Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

Fútbol
del caos al supercontrol

 

Revista Siete Días
04 de octubre de 1966

¿Qué hará la intervención en la AFA? Persuadir primero, terminar con la anarquía después. Hay que cambiar casi todo para obtener un resultado saludable.
por Carlos Aguirre

Fue una penosa exhibición. El fútbol se había ido a pique. Y las acusaciones, contraacusaciones, los dimes y diretes de minúsculas rencillas que se hicieron públicas, no eran otra cosa que la inevitable consecuencia de todo naufragio. Brotaban en la superficie los restos de la maloliente descomposición que se había apoderado del fútbol y de su dirección. Flotando, quedó como un testimonio del nivel alcanzado, la grotesca acusación: "¡Tal cual dirigente le robó a la AFA un par de zapatos!" Era todo un símbolo: durante muchos años el fútbol pareció ser dirigido con los pies. Los que vivieron sin grandeza desaparecían también sin grandeza.
Por un decreto de intervención se dotó de poder a Valentín Suárez; él debía frenar la crisis y corregir la situación. Suárez es suficientemente conocido. No es dirigente de un club poderoso, tiene sensibilidad popular (virtud nada despreciable en un deporte que es popular) y se le reconoce fina capacidad política.
Pero con convicción, capacidad y sensibilidad, ¿es posible corregir los males del fútbol que son, claro, mucho más importantes que el degradante escándalo levantado por un par de zapatos? Y en caso de ser suficiente, ¿se puede corregir el fútbol en la AFA y dejar en libertad a los clubes?
7 DÍAS habló largamente con el interventor robándole a su familia buena parte de las 20 horas que suele dedicarle los sábados, sus días libres; entrevistó a otra gente responsable y completó el rompecabezas. Es imprescindible observar el panorama general para comprender hasta dónde es posible modificarlo.
Los dirigentes del fútbol forman uno de los grupos más desprestigiados del país. Pero acusarlos indiscriminadamente es tan injusto como ineficaz. Existen elocuentes puntos comunes entre ellos, aunque los separan notables diferencias. No es uniforme, tampoco, el grado de responsabilidad que les corresponde en esta crisis.
En determinados clubes grandes el presidente es un señor feudal. "El mandamás", como suelen llamarlo, no admite críticas y si llega a tolerar una reunión "analítica" con los jugadores, seguramente sacará del paso al primero que lo importune con un
"Usted no hable. Es muy nuevo aquí". Claro, nadie puede tener la antigüedad del presidente, que ha encontrado los medios de prolongarse eternamente, en el cargo. Si no entiende de fútbol (más irreversible es su ignorancia mayor será el grado de ingerencia a la que aspire) entonces tratará de formar el equipo, entorpecerá el trabajo minucioso y constante del director técnico, organizará giras a destiempo que pueden perjudicar, por ejemplo, un campeonato, transmitirá su angustia y apresuramiento: por ganar, creando un clima que conducirá, justamente, a la derrota. Entonces volcará las culpas contra sus súbditos, Y lo hará convencido, Entre otras ingenuas y perniciosas costumbres del dirigente-señor-feudal figura la de creerse infalible. Hay otro tipo de dirigente. Es el sacrificado. Generalmente preside un club chico. Son los que quedan atrapados por las reglas del juego que Impusieron los feudales: No hay triunfo sin dinero. Y como el dinero es mucho y falta, aun cuando el de dirigente sea un "hobby" de millonarios, entonces se convierte en un obsesivo buscador de cheques de buena voluntad que le permita "aguantar hasta fin de año". Adquieren compromisos que no saben cómo habrán de cubrirlos, entran en la espiral de la bancarrota, viven perseguidos por fantasmas que a veces reciben el menos fantástico nombre de acreedores. Son sacrificados porque asumieron una responsabilidad que les devuelve invariablemente el reproche violento de los 20 forajidos hipercríticos que siempre están a la caza de una víctima.
Los "mandamás" y sacrificados son dirigentes directos, y aún en el error son auténticos. Pero existe una tercera especie: el dirigente intermediario, conocido por "delegado a la AFA". Por un extraño mecanismo esos hombres se desarraigaron de sus clubes y pasaron a girar en una órbita especial que se mueve, trenzas mediante, con fines propios. Son los más grandes acarreadores de desprestigio, los protagonistas principales de los grotescos episodios conocidos.
¿Qué mueve a un dirigente de fútbol? Hay tres impulsos básicos que conducen a un hombre a la presidencia de un club: vanidad, poder, prestigio. ¿Dinero? No, al menos en las formas conocidas. Los dirigentes no están rentados. Pero el fútbol, sí, da vinculaciones, permite acrecentar negocios, ofrece oportunidades. Hay dirigentes de clubes que son socios comerciales y/o financieros; los hay también que mantienen relación de dependencia con otros. En la inmensa mayoría de casos los dirigentes son elegidos con apoyo minoritario (es habitual que un presidente sea consagrado por el 10 % de los socios, o menos). En muchos casos los dirigentes no están sometidos a un duro control y a veces se han llegado a alentar "oposiciones tranquilas". Nada viste mejor que un buen y comprensivo opositor. Una vez ubicados en la cúspide del poder de un club toman