobierno, pero el panorama desolador de dos años atrás ha sido corregido y aumentado. Paulino Niembro, titular del bloque, de origen sindicalista, acusa al gobierno de tener la manía de pregonar una cosa y aplicar otra. Y luego sale al paso de la comparación —que algunos sectores hacen entre la administración Illia y el gobierno peronista, resaltando ciertas semejanzas—. "La realidad mundial cambia todos los días y el peronismo tiene la firmeza de cambiar de acuerdo a lo que requiere el pueblo. Por el contrario, el radicalismo aplica estructuras caducas, son liberales cuando el liberalismo ha perimido." Tecera del Franco amplía el concepto : "La ineficacia de este gobierno se debe nada menos que a su inconsecuencia con el propio liberalismo, muchos de sus estrategas ofrecen remiendos socializantes. La comparación que se nos hace con este gobierno es ridícula y antihistórica." Pero los que acusan, de estatistas a este gobierno o al peronista, olvidan que fueron los conservadores los que realizaron en el país las primeras nacionalizaciones, especialmente a partir de 1930 luego de que el general Uriburu truncó el segundo gobierno de Yrigoyen. Precisamente las fuerzas conservadoras aparecen hoy debilitadas y divididas. Ya no constituyen la expresión rotunda de un sector, el tercero por su fuerza y número en la vida política argentina. Lo cierto es que a dos décadas del ascenso de Perón al poder y a dos años de que Arturo Illia se instalara en la Casa Rosada, radicales y peronistas siguen acaparando la opción argentina. Aquellos vinieron a la función pública con Hipólito Yrigoyen, trayendo bajo el brazo los anhelos de las clases medias en ascenso, incorporadas a la vida política por el sufragio universal. Perón se encaramó en el poder respaldado masivamente por la irrupción de sectores postergados: obreros y campesinos. La industrialización del país adquirió bajo su gobierno gran extensión. Más tarde, luego del paréntesis con sentido opuesto de la Revolución Libertadora, Frondizi intentaría profundizar aquel intento, llevado al poder justamente por los votos peronistas. Illia completa los tres gobiernos —junto con aquellos dos— que subieron constitucionalmente en los últimos 30 años. Pero su "estilo de gobierno" es la antítesis de esas dos figuras: Perón fue el gran caudillo político, magnético y espectacular, Frondizi un estadista frío e intelectual, un "técnico del poder". Illia no tiene nada del caudillo multitudinario ni del racionalista implacable. Simplemente gobierna, rehuye hoscamente la tribuna callejera y los medios masivos de difusión. Solo habla en público de cuando en cuando y lo hace como quien cumple un deber más entre los tantos que tiene el funcionario de más jerarquía de la Nación.
Cuando el 12 de octubre se cumplan venticuatro meses de gobierno radical, restablecidas las normas de convivencia, todo el país espera que el presidente Arturo Illia pueda decir que el clima psicológico que necesita una empresa de largo aliento, como es la de movilizarlo en torno a una bandera común, haya sido logrado. Espera también que se lo incite a compartir responsabilidades para volver a la realidad, y abandonar la política del avestruz. Intuye que si la tortuga se lanza a correr, los cuatro años que vendrán tendrán que ser muy distintos. Es que los márgenes de error se achican cada día más.

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Para evaluar la conducción económica seguida desde octubre de 1963 Panorama recurrió a la opinión de cuatro economistas de decisiva actuación en distintos períodos: Alfredo Gómez Morales ministro de Asuntos Económicos a la caída de Perón en 1955; Roberto T. Alemann, ministro de Economía durante el gobierno de Arturo Frondizi; Alvaro C. Alsogaray, dos veces titular de esa cartera bajo los gobiernos de Frondizi y José Marta Guido, y Aldo Ferrer, que ocupó el mismo cargo en la provincia de Buenos Aires, siendo gobernador Oscar Alende, Tres preguntas les fueron sometidos: 1) ¿Cómo ve la situación económica de estos dos años; 2) ¿El gobierno siguió una política definida en la materia? y 3) ¿Cuál es el problema número uno a resolver? Los tres primeros entrevistados contestaron directamente a los interrogantes planteados, Ferrer en cambio prefirió responder en conjunto sin ceñirse estrictamente al cuestionario.

G. Morales: El precio de los errores
1) "Sería verdaderamente injusto no destacar que el gobierno de Illia heredó una situación económica difícil; la pesada deuda externa contraída irresponsablemente por sus antecesores y la virtud moratoria interna en que se encontraba el país son bien conocidas", dice Gómez Morales, y agrega: "Ese es el atenuante, pero también es cierto que en los últimos dos años contamos con circunstancias excepcionales —providenciales cosechas y óptimos precios en el mercado internacional— que no fueron aprovechadas. Desgraciadamente fuera del heroico recurso de apelar a la financiación inflacionaria del descomunal déficit fiscal, nada se ha hecho hasta la fecha. Las equivocaciones suelen pagarse caras en economía y no es extraño que las perspectivas empujen a una recesión a corto plazo.
"Las demás actitudes del Gobierno fueron estériles y parecieron inspiradas más en el propósito de cubrir apariencias, que en lograr resultados positivos. De ahí las frustraciones en el manejo de nuestras cuentas exteriores, en la política energética, en los precios internos o en las medidas adoptadas en el problema de las carnes. La misma tardía preocupación —recalca Gómez Morales— por establecer pautas tendientes a alcanzar alguna estabilidad en la economía, parece, más que consecuencia de una decisión meditada libremente, el fruto de presiones externas surgidas en la infortunada refinanciación de la deuda con el exterior, cuya necesidad fue torpe y reiteradamente negada." ;2) "A mi juicio no ha seguido una política definida sino que creo que no tiene ni tuvo ninguna. Todas fueron acciones improvisadas destinadas a paliar urgencias. En los enunciados todos hemos oído las disertaciones sobre el publicitado y aún no parido —del todo— Plan de Desarrollo. Además hay un afán casi patológico de jaquear al peronismo como lo demuestra la desaprensiva ingerencia gubernamental en los gremios obreros que se ha convertido en causa de graves conflictos. Por todo eso el problema de Argentina es, antes que económico, político-social."
3) "No existe problema número uno: la economía, es un complejo de vasos comunicantes que requiere soluciones de conjunto. No se trata de resolver todos, o uno de los problemas de un solo golpe. Hay que crear las condiciones para que se restablezca la confianza del pueblo en el gobierno y del mundo en el país."

