Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Ingenio Bella Vista - Tucumán
Pronóstico Reservado
Revista Siete Días Ilustrados
17.03.1969

Los 25 mil habitantes de Bella Vista constituyen un inquietante foco de tensiones. ¿Un pueblo que está condenado a desaparecer?
El sábado 8, un enfurecido grupo de manifestantes, poblado por mujeres y niños, se apostó en las vías del ferrocarril Belgrano, en las cercanías de la población tucumana de Bella Vista, con la intención de dejarse aplastar por el primer convoy que pasara por el lugar. Todos vieron llegar a los trenes (primero uno de carga, después otro de pasajeros) con absoluta serenidad: la angustia corrió por cuenta de los maquinistas, quienes casi no tuvieron tiempo de accionar los frenos, según declararon después. Finalmente, la muchedumbre se dispersó al ser informada por el abogado Roberto Valero de que se estaba tramitando la libertad de cuatro fogosos oradores apresados por la policía la noche anterior, cuando intentaban realizar un acto relámpago en las escalinatas de la Casa de Gobierno provincial.
La justicia, tal vez apremiada por una situación que podía complicarse aún más, redujo a unas pocas horas la pena de prisión por 30 días que había impuesto a los cuatro revoltosos el jefe de policía local.
Idéntica disposición contemporizadora exhibió el titular de la Dirección Nacional del Azúcar, Guillermo Raúl Aréchaga, quien, veinticuatro horas después, consiguió que la insurrecta población de Bella Vista suspendiera una "Marcha sobre Tucumán", prevista para el jueves 13, que amenazaba convertirse en la manifestación masiva más grave —y posiblemente más sangrienta— que hubiera tenido que soportar el gobierno actual. La solución ofrecida por Aréchaga, sorprendentemente aprobada por unanimidad, es típica de la ideología dominante: se constituirá una sociedad formada por los "sectores de la comunidad" de Bella Vista, para efectuar la molienda de este año; el gobierno prometió financiar el proceso y entregar los cupos correspondientes.
"Esa no es una solución factible —advirtió a SIETE DIAS el secretario local de la CGT de Paseo Colón, Benito Romano—. No es fácil estructurar una empresa con factores tan disímiles como los que integran la comunidad de Bella Vista; tampoco es posible conseguir, a esta altura, la caña suficiente para realizar una molienda económica, pues la mayoría de los cañeros deben haber comprometido ya sus cupos con otras plantas fabriles."
Por esa causa, el peronista de izquierda Romano —uno de los pocos que aún acompañan al rebelde Raimundo Ongaro— no está convencido de que la decisión de suspender la marcha haya sido adecuada. De cualquier modo, la Coordinadora Intersindical de Defensa (otro organismo obrero de emergencia, formado por los sindicatos de los ingenios cerrados) ratificó la decisión de cumplir el jueves 13 una "jornada de protesta" junto con delegaciones chaqueñas y santafecinas afectadas por el mismo problema. Pero Miguel Lazarte, secretario de la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA), optó a último momento por "mantener unida a la comunidad en un proceso sin divisiones, fortaleciendo el movimiento hasta el final", según declaró a SIETE DIAS.