férreamente en sus manos el aparato, de tal modo que se hace muy difícil desplazarlos. Halagan a su legión de caudillos menores (en los clubes pocos son los que vetan espontáneamente; los caudillos se encargan de ir a buscarlos y hacerlos votar) y desde la cúspide comienzan las ofrendas al Dios Triunfo: se presionan referís, se provoca la presión policial que siempre impresiona, se alienta el salvajismo, se cuestionan decisiones de los encargados de sancionar los excesos de jugadores, se introducen factores de corrupción abierta. Hay que ganar, no importa cómo. En la cúspide del poder el dirigente se pone la camiseta, se convierte en un hincha furioso (hay algunos que son sólo hinchas de sí mismos) que comete grandes desaguisados: sin consultar a los técnicos realiza compras de jugadores que paga a un valor inflado sobre el precio real y, eso sí, soporta con estoicismo las sospechas que algunas de esas transferencias despiertan.
Este cuadro, levantado sobre atentas observaciones de hombres de fútbol, está basado, como resulta obvio aclararlo, en casos extremos y no pretende generalizar. No todos son así.
Valentín Suárez, que se niega a hablar de dirigentes, salvo para exaltar el esfuerzo que han realizado muchos de ellos, piensa que la fuerza mayor del fútbol argentino es su originalidad. Aquí, dijo, el fútbol no es un fin en sí mismo, sino un medio. ¿Para llegar adonde? A un aporte social: el club debe ser, y en muchos casos lo es, el pulmón por donde respira un barrio, una ciudad. Es también un segundo hogar de! argentino, y además, una posibilidad de integración. Defendiendo los mismos colores se reúnen industriales, obreros, profesionales. "Las diferencias se reducen", dijo Suárez.
En realidad, el movimiento de personas y de dinero que provoca un club es ponderable. Los 20 clubes que disputan el torneo de primera división, por ejemplo, tienen medio millón de asociados. Este es el ranking: River: 70.000; Vélez: 65.000; Independiente: 58.000; Racing 41.600; Boca, Gimnasia y San Lorenzo: 40.000; Rosario Central: 35.000; Platense: 29.200; Huracán: 22.500; Estudiantes: 19.000; Atlanta: 18.000; N. O. B.: 16.000; Chacarita, Ferro, Lanús y Quilmes: 15.000; Colón: 10.000 y Argentino Juniors: 5.000.
Estas 500 mil personas dan anualmente a los clubes un promedio de mil trescientos millones de pesos, solamente por cuota social. La cifra crece con la recaudación de fútbol (390 millones en 1965; mucho más en 1966 si se computan ingresos por la Copa de América que a River, por ejemplo, le dio casi 100 millones) y con lo producido por derecho de televisación, publicidad, concesionarios, etc. ¿Cómo es posible entonces que la gran mayoría de clubes padezca penurias económicas?
E! fútbol es un buen "negocio" desaprovechado. Produce millones que se licuan tontamente. Hay combinación de razones:
a) Diferencia de volumen. Mientras River, por ejemplo, pudo después de la Copa de América ampliar su presupuesto de 240 millones a 330, Chacarita no aspira a recaudar, por todo concepto, más de 55 millones. El problema se hace dramático más abajo, en la división de ascenso. José Rodríguez Vázquez, dueño de una cadena de sastrerías y presidente de Deportivo Español, explicó que poner los 11 jugadores en el campo de juego un sábado supone la inversión de 350 mil pesos y apenas sí recaudan; promedio, 200 mil por partido.
b) Mala administración. Burocracia, falta de equilibrio en los gastos. Que esto es subsanable lo demuestra Vélez Sársfield que logró evitarlo. Recaudan por cuota social (uniforme para los mayores: $ 120); 85 millones. El 50 % de esta suma, según una estimación, proviene de socios futbolísticos. El ingreso anual por recaudaciones de partidos es de 30 millones. Los gastos normales que produce el fútbol suma 35 millones. El fútbol se autofinancia.
c) Mercado artificial de contrataciones. Un dirigente uruguayo que viajó recientemente a Buenos Ares reflejó su asombra por el irritante despilfarro de sus parientes ricos: "Los argentinos son increíbles. River, por ejemplo, pagó 15 millones por el pase de Prospitti. En realidad, con medio millón ya estaba bien pago". No es el mejor ejemplo: Independiente gastó 80 millones en compra de jugadores y Luis Artime debió demorar el cobro de su sueldo para que pudieran hacerlo los porteros, con arrastre de seis meses sin cobrar.
d) Bajo rendimiento del jugador argentino. Los nuestros juegan 40 partidos al año, los europeos, 60. La pésima organización del fútbol hace que un cuantioso capital permanezca inactivo. Sólo una media docena de equipos argentinos tienen mercado para trabajar todo el año.
e) Recaudaciones débiles. El empobrecimiento del espectáculo redujo la concurrencia e hizo aumentar el precio por entrada en un intento, fallido, de compensar las pérdidas. Faltan goles, es decir, falta atracción, porque en holocausto del Dios Triunfo (más modestamente, podría llamárselo Dios No Perder) se instaló la violencia del juego que suprimió sensiblemente la creación y la habilidad tradicional.
Algunos de los entrevistados han sostenido que para corregir definitivamente esta situación que nace de un hecho básico (el dirigente maneja dinero que no es suyo) hay que crear, como en Europa, sociedades anónimas que reemplacen al club. Pero eso no parece ser el camino.

