Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

La doctrina peronista: una Argentina justa, libre y soberana
Rodolfo Ortega Peña y Eduardo L. Duhalde

Es indudable que cualquier análisis que se lleve a cabo acerca del peronismo, a partir de presupuestos ideológicos coloniales, desembocará en consecuencias necesariamente erróneas. Por ejemplo, para arribar a la conceptuación del peronismo como "fascismo o nazismo", fue indispensable adoptar el punto de vista aliadófilo o, para considerar, también, pero sin sentido peyorativo, al peronismo como "fascismo", los nacionalistas tradicionales se colocaron en el punto de vista de los movimientos fascistas europeos.
Ambas caracterizaciones participaron de una esquematización mundial para evaluar al peronismo. De esa manera dependieron, ideológicamente, de un sistema interpretativo metropolitano, propiamente colonial. Si se hubiesen ubicado en el marco de las contradicciones locales oligarquía-pueblo, en relación a la situación de dependencia, hubiesen tenido una perspectiva distinta de inmediato. Porque es evidente que aunque la oligarquía pudiese encubrir su mensaje, al desentrañar su significación en la obra concreta llevada a cabo contra el peronismo, de todos modos nos encontraríamos ante el sentido revolucionario del peronismo en el poder. A idéntico resultado podría haberse llegado tomando como horizonte interpretativo los intereses de la clase trabajadora —único punto veritativo o "criterio de verdad en las semi colonias"— la cual se identificó con la política del peronismo, aceptando enfáticamente el liderazgo de Perón, a quien dio, por otra parte, direccionalidad. Ese es el marco de referencia metodológico que adoptaremos para analizar, dentro del límite de esta publicación, el plan de gobierno del peronismo, el sentido de su proyecto con sus dificultades y logros, en el ámbito concreto de la realidad, es decir de la coyuntura que tuvo que enfrentar.

Peronismo y metodología
Para medir el alcance del proyecto peronista, es necesario primordialmente presuponer qué era lo que había ocurrido antes del advenimiento del mismo ("Década Infame") y lo que sobrevino después de su caída (colonialismo desarrollista). Esta revisión histórica nos permite comprender mucho más efectivamente cuál fue el sentido del esfuerzo peronista en el poder, sobre todo para contraponerlo a las utopías abstractas de la izquierda liberal y a las entregas concretas de los portadores del Sistema. La posibilidad política revolucionaria, encarnada por el peronismo, la analizamos en relación a una coyuntura concreta y determinada, que estaba dada por una Argentina oligárquica sumergida en una América semi colonial, y no como el resultado de una presunta comparación entre un proyecto táctico, el peronista, y una serie de formulaciones "revolucionarias" expuestas en determinados libros o ensayos, puramente ideológicos.
Pero, por supuesto, este planteo metodológico no abjura de la necesaria autocrítica, más que por necesidades "científicas" por las consecuencias políticas que tuvo la incorrecta solución al problema de la falta de profundización de la revolución, que llevó, junto con el embate de fas filas contrarrevolucionarias en 1955, a la reiniciación de una ininterrumpida situación de atraso y colonialismo.

La situación semicoionial como punto de partida
Lo que el peronismo marca de antemano, desde su arribo al gobierno, es el carácter semicolonial de la Argentina. Este punto de partida queda concretado por una separación básica (Braden - Perón) que tiene también su clara expresión de clase (Libro -Alpargata).
Esta diferenciación social irá agudizándose en el tiempo. Pero la participación cada vez más militante y paradojal de los sectores medios en torno a! antiperonismo constituye una de las transgresiones más flagrantes a cualquier mecanismo en la interpretación de la situación de clase. Los sectores medios, favorecidos indudablemente por la economía peronista, que eleva su nivel de vida y les da una ubicación estable en el ciclo de las relaciones de producción, son sin embargo claramente antiperonistas. Helio Jaguaribe entrevé en parte el problema cuando manifiesta que "si el peronismo representó un intento de introducir el capitalismo de Estado, fracasó debido a que la clase media no era ya el estrato dirigente en la Argentina".
El imperialismo anglo-norteamericano imponía formas se-micoloniales, ante la indiferencia de la URSS, luego de Yalta, que no sólo significaban un control directo de la economía y una aparente autonomía política gubernativa, sino también una conciencia semicolonial, una conformación de semihombres, a través de la dominación de la Década Infame, todo lo cual juega un papel substancial en esa alienación de los sectores medios.
Esa conciencia escindida, "amor a la libertad del liberalismo" y situación personal, afectó de un modo negativo la ubicación de esos sectores en relación al peronismo. Sólo después de quince años de vivir el ciclo de colonización del desarrollismo, llegarían a nacionalizarse por lo menos parte de esos sectores. Suprimir la conciencia escindida, para ubicarlos en la práctica de un nacionalismo de liberación, ha sido la tarea del peronismo desde el llano.