Alemann: Dos años, dos políticas
1) "La siempre difícil tarea de asentar la estabilidad institucional ha producido una política indefinida, que elude obstáculos y evade compromisos." Declara Roberto T. Alemann. Contrariamente a la opinión de Gómez Morales, estima que la llegada al poder estuvo rodeada de excelentes auspicios: buena voluntad interior y exterior, dos cosechas extraordinarias y una recesión en franca superación, que pudieron servir de sostén para una política firme encaminada a resolver los principales problemas económicos. En lugar de ello se prefirió ceder a presiones políticas con el resultado de que muchos problemas, entonces de solución relativamente sencilla, se complicaron mucho más. "Sin embargo, añade, no todo es negativo, en el ínterin se han aprendido algunas lecciones,"
Entre esas "lecciones aprendidas" Alemann señala la reducción del déficit presupuestario, el aumento de las tarifas de los servicios públicos y otras medidas tomadas en el mismo sentido, el esbozo de planes concretos para resolver el problema ferroviario, y la intención de solucionar las dificultades, innecesariamente creadas, con los centros financieros internacionales para que el país pueda retomar el acceso a las fuentes de inversión, técnicas y de créditos que se cerraron por su propia decisión.
2) Los dos años de gobierno marcan, en realidad dos políticas. La primera fase dirigida por el fallecido ministro Eugenio Blanco, fue francamente inflacionista, recurrió a la emisión monetaria por todas las vías conocidas, postergó el cobro de los impuestos, mantuvo las tarifas a niveles políticos, restableció el control de precios, estatizó empresas, generó inútiles conflictos con inversores y entidades internacionales, y dilapidó el patrimonio público en la medida de su endeudamiento a corto y largo plazo.
Durante la segunda fase, que conduce el actual ministro Pugliese, se advierten correcciones en algunos errores manifiestos: se ajustan los tipos de cambio, se aumentan las tarifas a niveles más realistas, se mejora el cobro de los impuestos, se encara el saneamiento de los ferrocarriles, se intenta una solución al absurdo conflicto con las compañías petroleras privadas, se introducen algunas medidas de mejor disciplina laboral, se reinician gestiones con entidades financieras, se reduce la financiación inflatoria de la Tesorería y se sigue una política monetaria más prudente.
Pero es evidente —advierte Alemann— que la superposición de medidas anteriores, aún en vigencia, con las correcciones en marcha, crea una confusión generalizada acerca de la orientación económica nacional. Y el problema es de orientación y no de hombres, aún cuando el reemplazo de algunos, notoriamente ineficientes o resentidos ideológicamente, facilitaría la solución de muchos problemas graves.
Al referirse a la necesidad de la colaboración del capital extranjero, Alemann es bien claro: "Ni siquiera en Estados Unidos y menos en Gran Bretaña y Europa Continental se considera suficiente el ahorro local para impulsar el desarrollo económico. Este alcanza solamente para asegurar un progresivo deterioro. Si países altamente tecnificados buscan la inversión extranjera, cuánto más la necesita la Argentina, rezagada en muchos aspectos con relación a los centros mundiales de progreso, que marcan el paso del mundo moderno. 3) El problema número uno es el presupuesto nacional, pero para solucionarlo se requiere enfrentar con decisión y persistente paciencia la catastrófica administración de casi todas las empresas del Estado. También deben cobrarse los impuestos y contenerse los gastos, a cuyo efecto es imprescindible estimular la exportación con un cambio apropiado y realizar un ajuste impositivo. Esas y otras medidas deben llevar al equilibrio presupuestario, pivote sobre el que se asentará la estabilidad monetaria sin la cual no habrá crecimiento sostenido de la economía argentina.

Alsogaray: La torta se achica
El ingeniero Alsogaray entiende que "la economía es un proceso continuo, no una sucesión de hechos inconexos. Tiene poca importancia reflejar, como si fuera una fotografía, la situación que impera en un instante dado. Mucho menos todavía, quejarse cuando los hechos ya se produjeron, si por conveniencia o comodidad no se habló a tiempo. Lo constructivo es prever los acontecimientos y jugarse en el momento oportuno: no abandonar el barco cuando se ve que este comienza a hundirse."
Para Alsogaray, técnicamente hablando, el país entró a fines de julio en una nueva crisis. Que la misma no sea visible para el gran público proviene de que aún se están viviendo los efectos de la "droga" inflacionaria y que todavía perduran los resultados favorables de grandes decisiones tomadas tiempo atrás en materia de reequipamiento industrial, explotación del petróleo, usinas eléctricas, estímulo al agro, etc. Pero el país está prácticamente en cesación de pagos con respecto a los acreedores extranjeros. Empresarios argentinos no pueden cumplir con sus compromisos porque el Banco Central no les autoriza las transferencias. La producción nacional de petróleo ha bajado, debemos importarlo y para pagarlo tenemos que pedir al público que consuma menos carne o a los acreedores que nos prorroguen las deudas. Debimos refinanciar angustiosamente la deuda externa, después de haber alardeado puntualidad. Los controles de precios y otras medidas "dirigistas" han sido inoperantes pero bastaron para distorsionar y encarecer la producción, obligarnos a importar huevos y alentar la corrupción en vastos sectores de la vida económica. El peso argentino no es recibido en ninguna parte del exterior, ha sido devaluado cinco veces en menos de dos años y nadie cree que pueda sostenerse su cotización oficial a 171 pesos por dólar. Funciona un mercado negro a vista y paciencia del Banco Central y todos los días se descubren fraudes en el comercio exterior ya que resulta muy tentador conseguir dólares a, m$n 171 y revenderlos a 283.
Estas son manifestaciones de un mal más profundo: más que a la crisis actual hay que prestar atención a la crisis "diferida" que se viene gestando. Un ejemplo: para 1968-1969 no produciremos ni siquiera la mitad del combustible que necesitamos y faltará energía eléctrica. Resultará difícil explicarles a los argentinos por qué nos ocurren estas cosas justamente después que tres años de "vacas gordas" nos han dejado un regalo del cielo de más de 1.000 millones de dólares. Y en estos dos años no hubo golpes de estado, ni sequías, ni inundaciones ni ninguna catástrofe natural o humana.
2) No ha habido una política económica que pueda calificarse como tal. Sí un conjunto de improvisaciones propias de los regímenes híbridos de tercera posición, que mezclan medidas "dirigistas" tomadas de la planificación socialista con pequeñas dosis de libertad económica, típicas de una economía de mercado. Esa conjunción es mucho menos eficiente que cualquiera de las dos fórmulas citadas: para que el sistema de planificación central socialista funcione hay que aplicarlo a fondo. Para que el sistema de mercado actúe hay que permitirle un adecuado margen de libertad. Aquí no se ha hecho ni una ni otra. Se dijo oficialmente que el primer año habría que pasarlo como se pudiera y que el segundo año un Plan de Desarrollo pondría al país en marcha. Hoy es evidente que el Plan no existe y que lo que se presentó como tal no tiene utilidad práctica. Lo actuado repite la experiencia económica peronista, con la diferencia de que ésta contó inicialmente con 1.800 millones de dólares y de que nadie podía opinar.
Algunos funcionarios y ministros ya tienen plena conciencia de la dificultad en que se encuentran. Incluso han tomado ciertas medidas para rectificar el rumbo inicial. Estas son cautelosas para no provocar conflictos políticos con el partido oficial. La tarea de quienes la inspiran no es fácil, ya que están atados por esas inhibiciones. Creo que deben ser alentados a proseguir por el buen camino, aunque no soy demasiado optimista sobre los resultados.
Luego Alsogaray deja caer una curiosa frase: "Es muy difícil, después de dos años de asegurar que todos los problemas estaban resueltos tener que ir a la televisión a explicarle al hombre de la calle que es necesario pasar el invierno."
3) La enfermedad que aflige a la economía argentina es la "falta de confianza". Nadie, ni argentinos ni extranjeros invierten sus ahorros y capitales en el país. Es más, todos aquellos que pueden, tratan de ponerlos a buen recaudo en el exterior. Si no se desatan nuevas iniciativas no habrá inversión, la "torta económica" se achica comparativamente, ya que cada día somos más y tenemos una cantidad igual o menor para repartir. La solución es cambiar drásticamente el sistema.

