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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ


"Sweepstakes" en la Argentina
PARA EL GRAN PREMIO HÍPICO INTERNACIONAL, QUE SE CORRERA EN MAYO DEL AÑO PRÓXIMO EN CONMEMORACIÓN DEL 150º ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO, SE ANUNCIA LA IMPLANTACIÓN DEL "SWEEPSTAKES" EN NUESTRO MEDIO.
EL SEÑOR ARTURO A. BULLRICH, APASIONADO CULTOR DEL PURA SANGRE DE CARRERA, EXPLICA EL SISTEMA Y RECUERDA PERSONAS Y HECHOS VINCULADOS A LA FUNDACIÓN DEL JOCKEY CLUB
Fotografías del Archivo Gráfico de la Nación
revista vea y lea
1959

 


el doctor Carlos Pellegrini en compañía de los doctores Miguel Cané, Carlos Campos, Alejandro Madero, Julián Martinez, Rufino Varela Ortiz y otras personas, durante una reunión en el Hipódromo argentino. 1902


la pelousse del Hipódromo argentino 1903


frente del edificio del Jockey Club

 

 

 

YO NO SOY PERIODISTA. Sólo la vieja amistad que me une con el director de VEA Y LEA ha logrado que me atreva a incursionar en este terreno. Eso, y el hecho de que él pidiera mi colaboración en un tema vinculado a lo que ha sido la pasión de toda mi vida: el pura sangre de carrera.
El "sweepstakes", que se anuncia con motivo del gran premio internacional a correrse el año próximo, en conmemoración del 150º aniversario de la Revolución de Mayo, incorporará al mundo del "turf" a miles de personas ajenas hasta ahora a ese ambiente, que no podrán sustraerse al resultado de las carreras pese a su pretendida alergia hípica. Es bueno, pues, que se divulgue el porqué de los grandes premios, estrechamente vinculados al origen del Jockey Club y al mejoramiento de la raza caballar en nuestro país, ya que mucha gente sólo conoce de las carreras el aspecto meramente anecdótico, o las vincula a menudo al juicio que le merece la personalidad del jugador y a ciertas opiniones muy cargadas de subjetividad y, por ello mismo, muy unilaterales.

LA FUNDACIÓN DEL JOCKEY CLUB
El 15 de abril de 1882 se organizó definitivamente el Jockey Club, que había sido fundado a fines del año anterior. En el salón "La Minerva" se reunieron ese día Carlos Pellegrini, Santiago Luro, J. B. Nash, S. B. Gahan, Juan Shaw (h.), Nicandro Villar, Eudoro J. Balsa, Vicente L. Casares, Emilio N. Casares, W. H. Taylor, Francisco Fernández, Juan N. Fernández, Alberto Ortiz Basualdo, Eduardo Casey, Federico Bridger y Carlos P. Rodríguez.
Pellegrini tomó la palabra. Como después diría Ricardo Rojas, los que alguna vez lo escuchaban no olvidaban nunca su estampa homérica, su romántica bondad y la vibración de ideal y de coraje que trascendía su corazón varonil. Por eso tenía tanta influencia en la vida nacional y era escuchado tan atentamente: porque se sabía que cada palabra suya estaba sostenida por una conducta y por un proverbial sentido de la responsabilidad. Esa vez no se trataba de poner en juego sus dotes de estadista, pero sus palabras pusieron de relieve y expresaron una necesidad que estaba en el ánimo de todos:
"La tarea es de acción y de regeneración; de acción, porque hay todo un sistema que implantar sin exigir más sacrificios que los que comporta la época; de regeneración, porque la decadencia comprende, no solamente al caballo de nuestras pampas, que ha perdido en siglos de vida nómada y sin cruzamiento sus calidades de origen, sino al hombre que lo hace servir en la arena de nuestras pistas según el capricho de sus combinaciones inmorales.
"Es necesario mostrar al hombre de campo, al estanciero encastillado en rutinarias prácticas atrasadas, que sólo un criterio inspirado en un falso amor propio nacional puede hacernos considerar como insustituible la perpetuación de nuestra raza caballar, olvidando que ese animal de líneas correctas, de miembros finos y nerviosos, de piel lustrosa y transparente que se mira en la pista como un ser de existencia efímera y circunscripta a la lucha de los hipódromos, es el molde en que se han vaciado casi todas las razas extendidas hoy en el mundo entero. Que las grandes condiciones atribuidas al caballo criollo son reales, pero no son tales para todos los ejemplares sino para los menos, y que el error nace de la falta de elementos comparativos y que es de patriotismo y de interés general mejorar esa sangre empobrecida por una nueva sangre, noble y rica.
"Todo lo que acabo de manifestarles —concluía Pellegrini— reposa sobre un principio fundamental e incontrovertible: que allí donde la máquina es más perfecta el trabajo es más rápido y productivo".
Todo estaba dicho. De inmediato se formó la primera comisión directiva y a la brevedad fueron redactados los estatutos, que en su primer artículo dicen textualmente: "El Jockey Club es un centro social y una asociación que propende al mejoramiento de la raza caballar en la República".