El bonapartismo
Son varios los autores que han tratado de caracterizar al peronismo en el poder como "bonapartista", para significar con este concepto, de una manera genérica, a un gobierno que administra el Estado por encima de las clases sociales.
Pero, por de pronto, partiendo como hemos hecho de la situación semicolonial, la definición "bonapartista" sufre una modificación básica. ¿Qué es un bonapartismo de semi-colonias en tanto que antiimperialista? Porque, lo que es evidente es que la política de nacionalizaciones que el peronismo desata de entrada, a partir del primer gobierno,
a la par que se apoya en una política de justa distribución social (dentro del Capitalismo de Estado intentado) afecta gravemente los intereses imperialistas.
Todas las interpretaciones parciales, que han querido disminuir la significación de la política de nacionalizaciones, desde la izquierda o la derecha, con argumentos financieros o de supuesta sutileza política, han sucumbido ante una realidad terminante cual es la de la política imperialista de endeudamiento externo, liquidación de la industria local y apoderamiento de las empresas y banca local, que ha practicado el colonialismo en la Argentina en forma intermitente. Por ello, creemos que la caracterización de "bonapartismo" se modifica ante la coyuntura en la cual surgió el peronismo. Dentro del esquema del capitalismo de Estado coincidieron, fundamentalmente, el Ejército, jugando el papel de burguesía conductora de las empresas estatales y el proletariado, que se expresó sindicalmente, pero manteniendo una relación sintético-categorial con su líder. Este capitalismo de Estado nacionalista conformó anticipadamente el "modelo económico de la Revolución Nacional" de que habla Lange intentó un modelo de nacionalización en momentos en que el imperialismo se recuperaba de la guerra. Aprovechó la coyuntura y realizó la posibilidad más revolucionaria para su momento. Cuando la coyuntura se modificó, el modelo debió ser abandonado, por una profundización de signo socialista, continuación lógico-dialéctica del modelo de la Revolución Nacional, lo cual no ocurrió.

