Revista Periscopio
10.03.1970 |
"El Papa no atendió al color político de Vietnam del Norte al enviar
víveres y medicinas", declaró por televisión Jaime Francisco de
Nevares, Obispo de Neuquén, el jueves por la noche. Sus palabras
calentaron los ánimos de los huelguistas de El Chocón. AI día
siguiente, empero, 600 obreros y familiares decidían renunciar y
marcharse; la huelga rayaba en su decimosegundo día. Los líderes aún
retenían una esperanza: la anunciada visita del nuevo Gobernador.
Pero Felipe Sapag, enérgicamente neutralizado por San Sebastián, no
llegó.
Su designación fue recibida con regocijo. 48 horas antes de que
asumiera, Armando Olivares, uno de los tres delegados rebeldes,
escapó por los cerros, montó a un auto que lo esperaba en el camino
y, a las 4 de la madrugada, se encontraba con Felipe Sapag en cierta
casa dé Neuquén.
El martes a mediodía, fecha de la ceremonia de asunción, un par de
huelguistas se infiltraron entre el público; no se atrevieron a
entrar.
"Esto es un baño turco", murmuró, adentro, Julio Dante Salte, ex
Intendente de Cipolletti, enjugándose la frente. Una docena de
suspicaces miradas cayeron sobre él: el juramento de Sapag —en
presencia del Ministro Imaz— apretujó a la colectividad
siriolibanesa en los salones de la Casa de Gobierno. Hubo otros
asistentes no habituales: Antonio Tuco Creide, un desaforado
Intendente de San Martín de los Andes que recupera su cargo (cada
tanto arrojaba espeluznantes gritos en favor de Sapag); el Juez
Jorge Argüello Varela, que tiempo atrás condenó al ahora Gobernador
a un mes de prisión por desacato a Rosauer.
En la calle, medio millar de neuquinos acometía su fiesta privada
guitarreando su lealtad a Sapag; una delegación de zaparrastrosos
araucanos no sabía dónde colocar los carteles; la proximidad de la
Policía Federal, que custodiaba a Imaz, atizó su desconfianza.
A 98 kilómetros de allí, un calor seco mordía los campamentos de El
Chocón. Los huelguistas de las barricadas —levemente adormilados—
entretenían su silencio con tragos de agua. Un avión de repente
pareció despanzurrarse, vomitando boletines. Los obreros corrieron
por los cerros; volvieron, doblándolos con desdén. Los panfletos de
Rogelio Coria (su acólito Juan Delturco piloteaba el avión) contaban
a los huelguistas que, en siete días, habían perdido 54.580 pesos
cada uno. Según cálculos del tutor de los albañiles, un obrero de El
Chocón ganaría más de 200.000 pesos mensuales; casi el doble del
sueldo de un ingeniero.
Armando Olivares puso el papel en la misma cajita donde guarda las
cartas que, periódicamente, le remite el CCC (Comando Caza
Comunistas): "Querido Armando —le escribían en diciembre, durante la
primera huelga—; tememos que los métodos que aprendiste en la
Cortina de Hierro, alguien los aplique contra tu familia. A
propósito, queremos que nos digás si ésta es la dirección correcta
de tus padres, para visitarlos con motivo de las fiestas".
Desde febrero, el canto de sirena de El Chocón perdió fuerza: pocos
son los que quieren partir hacia allá; no muchos los que desean
quedarse. Al comienzo fue distinto: heredero del boom petrolero, El
Chocón captó su prestigio. Argentinos, bolivianos y paraguayos
llovieron sobre la obra; los técnicos italianos e ingleses
completaron el magma étnico. Tan heterogénea resultó la afluencia
que hoy, entre los obreros, el porcentaje de analfabetos iguala el
de estudiantes universitarios.
Hacer dinero, aun a costa de fuertes sacrificios, fue la idea
general. Muchos deberán extremarlos: un perforista, para ganar
60.000 pesos mensuales, deberá trabajar 10 horas, acaso colgado a 30
metros del suelo y hasta hincharse monstruosamente las manos por el
temblor del martillo neumático.
"Aquí estamos los 'players', allá los ángeles caídos", musitó un
ingeniero argentino, señalando el sector obrero. En las
proximidades, un jardinero regaba el suave césped que decora las
casas de los técnicos, amuebladas primorosamente por Stilka y
pintadas de rojo. Cuando suba el agua, apenas una costanera las
separará del lago.
A 1.900 metros de distancia, los solteros Se apiñan como pueden en
habitaciones de seis; algunos dicen que ese tipo de viviendas era
utilizado por la empresa Impregilo Sollazo en sus obras de Nigeria.
Los casados, en cambio (300 de los 1.700 obreros de El Chocón),
habitan estructuras de aspecto digno. Hay un cine común; en cambio,
un letrero explícito bloquea el acceso proletario al Club de
Empleados y Técnicos. La circunstancia amarga el domingo de los
jornaleros, pero hubo momentos peores. La experiencia norteamericana
no sirvió para demostrar la ineficacia de una Ley Seca; instaurada
al comienzo, fue mantenida hasta comprobarse que el tráfico
clandestino de alcohol vencía cualquier limitación.
