Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Un documento gráfico hasta ahora inédito
y declaraciones exclusivas del gran amor de Gardel
Revista Siete Días Ilustrados
23.06.1974

"...DE ESTE GRONE QUE TE ADORA.."
Siete Días logró rescatar de su mutismo a Isabel del Valle, la mujer con quien Carlos Gardel había pensado casarse. En Montevideo, en donde ella reside, y también en Buenos Aires, se cosecharon testimonios del romance, jamás ventilado. El descubrimiento de esta tierna historia coincide, prácticamente, con el 39º aniversario de la muerte del Zorzal.


Carlos Gardel e Isabel del Valle 

La semana pasada, dos informes recalaron en la secretaria de redacción de Siete Días; uno era el elaborado por el corresponsal uruguayo Antonio Mercader, que había entrevistado a Isabel del Valle. El otro lo preparó Rubén Pesce en Buenos Aires, quien rastreó y obtuvo un precioso material gráfico sobre el romance de Isabel con Carlos Gardel, a lo cual sumó las declaraciones de Ignacio del Valle, hermano de Isabel y amigo de Carlitos. En algunas partes esos informes no coinciden; es que el tiempo parece haber desdibujado algunos acontecimientos. De cualquier forma, los testimonios resultan tan valiosos que se prefirió dejarlos como estaban, respetando las contradicciones. Remendarlos hubiera sido cometer una tropelía contra la memoria del Mago: los mitos son siempre paradójicos.