Asunción de una política nacionalista y popular
Es Perón el que aclara con gran precisión el sentido de su proyecto político. Apoyado sobre la masa popular —detecta aquí la variable que le permitirá ejecutar su plan con gran visión, por eso será su caudillo—, contando con las fuerzas armadas para resguardar el sentido del mismo, busca nacionalizar la economía y realizar una política exterior independiente. Esta "independencia general" del sistema peronista, recibirá el nombre de "Tercera Posición", que generará las ironías de la ilustración local, la misma que años después descubrirá la realidad del Tercer Mundo. Desde ya que la nacionalización de la economía exige una mejor distribución de la riqueza, lo que será designado a su vez, como "justicia social" en el proyecto peronista.
Las medidas propiamente "sociales" se suceden con rapidez: el decreto 2.102 sobre trabajo nocturno en panaderías, la ley 12.921 que ratifica los decretos del gobierno de facto redactados por Perón, la creación de la Comisión Nacional de Trabajo Rural en setiembre de 1947, el decreto 34.147 que reglamenta el famoso Estatuto del Peón —justamente valorado por los escritores peronistas—, el decreto 2 895 que fija el mínimo de jornales correspondiente a los cañeros en cada zafra, la ley 13.591 que crea la Dirección Nacional del Servicio de Empleo, la Declaración de los Derechos del Trabajador, la Declaración de los Derechos de la Ancianidad formulados por Eva Perón y oficializados por decreto. Son estas medidas, entre otras muchas, pruebas de la auténtica voluntad de realizar una política para el pueblo. Pero significaban mucho más. No sólo mostraban una legislación que tomaba al elemento popular (obrero, empleado o peón) de acuerdo a su zona y a su drama del mundo de trabajo, sino que también se llevaban a cabo efectivamente, se cumplían en la realidad. Ya no ocurría como antes, que la ley tal vez existía en el papel, era una norma "rivadaviana" no cumplida nunca. Ahora había un Estado para respaldar la ley, el decreto o la resolución. Se supo, entonces, que el delegado de la Secretaría de Trabajo y Previsión apoyaba al obrero. Y el nombre de esta repartición fue palabra "maldita" para los intereses de la patronal oligárquica.
El aparato estatal surge para mediar, pero el bonapartismo se esfuma, porque se inclina manifiestamente hacia el trabajador, en los conflictos entre capital y trabajo. Se trata de un problema de justicia histórica. Surge la esperanza, como diagnosticó ese partero de la nacionalidad que fue Scalabrini Ortiz. Todo se hace con esfuerzo, con la resistencia consciente de los sectores lúcidos de la oligarquía, y la semiconsciente de los sectores medios, que hablan de "dictadura", "falta de libertad", "totalitarismo", instrumentados directamente por aquélla. Los tribunales del trabajo, como antes el aguinaldo, o cualquier otra reforma popular son tachados de inconstitucionales, con argumentos que hoy se oyen sólo en boca de Borges. La justicia se "nacionaliza" y se genera una jurisprudencia popular. La justicia pierde su natural dependencia hacia la oligarquía. La naturaleza del Estado peronista va adquiriendo sentido popular, no un sentido por encima de las clases, sino en función de la política nacional que el peronismo está intentando. Por supuesto que el Estado peronista tiene su momento represivo, que no debe ser justificado en lo que tuvo de persecutorio, o en los elementos negativos que lo integraron. Pero es igualmente indudable que el terror y la violencia conocidos por el pueblo en todo el período post-peronista oscurecen la significación de aquella violencia. La minimizan. Por otra parte, los sectores de la oposición nunca plantearon un enfrentamiento leal. Intrigaron, complotaron y mataron, si ello era necesario a sus intereses.
La revolución nacional peronista en marcha genera nuevas formas de acción. Surge de ellas la figura excepcional de Eva Perón, que comprende el sentido eminentemente social del movimiento, y crea la "Fundación", desde donde se profundiza esa acción directa para el pueblo.

Eva Perón, categoría social del peronismo
Para los intelectuales alienados, Eva Perón sigue siendo un enigma indescifrable. Para quienes la relación pueblo-Evita no ha sido vivenciada, el "fenómeno Eva Perón" seguirá consistiendo en una cuestión de biografías más o menos sorprendentes o incógnitas en torno al aventurerismo o militancia. Por vía biográfica o por anecdotarios infames se creerá llegar a la verdad de un fenómeno profundo, que hace a la esencia del peronismo.
Eva Perón es la categoría, en el peronismo, que expresa lo social por excelencia. Es decir, es la presencia de la "cuestión social" en sus términos más sintéticos, constituyendo propiamente la categoría de lo social en el encuadre del movimiento peronista entendido como frente antiimperialista. Una categoría que sin su contenido, que es el pueblo en tanto humildes-oprimidos, carece de sentido, es "vacía". Pero a su vez, El pueblo humilde-oprimido, sin esa expresión categoríaL, que es Eva, es "ciego". Así se da en la Argentina que va de 1945 a 1952, y deja un sello igualmente irreversible e imborrable en la historia argentina.
Pero Eva es una categoría que existe en el seno del movimiento peronista, que tiene su nueva síntesis en Perón. Por eso Eva no tendrá un problema de enfrentamiento o competencia en el liderazgo con Perón. Por el contrario, analizará —como expresión categorial de su pueblo, y hablando por boca de él— la verdad del peronismo: "¿Cuáles fueron las causas del peronismo? ¿Por qué Perón y el pueblo argentino decidieron unirse para tomar el gobierno de la Nación? Para liberarse del imperialismo y del fraude". Es en el conflicto entre Eva y su candidatura a la vicepresidencía que se manifestará, todavía en forma insinuada, en el conflicto entre las Fuerzas Armadas y lo que Eva Perón representaba. Hacia 1955 será la clave del fin.