PRIMEROS PASOS Y PRIMEROS PROBLEMAS
Al año siguiente, con los antecedentes que obran en su poder, el Jockey Club funda el Stud Book Argentino y edita en sus propios talleres, en 1893, el primer tomo, que abarcó los registros efectuados desde 1882 hasta 1888. El perfeccionamiento de los mismos fué constante e influyó de manera definitiva en el mejoramiento de la raza equina. Su organización ha sido citada en Inglaterra, Francia y Estados Unidos como modelo de perfección para asegurar la auténtica ascendencia genealógica de los productos, cuya calidad a través de los años adquirió fama mundial.
Recuerdo que en el viejo local del Stud Book, que el Jockey Club tenía en la calle Tucumán, se guardaba- como una reliquia una felicitación de Weatherby & Sons, familia que desde hace siglos edita el Stud Book inglés. Esa reliquia, como tantos otros recuerdos valiosos, sin contar desde luego la biblioteca y las obras de arte conservadas en el Jockey Club, fué destruida por el inútil vandalismo de 1953.
El Stud Book llevó el orden y la tranquilidad a los criadores y les dio la confianza requerida para seguir adelante y organizar sus cabañas en forma adecuada. Pero todavía quedaban cosas por hacer; y el Jockey Club se abocó a la redacción de un reglamento de carreras, que fué mejorando hasta convertirlo en uno de los más perfectos existentes en el mundo, lo que ha redundado, por cierto, en la excelente organización de los hipódromos argentinos.
Después vino el registro de colores, que aseguró a cada caballeriza la propiedad de los suyos, evitó errores, confusiones y otros inconvenientes, y aseguró el uso de divisas que los "sportsmen" conservan a través del tiempo y se trasmiten de generación en generación, como un bien de familia.
Desde la fundación del Jockey, pues, se organiza esa pasión por las carreras de caballos, que ha sido característica de muchos pueblos y razas, y que aquí se arraiga desde la época de la Conquista, hasta que el gaucho la incorpora como cosa suya a través de las cuadreras (con sus "pencas", "pollas" y "depositadas"), de las carreras de sortija y del juego de pato.
Los que fundaron el Jockey Club prepararon así las bases de toda la acción que se desarrolló después. Pero no todo se hizo sin problemas; el primer premio que se creó, por ejemplo, produjo un sinnúmero de dolores de cabeza: había fondos en caja, sí pero constituían el tesoro que habría de vigorizar la incipiente existencia de la institución y no se trataba de disiparlos en un momento de peligroso entusiasmo. La experiencia de los iniciadores guiaba sus pasos, y las crónicas han recogido más de una frase ilustrativa:
—No hay que contraer deudas. Esa es la palabra de orden. De lo contrario, podríamos comprometer para siempre la autoridad y los destinos de la institución.
Pero había que solucionar el problema, pese a que todas las sugerencias iban siendo rechazadas, pues comprometían, directa o indirectamente, el patrimonio del club. Hasta que una tarde, el doctor Carlos Pellegrini trajo la solución: él, Santiago Luro, Vicente L. Casares, Eduardo Casey y Juan Shaw, se suscribirían con 5.000 pesos de la antigua moneda, cada uno, y organizarían de inmediato la carrera, con un premio de 25.000 pesos al ganador.
Así fué cómo el 13 de agosto de 1882, cuatro meses después de creado el Jockey, se realizó la primera reunión oficial de carreras. El primer premio Jockey Club fué ganado por "Dunrobin", de don Guillermo Anderson.

EL CAMINO RECORRIDO
El "turf" y "elevage" argentinos surgieron vigorosos en esa tarde de agosto de 1882, y poco a poco fueron conquistando en las pistas y haras de toda América los triunfos más espectaculares y brillantes. El público aficionado fué convirtiendo las carreras oficiales de caballos en una de sus actividades favoritas, y, siguiendo el ejemplo de Buenos Aires, ciudades y pueblos del interior construyeron sus hipódromos y fundaron sus Jockey Clubs.
Simultáneamente se fué desarrollando la emulación entre las cabañas. Los grandes padrillos y yeguas ingleses comenzaron a llegar. Las yeguas, sobre todo, cuya enumeración sería árida para los profanos, pero cuya presencia fué la base de nuestro "elevage", eran pagadas en Inglaterra con montones de libras esterlinas por los beneméritos criadores, mientras que aquí los premios comunes no pasaban de 500 pesos.
Los grandes haras ya se vislumbran: su formación toma los caracteres de una pugna deportiva, en la que nadie quiere quedarse atrás. Se jalonan las adquisiciones de grandes "sires" europeos, crecen las instalaciones, los premios se multiplican, grandes y entusiastas multitudes llenan los hipódromos, y todo resulta chico. Las discusiones apasionadas por los grandes "pingos" son tertulias comunes en instituciones deportivas, confiterías y bares. Hasta en los hogares, pese a la rigidez y severidad paternas de entonces, se tejen comentarios en vísperas de los grandes premios. Lo que se propusieron realizar los fundadores del Jockey Club es ya una pujante realidad en marcha.
Hoy, más de medio centenar de hipódromos jalonan los cuatro puntos cardinales del país. Los harás existen y prosperan en todo el territorio nacional. Más de trescientos establecimientos de crianza concurren anualmente a los diversos circos argentinos con todo lo que producen. Se superan las crisis, terribles algunas, y el pura sangre da carrera sigue ganando batallas. Anualmente, el "ring" de ventas del histórico Tattershall de Palermo se convierte en un mercado internacional, y los "sportsman" argentinos tienen que competir con los extranjeros. El triunfo del caballo de carrera argentino es un hecho, y los aficionados extranjeros nos arrebatan los mejores animales de nuestras pistas. Las clásicas reuniones aumentan sus primas y el Gran Premio Carlos Pellegrini se eleva desde 10.000 pesos, suma con que se premió en 1887 al ganador (Stiletto), hasta los 2 millones que se otorgaron al ganador de este año.