Isabel del Valle vive en la barra de Maldonado, quince kilómetros al este de Punta del Este, en una casona de dos plantas que hasta hace dos años fue hotel y hoy funciona como restaurant durante la temporada veraniega. Tiene 67 años, es argentina, está casada con Mario Fattori, italiano, ex cantante lírico que llegó a brillar décadas atrás (actuó incluso en el Metropolitan de Nueva York). Tiene un hijo, Martín, de 26 años, y dos nietos, uno de tres años y otro de seis meses. La barra de Maldonado, una aldea marina, ubicada donde el arroyo Maldonado desemboca en el océano Atlántico, se convirtió, en la última década, en subbalneario de Punta del Este y centro preferido por el más sofisticado turismo (argentino, en especial). Los turistas que llegan a la pintoresca barra no conocen, por supuesto, el pasado de Isabel del Valle, o la identifican sólo como la ex dueña del hotel La Barra y propietaria del restaurant del mismo nombre que todavía abre todos los veranos. Para los pobladores permanentes de la barra, es una personalidad notoria. Isabelita, como la llaman todos, fue "la eterna novia de Gardel". Muchos de ellos han escuchado sus relatos sobre la época en que vivía en Buenos Aires y acompañaba al cantor a todas partes. A veces llega gente desde lejos, periodistas, admiradores del Mago o simplemente curiosos con ganas de conocerla. En esos casos, se retrae. Hace más de veinte años que ella y su marido eligieron la barra para vivir tranquilos y estar a salvo de la publicidad que la marcó definitivamente como "La novia de Gardel". Volver otra vez a un primer plano, a través del recuerdo de su largo y apasionado romance con Gardel, es algo que disgusta a Isabelita y a su marido. Por eso es difícil para los periodistas lograr entrevistarla.
Tras superar su obstinada negativa y sus mil prevenciones, Siete Días dialogó con ella.
"Tenía catorce años cuando conocí a Gardel. Su secretario, un tal Martínez, era pariente de mi familia. Por su intermedio, Gardel se vinculó a mi casa. Martínez le contó un día que mi madre era una excelente cocinera y que hacía como nadie el arroz a la valenciana... A Carlitos le gustaba la buena mesa y ahí mismo le dijo a Martínez que quería una demostración práctica. Así fue que vino a casa por primera vez. Así lo conocí. Vivíamos entonces en una casona de Sarmiento y Pellegrini. Gardel llegó sonriendo y haciendo chistes. Comió el arroz a la valenciana y le dijo a mi madre, medio en broma y medio en serio, que se iba a convertir en un pensionista más... Desde entonces quedó siempre vinculado a nosotros.
"Yo era muy joven pero tenía una marcada inclinación por la música. Conocer a Gardel, que ya era un personaje en aquella época (año 1921) era lo más importante que me había ocurrido hasta entonces. A mí me cautivó, como a todos, por esa simpatía y buen humor que tenía.
"Gardel, ya le dije, era asiduo visitante de mi casa. Con su consejo y ayuda hice algunos cursos de música en Buenos Aires. Me gustaba cantar y Carlitos me alentaba. Cuando salió en gira para Francia (año 1933) me ayudó para que yo viajara con mi madre a Italia, a tomar clases con una gran profesora de canto lírico. En Europa nos encontramos aquella vez porque él vino a vernos a Italia.
"Más adelante, Carlitos y yo empezamos a salir juntos. Él me pasaba a buscar por casa —yo vivía entonces en la calle Directorio, en Buenos Aires—. íbamos juntos a comer al restaurant de Conti, que frecuentaban los artistas. Quedaba en la calle Bartolomé Mitre, entre Suipacha y Esmeralda, frente al Mercado del Plata. Íbamos al cine, al teatro y al box. ¡Cómo le gustaba el boxeo a Carlitos!
"Cuando Carlitos tomó el barco en Buenos Aires, la última vez que lo vi, fui a despedirlo porque yo siempre lo acompañaba en todas sus partidas. Muchas veces era la única que estaba con él en esos momentos, porque ni la mamá iba a despedirlo. En aquella ocasión, antes de partir en el último viaje, recuerdo que nos sacamos una foto con Legui (Leguisamo), Maggio y otros.
"Después que Carlos murió en el accidente, me vine a Uruguay. Aquí me casé y tuve un hijo. Después de estar un tiempo en Montevideo nos mudamos a la Barra de Maldonado. Pusimos el Hotel de la Barra, donde nos fue bien hasta que cerramos, hará unos dos o tres años. Ahora, en verano, sólo abrimos el restaurant. Yo soy la encargada de hacer la comida. Sí, heredé de mi madre la buena mano para la cocina.
"Mis recuerdos de Carlitos son todos muy lindos. Siempre digo que él era como un chico grande. Le gustaba hacer chistes, jugar continuamente. Y siempre estaba muy alegre. También era sensible, a veces demasiado. En las películas sentimentales, recuerdo haberlo visto más de una vez con los ojos llorosos cuando se encendían las luces, al terminar la función.
"Carlitos tenía un montón de amigos en Montevideo a los que quería mucho. Tanto le gustaba este país, Uruguay, que había comprado en Montevideo, en el barrio Carrasco, un chalet precioso. Habíamos pensado en casarnos y vivir allí en Carrasco. ¡Cuántas veces hablamos de hacerlo! Pero el accidente de Medellín lo impidió."
La catástrofe de Colombia transformó —en verdad— la vida de Isabel. Hasta entonces era una cantante y actriz promisoria. Tras la muerte de Gardel, Isabelita dejó el canto y el teatro, y en 1944 se estableció en Uruguay, pasando a formar parte de un mito.