Los militares y el proyecto peronista
Es sobre la base de crear una economía capitalista de Estado nacionalista, que preparará a la Argentina para la guerra y la paz y que popularmente equivalía a "ampliar la torta y repartir mejor las tajadas" que el Ejército, en su mayoría, decidió promover esa política. Su participación en el capitalismo de Estado dignificó al moraimente deteriorado ejército de Justo, Influido por otra parte por los ardientes escritos del nacionalismo tradicional, encontró en el peronismo una expresión de gobierno fuerte en el cual compartía la dirección del poder junto a los sindicatos.
Llegó incluso a sostener el proyecto de independencia económica junto a Perón; preguntados "si querían que las provincias y territorios de la República Argentina tuviesen una economía recuperada y libre del capitalismo foráneo y de las hegemonías mundiales o de las nacionales comprometidas con aquéllas, aclamaron y reiteraron su unánime y espontáneo, así como decidido voto por la independencia económica del país". 
Pero convivió, junto a esa posición mayoritaría del ejército, una minoría pro-oligárquica, que intentaría sus "chirinadas" con cierta frecuencia cíclica, y la naturalmente liberal Marina de Guerra. El deterioro del capitalismo de Estado peronista, acuciado por la propia dinámica de clases interna y por la modificación de la coyuntura mundial de postguerra (Perón apunta a una determinada modalidad de esa coyuntura; una nueva Guerra Mundial, que no se produce) rompe la equilibrada relación de fuerzas. Es exacto, entonces, que en términos de modelos posibles, sólo había dos hacia 1955: el modelo imperio-desarrollista, o sea de dependencia con respecto al capital extranjero con la ejecución del mismo a través de la alta burguesía y oligarquía, y el sometimiento "voluntario" de la clase obrera sindicalmente organizada, o el proyecto del socialismo nacional, pasando rápidamente del capitalismo de Estado o modelo de la revolución nacional, a una socialización, controlada por la clase obrera, por los "descamisados". Perón intenta, desde 1952 aproximadamente, un sistema mixto, caracterizado por participar de ambos modelos, pero que ya no tenía viabilidad histórica. Después del golpe de junio de 1955, hace un último intento, desde el poder, de reinterpretar la historia: "Una vez más nuestra lucha inquebrantable por la liberación del pueblo argentino nos enfrenta con la reacción y con las consabidas violencias de su histerismo. "En cierto modo pensé que la oligarquía estaba ya definitivamente vencida y que los numerosos fracasos de sus empresas antipopulares, siempre al margen de la ley, de la justicia y de la democracia y siempre respaldada por alguna fuerza internacional; habían persuadido a nuestros adversarios y enemigos acerca de la necesidad de trabajar en paz por la felicidad común y por la grandeza nacional.
"Sobre esta base de apreciación, el Gobierno declaró por mi intermedio que deseaba ardientemente la pacificación nacional. En agosto de 1953 declaré ante el pueblo santia-gueño, símbolo viviente de ¡a humildad de todo el pueblo argentino: Hemos terminado la lucha contra los enemigos de adentro y contra los enemigos de afuera." (13 de junio de 1955).
Llama a los hombres más combatientes para reorganizar el movimiento. Es tarde, la relación de fuerzas en el capitalismo de Estado se ha alterado. El "Ejército-mayoría" pasa al frente colonial. Porque, en realidad, vislumbraba que la alternativa única para el aseguramiento de la revolución peronista era el poder, todo el poder, al pueblo, con una profundizaron de la revolución. Y entonces el Ejército rechaza ese modelo de sociedad, que significaba el ascenso definitivo de la clase trabajadora. Y es acompañado —envuelto en las falsas banderas del petróleo y la cuestión eclesiástica— por los sectores medios. A partir de allí, el Ejército -mayoría se transforma en partido político, intenta consolidar la línea imperio-desarrollista, sin modificaciones ni siquiera de detalle. Y es precisamente el movimiento peronista quien impide la concreción de esa coherente estrategia de dependencia colonial.

