Revista 7 Días
5 de abril de 1966 |
Acusado de indisciplinado, ambicioso y terco,
José Sanfilippo retorna al fútbol argentino. Las técnicas han
cambiado, no así el carácter del irascible jugador. Todo hace pensar
que en él concluye el vedettismo que tanto mal le hizo al fútbol
argentino
Hay un jugador de rostro aniñado que es la rebeldía personificada.
Cree en él excesiva y peligrosamente, y poco en los demás. Su
talento a veces lo embriaga, y duda mucho del talento de los que lo
rodean. Está convencido que es una estrella, y repite reiteradamente
que una estrella surge de tanto en tanto. Desconfía de la función de
un director técnico, pero cree fervientemente en la inspiración
personal del jugador.
Ese hombre tiene 29 años; fue adquirido recientemente por el club
Bánfield; y se llama José Sanfilippo, sin duda, la última vedette
del fútbol argentino,
¿Quién es José Sanfilippo? ¿Un endiablado chiquilín antojadizo? ¿Un
profesional de incalculable capacidad futbolística? ¿Un ambicioso?
¿Un irreverente y displicente que crea problemas donde pone los
pies? Todo esto se ha dicho y se repite de José Sanfilippo. Pero
dentro del fútbol argentino representa algo mucho más profundo que
toca directamente a una de las dos mentalidades que hoy dominan ese
deporte... Esas dos mentalidades son: la que pregona un fútbol
integrado con jugadores estrellas; y la que intenta cimentar un
equipo donde la estrella no refulja y sí en cambio se integre a la
mentalidad del equipo. Un equipo sin vedettismo pero perfectamente
unido,, sin tanto talento personal pero obediente, al grupo.
José Sanfilippo pertenece a la legión de los primeros.
Hay que domesticar a la fiera
A principio de año, los medios futbolísticos del país se
estremecieron cuando la prensa anunció que Valentín Suárez,
(presidente del Club Bánfield) gestionaba ante Nacional de
Montevideo el pase del irascible José Sanfilippo. Dos años antes, el
jugador argentino tuvo que emigrar a la otra orilla a raíz de un
incidente con los dirigentes técnicos de Boca, lo cual encrespó al
presidente Alberto J. Armando, hasta ese entonces su incondicional
protector.
En un principio la adquisición pareció absurda. ¿Cómo se arriesgaba
el lúcido Valentín Suárez a contratar un endiablado jugador que a su
paso por los clubes de Buenos Aires había dejado solo problemas? Era
explicable: Valentín Suárez confiaba en su ductilidad para las
relaciones públicas, oficio que ejerció durante años en una
importante empresa editorial. Además, había otros motivos. Bánfield
iniciaba 1966 con la adquisición de figuras, y José Sanfilippo
representaba un jugador taquilla.
"El representa una promoción para el equipo —expresó Valentín
Suárez.—. Trae mucho público; además, nuestro equipo está
defensivamente dotado, careciendo de valores ofensivos". El
presidente Suárez jugaba una de sus cartas más peligrosas.
Problema aparte es para el inquieto director técnico de Bánfield,
José D'Amico, que conoció a Sanfilippo cuando ejercía la dirección
de Boca Juniors. Los temores de D'Amico son notorios: "Vamos a
transformarlo, no queremos que sea pescador (siempre está arriba
esperando la pelota). El tiene condiciones para desarrollar su toque
(tomar la pelota y largarla); queremos que juegue y devuelva. Además
tiene vehemencia para volver a ser estrella como antes".
Pero quizás sean, sólo sean aspiraciones de Valentín Suárez y José
D'Amico. La consigna parece ser: "hay que domesticar a la fiera".
¿Podrán?
Un optimista que pelea con cualquiera
¿Y qué dice a todo esto el diminuto José Sanfilippo? "No me inclino
ante nadie, porque no tengo necesidad de hacerlo", expresa sin
estridencia. La excesiva confianza en su talento es un arma de doble
filo que esgrime con astucia. "Soy un profesional. Si yo rindo un
100 por ciento, quiero que me paguen también un 100 por ciento. Y
sin atrasos". Muchas veces se aseguró que José Sanfilippo era un
desmedido buscador de dinero, y en base a esto se justificó el
problema que tuvo con los dirigentes de Nacional de Montevideo a
quienes exigía el pago en dólares. "Nunca mezquiné entrenarme, ni
jugar con todo en la cancha. Pero entiendo que por esto se me debe
pagar lo que corresponde",
Pero lo censurable en José Sanfilippo no es tal vez su búsqueda
obsesiva del dinero. El pertenece a la vieja escuela del jugador
argentino, que no ha comprendido los nuevos esquemas del fútbol:
ausencia de estrellas para una mejor planificación. Típico exponente
del jugador criollo dotado de virtuosismo, José Sanfilippo mira la
función de los directores técnicos con cierto escepticismo. "¿Qué
puede hacer un director técnico? ¿Jugadas de pizarrón? Hay jugadas
que se harán toda la vida; existe un plan defensivo, pero un
director técnico nunca podrá elaborar un plan ofensivo: los
delanteros siempre tendrán improvisación".
El descreimiento por esa función directiva puesta de manifiesto en
estos últimos años, hacen pensar que Sanfilippo no ha interpretado;
los cambios producidos no hace mucho tiempo en el deporte más
popular. ¿Por qué? Hay algunos elementos que explican esa postura.
En primer lugar, José Sanfilippo tiene un desmedido optimismo sobre
sí mismo: "Yo peleo con cualquiera; no me importan los que tienen
mucho dinero ni los poderosos, también a ellos los enfrento".
(Quizás con estas palabras aludía al sonado conflicto que sostuviera
con Alberto J. Armando, otrora su incondicional protector).
En segundo lugar, porque entiende que el jugador es un esclavo de su
profesión la cual tiene un período de vida útil muy corto. "Hay que
aprovechar todo momento paca sacar partido. Sí, yo ando detrás del
dinero, pero ¿quién no anda detrás del dinero?".
Además, José Sanfilippo está resguardado detrás de un hogar que
"marcha a la perfección". Una mujer con la que se entiende, dos
hijos que le dan muchas satisfacciones, una posición económica sin
sobresaltos. "¿Qué más puedo pedir? Mi mujer, mis dos hijos y yo
somos capaces de voltear una muralla".
Finalmente, porque para el diminuto jugador todos los que lo rodean
son sospechosos de falta de talento. "Hay pocos que saben más que
yo. ¿Qué autoridad tienen entonces? ¿Por qué voy a escucharlos?".
Con todas estas situaciones juega Sanfilippo. Quizás por ello poco
le importen las técnicas modernas de fútbol, las funciones de un
director técnico y la integración total a un grupo, ¿Podrán contra
él Valentín Suárez y José D'Amico? La tarea resultará muy difícil.
José Sanfilippo es ya un fuera de serie, refugiado en la vieja
generación que especulaba con el virtuosismo espectacular. Por ello,
nunca se someterá, nunca entenderá lo nuevo, nunca tampoco dejará de
ser estrella.
Por todo esto es de esperar que José Sanfilippo constituya la última
vedette del fútbol argentino.
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La vedette se aburre. José Sanfilippo (de buzo, bostezando)
solamente cree en su talento individual y duda de la
eficacia de los directores técnicos |
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