"Oh, Ñúquen. Yo gustar Ñúquen. Yo querer Ñúquen", farfullan los
técnicos ingleses alzando su vista del whisky y musicalizando el
hielo. Un rictus les acude a la boca al recordar el precio de la
botella de Smuggler: 1.850 pesos; sin embargo, por lo general son
afables, dicen las peores cosas con una sonrisa. En tren de
elección, los obreros se inclinan por ellos. Los italianos causan
gracia, con sus imprecaciones y fachendosos gestos contra el cielo:
los nativos asisten impávidos a esos arrebatos hasta que un
resignado intérprete se aproxima. Este último fue una conquista
gremial; se comprendió que las palabrotas eran insultos.
"Las huelgas podrían haberse evitado si la anterior representación
gremial hubiera hecho llegar a la empresa los reclamos obreros de
todo un año", deslizó un funcionario de Hidronor. Ya en pleno
conflicto, la falta de tacto de Roberto J. Ruba, 47 años, delegado
de la Secretaría de Trabajo, no facilitó las cosas. El miércoles 4,
tras la intimación de Impregilo Sollazzo, negaba rotundamente al
enviado especial de Periscopio que una cesantía de 1.700 obreros
provocara reacciones en cadena.
El tímido viento que corrió por la tarde, agitaba, al borde de las
barricadas, un chivo de trapo tamaño natural, estampado con el
nombre de Coria. De una barraca grande comenzó 8 brotar aroma de
comida: Pascual Rodríguez, 34 años, un cura que hace 14 meses
ingresó como peón, no permite que la olla popular esté desprovista.
"Mire la barricada", exclamó un huelguista. "En ninguna parte donde
haya militantes comunistas se construye una porquería semejante.
¡Qué va a haber comunistas aquí!"
Pero que los hay, los hay. Armando Olivares, admitió el
almacenamiento de dinamita y algunas armas entre los huelguistas.
"Pero responderemos estrictamente en la medida de la provocación."
Por otra parte, bullen los bolivianos, notorios veteranos muchos de
ellos de violentas represiones perpetradas en las minas de Catavi y
Siglo XX.
233 policías rodeaban las barricadas de los huelguistas de El
Chocón, con el apoyo aéreo de un helicóptero. Unos eran de la
Federal, otros de La Plata, de Neuquén y de Río Negro. El miércoles
pasado los obreros mostraban al periodismo un obrero torturado por
agentes bonaerenses: Hugo Patiño, boliviano, 25 años, tenía el
vientre quemado con cigarrillos. "No toleraré que se haga esto donde
esté presente la policía neuquina", comentó el Gobernador Sapag, y
ordenó investigar.
El comisario Mario Pacheco, a cargo del destacamento de la Policía
de Buenos Aires, sugirió que los mismos obreros torturaron a Patiño.
Su argumento: ese nombre no figura en el libro de detenidos.
El desgaste moral de los huelguistas es un hecho previsible: la
inacción, la presión panfletaria, la presencia policial, la falta de
dinero, pueden resultar fatales, a la larga.
El Sindicato de Correos de Neuquén anunciaba, a fines de semana, un
paro solidario de 24 horas, todavía sin fecha. Pero el rompecabezas
de El Chocón no lo es, tan sólo, para el Gobierno nacional: Sapag
también comprende que tiene una brasa en las manos y que él no puede
apagarla.
Si no logra salir adelante, las argumentaciones de sus opositores
empezarán a justificarse. "Sapag es un hombre que ha transado
—declaró a Periscopio Carlos Vidal, 38 años, presidente de la
Convención de la UCRP, ex candidato a Diputado nacional en 1965—.
Dice que aceptó por patriotismo local; personalmente, pienso que fue
una transacción política con miras al futuro." No cree que haga un
Gobierno de apertura, "aunque hoy, no siendo una expresión de la
voluntad popular, está libre de compromisos partidarios".
* * * * *
LARGAS VACACIONES Y OPTIMO REAJUSTE DE SUELDO
"¿Mi sueldo?" Felipe Sapag, 53, segundo hijo de Canán Sopeg, se
rasca la frente, dubitativo: por fin oprime un timbré y requiere el
dato. Se enterará enseguida: al cesar como Gobernador, el 28 de
junio de 1966, ganaba 90.000 pesos. Ahora —gracias a su antecesor,
Rodolfo E. Rosauer— serán 450.000, gastos de representación
incluidos.
¿Cómo no creer que el nuevo mandatario neuquino se despreocupa de la
paga? Los Sapag son dueños de 10 yacimientos mineros en explotación
(asfaltita, cobre, bentonita, sulfato de bario); una planta de
producción de sulfato de cobre, otra de cobre electrolítico, una
molienda, dos comercios prósperos, una estancia (La Patria) y
últimamente de Sur Argentino, un diario (capital, 100 millones de
pesos) que aparecerá pronto.
Han pasado 53 años desde que su padre llegó al país, fugitivo de la
indigencia libanesa. Escogió Zapala, una de las partes más
inhóspitas de la Argentina: para el albañil Canán Sopeg, a quien la
migración le mutó el apellido, la Patagonia fue una vuelta a la
vida.