Los albores
Pero ese fue el final de la protohistoria. En sus albores "el sentimiento que el capital extranjero era la causa de todos los males —estado de conciencia al que habían contribuido tanto el nacionalismo de derecha como F.O.R.J.A.— (escribe Hernández Arregui), era generalizado en la oficialidad, sobre todo, en los cuadros jóvenes. Otro hecho robustecería esta convicción —agrega el mismo autor— y la insuflaba de patriotismo: la experiencia del propio Ejército, en contacto en les cuarteles con la población nativa, el conocimiento directo de la pauperización de ese pueblo y la conciencia de que este material humano era el mismo de las antiguas guerras de la emancipación". Esa concientización del Ejército le permitió comprender que el plan de gobierno de Perón (que luego sería el Primer Plan Quinquenal) "era el producto de una profunda meditación; un acopio grande de antecedentes referentes a los problemas que ha tenido el país desde muchos años atrás". Un plan que "no es nada más que un plan económico-social dirigido al desarrollo de mayor riqueza para una participación más justa entre todos los que trabajan; en otra palabra —explicaba Perón— tratamos de obtener de nuestro país mayor provecho para beneficio de los 16 millones de habitantes y no para 100 familias de privilegiados, como había sido repartida hasta ahora la riqueza del país". Las tres banderas se convertirán en una realidad efectiva. Pero no todas las estructuras del régimen han sido golpeadas por igual. Se ha centralizado la economía, controlado el comercio exterior, se han nacionalizado servicios y comunicaciones. Se controlan los mecanismos financieros, se han nacionalizado los depósitos bancarios. Se ha reconstruido el mercado interno y generado una importante industria liviana que no depende del exterior. Se apunta hacia una industria pesada. Se planifica las decisiones, se cuenta con el pueblo para el proyecto. Se tiene una diplomacia independiente. Pero no es suficiente. Primero, se debió terminar definitivamente con la red de intereses de la oligarquía, y esto no ocurrió. Solamente se alcanzó a deteriorar su poder formal.
En segundo lugar —y acá comienza la limitación del molde dentro del cual se intentó el esfuerzo— aquella profundización exigía pasar a otro modelo económico-social. No era posible, por ejemplo, hacer la reforma agraria dentro de! capitalismo de Estado, indemnizando la tierra expropiada "constitucionalmente" como lo establecían los proyectos intentados. Aquí quizás residió una de las más claras auto-limitaciones del proyecto. Así como políticamente era necesario armar las milicias populares para triunfar, frente al golpe gorila, económicamente había que dar a la clase trabajadora el control de los medios de producción. Lo contrario equivalía a dejar abiertas las puertas al desarrollismo, es decir al desembarco neo-colonial.

La tierra y la revolución
Señala Hernández Arregui con razón, "el caballo de batalla de la oposición a Perón se centró en la cuestión agraria. El gobierno no resolvió este problema. Y en esta imprevisión habría de encontrar su propia derrota". "El Sistema —sigue Arregui— de la propiedad de la tierra, la subsistencia de la oligarquía terrateniente que perdió el poder político pero no el económicos con la campaña de descrédito, fundada en que el gobierno con sus fabulosos planes de industrialización castigaba el campo, la mentira de la despoblación de la campaña como consecuencia de esa política, y la acusación de que el I.A.P.I. expoliaba a los chacareros, fueron las muletillas de la Argentina colonial contra la nueva".
Es decir, por un lado el mantenimiento, por lo menos en líneas generales, del poder económico agrario de la oligarquía, y luego el sistema ideológico ofensivo contra la industrialización, lanzado por la oligarquía y portado por los sectores medios, incluido el Ejército.
En cuanto al primero, ilustra la base inestable de la política peronista, el diálogo sostenido por Perón con un técnico agrarista: "Así que usted cree que yo no voy a hacer la reforma agraria. Para hacer eso hay que tener dos cosas: mil millones de pesos y ser muy macho". Como se sostiene en el libro que reproduce el texto, se pensaba la reforma agraria como un problema de "técnica agronómica bancada",consecuencia de la concepción capitalista de Estado que impregna la proyección peronista en el poder.

