Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

GUERRILLEROS
La botica del ángel

El viernes pasado, a la madrugada, en un avión piloteado por un yerno de Onganía —el capitán Juan Carlos Casagna—, llegaban a Buenos Aires siete de los catorce guerrilleros sorprendidos en Taco Ralo, Tucumán (ver Nº 300); serán procesados por el Juez Federal de San Martín, Manuel Wesler. Por la noche, el Ministro del Interior catalogaría a los integrantes de la banda como "castrocomunistas, aunque se dicen peronistas".
Cuarenta y ocho horas antes, Bernardo Alberte, un ex Delegado de Juan Perón, había reunido a los periodistas en una oficina de Lavalle y Talcahuano, en la Capital, para formular una declaración distinta: "Se ha cargado sobre ellos [los guerrilleros] la acusación de comunistas y trotzkystas, con lo cual se ha querido confundir a la opinión. Los compañeros apresados son peronistas, y muchos de ellos exhiben una militancia sacrificada", precisó Alberte.
Esa contradicción no es la única, ni la más leve, en las andanzas del grupo, al que el propio Borda conectó con un brote cordobés de seis militantes de la Organización Nacionalista Argentina (que, según La Razón, "son en realidad antiguerrilleros que se preparaban con ese propósito"), vinculado a su vez con otro, de ocho, en Río Gallegos (entre ellos, Jorge Copernic, ex candidato a Gobernador por el justicialismo).
Es que el empeño de Guillermo Borda por aventar la filiación peronista de los irregulares de Taco Ralo, y el de Alberte por sacarla a relucir, como un desafío, suena extraño. Tan extraño como el hecho de que ambos hayan omitido mencionar lo que los guerrilleros confesaron sin tapujos: que son delincuentes comunes. Asaltaron dos Bancos, uno en Llavallol, donde mataron a un policía, episodio del que participó la maestra Amanda Peralta de Diéguez y Envar Cacho El Kadre, un ex preso Conintes, caudillo del impalpable Movimiento de la Juventud Peronista, con Dardo Manuel Cabo, líder de la Operación Cóndor que intentó ocupar las Malvinas (1966).
Quizá la legión de abogados defensores que se movilizó la semana pasada (Luis Cerrutti Costa, asesor de la FOTIA; Julio Rodríguez Anido y Conrado Ortigosa, de la CGT; Ricardo Rojo, autor de 'Mi amigo el Che', como colaborador espontáneo) consiga sacar algo en limpio.
Fuentes de la SIDE, sondeadas por Primera Plana, señalaron que dos meses atrás esa Secretaría detectaba los planes de la banda guerrillera en Tucumán; un coronel tomó a su cargo las operaciones, con metas acaso fantasiosas, como la captura del boliviano Guido 'Inti' Peredo, uno de los pocos sobrevivientes del grupo Guevara.
Cuando la Policía tucumana se enteró, por denuncias de un funcionario de Hidráulica, la sede se preocupó por frenar todo para poder consumar el operativo sin interferencias; había que esperar que los apéndices mostraran el resto, del juego, pero entretanto el Jefe de la Policía, mayor Ramón E. Herrera, molesto porque no se lo dejaba actuar, renunció; hubo que convencerlo de que se trataba de una combinación táctica.
Uno de los supuestos atribuía las apariciones de guerrilleros a un Plan conectado con el Comando del peronismo (Paladino) con vista a tomar pequeñas poblaciones del interior, alejadas de refuerzos policiales o militares, y sembrar el pánico, el 17 de octubre; otros focos debían surgir en Mendoza y Corrientes.
La segunda interpretación, no menos sorprendente, la daba el viernes Miguel Bravo Tedín, un profesor de Sociología en Córdoba, que ofrecía por las redacciones los derechos de 'El diario de un guerrillero', del auténtico Comandante Puma; es un cuaderno de 80 páginas, escrito prolijamente y fechado en 1962 por un ex radiotelegrafista de la Armada, Víctor Clavero, peronista; cuenta Clavero que el asalto a la comisaría de Frías, en Santiago del Estero, en 1959, obra de los Uturuncos, fue fraguado por el ex Gobernador de Tucumán, Celestino Gelsi, quien se valió de un contra-guerrillero, Félix F. Serravalle, que en Taco Ralo surge ahora como Puma.
Por fin, la espesa historia tiene recovecos aún más insondables: el lunes 23, en Londres, un negro sudafricano, Edward George Wilson (37 años), confesó que había falsificado 3 millones de dólares para financiar "la subversión en la Argentina". Al cabo de la semana, una unidad de boinas verdes —las duras fuerzas de choque del Pentágono— aterrizaba en Tucumán. Un vocero de la Embajada norteamericana sostuvo que la presencia del contingente de Fuerzas Especiales fue concertada tiempo atrás, antes de que se develase el misterio de Taco Ralo. ¿Quién podía creerle?.
PRIMERA PLANA
1º de octubre de 1968

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