Ferrer: Sin rumbo cierto
Según Aldo Ferrer hubo dos hechos previos y fundamentales en la gestión económica de este gobierno: primero, el alto volumen de producción agropecuaria que trajo sensible aumento en los saldos exportables, coincidentes con los altos precios en los mercados internacionales. En segundo lugar, la profunda depresión de 1962/63 provocada por una política monetaria, financiera y cambiaria destinada a favorecer a los sectores tradicionales en perjuicio de las actividades industriales y urbanas. Esto habría traído inflación, un mayor déficit fiscal, fuerte caída de los salarios reales y la desocupación de una alta proporción de la capacidad productiva y de la mano de obra.
El primer hecho provocó un alto nivel de ingresos y capacidad de gasto de los productores rurales, que se tradujo en una expansión de la demanda de productos industriales y contribuyó decididamente a la recuperación de 1964.
Frente al segundo hecho, la depresión económica, el gobierno abandonó sensatamente la política restrictiva en el campo financiero y monetario al tiempo que procuraba mantener la estabilidad del tipo de cambio. Esto aceleró aún más la expansión de la demanda interna y favoreció la recuperación del nivel de producción y empleo. Todo esto explica por qué en 1964 se recuperó el nivel existente en 1961. Frente a los problemas de depresión, el gobierno aplicó una política tendiente a estimular la producción interna. Pero este es un país que no solo necesita trabajar a pleno empleo sino que tiene que impulsar velozmente sus sectores estratégicos. Y en este aspecto fundamental, la política gubernamental ha carecido y sigue careciendo de un rumbo cierto. Se necesita aumentar la capacidad de producción de aquellas actividades que cumplen un papel más dinámico en el proceso de desarrollo y para elevar la eficiencia de todo el sistema económico. Por ejemplo: energía, petróleo, siderurgia, caminos, química pesada, etc. Interesa fundamentalmente que el gasto público se adecue a las necesidades de un país en desarrollo, eliminando las erogaciones improductivas —en personal y parte del déficit ferroviario— y que se vuelquen las sumas así liberadas a las inversiones básicas y a la ampliación de los servicios sociales, educación, salud v vivienda.
En ese sentido Ferrer entiende que el gobierno se ha preocupado, correctamente, del aumento de los ingresos del estado, pero, lamentablemente, no de reformar la estructura de esos ingresos. La racionalización de los gastos de ese sector ha sido descuidada como lo demuestra la demora en encarar el problema ferroviario. Parte de la postergación de las decisiones fundamentales que hacen al desarrollo nacional, se explica por una errónea interpretación acerca del sentido de la planificación. El gobierno se ha excusado en que para definir su política y para comenzar su ejecución, primero debía tener un plan. De este modo, el país espera un plan y sus soluciones. Esto ha sido un grave error. Un plan no es el sustituto de una política. Es solo el instrumento de una política. De entrada se sabían cuáles eran los problemas fundamentales a resolver. El gobierno debió lanzarse a las grandes realizaciones. Sobre la marcha el Plan hubiera contribuido a racionalizar su acción. Nuevamente se ha hecho un grave daño, no solo al postergar soluciones imprescindibles, sino también a la imagen pública de ese útil instrumento de la política económica que es la planificación.
Las deficiencias más serias —sin embargo— fueron en el orden externo. En vez de definir con suficiente anticipación una vigorosa política frente al sector externo, el gobierno postergó la apertura de las negociaciones hasta prácticamente el momento en el que el país estaba en vísperas de no poder cumplir con sus compromisos.
Esto debilitó la posición negociadora. Por otra parte, el gobierno ha seguido una política hostil frente a las inversiones extranjeras, como en el caso del petróleo y esto contribuyó a crear condiciones poco propicias para negociar, debilitando aún más la posición en el balance de pagos. 