VIAJE DE UN LARGO DÍA HACIA LA NOCHE
Más allá de las diferencias surgidas entre los rebeldes —se perfilan dos líneas: una blanda, que hasta ahora se impone, y otra intransigente—, el caso Bella Vista se ofrece como modelo para estudiar uno de los rostros más representativos del interior: el ilusorio desarrollo de una empresa humana de proporciones, sin sustentación económica sólida.
Desde los fundadores inmigrantes hasta los elegantes que incursionaron en los salones de la high society, pasando por los escaños parlamentarios y por desmayadas obras de coqueta beneficencia, la industria azucarera tucumana sucumbió ante los mandobles de una realidad inexorable y, tal vez, de una política improvisada.
Irónicamente llamado Bella Vista, el pueblo que ahora está al borde de la extinción se forjó hacia 1882 en torno al ingenio azucarero fundado por los españoles José y Manuel García Fernández. En algunas épocas campeó una cierta prosperidad; entonces se erigieron alrededor de 200 comercios, 30 talleres, pequeñas fábricas y 18 establecimientos de enseñanza primaria y secundaria; 25 mil tucumanos se aposentaron en la comarca.
El flagelo de la superproducción, posiblemente la inconsciencia del despilfarro perpetrado en tiempos mejores, y el chaleco inexorable del monocultivo, fueron carcomiendo paulatinamente la salud económica del ingenio. Cuando el grupo Gettas-Fiad asumió su conducción, entre 1966 y 1967, muchos creyeron que el potencial financiero de los nuevos dueños aseguraba un regreso a la prosperidad. Pronto se disiparon talas esperanzas e, inclusive, despuntó el escándalo: el contador Humberto Medina, por entonces subdelegado en Tucumán de la Dirección General Impositiva, acusó al ex gobernador Fernando Aliaga García de haber recibido 70 millones de pesos para aprobar el convenio con Gettas-Fiad.
Sin embargo, antes de que la clausura del ingenio fuera una amenaza concreta, los presuntos favoritos del ex gobernador entregaron dos mil hectáreas de tierra óptima a 150 familias de ex trabajadores del ingenio, a un precio de venta calculado en la mitad del establecido por la valuación fiscal; este paliativo se llamó Cooperativa de Campo Herrera y llegó a entusiasmar al presidente Juan Carlos Onganía.
Tal vez esa concesión de Gettas-Fiad haya sido el primer paso del grupo para abandonar el ingenio. El 29 de enero, mientras toda la población se insubordinaba, el paquete accionario fue entregado al Estado, a quien se le concedió el derecho a votar y resolver en las asambleas de la empresa. Esta operación, calificada de "espectacular juego de diplomacia financiera" por los sectores económicos tucumanos, no impidió que la heterogénea Comisión Pro Defensa de Bella Vista, integrada por obreros, comerciantes, profesionales y políticos, iniciara, bajo el comando del sacerdote Francisco Albornoz, una intensa campaña de protesta, que debía culminar con la marcha del jueves 13 y que conmovió a la provincia durante los últimos dos meses.

LOS SACERDOTES PECADORES
La comisión contó con el apoyo masivo de los pobladores de Bella Vista, azotados no sólo por la falta de trabajo sino también por peligrosos brotes de enfermedades endémicas, que obligaron a la movilización sanitaria del gobierno de la provincia. Como último recurso, las familias decidieron no enviar sus hijos a la escuela: "La educación no sirve —declararon— si se forma a los niños en la miseria". Es posible que estas actitudes de protesta pasiva, casi gandhianas, esgrimidas después de la suspensión de la marcha, hayan sido elegidas por consejo del grupo de sacerdotes que desde el principio asumió la conducción del proceso. Trece de ellos, erigidos en lo que se dio en llamar "decanato de la FOTIA", se autodenominaron "testigos del sufrimiento de millares de nuestros hermanos, víctimas del actual sistema económico" y se identificaron abiertamente con "todos aquellos que luchan por la liberación integral del hombre, que posibilite el rompimiento de las ataduras que impiden su plena realización y que configuran una situación de pecado".
A fines de la semana pasada, cuando se conoció una resolución de la jerarquía eclesiástica, los habitantes de Bella Vista se preguntaban quiénes son en realidad los pecadores: el párroco de San Pablo, Raúl Sánchez, uno de los inspiradores del grupo, fue enviado a un cursillo de ocho meses que se dictará en Ecuador. La noticia no sólo sembró el desconcierto: uno de los integrantes de la comisión confió a SIETE DIAS que el cura Sánchez "era demasiado molesto para el gobierno y había que sacarlo". Es posible que, a partir de ahora, los curas tucumanos reingresen a las catacumbas conspirativas, similares a las surgidas en los orígenes del cristianismo, y que no se preocupen demasiado por pacificar a sus coterráneos.

 

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