OTRAS VOCES, OTROS AMBITOS
Al hablar de Gardel, sobre todo cuando se recuerda su muerte (en Medellín, un 24 de junio de hace 39 años), suele utilizarse la palabra "mito". Indirectamente, eso explica la insistencia en querer descubrir o reinventar la personalidad del Gardel-hombre. La evidencia de que ni Caruso ni Al Jolson ni Valentino hayan persistido con tanta fuerza como él en el ánimo popular indujo a no pocos sociólogos a inspeccionar el caso y luego a ofrendar sus interpretaciones. Con más ligereza, algunos "estudiosos" o "historiadores" pretendieron deducir, con muchas ganas de escándalo, que Gardel era homosexual o, por lo menos, indiferente con fas mujeres. Bastaría para rebatirlos el testimonio de sus amigos y, mejor aún, de algunas mujeres que pasaron por su vida, como Mona Maris, Imperio Argentina y María Esther Gamas, quienes intervinieron en sus películas y frecuentemente hablaron con entusiasmo de su hombría. Bien es cierto que Gardel era asediado por admiradoras o por mujeres de su ambiente, y que no "atendía" a todas, que se cuidaba mucho y que sentimentalmente era muy recatado, quizás porque reservaba una buena porción de sus afectos para la mujer con quien soñaba casarse y establecer un hogar, tal vez retirándose de su trajinada vida artística. Isabel del Valle fue su novia durante más de diez años, prácticamente más de la mitad del tiempo que duró su brillante carrera de cantor. Por supuesto, Gardel salvaguardó el secreto de este capítulo de su intimidad, a extremos de que muy pocos amigos conocían la existencia de una novia. Después de su muerte, declaraciones y fotografías dieron cuenta del idilio. Para terminar de compaginarlo, Siete Días apeló en Buenos Aires a la cortería de un hermano de Isabel, Ignacio, propietario de un taller de tapizado de automóviles en la porteña avenida Directorio.
Descendientes de españoles (el padre era empleado del Ferrocarril Sud, y por eso a menudo debían mudar de ciudad), la familia se integraba con dos hermanas y tres hermanos, oriundos de distintos lugares: Isabel era porteña; Ignacio nació en Lanús.
—¿Y cómo conoció Isabel a Carlos?
—Eran los primeros años del éxito del dúo Gardel - Razzano, cuando el primero se destacaba ya como solista, sobre todo cantando tangos. Vivíamos en |a calle Sarmiento, en pleno centro, y había nacido en Isabel una creciente admiración por ese cantor de atractiva presencia, simpático y de magnífica voz. Ella lo iba a escuchar al Empire (Maipú y Corrientes) en compañía de sus amigos. También mi madre resultó ganada por la simpática personalidad de Carlos: entonces se animó a invitarlo a cenar a casa y él aceptó. En adelante, las visitas se hicieron más frecuentes... Tácitamente quedó formalizado el noviazgo.
—¿Qué recuerda de aquellas visitas de Gardel a su casa?
—Para Carlos significaban un gran reposo, sometido como estaba a las fatigas de su vida artística. Era muy goloso, le gustaba comer bien y mucho. Y se arrepentía si luego tenía que cantar. Lo primero que hacía, tras saludar a la novia, era ir a la cocina para ver qué se estaba preparando. Ofrecía su ayuda...
Tiempo después, Isabel conoció a doña Berta, la madre de Gardel, a quien adoró siempre. También nos relacionamos con la familia Razzano. Isabel y su madre siguieron a Carlos en todas sus actuaciones públicas, incluso cuando iba a actuar a Montevideo. Por el 23 contrajimos la costumbre de hacer picnics en los bosques de Palermo, frente a las instalaciones de Obras Sanitarias. Como por entonces Carlos no tenía auto, un pariente nuestro lo iba a recoger frente al Monumento a los Españoles, con sus guitarristas Ricardo y Barbieri. Por supuesto, el momento más lindo de esas reuniones era cuando él cantaba.
"Ese mismo año le pedimos que fuera padrino de mi sobrino; Isabel fue la madrina. Era su primer ahijado, a quien mi hermano le había puesto su nombre. El segundo fue el hijo de Pancho Martino, con el que cantara también, autor de varias obras que Carlos le grabó.
"A propósito de la foto de playa Ramírez, recuerdo que Luis Ángel Firpo, de paso por Montevideo hacia Estados Unidos, saludó a Carlos en la carpa que alquilaba la familia Razzano y donde nos concentrábamos todos. Con Firpo, Carlos solía hacer footinq en Palermo, interesado en conservar la silueta, pues tenía tendencia a engordar.