Una falsa alternativa
Como consecuencia de esos errores e indefiniciones, el país está enfrentando la alternativa de la depresión económica interna— para satisfacer condiciones aparentemente exigidas por los acreedores extranjeros— o el incumplimiento de los compromisos con el exterior. Pero esa alternativa —subraya Ferrer— es más aparente que real. Porque quienes la pregonan (los sectores tradicionales), para forzar medidas que lleven a la depresión, antes que al interés nacional, tienen en cuenta los grandes beneficios que obtendrían de una devaluación masiva del peso y una nueva crisis industrial interna. Tampoco descarto —continúa Ferrer— que la crisis buscada sea una forma de agudizar las tensiones políticas para interrumpir el proceso de recuperación institucional. La crisis más que un peligro real es "una intención deseada" por quienes la proclaman.
Afortunadamente, el país puede definir con firmeza una política de pleno empleo, desarrollo y defensa de las condiciones de vida populares que sea compatible con un manejo severo de nuestro balance de pagos y de la situación financiera interna y con el cumplimiento ordenado de los compromisos en el exterior. Y Argentina no puede de ninguna manera solventar con sus propios recursos tales obligaciones.
Los problemas en el balance de pago se pueden sortear sin comprometer el equilibrio interno de la economía. Argentina —entre los países en desarrollo con problemas de refinanciación de deudas— es posiblemente el que ofrece mejores posibilidades de desarrollo y de cumplimiento efectivo de sus compromisos en el exterior.
Pero el lugar que este gobierno, en definitiva, ocupe en la historia argentina, dependerá, antes que de sus errores o aciertos en el campo económico, del cumplimiento efectivo de sus compromisos de normalizar la vida política argentina dando acceso amplio a todos los sectores de la ciudadanía al poder político. Si logra esto se superarán también los problemas económicos. Porque no habrá ni desarrollo, ni estabilidad, ni mejora de las condiciones de vida, sin estabilidad institucional y política.
De acuerdo con el veredicto dado por estos cuatro especialistas surge claramente un equilibrado análisis de los pro y los contra que demostró la conducción económica seguida en estos dos años.
Los economistas tuvieron muy en cuenta que se trataba realmente de evaluar toda una situación que, indudablemente, tiene raíces muy profundas que no empiezan ni terminan dentro del período constitucional de este gobierno. Sus opiniones fueron meditadas detenidamente. Es evidente que en todos los casos prevaleció la intención de hacer una crítica desapasionada que sirviera a los fines propuestos. Si bien cada uno de los entrevistados responde a disímiles orientaciones en la materia, justamente esa disparidad permite al lector, a través de distintos enfoques, cotejar con tranquilidad las alternativas del proceso económico argentino.


III. QUÉ OPINAN DE NOSOTROS EN EL EXTERIOR
Los argentinos están a favor o en contra del gobierno. A veces les puede resultar indiferente. Pero embebidos en los diarios problemas no perciben que la vida argentina es seguida muy atentamente en el exterior. Quizás con parcialidad. Quizás con desprecio. "Nunca con indiferencia. Señalar que "el mundo cada vez se empequeñece más" parece obvio. Pero es una rotunda realidad. Por eso Panorama —realizando un esfuerzo periodístico quizás único en toda América latina— quiso saber qué piensan de nosotros en el exterior.
El resultado de la investigación es sorprendente. Detrás de las razones de tacto o diplomacia que impidieron revelar la fuente o el autor de las opiniones sobre la Argentina se esconde un verdadero enjuiciamiento. Pudimos comprobar en todos los casos que en los principales países del mundo existe una minuciosa actualización de cada momento argentino. Dos años después de que Illia asumió el mando, cincuenta expertos en distintas materias dan su opinión desde Washington, Londres, París, Bonn, Roma, Zurich y Madrid.
Felipe Herrera, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, B.I.D.; Aurelio Peccei, director de ADELA —Asociación para el Desarrollo Económico de América Latina—, de Olivetti italiana y de Fiat, y Hans Stille, director del Dresdner Bank, de Alemania, experto en cuestiones latinoamericanas, realizaron declaraciones a cara descubierta. En los restantes casos la información es absolutamente confidencial, pero por esa razón las opiniones fueron dadas sin ninguna reserva. En el Fondo Monetario Internacional, un funcionario intentó declarar en forma anónima, pero al enterarse sus superiores, alarmados, se lo prohibieron. En cambio Panorama a través de "fuentes generalmente bien informadas", que no son otra cosa que voceros de importantes organismos financieros internacionales con sede en los Estados Unidos, logró una extensa relación sobre la situación argentina. En Londres, un vocero del Banco de ese nombre y en Zurich, corazón de las finanzas internacionales, un alto funcionario de la banca suiza, contestaron a Panorama. En Francia y España se logró reunir copiosa información consultando en medios económicos, diplomáticos y gubernamentales. Datos adicionales obtenidos en Roma, Bonn y Londres, ratifican y refuerzan las opiniones de Peccei, Stille y del vocero bancario londinense. El rastreo de tan voluminosa información demandó dos meses de paciente labor. El resumen de ese invalorable documento es lo que ahora queda en manos de los lectores y del gobierno argentinos.
Este es el cuestionario que Panorama sometió a las personalidades extranjeras:
1) ¿Las dificultades económicas argentinas, tienen raíces políticas o político-sociales o solamente tienen origen en la aplicación de una política económica inadecuada para solucionar los problemas del país?
2) ¿En qué forma coincide la supervivencia del peronismo como fuerza electoral en la economía argentina?
3) ¿Cree usted que la Argentina tiene los típicos problemas económicos de América Latina o su grado de desarrollo la coloca fuera de ese esquema?
4) México y la Argentina tienen una estructura económica lo suficientemente homogénea como para que puedan compararse. ¿A qué se debe el sostenido desarrollo alcanzado en el primer país, frente a los frecuentes estrangulamientos a que se ve abocada la economía argentina?
5) ¿La política de industrialización de un país como la Argentina debe encararse como una paulatina sustitución de las importaciones o, por el contrario, como una creciente incorporación de mano de obra argentina a sus productos de exportación tradicionales?
6) En el supuesto de que la Argentina pueda incrementar sensiblemente sus saldos exportables de productos tradicionales, ¿estima usted que el mercado internacional está en condiciones de absorberlos, sin que decaigan los precios de venta?
7) Uno de los más graves problemas que afectan la estabilidad del peso argentino es el tremendo déficit del presupuesto, determinado fundamentalmente por las pérdidas de las empresas estatales y dentro de ellas especialmente los ferrocarriles, ¿Cómo debería enfrentarse la solución de este problema?
8) ¿El tipo híbrido de política económica adoptado por la Argentina —libre empresa y dirigismo simultáneos— desorienta y genera desconfianza en los círculos de inversores del exterior?
9) Frente a la vulnerabilidad en el sector externo de su economía ¿cuál debería ser la actitud de la Argentina a fin de ganar definitivamente la confianza de los centros financieros mundiales?