¿Qué hará Suárez?
"¡Usted tiene el poder: decida, haga!", sugirió un dirigente al interventor. "Por supuesto hay que decidir, hacer, como dice usted, pero no es lo mismo decidir contra la voluntad de muchos que con su apoyo", contestó hace poco Suárez, Y aquí está reflejado el secreto de su ritmo político. Primero inauguró un período de paz que terminó con los aspectos más agudos de la crisis, después comenzó a persuadir. En eso está. Pero las decisiones se avecinan. Básicamente, será dictada una Ley de Deportes que habrá de regular la actividad nacional, terminando con el caos conocido. Paralelamente, habrá de ser jerarquizado el fútbol. Cuando 7 DÍAS lo entrevistó el Interventor realizaba esfuerzos para convencer al doctor Julio Oyhanarte, ex presidente de la Suprema Corte, de aceptar la presidencia del Tribunal de Penas da la AFA y organizarlo con abogados de primera línea. En ese Tribunal reside una de las esperanzas para mejorar el espectáculo, "No es posible, dijo Pepe Peña, comentarista experto, que los brutos maten a los habilidosos del fútbol. Un gran porcentaje de jugadores se malogra porque debe sufrir la acción de gente que ha sido entrenada para la violencia. Y esa violencia no se castiga como corresponde. Al jugador le pagan para que juegue al fútbol, no para suicidarse. Cuando el Tribunal imponga severísimas penas (¿multas de 100.000 pesos, suspensiones de meses?) entonces todo irá mejor." 'Reorganización del referato sobre otras bases. Es posible que se llegue a un acuerdo para intercambiar jueces con otros países latinoamericanos que también sufren las presiones localistas sobre los árbitros, De todos modos, es factible que un cuerpo supersecreto de veedores fiscalice los partidos y juzgue, imponiendo sanciones, a los jueces. Modificación de los estatutos. "La AFA todavía se rige en el profesionalismo por estatutos creados en y para la época amateur", dijo Suárez. Control en las gestiones financieras ("Hay cheques que dieron la vuelta al país").
El fútbol que es, según Suárez, el único espectáculo profesional con permanente propaganda en contra, debe ser controlado. Los clubes y el fútbol, que brotaron anárquicamente, un poco a imagen y semejanza del país, deberán adecuarse a un super-control que está en marcha y que tiene un vastísimo radio de acción. Desde la reducción del precio de las entradas (oneroso para el pueblo, que es su sostenedor) a la extinción de las presiones y los medios no deportivos a que habitualmente se recurre para ganar. Es improbable que sean intervenidos los clubes, pero deberán recorrer su camino de progreso entre los rieles-límite que establezca la ley. Las escuelas de fútbol, reedición de los fabulosos campeonatos infantiles de hace tres lustros, deberán entrar en "erupción" para hacer surgir la riqueza de talento futbolístico que la Argentina posee y que su fútbol necesita. Un ordenamiento financiero debe terminar con toda sospecha. El público, a su vez, seguramente deberá ajustarse a nuevas normas de comportamiento. Pero eso no será difícil Al menos lo cree así Suárez: "La gente tiene una fina percepción y apoya cuando intuye que la cosa va en serio", dijo. Sólo así, con organización, tendrá sentido el progreso técnico exhibido en el Mundial.

 

 

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