"Cuando Carlos hizo su viaje a España con la compañía de Enrique de Rosas, en 1926, Isabel le bordó un cubreguitarra y yo mismo se lo entregué a doña Berta, en épocas en que vivían en Rodríguez Peña 451 (y no en la esquina de Corrientes, como lo anuncia una placa)."
—¿Qué más puede recordar de Carlos?
—Bueno, que en el 30 fui testigo de su primer encuentro con Agustín Magaldi. Fue en el cine Once, en Buenos Aires, durante un festival en el que participaron todas las grandes figuras de entonces. En 1933, último año en que Gardel estuvo con nosotros, se realizó en el Colón La Fiesta del Tango, en la que fue elegida reina Libertad Lamarque. Carlos no pudo actuar porque ese día se había comprometido a salir con su novia. En efecto, fuimos los tres a un cine. Cuando regresamos a casa pidió que encendieran la radio. Estaban transmitiendo desde el teatro, justo cuando el locutor anunció que Carlos Gardel no iba a poder actuar porque estaba resfriado; el público empezó a vocear el apellido de Carlos. Cuando él escuchó esto, se volvió a mi con lágrimas en los ojos, como extrañado, como si recién descubriese el cariño que le profesaba la gente.
"Algo más... Muchas veces, después de la cena, Carlos desaparecía de la mesa; entonces Isabel lo buscaba y lo llamaba, hasta que él salía de pronto de algún escondite, asustándola. Sí, se divertía jugando a las escondidas, como un chico grande."
Es posible que el más conmovedor recuerdo que guarde Ignacio sea el del primer funeral ofrecido en los primeros días de julio de 1935, por el descanso del alma de Carlos Gardel, en la Iglesia de Santa Rosa de Lima, en la Avenida La Plata. Lo organizó Radio Belgrano. Allí estuvieron Isabel y sus familiares, ella de riguroso luto, hábito que vistió largo tiempo. Tras radicarse en Montevideo, rehecha su felicidad, todavía viaja a Buenos Aires empeñada en rendir homenaje a sus seres queridos: su madre murió un 18 de junio, Carlos Gardel el 24. Su recorrida incluye una visita a la familia de Razzano.
Según cuenta su hermano, la última vez que Isabel vio a Carlos fue a bordo del barco que se lo llevaba para siempre, el 6 de noviembre de 1933. De ese día datan las últimas fotos en las que se los ve juntos. Aquella vez, Gardel le reiteró una promesa: "Tené paciencia, gordita, que a mi regreso nos casaremos y seremos felices como nadie". Pensaba que entonces iniciaba la última etapa de su carrera. Tenía otros proyectos, ansiaba cambiar de vida.
Cartas y tarjetas postales — "aunque Carlos era un poquito haragán para escribir"— testimonian el cariño que el cantor dispensaba a su prometida. Se transcriben dos de las últimas:
• "Mi único y gran amorcito: ¡Si supieras cómo te extraño, pues nunca creería que te fuera a sentir tanto! Me parece que todo es triste, que todo es feo; en fin, me aburro enormemente; y eso que soy muy halagado, muy felicitado y muy querido por todos; pero con eso no estoy conforme. Me falta algo, y ese algo sos vos, queridita Isabel. Pero no importa: pronto llegaré y será para no separarme más..."
•"Queridita Isabel: Después de saludarlos a todos y esperando se hallen bien de salud, pues yo estoy bien por el momento; el resfrío me ha pasado por completo y canto ahora como un jilguero, gracias a la buena estrella que me acompaña. Estoy contento por lo que me decís que me van a hacer unas gorras de lana para la cabeza, así no me resfrío más... Cada vez que me peino y me paso el cepillo por la cabeza, me acuerdo de vos: éste es el cepillo de mi negra querida, y se me hace que te veo... Ahí tenés mis besitos en un corazón [dibujo] si no es parecido, es entonces una pera. Chau!"
Rubén Pesce - Antonio Mercader

 

 

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Isabel del Valle
Isabel del Valle
Carlos Gardel e Isabel del Valle
Isabel del Valle, Gardel e Ignacio
Carlos Gardel
Playa Ramírez, circa 1923

dedicatoria al dorso de la fotografía

 
 

 

1935: Isabel en la misa realizada en Santa Rosa de Lima - Ignacio, hermano de Isabel, conserva recuerdos del Zorzal porteño

Isabel del Valle