Don Segundo Sombra
Se fué como había llegado
Por Maestre Wilkinson

 

Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

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A rienda corta, cabestro largo y estribo abierto, ha partido don Segundo Sombra. Pialadas sus tabas por un lazo gaucho, cacheteó las verijas del potro oscuro y atropello al galope por el callejón Sin Nombre.
Hombre gaucho, no se podía ir como gata de boliche.
Había nacido el primero de julio de mil ochocientos cincuenta y uno en La Liviana, estancia de Coronda, Santa Fe, y un contrapunto macho entre cuatro guapos, a tajo de nazarenas y punteo de coraje, saludó su llegada.
Patricio Sombra se llamaba su padre y le puso Segundo a él pa' que no se pierdan las mentas.
Su "mama", como él la recordaba cariñosamente, era Carmen Paredes, mulata liberta que murió dando vida.
Creció entre la argolla a estacas —corral pampa—, donde se jinetea en pelo y charquean huellas a corcovos. Donde se doma a guatana y no se usa el talero.
Así se hizo hombre. Es decir, gaucho. Esto es, arriero: soñador de galopes, venteador de horizontes, azotador de cielos y bebedor de azul.
Como llovizna con sol llegó una tarde a San Pedro. ( Partido de la provincia de Buenos Aires)
Se corría una cuadrera. Sobre la tarde amarilla, las novias en las ventanas, figuras sobre las lomas, tamborilear de galopes.
Blanco de espumas su potro, la brida firme en sus manos, nerviosidades de chispas bajo los cascos ariscos, don Segundo aceptó un convite y acuchilló el camino. Llegó el primero a bochica.
¡Prodigios del mozo Sombra!, dijeron los paisanos. Y un barandal de brisas festejó al forastero. Los cinco saltos del río eran cinco aplausos de piedra. Y en las letras de su nombre se enredó la fantasía. Hasta que una noche, de puro consciente, por no retozar a la molinerita —morena almendra la cara, flor de canción la palabra, sonrisas de luces blancas y un nombre niñez de musgo y de grama, —orillas del río arriba soltó al galope su potro.
Se fué como había llegado. Entero. Guapo. Gaucho.

CON ágil paso de plumas llegaba el alba naranja. Ya en la vuelta de Tres Cruces balaba al sol la manada. Negro potro, pena negra, avanzaba don Segundo Sombra. Donde la yerba es más verde lo alcanzó la alborada. Donde la vida es más libre lo sorprendió la mañana. Así entró el pajuerano Sombra en la estancia La Blanqueada; así entró el resero don Segundo en el libro de Güiraldes; así entró don Segundo Sombra en el mundo de los símbolos eternos.
Durante muchos años jineteó baguales y, por sobre su cabeza hirsuta de pelambre criolla, revoleó incesante el lazo "con un tiento de guanaco pa' que juera más huerte; y también sintió el runruneo de picaflor de las boleadoras, cuando, describiendo círculos en el espacio para tomar furia, parecían tatuar imágenes torunas en su rostro.
Cuando las chozas encanecidas tiritan bajo la escarcha, la noche en terror se plisa, van las quebradas crecidas desenroscando tragedias y la luna se disuelve allá en los cielos del agua, don Segundo Sombra, amarrando distancias, anudando lejanías, espiga al viento deseos y silba y atropella y empuja hacia adelante el rodeo de toros. Nunca se detiene.
Cuando un matrero, dolor rastreando recuerdos, lo provoca con retamas, don Segundo observa, analiza y sobra: No galopie qu'hay ujeros... le dijo un paisano a un gringo...
Y cuando el enemigo le dispara una puñalada, lo esquiva, lo desarma y lo deja. Después, pregunta a Güiraldes:
—¿Lo conoces a ése, vos? —Y luego agrega —: Parece medio pavote, ¿no?...
No se detiene nunca. Señor de sí mismo, iba siendo señor de los otros. En toda la pampa su austeridad respetaban y su destreza temían. Prende tizones de asombro entre la ranchería.

AHORA, don Segundo es el hombre en categoría de símbolo. El resero de la pampa, en perfil sobre la perspectiva del tiempo. La realidad, como siempre, hontanar de la creación estética. Don Segundo universalizó su estampa resera por la magia evocadora del hijo de la ciudad aquerenciado en el campo. Pasó a la historia para aparearse con los arquetipos en el bajorrelieve de la estirpe: Martín Fierro, Don Quijote, Don Segundo Sombra. De su cuerpo emanaba ancha expresión de fuerza. El pecho era vasto, las coyunturas huesudas como las de un potro, los pies cortos con un empeine a lo galleta, las manos gruesas y cuerudas como cascarón de peludo. Su tez era aindiada, sus ojos ligeramente levantados hacia las sienes, y pequeños. Para conversar mejor habíase echado atrás el chambergo de ala escasa, descubriendo un flequillo cortado como crin a la altura de las cejas. Su indumentaria era de gaucho pobre. Un simple chanchero rodeaba su cintura. La blusa corta se levantaba un poco sobre un "cabo de hueso", del cual pendía el rebenque, tosco y ennegrecido por el uso. El chiripá era largo, talar, y un simple pañuelo negro se anudaba en torno a su cuello, con las puntas divididas sobre el hombro. Las alpargatas tenían sobre el empeine un tajo para contener el pie carnudo. Así entró don Segundo Sombra a la historia. Paseó su guapeza, su bondad y su criolla sabiduría por pagos, puestos y figones. En San Antonio de Areco, el pago de Güiraldes, se transfiguró en mito pampeano. Dejó de ser Sombra para iluminar, con fervorosa claridad, el campo argentino. Don Segundo Ramírez Sombra ha muerto. Don Segundo Sombra tiene ya unidad absoluta en la poesía, ubicación perenne en la historia, junto con aquel que llevaba en sí al gaucho, hermosamente, como los padres ríos llevan las madres aguas.
Revista El Suplemento
09/09/1936

 


pie de fotos

-Ricardo Güiraldes y Don Segundo Sombra, el poeta y el personaje, se han unido para siempre. Como en esta fotografía, que los muestra compartiendo la "bola-hembra" del campo, que fuera tomada en el año 1927, don Ricardo y don Segundo comparten ahora el mismo campo santo a 80 metros de La Blanqueada.

-Don Segundo Sombra fotografiado en el parque de La Porteña, estancia de don Manuel Güiraldes, de donde el famoso gaucho partió muchas veces charquiando arreos.

-El resero de la pampa, en perfil sobre la perspectiva del tiempo, aparece aquí arriando una manada de guampudos, como tantas veces lo hiciera don Segundo Sombra, símbolo máscalo de esta faena campera.

-Aquí, en el rancho La Lechuza, como él lo bautizara, ha muerto don Segundo Sombra. En la foto aparecen sus hijastras Petrona y Rosaura.

-Don Segundo Sombra tal como se mantenía hasta el año próximo pasado: entero, guapo, gaucho. Acaba de pasar a la historia para aparearse a los arquetipos en el bajorrelieve de la estirpe: Martín Fierro, Don Quijote.

-Don Segundo Sombra aparece aquí retratado en compañía de toda su familia, a la que queda, como ejemplo, la anécdota hermosa y extraordinaria que fué la vida del gaucho más célebre del país.