Conciencia nacional y revolución
Las conquistas obreras se perdieron, se diluyeron en las promesas lonardistas y en los programas desarrollistas. La centralización nacional de la economía se mantuvo, pero al servicio de los conglomerados multinacionales, del capital extranjero. La industria nacional fue arrinconada por las políticas de dependencia, que comenzaron derogando la Constitución. Sin embargo, el peronismo en el poder transmitió a su pueblo una conciencia nacional que no sólo no ha sucumbido, a pesar de las tentativas ideológicas de todo signo, sino que se ha reafirmado revolucionariamente. Perón tenía ante sí una alternativa, ante la cual sin embargo ocurrió que: "Años de sin igual prosperidad, luego del ascenso y participación en el poder del movimiento sindical, habían traído más que por la llamada burocracia peronista que efectivamente existió, el relajamiento gradual, típico de las épocas de bonanza, de la combatividad revolucionaria de las masas y sus dirigentes. Hecho en el que, sin duda contribuyó la propia y dominante personalidad de Perón. A esto debe agregarse el afloramiento de una de las contradicciones radicales contenida en la composición pluriclasista originaria del movimiento, a saber, la imcomprensión de la clase media, aun dentro del mismo partido gobernante, ante esa política obrerista que hería sus prejuicios. (...) Fueron éstos, entre otros factores, los que aunque no respondían a causas de peso, facilitaron la campaña de los partidos políticos en descomposición derrotados en 1946. Estas fuerzas martillaron sobre las contradicciones y limitaciones del movimiento, sobre sus accidentes y anécdotas, convirtiéndolas en escándalos morales que influían de un modo difuso y deformante de la realidad, en una parte no despreciable de la opinión pública, temerosa de la clase obrera. (...) En este clima, tramado lentamente, había crecido además, dentro del propio partido gobernante, el vago y contradictorio sentimiento, fomentado por elementos vacilantes, de que, aunque cayese Perón, no podía volverse a épocas anteriores, olvidadas por muchos en las comodidades de las épocas fáciles".
La alternativa no fue ejecutada en su momento. Como no pudo adoptarla Rosas, derrotado también por la conspiración extranjera y sus aliados locales. Pero, al igual que en aquella época, una nueva montonera nacional surgió desde el fondo de la tierra, conformada en la conciencia nacional del peronismo, con la experiencia histórica sedimentada de aquella derrota. A esa juventud Perón le ha escrito: "La nueva generación justicialista, que ha de reemplazarnos y superarnos, está en marcha. Ellos han de encuadrar y conducir un día las legiones de un Justicialismo triunfante que imponga definitivamente en nuestra Patria las banderas de justicia social, independencia económica y soberanía nacional que, una generación de políticos caducos, malos y mentirosos, se animaron a arriarlas en un fatídico 16 de setiembre. Esa etapa ha de marcar en la Argentina la consolidación de las nuevas estructuras, que coincidirán en el mundo con el ocaso de los imperialismos de nuestro tiempo".


Significación de la obra cumplida por el peronismo en el poder
1) Nacionalización de la economía, créditos para la industria, plena ocupación y altos salarios.
2) La renta nacional aumentó en 1954 con relación a 1943 en un 55 %. El país se capitalizó como en ninguna época
de su historia. La deuda pública disminuyó con relación a la renta nacional, del 67 % en 1945 al 57% % en 1955.
3) La casi inexistente dependencia de los mercados extranjeros, otorgó mayor libertad para comerciar con otros países, particularmente con la órbita comunista.
4) Creación de la Central Única de Trabajadores y participación de la CGT en el poder político a través del parlamento, etc.
5) Crecimiento del mercado interno nacional y correlativo de la industria. El valor de la producción industrial con relación a la agropecuaria pasó a primer término con la respectiva incidencia en la renta nacional (24,800 millones contra 22.000 millones).
6) Poderosas centrales hidroeléctricas, plantas siderúrgicas, etc., fueron construidas en San Nicolás, Río Turbio,
NihuiI (represa); diques, grandes refinerías de petróleo, usinas eléctricas, altos hornos de Zapla, etc.
7) Pasaron al patrimonio de la Nación, ferrocarriles, teléfonos, gas, servicios públicos, etc»
8) Entre 1948 y 1949, los chacareros arrendatarios se hicieron propietarios de un millón de hectáreas y este proceso continuó en los años posteriores.
9) El analfabetismo se redujo al 3 %.
10) La marina mercante pasó a ser de las primeras del mundo.
11) Se dignificó a todos los trabajadores, mediante contratos de trabajo, leyes de previsión social, jubilaciones y pensiones para todos los argentinos, cooperativas, escuelas técnicas, etc.
12) Se construyeron 500.000 viviendas con capacidad para 5.000.00 de personas
13) Se repatrió la deuda externa, 1.000 millones de dólares iban al exterior por pagos de diferentes servicios es decir, 6.000 millones de pesos moneda de entonces siendo la recaudación anual del gobierno de 10.000 millones. Los argentinos trabajaban para los extranjeros.
14) Se construyeron 78.000 obras públicas,
(De Hernández Arregui, J. J. La Formación de la Conciencia Nacional págs. 428/29

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