Ahora tiene 89, y el martes pasado, mientras su segundo hijo
aguardaba al Ministro del Interior en el aeropuerto de Neuquén,
temblaba como una hoja, niveo, venerable: "Yo vino temprano con
Elía", musitaba estrechando manos. Su vejez le impidió llorar; otros
compatriotas, en cambio, se apartaban de él con los ojos húmedos.
"¿Quién es ése?", preguntó al ver un longilíneo forastero con ajados
zapatos negros: era el magnate Alfredo Fortabat, quien piloteó su
propio Beechcraft, para asistir al acto.
Felipe Sapag, peronista, jamás votó a Perón: hasta 1955, los
patagónicos carecían de derechos cívicos. Hace un año perdió la
oportunidad de conocerlo personalmente, al rechazar la invitación de
Jorge Paladino para integrar la conducción del peronismo y luego
viajar a Madrid. Sin embargo, fue intendente de Cutral-Có desde 1952
a 1955: salió indemne del lío tras soportar los embates de una
Comisión Investigadora.
Que el pueblo estaba conforme quedó demostrado en mayo de 1966,
cuando un candidato patrocinado por él se impuso, en elecciones
municipales, por 4.500 votos contra 400 de su seguidor radical.
En la capital de la Provincia, Sapag terminó de construir hace dos
años una de las mejores casas de la ciudad, suficientemente
espaciosa para abrigar verdaderos mítines políticos. Su esposa,
Nélida Romeo, obsequia a todos con suculentas tazas de café y
procura advertirles que está preparado a la turca, pero a veces
sucede que algún invitado palidece al tragarse la borra. Un detalle
complace a los neuquinos: no hay guardia policial en la casa del
Gobernador, que tampoco gusta de escoltas.
Su proverbial serenidad no le impidió fustigar sin tregua a Rosauer,
culpable, según él, de molicie administrativa e insensibilidad
social. Negó a Periscopio haber dicho que
era un "siervo de la dictadura". Anunció, en cambio, que aceptaría
en su plantel de Gobierno a hombres de otros partidos.
También admite que acaso se inicie ahora su desgaste político; pero
está dispuesto a vender cara, ante los funcionarios nacionales, la
popularidad de que hoy dispone. Con todo, de ello depende, en última
instancia, que Felipe, "Don Felipe", repita su mandato anterior,
cuando creó 67 escuelas (una cada catorce días), 11 hoteles, la
Universidad, un cinturón de caminos, una constelación de hospitales
y puestos sanitarios.
Cuatro Sapag forman el clan: Elías, Felipe, Amado, José. Los tres
primeros fueron, respectivamente, Senador nacional. Gobernador e
Intendente de Cutral-Có, hasta junio del 66; José quedó a cargo de
los negocios de la familia. Curiosamente, nadie los acusa de
nepotismo.
Elías, que tenía un año al venir del Líbano, es el fundador del
Movimiento Popular Neuquino. A lo largo del Gobierno radical, tuvo
siempre abiertas las puertas de la residencia de Olivos. Esta vez
quedará oficialmente al margen; pero nadie duda de que en sabrosos
almuerzos de cocina árabe, esclarecedores susurros rozarán los oídos
del Gobernador.
Neuquén está contenta con Sapag. Ciudad desprovista de Club Social,
Golf y Jockey, aún no consigue dotarse de una napa aristocrática.
Con todo, buena parte de los opositores afloran entre los estratos
profesionales: al enterarse de que Pastor Gutiérrez (un suboficial
retirado) sería el intendente de Neuquén, se mesaron los cabellos.
Hubo, en cambio, abundantes loas para los Ministros: el de Gobierno,
Pedro Fuentes, es un cauto negociador; el de Economía, Pedro
Salvatori, ya colaboró con Sapag y después con Rosauer: un técnico,
al menos en estabilidad (7 años).
A los neuquinos les sobra fe. En ocasiones, hacen un despliegue
excesivo de ella: desde el 8 de enero, el astrólogo Errolls embauca
a una docena de ellos por día prediciéndoles el futuro. No pudo, sin
embargo, contestar a Periscopio sobre el destino político de Sapag.
Esto no deberá causar pena al nuevo Gobernador: Errolls, el 5 de
mayo de Í969, pronosticaba "un año tranquilo" para Onganía.
—¿Usted se ha pasado a la Revolución?
—Nunca se puede coincidir plenamente con lo que otros hacen; pero
coincido con la Revolución en sus objetivos.
—¿Entramos, con esto, en el tiempo político?
—Bueno, no lo creo.
—¿Deja atrás el peronismo?
—Respeto a su jefe, lo admiro, pero eso no me impide criticar al
movimiento. Entiendo que Perón ha cumplido su ciclo. En adelante,
los que tenemos que determinar el futuro del país, somos nosotros,
sin delegados ni cintas grabadas.
—¿Torres, Alac y Olivares representan a los obreros de El Chocón?
—Sí.
Eduardo Belgrano Rawson
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Imaz, Sapag - Huelguistas de El Chocón - Alac |
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