Estas son las respuestas:
ZURICH
No se puede vivir sin trabajar
Haga usted buena política y tendrá buenas finanzas. Este sabio consejo que el mercader Necker le dio al Rey de Francia fue propuesto en Suiza para solucionar los problemas que afligen a la Argentina, "Aunque hay envueltos tanto factores políticos como económicos el problema básico es el político, que es el que provocó las medidas económicas del actual gobierno. No es tanto por la amenaza del retorno de Perón sino por la herencia del peronismo. Su industrialización forzada y el subsidio al consumo fortaleció una tendencia desgraciadamente común en América Latina: la de creer que uno puede vivir bien sin trabajar. Esa mentalidad dificulta las reformas imprescindibles que se requieren." El vocero suizo destacó que "en gran parte los problemas económicos de la Argentina son comunes a los de toda Latinoamérica, y residen en afianzar la industria a costa de la agricultura sin tener en cuenta sus reales posibilidades. Hay, sin embargo, dos factores específicamente argentinos: la excepcional riqueza ganadera y un comienzo industrial que hizo el dislocamiento económico aún más notable."
México es lo que la Argentina podría haber sido, añadió el vocero. En los últimos años México experimentó éxitos económicos gracias a una situación política estable y moneda convertible. Pero históricamente Argentina floreció hasta el fin de la década del 20 cuando México estaba en mala situación. Después la Argentina cayó en los mismos hábitos que habían detenido a los mexicanos. Esto demuestra que el crecimiento económico de ambos países depende fundamentalmente de la situación política y de la estabilidad monetaria.
Argentina debería concentrarse en fomentar la exportación de sus productos agrícola-ganaderos. Una mayor industrialización llevaría a buscar más capital, ya bastante escaso, y en el exterior las perspectivas de hallarlo son francamente negativas.
Los problemas que surgirían si Argentina movilizase realmente su potencial de exportación serían para sus competidores y no para ella misma. A largo plazo debe decirse que los países industrializados tendrían que reducir su propio proteccionismo agrícola.
El entrevistado comentó bromeando que el problema podría resolverse devolviendo los ferrocarriles a los ingleses y dejando que estos los administren. Seriamente, dijo que "la dificultad reside en imponer austeridad pese al problema político que ello encierra".
El tipo de conducción política no es descorazonante. Mucho peores son los presupuestos deficitarios, el desorden burocrático, los precios irreales, las regulaciones arbitrarias del mercado, el repudio de contratos solemnes realizados por el gobierno y la discriminación en las transferencias de beneficios.
La confianza de los inversores se reestablecerá cuando cesen esas prácticas y la Argentina muestre su decisión para enfrentar las dificultades. Todo esto, sobre la base de que el capital debe afluir a ese país sobre bases humanitarias y no solo para obtener ganancias.
"La tragedia de ese país, dice por fin, es que tres veces desde 1955 comenzó por el buen camino y luego se echó atrás por razones políticas."

ROMA:
Un país de abogados y generales
En los próximos tres años la Argentina tiene frente a sí la dorada oportunidad de lanzarse a una seria etapa de desarrollo económico, exclama Aurelio Peccei y luego aclara: "El país cuenta en la actualidad con un gobierno democrático y los argentinos se han vuelto más prácticos en esa materia. Aprendieron por experiencia a sospechar de los planes utópicos y los 'experimentos ideales'. Han pasado por un período de apaciguamiento y están listos para una obra positiva. Pero... —dice Peccei, acentuando notoriamente ese pero— la Argentina sufre la misma enfermedad de los países de América Latina y es la falla de recursos para hacer las cosas, sola:
"El problema fundamental, entonces, no es el peronismo ni el estatismo sino simplemente el de crear un clima de confianza que sirva para atraer al capital extranjero. Para atraer ese capital la Argentina debe reorganizarse como un Estado auténticamente moderno y eso no lo puede realizar sin la ayuda del capital foráneo. Parece un circulo vicioso pero puede ser destruido si los que están afuera se lo proponen, dice. Luego lanza una ambiciosa proposición: "Los Estados Unidos y Europa Occidental deberían ponerse de acuerdo en un audaz programa asistencial a la Argentina, que daría los medios para crear un auténtico clima de desarrollo. Habría que poner en marcha un plan de siete u ocho años, considerarlo como un riesgo calculado, y al final del período habremos ganado o perdido. De otro modo —advierte— veremos a la Argentina y sus vecinos alejarse cada vez más de los Estados Unidos y Europa, hasta que todo contacto sea imposible. Debemos tomar la iniciativa y ofrecer a ese país la ayuda que necesita. Los argentinos deben hacer lo suyo, y creo que pueden y querrán, pero el éxito depende fundamentalmente de nosotros.
Peccei considera que la expansión industrial argentina debe ser cautelosa. "En nuestro tiempo, el mundo impone una carga financiera casi intolerable sobre los países en vía de desarrollo. Estos deben mantener complejos servicios civiles, más escuelas, hospitales y otros servicios sociales. Deben tener ejército, organización diplomática, representaciones en organismos internacionales y, encima de todo, se les pide que envíen tropas a la República Dominicana."
"Aunque Argentina —argumenta Peccei— está mucho más avanzada que otros países del continente, todavía está dentro del esquema general de problemas que tiene la región. En cambio México avanzó lo suficiente para considerarla del 'lado seguro'. Pero éso se debe a su proximidad e íntimos lazos con los Estados Unidos, Ese país ha pasado por todas las fases que soportaron los estados latinoamericanos. Primero fue un país de generales y abogados, después un país de economistas y ahora es un país de técnicos. La Argentina recién está saliendo de la primera etapa"