Y EL AÑO PRÓXIMO, "SWEEPSTAKES"
Para mayo del año venidero se organiza un Gran Premio Internacional, que llevará un nombre conmemorativo del 150º aniversario de la Revolución de Mayo, con 10 millones de pesos al ganador, 2 millones y medio de pesos al segundo, 1 millón y medio de pesos al tercero, etc., etc., y copas a los criadores. Un "Sweepstakes" análogo a los grandes "Sweepstakes" mundiales incorpará al "turf" a un número enorme de personas, que hasta ahora se han mantenido ajenas al mismo.
Digamos que el "Sweepstakes" es bastante parecido a la lotería común, sólo que los premios y el sorteo están relacionados con la cantidad de caballos inscriptos y con el resultado de la carrera.
Por el momento se dice que serán emitidos cincuenta millares (equivalentes a una serie), fraccionados en "enteros" y "décimos". Se pondrán a la venta dos series simultáneamente, y, si la demanda lo justifica, se emitirán más. Por cada serie de cincuenta millares se adjudicarán los siguientes premios:
Ocho millones a distribuirse entre el número de caballos inscriptos en el Gran Premio Internacional. Estos premios serán acumulativos e independientes de los que pudieran obtenerse por clasificación en los seis primeros puestos del marcador de dicha prueba hípica, por terminación de 2, 3 y 4 últimas cifras o por aproximación.
De todos estos premios, los más importantes son los relativos a la colocación final de los participantes en el Gran Premio: 20 millones de pesos al billete correspondiente al ganador, 10 millones al correspondiente al segundo, 5 millones al tercero, 3 millones al cuarto y 1 millón al quinto.
El 29 de mayo, día en que se correrá el Gran Premio, se realizará el sorteo a las 8 de la mañana, en la Lotería de Beneficencia Nacional, de acuerdo con el siguiente método: se utilizará un bolillero que contendrá las 50.000 bolillas correspondientes a los billetes emitidos, y de él se extraerán tantas bolillas como caballos hubieran sido inscriptos el día 19 del mismo mes en el Gran Premio. La primera bolilla corresponderá al caballo número 1, la segunda al número 2, la tercera al 3 y así sucesivamente hasta completar tantos números como caballos inscriptos. Cabe aclarar que la numeración de cada caballo inscripto será la relativa al programa oficial de la fecha.
Los números así favorecidos tendrán un premio cuyo monto resultará de dividir la suma de 8 millones por el número de caballos inscriptos el día 19. Es decir, si los inscriptos son 20, corresponderán 400.000 pesos a cada número premiado, si son 40 corresponderán 200.000 pesos, etc.
Como se dijo más arriba, estos premios serán definitivos, inamovibles y acumulativos con respecto a los premios que posteriormente pueda obtener el poseedor del billete, según la colocación que tenga el caballo que le ha tocado en suerte en el Gran Premio Internacional. Definitivos e inamovibles porque, aun cuando el caballo adjudicado al billete no llegue a participar en la carrera por cualquier causa, el premio obtenido mantendrá su validez; y acumulativo porque podrá percibir cualquier otro premio, vinculado al resultado de la carrera, o por últimas cifras, o por aproximaciones.
Conviene destacar que para los premios relacionados con el resultado de la carrera serán acatados sin excepción los fallos emanados de la autoridad hípica pertinente, que se rige por el Reglamento General de Carreras.
Todo lo hecho, pues, y lo que puede hacerse en el futuro, supera ampliamente lo que previeron Carlos Pellegrini y sus amigos cuando fundaron 
el Jockey Club en los salones de "La Minerva". Hoy, el Estado, a través de la Lotería de Beneficencia Nacional y Casinos, y los criadores, por medio de su Asociación Cooperativa, tienen el timón de la organización formidable que existe en torno al caballo de carrera. Mantenerla, mejorándola, y conservarla, modernizándola, es la palabra de orden y lo que esperamos quienes hemos hecho del caballo de carrera la pasión de nuestra vida.