PARÍS:
Del trigo a la carne
En París un funcionario señaló que "los problemas económicos son los mayores que debe enfrentar la Argentina. Las deudas son enormes, el peso ha sido devaluado fantásticamente desde 1945. (154 por ciento) y hay 800.000 desocupados. Los argentinos deberían hacer algo más para ayudarse a sí mismos: las reformas económicas son necesarias."
En Francia reconocen que la dificultad que representa integrar a las fuerzas peronistas en la colectividad nacional subsiste, a pesar de algunos signos alentadores. La enfermedad social que corroe a la Argentina es explotada por los sindicatos peronistas. El peligro, a los ojos de los franceses, está en que los problemas económicos desencadenen una crisis política."
"Podría haber desórdenes y manifestaciones si la situación empeora", manifestó un diplomático. Hasta el momento el ejército se ha mantenido como guardián de la Constitución —añadió—. Será difícil que intervenga a menos que los peronistas traten de derrocar al gobierno. Sin embargo, los signos demuestran que el peronismo ha cambiado de táctica.
Otro experto gubernamental francés comentó que "los inconvenientes económicos de la Argentina eran típicos en el continente, donde se reposa demasiado sobre un solo producto: la agricultura, en el caso argentino. Su punto de vista se resume así: "El país de ustedes necesita arremangarse y trabajar duro: el clima no es tan cálido como para impedir un mayor esfuerzo".
"Si un país en la segunda mitad del siglo xx desea ser realmente independiente debe tener industria pesada, aunque sea en pequeña escala", advirtió un economista, aludiendo a la forma de encarar la industrialización. La lección es la misma para los nuevos países de África. Argentina debería desarrollar su industria básica. La falta de materia prima —advierte— no es un inconveniente. Eso no impidió a Italia obtener una importante industria metalúrgica. Además el experto sugirió una mayor diversificación con los productos de la agricultura —frutas, alimentos envasados y vegetales especialmente— hasta donde sea posible.
"La Argentina debería pasar del trigo a la carne, sugieren con respecto a las exportaciones. Hay demasiado trigo en el mundo. Europa, sin embargo, está escasa en carnes. Por ejemplo, Francia importa actualmente carne de Gran Bretaña, de los Estados Unidos y de otros lugares. He aquí una oportunidad para la Argentina."
En Francia no creen que los inversores extranjeros se vieran desalentados por la política intervencionista del gobierno. Suecia es un país socialista, pero su política no alejó a los capitales extranjeros. La Argentina debe lograr de alguna manera su equilibrio presupuestario y fortalecer el peso. Solo entonces volverá a ganar la confianza de todos.

WASHINGTON:
Problemas más profundos que Perón
"La Argentina tiene una de las estructuras industriales más desarrolladas de América Latina, pero a menudo parece que los problemas políticos paralizaran al país", dijo un estratégico observador en Washington. "Perón y su leyenda siguen perturbando después de diez años, y es una pena. No obstante —agregó— los problemas argentinos son más profundos que Perón." A la Argentina le falta dinamismo económico, a pesar de algunos éxitos logrados. Allí piensan demasiado a menudo en términos idílicos, en repartir mejor lo que tienen a mano, en lugar de pensar en aumentar la producción para satisfacer la creciente demanda.
Es un país —acotó otro vocero en Estados Unidos— que en un período clave padeció el peronismo y como resultado las organizaciones laborales creyeron que la planificación económica debía realizarse al servicio del trabajador. Actualmente no existe un genuino consenso de hacia donde marcha el país, hasta donde debería llegar y a qué velocidad.
Al referirse a la Argentina con relación al resto del continente, dijeron que es un caso "sui generis." No son típicamente latinoamericanos, ni típicamente nada.
Salvo típicamente argentinos. Tienen pocos de los clásicos problemas de los países subdesarrollados. Lograron un alto grado de alfabetización, óptimos recursos humanos y una sólida base económica. Si su economía crece poco es por las políticas monetarias viciadas, pero no por falta de recursos. Su enorme potencial de desarrollo económico no se ha tocado todavía. Pero tiene todos los inconvenientes del crecimiento y con ellos los estupidizantes problemas político-sociales.
Negaron que Argentina pueda compararse con México porque este país obtuvo hace mucho tiempo una conciencia nacional, una comprensión popular y el consecuente apoyo al desarrollo económico. México no pretende, como la Argentina, colocarse en la categoría de las naciones desarrolladas de Europa. El pueblo mexicano aceptó postergar durante muchos años la distribución de los beneficios del desarrollo, con el fin de que éste se efectúe a fondo. Recién ahora México está entrando en una etapa en la que la distribución general de los beneficios es un factor fundamental de la política del gobierno. Para lograr esto enfrentó y resolvió los problemas de la estabilidad monetaria y cambiaria. Argentina no lo ha hecho y aparentemente parece intentar saltear esa etapa. Al referirse a la industrialización en Washington dijeron que Argentina debe seguir incrementando sus industrias para garantizar el ingreso de divisas. Pero —advierten— la industrialización en sí misma no significa exclusivamente una industria espectacular, descomunal y compleja. No quiere decir fomentar industrias de prestigio pero con mercado local limitado —energía atómica con fines pacíficos, complejos petroquímicos, acero— que requieren grandes capitales y crean comparativamente poco trabajo. Tampoco deben representar el fomento a la industria, exclusivamente para sustituir importaciones. En cambio debe servir para extender la gama de productos exportables. Porque no se puede seguir pensando en vivir exclusivamente de las exportaciones tradicionales. Debe diversificarlas a fin de sobrevivir y crecer, teniendo en cuenta las posibilidades que abre la existencia de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio —ALALC— para crear un Mercado Común en el continente. Por eso las instituciones deben ser condicionadas para crear una mentalidad exportadora, como lo hizo Italia, por ejemplo. Y las exportaciones argentinas, fuente de sus tan necesarias divisas, provocaron esta pregunta en Estados Unidos: ¿Han pensado los argentinos, alguna vez, en hacer una campaña para aumentar el consumo de la yerba? Confiar —advierten— en las exportaciones tradicionales es peligroso. La estructura comercial del mundo está en constante cambio. La Argentina debe aumentar su producción en todas las áreas, pero considerando la capacidad del mercado mundial de absorber materias primas, que disminuyó, y es más lenta que la demanda de productos manufacturados. Esto indica que es necesario impulsar la industria automotriz, las manufacturas livianas y la diversificación de la agricultura.
"Para la Argentina y otros países latinoamericanos, los ferrocarriles son una forma disimulada de garantía contra la desocupación. De todos los problemas argentinos, el de los ferrocarriles es el peor", dijeron en EE.UU. al comentar el asunto. A la larga deberán desarrollar un plan para reocupar el exceso de trabajadores ferroviarios en otras industrias. Las tarifas deben reajustarse también, para disminuir las pérdidas. Cuando la situación financiera de los ferrocarriles se torne más racional, se podrá adoptar la técnica europea en la materia. Es decir entrar en el mercado de acciones atrayendo a los inversores locales, para adquirir más material rodante. Un plan semejante implica un vigoroso control de la inflación. En Francia y Alemania, las inversiones de capital y los déficit presupuestarios se cubren con empréstitos nacionales. Pero estos países tienen moneda firme. En la Argentina las pérdidas se cubren con los impuestos y la moneda es inestable.
No, la participación del Estado en la industria no disuade las inversiones extranjeras, subrayaron categóricamente en Washington. Lo que aleja a los inversores es el clima de inseguridad, la falta de una política de inversiones definida y la posición equívoca respecto de la exportación de las ganancias. Sin embargo —acotan— para la mayoría de los inversores extranjeros, la Argentina sigue siendo un mercado atractivo.
Ese país necesita emprender, básicamente, un programa de estabilización a corto plazo. No una tradicional restricción de los créditos que eventualmente mata los fondos de inversión y genera desocupación. Eso puede hacerse solo hasta que la estructura económica comience a racionalizarse. A partir de entonces, podrá lanzar una política de promoción del desarrollo. El objetivo de esas restricciones es atacar las causas de la inflación y la estabilidad. Otro observador declaró: Existen signos alentadores de que la Argentina cobra cabal conciencia de la naturaleza de sus problemas. En todo el mundo se percibe firme confianza en el país.

Ser o no ser subdesarrollados
El país reúne factores positivos como para obtener un crecimiento "autosustentado"', declara el titular del Banco Interamericano de Desarrollo, Felipe Herrera. Aunque sus opiniones fueron muy reticentes ( las declaraciones obtenidas en distintas fuentes (que consignamos en párrafos anteriores) permiten componer un cuadro de opiniones confidenciales pero asimilables al pensamiento de distintos organismos internacionales, entre ellos el BID. Así, Herrera, respondió ambiguamente a la primera pregunta, se excusó ante la segunda y señaló, contestando la tercera que "si bien es cierto que Argentina presenta aún varias características comunes a la mayoría de las economías latinoamericanas es uno de los países más avanzados por su evolución socioeconómica".
Agregó que "debido a una variedad de factores —históricos, geográficos e internacionales— Argentina logró más temprano que México una etapa más avanzada de progreso. Sin embargo, recientemente, la economía mexicana se expandió a un ritmo más rápido y sostenido, logrando entre otras cosas un grado comparable de industrialización. Eso se debió a la evolución y diversificación de las exportaciones mexicanas después de la última guerra.". 
Herrera no cree que el problema resida en industrializarse más o buscar intensificar sus productos exportables como alternativa, sino en la necesidad de elevar la productividad general de la economía a través de la incorporación de técnicas más modernas en los distintos sectores. Sin perjuicio de aprovechar las posibilidades que ofrezcan los mercados externos, dadas las limitaciones que impone al país la escasez de divisas." Entiende el presidente del BID que "no parece que un aumento a largo plazo de la producción en los rubros tradicionales de exportación, pueda tener efectos desfavorables en los mercados internacionales".
La política económica seguida por el actual Gobierno —empresa privada e intervención estatal— es común en casi todos los países occidentales; por eso no creo que la presencia del Estado en la actividad económica, por sí misma desaliente la inversión extranjera, dice Herrera. La confianza de los círculos financieros internacionales estará básicamente determinada por el potencial de desarrollo argentino y por sus esfuerzos para materializar dicho potencial en condiciones razonables de estabilidad, alerta Herrera.
Otros voceros estadounidenses entienden que "la creciente productividad argentina y el comercio en la
fase de recuperación han dado una superficial apariencia de prosperidad que contrasta con los problemas básicos que no han sido resueltos: déficit del presupuesto, ferrocarriles, inflación, deuda externa". La imagen contradictoria que da la vida argentina y la persistencia en nombrar al país unas veces como sub.-desarrollado, otras indicando sus condiciones de nación adelantada, obligó a Panorama a solicitar precisión sobre tal concepto. Las respuestas obtenidas en Washington pueden resumirse así: "La Argentina no es un país subdesarrollado en el sentido usual de la expresión. Tiene más ferrocarriles, más teléfonos, más cuentas bancarias, que cualquier otro país latinoamericano. Su índice de alfabetización es del 86 por ciento (la UNESCO no acepta esa cifra) y la coloca entre los países más adelantados del mundo en ese aspecto. Los diarios argentinos son refinados y también la mayoría de la gente que los lee. Solo EE.UU. y Canadá exportan más trigo; solo la URSS y Australia la superan en lanares. Tiene cuatro veces más ganado 'per cápita' que los EE.UU." Sin embargo los observadores opinan que la Argentina es un país subdesarrollado, en el sentido de que no ha utilizado todos sus recursos humanos y naturales para proveerse del progreso que es capaz de tener. El índice neto de crecimiento no se ha mantenido al ritmo del crecimiento demográfico. En un país de 22 millones de personas faltan un millón de viviendas. La producción de energía eléctrica está muy por debajo de las necesidades. Los ferrocarriles son anticuados y cargados de burocracia inútil. A su vez el sistema de transporte por carreteras es deficiente. La mayoría de las rutas no están calculadas para los nuevos camiones de gran tonelaje y alta velocidad. Gran parte de la población vive en Buenos Aires y sus alrededores, lo que crea todo tipo de inconvenientes, comúnmente asociados al excesivo crecimiento urbano".
Por último acotan: La Argentina no carece de amigos —especialmente bajo la administración de Illia— ni ha sido abandonada por quienes pueden ayudarla, considerando, eso sí, los límites impuestos por el rígido orgullo nacional".

LONDRES
Las dudas persisten
Hay un parecido con los demás países latinoamericanos, en la medida que la Argentina depende para su comercio exterior de dos o tres rubros básicos, dijeron en Londres. Pero ocupa un lugar especial en América Latina. No hay problemas raciales. La economía está en una etapa relativamente avanzada y socialmente predomina una fuerte clase media. El ingreso nacional se reparte así en forma mucho más equitativa que en el resto de los países latinoamericanos. La Argentina no ha prosperado en los últimos veinte años respecto de México, porque México posee una razonable estabilidad".
Respecto de "el intento de industrialización ya iniciado" señalaron que "el plan quinquenal de desarrollo anunciado en abril considera el hecho de que ese país depende mucho de sus productos tradicionales y precisamente un aspecto primordial del plan es promover la producción de productos agrícola-ganaderos. Hubo momentos, desde el fin de la segunda guerra, en que el equilibrio adecuado no se mantuvo. Perón volcó todo su apoyo a la industria y descuidó parcialmente la producción agrícola".
El aumento de los saldos exportables de las carnes tendrá auspicio del mercado mundial, indicó el vocero. Por su parte Sir George Bolton, presidente del Banco de Londres, escribía en el "Daily Mail": "En efecto las estadísticas mundiales indican que las mejores perspectivas de la Argentina en ese terreno residen en el comercio de carne bovina. Los estudios revelan —añade el informante— que en los próximos diez años el aumento de la demanda superará al de la oferta".
"Es fácil responder en teoría, pero en la práctica es muy difícil —dijeron al referirse a los ferrocarriles. Durante años los argentinos admitieron que esa era una realidad incontrovertible. Este Gobierno y el de Frondizi fueron conscientes de que era necesaria alguna reorganización para mejorar las cosas. Se trazaron planes, pero los sindicatos se opusieron insistentemente. Este es el problema, al tratar de plantear la cuestión.
Probablemente debido a la ansiedad reinante en las esferas oficiales, el gobierno de Illia ha demostrado una tendencia a cierto dirigismo. Esto genera desconfianza en el exterior, recalcaron en Londres, lo mismo sucede con la anulación de los contratos petroleros y las dificultades para enviar ganancias al exterior. Fundamentalmente la Argentina debe adoptar una actitud clara ante el Fondo Monetario. A partir de 1963, Illia demostró inconsistencia en sus relaciones con ese organismo. Si la Argentina quiere estar en buenos términos con el F.M.I. tendrá que fijar cuáles son las políticas monetarias adecuadas para seguir adelante y hacer un esfuerzo para llevar esas buenas intenciones a la práctica.

BONN
Entre la inestabilidad y la inflación
Según Hans Stille, director del Dresdner Bank, "los problemas argentinos son básicamente político-sociales. Pero también la conducta económica del actual gobierno ha servido para deteriorar la presente situación. La excesiva emisión de billetes, y las políticas petrolera y cambiaría demuestran esa conducta". Stille entiende "que el peronismo a través de los sindicatos afecta con frecuencia negativamente el desarrollo económico y que la Argentina presenta una contradicción: por un lado, su educación, el nivel de producción y la industrialización alcanzada la ubican entre las naciones dirigentes de América Latina. Pero, por otro lado,. los desequilibrios sociales y económicos hacen que deba considerársela absolutamente como una nación en vías de desarrollo".
"No puede compararse a la Argentina con México —dice Stille—. Porque aquel país ha tenido una mayor estabilidad —tanto político - social como monetaria (y esto es particularmente importante)— por muchos años. Sobre todo porque las exportaciones mexicanas están más diversificadas y le permiten una mayor estabilidad en tiempo de crisis que a la Argentina. Además —advierte Stille— su industria creció más orgánicamente y está mejor fundamentada que la argentina".
Refiriéndose específicamente al proceso industrial argentino el banquero alemán dijo que "está ya suficientemente avanzado" y que "debería asentarse sobre bases más cautas." Luego señaló que "la capacidad de los mercados mundiales para absorber las exportaciones argentinas (carnes, especialmente) es limitada y variable, de modo que la Argentina debe ajustarse con más flexibilidad a las demandas especializadas de los países industrializados".
"Una tarea importante —remarca Stille— es la de abocarse por todos los medios a hacer desaparecer el déficit presupuestario, que ha sido ocasionado por las ruinosas compañías estatales. Pero los intereses político-partidarios alejaron momentáneamente, y aun impidieron, la solución de ese problema.
Stille reconoce que "las medidas intervencionistas del actual Gobierno —petróleo, ley de abastecimiento y sobre todo medicamentos— han causado un sensible retraimiento de las inversiones extranjeras. La rígida situación cambiaria también fue motivo de desaliento. Para recuperar la confianza en la comunidad financiera internacional, la Argentina debe en primer lugar limpiar su balanza de pagos y emprender radicales medidas para frenar la inflación. Desde el punto de vista alemán, un acuerdo para proteger el capital extranjero es particularmente deseable".

MADRID
¡Aprendan de nosotros!
Sin excepción los funcionarios españoles coincidieron en que los problemas argentinos son fundamentalmente políticos. Así, el peronismo ha tenido un profundo efecto en la vida política y económica. Cualquier gobierno que excluya a los peronistas no podrá ser, estrictamente hablando, democrático, observaron. El peronismo, declaró un economista, "se basaba sobre una falacia: todo para los descamisados. Era un lema obviamente popular y conserva arrastre todavía. Pero era una magnanimidad sin bases económicas y aparentemente ni Perón ni sus seguidores tuvieron jamás una comprensión elemental de los acontecimientos económicos".
La Argentina necesita seriamente un plan de desarrollo a largo plazo, señalaron. Un gran desarrollo de la industria, tanto liviana como pesada, porque lo esencial es elevar el nivel de vida, y esto requiere inversiones de capital. Ese desarrollo industrial debería ser puesto en función de la producción agrícola. No hay razón —dijeron— para suponer que el incremento de las exportaciones argentinas podría rebajar los precios mundiales a un punto peligroso. Pero la Argentina necesita, por supuesto, impulsar sus industrias tanto para satisfacer sus propias necesidades como para abrirse nuevos mercados. Ésa es una tarea inmensa que no puede llevarse a cabo en unos días. Pero vale la pena —aconsejaron— observar los éxitos logrados por España en obtener mayores inversiones del exterior.
Los ferrocarriles son un gran inconveniente, convino un funcionario, pero no exclusivamente argentino. También lo tiene Inglaterra y recién comienza a resolverse en España. Los servicios públicos esenciales no pueden abandonarse, pero el gobierno debe tener la suficiente energía como para imponer una prestación racional, y terminar con las absurdas ineficiencias y las exigencias irreales y políticas de los sindicatos.
Todos los países de Europa Occidental combinan una cierta medida de libre empresa con intervencionismo estatal. Estas posturas no son incompatibles. Una de las debilidades del sistema político argentino es que mientras un partido sostiene dogmáticamente la teoría del control estatal, el otro demanda la ilimitada aplicación de la libre empresa. La explotación ilimitada de las compañías extranjeras —dijo un economista— tal como existió hace algunos años no se puede repetir. Pero una empresa foránea debe saber también que sus contratos serán respetados sea cual fuere el gobierno que suceda a los signatarios y no debe temer la confiscación de sus propiedades a cada cambio de gobierno. La falta de estabilidad política ahuyenta a los inversores. 
"El país de ustedes está demasiado centralizado, exclamó un diplomático español. Muchas de sus ideas datan del siglo pasado. Allí hay demasiado 'chauvinismo' anticuado y una tendencia a despreciar ideas y métodos foráneos". Luego ensayando un sorprendente mea culpa dijo: España estuvo aislada del resto de Europa por mucho tiempo. Pero en menos de diez años todo ha cambiado. Aunque conserva el orgullo por sus tradiciones, los españoles se dieron cuenta que viven en medio del siglo xx, donde ya no hay lugar para nacionalismo? estrechos. Si España que es la más conservadora de las naciones puede cambiar por qué no puede la Argentina?.
revista panorama
octubre 1965